A partir dell II
Concilio Vaticano la Iglesia perdió conciencia de su misión y la
autoestima, legítimo orgullo de pertenecer a Cristo que va ligada a
ella. Este legítimo orgullo y autoestima no tienen nada que ver con la soberbia, como lo han
mantenido los estultos progremodernistas.
La estrategia de la Revolución era minar, precisamente esa conciencia de la misión y la
autoestima, para que la Iglesia se avergûence y pida perdón al
Enemigo, como lo hizo y lo sigue haciendo, y quede completamente
inutilizada para evangelizar en serio y cumplir el Mandato de Cristo
antes de su Ascensión.
Recordemos aquellos
puntos de Rhaner sobre el “triunfalismo Doctrinal”, como llama
peyorativamente a la Fe Católica, a la seguridad sana en la Palabra
de Dios y la Doctrina.
Una Iglesia
avergonzada de sí misma y de su Maestro, solo sirve para estar
obscenamente genuflexa ante el Leviatán, quemándole incienso y
arrastrándose servilmente tras él para que le de un lugar en su
reino.
Hoy vemos los
resultados y los frutos de esta increíble claudicación, que se tomó
como aggiornamiento, adelanto necesario, modernización
inteligente, cuando no es mas que miserable traición y rendición
incondicional ante el Enemigo.
Esta abdicación
inédita tuvo y tiene responsables. Los que quedan vivos deben una
explicación honesta, viril, veraz y humilde a la Iglesia.
Una iglesia acomplejada, avergonzada, autohumillada ante el enemigo, con la cola entre las piernas como un perro asustado y pidiendo perdón al enemigo.....a eso los modernistas y neocones le llaman "humildad"..
ResponderEliminarExacto! Yo no lo hubiera podido decir mejor....
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