miércoles, 28 de octubre de 2020

SAN SIMÓN Y JUDAS, APÓSTOLES, II CLASE

28 de octubre
SANTOS SIMÓN y JUDAS TADEO, APÓSTOLES
Vidas de los Santos de A. Butler

 




(Siglo I p.C.) - La Sagrada Escritura llama a San Simón, "el cananeo" y el "zelotes", palabras que significan "el hombre lleno de celo", por más que algunos autores cometan la equivocación de creer que el primero de esos sobrenombres indica que Simón nació en Caná de Galilea. El sobrenombre de "cananeo" alude al celo del apóstol por la ley judía antes de su conversión, lo mismo que el de "zelotes", el cual no significa necesariamente que haya pertenecido al partido judío de los "zelotes". Lo único que el Evangelio nos dice sobre él es que fue elegido por Cristo entre los doce, con los cuales recibió al Espíritu Santo en Pentecostés. No sabemos nada más sobre su vida posterior, y las diversas leyendas se contradicen entre sí. El Menologio de Basilio afirma que San Simón murió apaciblemente en Edessa. En cambio la tradición occidental, tal como aparece en la liturgia romana, sostiene que después de predicar en Egipto fue a reunirse con San Judas en Mesopotamia, que ambos predicaron varios años en Persia y que fueron martirizados ahí. Por ello, la Iglesia de occidente los celebra juntos, en tanto que la Iglesia de oriente separa sus respectivas fiestas.

El Apóstol Judas Tadeo (o Lebeo), "el hermano de Santiago", era probablemente hermano de Santiago el Menor. No sabemos cómo ni cuándo entró a formar parte de los discípulos de Cristo, pues la primera vez que elEvangelio le menciona es en la lista de los doce. Después de la Ultima Cena, cuando Cristo prometió que se manifestaría a quienes le escuchasen, Judas le preguntó por qué no se manifestaba a todos. Cristo le contestó que El y su Padre visitarían a todos los que le amasen: "Vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Juan, XIV, 22-23). Como en el caso de San Simón, no sabemos nada de la vida de San Judas Tadeo después de la Ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo. Se atribuye a San Judas una de las epístolas canónicas, que tiene muchos rasgos comunes con la segunda epístola de San Pedro. No está dirigida a ninguna persona ni iglesia particular y exhorta a los cristianos a "luchar valientemente por la fe que ha sido dada a los santos. Porque algunos en el secreto de su corazón son ... hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Señor Dios en ocasión de riña y niegan al único soberano regulador, nuestro Señor Jesucristo".

Con frecuencia se ha confundido a San Judas Tadeo con el San Tadeo de la leyenda de Abgar (véase Addai y Mari, 5 de agosto) y se ha dicho que murió apaciblemente en Beirut de Edessa. Como lo indicamos arriba, según la tradición occidental, fue martirizado en Persia con San Simón. Eusebio repite la leyenda de que dos nietos de San Judas, Zoquerio y Santiago, comparecieron ante el emperador Domiciano, quien estaba alarmado porque le habían dicho que seguían siendo leales a la casa real de David; pero cuando vio que eran unos campesinos pobres y humildes y supo que el Reino por el que luchaban no era de este mundo, se burló de ellos y los dejó libres.

Existe un presunto relato del martirio de los dos Apóstoles; pero el texto latino no es ciertamente anterior a la segunda mitad del siglo VI. Dicho documento se ha atribuido a un tal Abdías, de quien se dice que fue discípulo de Simón y Judas y consagrado por ellos primer obispo de Babilonia. Este es, sin duda, el origen del curioso párrafo que se encuentra en la fecha de hoy en el Félire de Oengus: "Amplia es su asamblea: Babilonia es su sepulcro: Tadeo y Simón, su hueste es enorme." Acerca del pseudo-Abdías véase R. A. Lipsius, Die apocryphen Apostelgeschichten..., vol. I pp. 117 ss.; y Batiffol, en DTC, vol. I, c. 23. El Hieronymianum menciona juntos en este día a Simón y Tadeo y afirma que fueron martirizados en Suanis, civitate Persarum; acerca de este punto, cf. CMH, y Gutschmid, Kleine Schriften, vol. II, pp. 368-369. Sobre la invocación de San Judas Tadeo como patrono de "los casos desesperados", cf. Acta Sanctorum, oct., vol. XII, p. 449; y L. du Broc, Les saints patrons des corporations et protecteurs, vol. II, pp. 390 ss.

FUENTE

martes, 20 de octubre de 2020

SAN JUAN KANTI (CANCIO), CONFESOR

 

20 de octubre
SAN JUAN DE KANTI, CONFESOR
Vidas de los Santos de A. Butler




(1473 p.C.) - Juan de Kanti, llamado también Juan Cancio, nació en la ciudad polaca de Kanti. Sus padres eran campesinos de buena posición. Al comprender que su hijo era muy inteligente y bueno, le enviaron a estudiar en la Universidad de Cracovia. Juan hizo una brillante carrera y, después de su ordenación sacerdotal, fue nombrado profesor de la Universidad. Como llevaba una vida muy austera, sus amigos le aconsejaron que mirase por su salud a lo que él respondió, simplemente que la austeridad no había impedido a los padres del desierto vivir largo tiempo. Se cuenta que un día, mientras comía, vio pasar frente a la puerta de su casa a un mendigo famélico. Juan se levantó al punto y regaló su comida al mendigo; cuando volvió a entrar en su casa, encontró su plato lleno. Según se dice, desde entonces se conmemoró ese suceso en la Universidad, dando todos los días de comer a un pobre; al empezar la comida, el subprefecto de la Universidad decía en voz alta: "Un pobre va a entrar", y el prefecto respondía en latín: "Jesucristo va a entrar". El éxito de San Juan como profesor y predicador suscitó la envidia de sus rivales, quienes acabaron por lograr que fuese enviado como párroco a Olkusz. El santo se entregó al trabajo con gran energía; sin embargo, no consiguió ganarse el cariño de sus feligreses, y la responsabilidad de su cargo le abrumaba. A pesar de todo, no cejó en la empresa y, cuando fue llamado a Cracovia, al cabo de varios años, sus fieles le querían ya tanto, que le acompañaron buena parte del camino. El santo se despidió de ellos con estas palabras: "La tristeza no agrada a Dios. Si algún bien os he hecho en estos años, cantad un himno de alegría."

San Juan pasó a ocupar en la Universidad de Cracovia la cátedra de Sagrada Escritura, que conservó hasta el fin de su vida. Su reputación llegó a ser tan grande, que durante muchos años se usaba su túnica para investir a los nuevos doctores. Por otra parte, San Juan no limitó su celo a los círculos académicos, sino que visitaba con frecuencia tanto a los pobres como a los ricos. En una ocasión, los criados de un noble, viendo la túnica desgarrada de San Juan, no quisieron abrirle la puerta, por lo que el santo volvió a su casa a cambiar de túnica. Durante la comida, uno de los invitados le vació encima un plato y San Juan comentó sonriendo: "No importa: mis vestidos merecían también un poco de comida, puesto que a ellos debo el placer de estar aquí. Los bienes y el dinero del santo estaban a la disposición de los pobres de la ciudad, quienes de vez en cuando le dejaban casi en la miseria. San Juan no se cansaba de repetir a sus discípulos: "Combatid el error; pero emplead como armas la paciencia, la bondad y el amor. La violencia os haría mal y dañaría a la mejor de las causas." Cuando corrió por la ciudad la noticia de que San Juan, a quien se atribuían ya varios milagros, estaba agonizante, la pena de todos fue enorme. El santo dijo a quienes le rodeaban: "No os preocupéis por la prisión que se derrumba; pensad en el alma que va a salir de ella dentro de unos momentos." Murió la víspera del día de Navidad de 1473, a los ochenta y tres años de edad. En 1767, tuvo lugar su canonización y su fiesta se extendió a toda la Iglesia de occidente. El santo es el único confesor no obispo en cuyo oficio del Breviario Romano hay tres himnos diferentes, para maitines, laudes y vísperas.

Los bolandistas no lograron encontrar ninguna biografía medieval que valiese la pena, y se limitaron a reimprimir la biografía publicada en 1628 por Adán de Opatow (Acta oanctorum, oct., vol. VIII). El autor afirma que se basó en ciertos documentos que se conservaban en Cracovia, en particular en las notas de Matías de Miechow, contemporáneo de San Juan. Está fuera de duda que Matías de Miechow escribió realmente un relato sobre los milagros obrados por San Juan después de su muerte, ya que los bolandistas publicaron dicho documento. En Analecta Bollandiana, vol. VIII (1889), pp. 382-388, hay una nota sobre el sitio y la fecha del nacimiento de San Juan. E. Benoít publicó en 1862 una biografía en francés; en polaco existen numerosas biografías.


domingo, 18 de octubre de 2020

SEMINA VERBI, LA VERDAD

 Se ha convertido en un lugar común suponer que en las religiones no cristianas están presentes algunas semina Verbi (=semillas de la Palabra), o que constituyen una especie de praeparatio evangélica (=preparación para el Evangelio). En el origen de esta creencia está la enseñanza del Concilio Vaticano II. El Decreto sobre la actividad misionera afirma:

“[Los cristianos] estén familiarizados con sus [=de los no-cristianos] tradiciones nacionales y religiosas, descubran con gozo y respeto las semillas de la Palabra que en ellas laten” (Ad gentes, n. 11; cf Lumen gentium, n. 17).
En la Constitución dogmática sobre la Iglesia se afirma:
“Y la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios. Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio […] y otorgado por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida” (Lumen gentium, n. 16; cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 843).
La Declaración sobre las religiones no cristianas, para expresar el mismo concepto, utiliza la imagen del haz de luz:
 “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres” (Nostra aetate, n. 2).
Después del Concilio, las metáforas de las semina verbi y de la praeparatio evangélica fueron retomadas por los Sumos Pontífices. Pablo VI, en la Exhortación apostólica sobre la evangelización, dice:
“[Las religiones no-cristianas] están llenas de innumerables ´semillas del Verbo´ [74] y constituyen una auténtica ´preparación evangélica´ [75], por citar una feliz expresión del Concilio Vaticano II tomada de Eusebio de Cesarea”  (Evangelii nuntiandi, n. 53).
Por su parte, Juan Pablo II, en su primera Encíclica, escribe:
“Justamente los Padres de la Iglesia veían en las distintas religiones como otros tantos reflejos de una única verdad ´como gérmenes del Verbo´,[67] los cuales testimonian que, aunque por diversos caminos, está dirigida sin embargo en una única dirección la más profunda aspiración del espíritu humano, tal como se expresa en la búsqueda de Dios y al mismo tiempo en la búsqueda, mediante la tensión hacia Dios, de la plena dimensión de la humanidad, es decir, del pleno sentido de la vida humana” (Redemptor hominis, n. 11).
Por lo tanto, parecería que nos encontramos con una doctrina bien establecida, profundamente enraizada en la tradición, ya que las expresiones utilizadas son de origen patrístico. La imagen las semina Verbi es de San Justino y Clemente de Alejandría; el concepto de praeparatio evangélica, en cambio, como Pablo VI nos ha recordado, se encuentra en Eusebio de Cesarea. Todo esto es cierto. El problema es: ¿estamos seguros de que los Santos Padres, con tales expresiones, que se referían a las religiones no cristianas (que en ese momento se identificaban con la religión pagana)? Hago responder a esta pregunta a uno de los principales patrólogos del siglo XX, Berthold Altaner (Patrología, Marietti, 7ª ed., 1977). Acerca de Justino, que habla de las “semillas del Verbo" en sus Apologías, escribe:
“Con su teoría del λόγος σπερματικός [logos spermatikos], Justino echa un puente  entre la antigua filosofía y el cristianismo. El Logos divino apareció  en Cristo en toda su plenitud; sin embargo, todo hombre lleva en su  razón un germen (σπέρμα) del Logos. Esta participación del Logos, y consiguientemente la disposición para conocer la verdad, en algunos  sabios fué particularmente grande; así, por ejemplo, los profetas del  judaísmo, y entre los griegos, Heráclito y Sócrates. Opina Justino que  muchos elementos de la verdad pasaron de la antigua literatura judaica a los poetas y filósofos griegos, ya que Moisés fué el más antiguo de  los escritores. Por consiguiente, los filósofos que ajustaron su vida y enseñanza a los dictámenes de la razón fueron, en cierto sentido, cristianos antes de la venida de Cristo. Pero sólo después de esta venida  los cristianos entraron en poder de la verdad total, segura y exenta  de todo error (I Apol. 46; II Apol. 8, 13). El pensamiento teológico  de San Justino está grandemente influido por la filosofía estoica y  platónica” (pp. 70-71).
En cuanto a Eusebio, que compuso una obra titulada Praeparatio evangelica, Altaner escribe:
La Praeparatio evangélica αγγελικ προπαρασκευή), en 15 libros, tiene por fin demostrar que los cristianos han tenido razón al preferir el judaísmo  al paganismo. La ´filosofía de los hebreos´ es superior a la cosmogonía y mitología de los paganos. Además, los sabios del paganismo, en especial Platón, han tomado su doctrina del Antiguo Testamento” (p. 223).
Como se puede ver, los Santos Padres no encuentran ninguna "semilla de la Palabra" en la religión pagana, ni la consideran una "preparación del Evangelio". Estas imágenes son aplicadas por ellos no a la religión, sino a la cultura de la época, en especial a la filosofía y la poesía, que, según ellos, se acercaron a Moisés. Los primeros cristianos nunca aprobaron todos los elementos de la religión pagana, mientras no tuvieron escrúpulos para tomar incluso categorías helenismo para expresar su fe. La preocupación de los cristianos de los primeros siglos no fue el diálogo entre religiones, sino la inculturación del Evangelio.
Una confirmación de esto, que fue la actitud de la Iglesia de todos los tiempos hasta el Vaticano II, se encuentra en el padre Matteo Ricci (1552-1610). Por lo general, el misionero jesuita, se propone como un precursor del diálogo interreligioso, dada su simpatía hacia el confucianismo. Pero no se tiene en cuenta que tal simpatía surgió precisamente de la “conciencia de que no había ningún elemento en el confucianismo que pudiera sugerir una religión... el confucianismo, lejos de presentar la misma forma de una religión, perseguía el objetivo de dar una justa y recta administración del gobierno del país "(Franco Di Giorgio). Por el contrario, el padre Ricci no tuvo escrúpulos en criticar el taoísmo y el budismo, que consideraba incompatibles con el cristianismo.
Aquí cabe preguntarse si, en este punto, el Concilio no representa una ruptura con la tradición, más que una evolución legítima. No me corresponde responder a esta pregunta, que también constituye un problema de suma importancia. La única cosa que puedo afirmar es que no parece correcto decir, como Juan Pablo II en la Encíclica Redemptor Hominis que "justamente los Padres de la Iglesia veían en las distintas religiones como otros tantos reflejos de una única verdad ´como gérmenes del Verbo´”. Un Papa tiene toda la autoridad para interpretar la Revelación, pero no para autoridad para distorsionar la historia.

 Tomado y traducido de:

viernes, 16 de octubre de 2020

CONCILIO DE TRENTO, SOBRE LA JUSTIFICACIÓN, (Hasta Canon XXIII)

DECRETO SOBRE LA JUSTIFICACIÓN

PROEMIO

Habiéndose difundido en estos tiempos, no sin pérdida de muchas almas, y grave detrimento de la unidad de la Iglesia, ciertas doctrinas erróneas sobre la Justificación; el sacrosantoecuménico y general Concilio de Trentocongregado legítimamente en el Espíritu Santo, y presidido a nombre de nuestro santísimo Padre y señor en CristoPaulo por la divina providencia Papa III de este nombre, por los reverendísimos señores Juan María de MonteObispo de Palestina, y MarceloPresbítero del título de santa Cruz en JerusalénCardenales de la santa Iglesia Romana, y Legados Apostólicos latere, se propone declarar a todos los fieles cristianos, a honra y gloria de Dios omnipotentetranquilidad de la Iglesia, y salvación de las almas, la verdadera y sana doctrina de la Justificación, que el sol de justicia Jesucristoautor y consumador de nuestra fe enseñócomunicaron sus Apóstoles, y perpetuamente ha retenido la Iglesia católica inspirada por el Espíritu Santoprohibiendo con el mayor rigor, que ninguno en adelante se atreva a creerpredicar o enseñar de otro modo que el que se establece y declara en el presente decreto.

CapI. Que la naturaleza y la ley no pueden justificar a los hombres.

Ante todas estas cosas declara el santo Concilio, que para entender bien y sinceramente la doctrina de la Justificación, es necesario conozcan todos y confiesen, que habiendo perdido todos los hombres la inocencia en la prevaricación de Adánhechos inmundos, y como el Apóstol dicehijos de ira por naturaleza, según se expuso en el decreto del pecado original; en tanto grado eran esclavos del pecado, y estaban bajo el imperio del demonio, y de la muerte, que no sólo los gentiles por las fuerzas de la naturaleza, pero ni aun los Judíos por la misma letra de la ley de Moiséspodrían levantarse, o lograr su libertad; no obstante que el libre albedrío no estaba extinguido en ellos, aunque sí debilitadas sus fuerzas, e inclinado al mal.

CapII. De la misión y misterio de la venida de Cristo.

Con este motivo el Padre celestialPadre de misericordias, y Dios de todo consuelo, envió a los hombres, cuando llegó aquella dichosa plenitud de tiempo, a Jesucristo, su hijomanifestado, y prometido a muchos santos Padres antes de la ley, y en el tiempo de ella, para que redimiese los Judíos que vivían en la ley, y los gentiles que no aspiraban a la santidad, la lograsen, y todos recibiesen la adopción de hijos. A este mismo propuso Dios por reconciliador de nuestros pecadosmediante la fe en su pasión, y no sólo de nuestros pecados, sino de los de todo el mundo.

CapIIIQuiénes se justifican por Jesucristo.

No obstanteaunque Jesucristo murió por todos, no todos participan del beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunican los méritos de su pasión. Porque así como no nacerían los hombres efectivamente injustos, si no naciesen propagados de Adan; pues siendo concebidos por él mismo, contraen por esta propagación su propia injusticia; del mismo modo, si no renaciesen en Jesucristo, jamás serían justificados; pues en esta regeneración se les confiere por el mérito de la pasión de Cristo, la gracia con que se hacen justos. Por este beneficio nos exhorta el Apóstol a dar siempre gracias al Padre Eternoque nos hizo dignos de entrar a la parte de la suerte de los santos en la gloria, nos sacó del poder de las tinieblas, y nos transfirió al reino de su hijo muy amado, en el que logramos la redención, y el perdón de los pecados.

CapIV. Se da idea de la justificación del pecador, y del modo con que se hace en la ley de gracia.

En las palabras mencionadas se insinúa la descripción de la justificación del pecador: de suerte que es tránsito del estado en que nace el hombre hijo del primer Adan, al estado de gracia y de adopción de los hijos de Dios por el segundo Adan Jesucristo nuestro Salvador. Esta traslación, o tránsito no se puede lograr, después de promulgado el Evangelio, sin el bautismo, o sin el deseo de él; según está escritoNo puede entrar en el reino de los cielos sino el que haya renacido del agua, y del Espíritu Santo.

CapV. De la necesidad que tienen los adultos de prepararse a la justificación, y de dónde provenga.

Declara además, que el principio de la misma justificación de los adultos se debe tomar de la gracia divina, que se les anticipa por Jesucristo: esto es, de su llamamiento, por el que son llamados sin mérito ninguno suyo; de suerte que los que eran enemigos de Dios por sus pecados, se dispongan por su gracia, que los excita y ayuda para convertirse a su propia justificaciónasintiendo y cooperando libremente a la misma gracia; de modo que tocando Dios el corazón del hombre por la iluminación del Espíritu Santo, ni el mismo hombre deje de obrar alguna cosaadmitiendo aquella inspiración, pues puede desecharla; ni sin embargo pueda moverse sin la gracia divina a la justificación en la presencia de Dios por sola su libre voluntad. De aquí es, que cuando se dice en las sagradas letrasConvertíos a mí, y me convertiré a vosotros; se nos avisa de nuestra libertad; y cuando respondemosConviértenos a ti, Señor, y seremos convertidos; confesamos que somos prevenidos por la divina gracia.

CapVIModo de esta preparación.

Dispónense, pues, para la justificación, cuando movidos y ayudados por la gracia divina, y concibiendo la fe por el oído, se inclinan libremente a Dioscreyendo ser verdad lo que sobrenaturalmente ha revelado y prometido; y en primer lugar, que Dios justifica al pecador por su gracia adquirida en la redención por Jesucristo; y en cuanto reconociéndose por pecadores, y pasando del temor de la divina justicia, que últimamente los contrista, a considerar la misericordia de Diosconciben esperanzas, de que Dios los mirará con misericordia por la gracia de Jesucristo, y comienzan a amarle como fuente de toda justicia; y por lo mismo se mueven contra sus pecados con cierto odio y detestación; esto es, con aquel arrepentimiento que deben tener antes del bautismo; y en fin, cuando proponen recibir este sacramentoempezar una vida nueva, y observar los mandamientos de Dios. De esta disposición es de la que habla la Escritura, cuando diceEl que se acerca a Dios debe creer que le hay, y que es remunerador de los que le buscanConfíahijo, tus pecados te son perdonados. Y, el temor de Dios ahuyenta al pecado. Y también: Haced penitencia, y reciba cada uno de vosotros el bautismo en el nombre de Jesucristo para la remisión de vuestros pecados, y lograréis el don del Espíritu Santo. IgualmenteId pues, y enseñad a todas las gentesbautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santoenseñándolas a observar cuanto os he encomendado. En fin: Preparad vuestros corazones para el Señor.

CapVII. Que sea la justificación del pecador, y cuáles sus causas.

A esta disposición o preparación se sigue la justificación en sí misma: que no sólo es el perdón de los pecados, sino también la santificación y renovación del hombre interior por la admisión voluntaria de la gracia y dones que la siguen; de donde resulta que el hombre de injusto pasa a ser justo, y de enemigo a amigo, para ser heredero en esperanza de la vida eterna. Las causas de esta justificación son: la final, la gloria de Dios, y de Jesucristo, y la vida eterna. La eficiente, es Dios misericordioso, que gratuitamente nos limpia y santificasellados y ungidos con el Espíritu Santo, que nos está prometido, y que es prenda de la herencia que hemos de recibir. La causa meritoria, es su muy amado unigénito Jesucristo, nuestro Señor, quien por la excesiva caridad con que nos amósiendo nosotros enemigos, nos mereció con su santísima pasión en el árbol de la cruz la justificación, y satisfizo por nosotros a Dios Padre. La instrumental, además de estas, es el sacramento del bautismo, que es sacramento de fe, sin la cual ninguno jamás ha logrado la justificaciónUltimamente la única causa formal es la santidad de Dios, no aquella con que él mismo es santo, sino con la que nos hace santos; es a saber, con la que dotados por él, somos renovados en lo interior de nuestras almas, y no sólo quedamos reputados justos, sino que con verdad se nos llama así, y lo somos, participando cada uno de nosotros la santidad según la medida que le reparte el Espíritu Santo, como quiere, y según la propia disposición y cooperación de cada uno. Pues aunque nadie se puede justificar, sino aquel a quien se comunican los méritos de la pasión de nuestro Señor Jesucristo; esto, no obstante, se logra en la justificación del pecador, cuando por el mérito de la misma santísima pasión se difunde el amor de Dios por medio del Espíritu Santo en los corazones de los que se justifican, y queda inherente en ellos. Resulta de aquí que en la misma justificación, además de la remisión de los pecados, se difunden al mismo tiempo en el hombre por Jesucristo, con quien se une, la fe, la esperanza y la caridad; pues la fe, a no agregársele la esperanza y caridad, ni lo une perfectamente con Cristo, ni lo hace miembro vivo de su cuerpo. Por esta razón se dice con suma verdadque la fe sin obras es muerta y ociosa; y también: que para con Jesucristo nada vale la circuncisión, ni la falta de ella, sino la fe que obra por la caridad. Esta es aquella fe que por tradición de los Apóstolespiden los Catecúmenos a la Iglesia antes de recibir el sacramento del bautismo, cuando piden la fe que da vida eterna; la cual no puede provenir de la fe sola, sin la esperanza ni la caridad. De aquí es, que inmediatamente se les dan por respuesta las palabras de JesucristoSi quieres entrar en el cieloobserva los mandamientos. En consecuencia de esto, cuando reciben los renacidos o bautizados la verdadera y cristiana santidad, se les manda inmediatamente que la conserven en toda su pureza y candor como la primera estola, que en lugar de la que perdió Adan por su inobediencia, para sí y sus hijos, les ha dado Jesucrito con el fin de que se presenten con ella ante su tribunal, y logren la salvación eterna.

CapVIII. Cómo se entiende que el pecador se justifica por la fe, y gratuitamente.

Cuando dice el Apóstol que el hombre se justifica por la fe, y gratuitamente; se deben entender sus palabras en aquel sentido que adoptó, y ha expresado el perpetuo consentimiento de la Iglesia católicaa; es a saber, que en tanto se dice que somos justificados por la fe, en cuanto esta es principio de la salvación del hombrefundamento y raíz de toda justificacióny sin la cual es imposible hacerse agradables a Dios, ni llegar a participar de la suerte de hijos suyos. En tanto también se dice que somos justificados gratuitamente, en cuanto ninguna de las cosas que preceden a la justificación, sea la fe, o sean las obrasmerece la gracia de la justificación: porque si es gracia, ya no proviene de las obras: de otro modo, como dice el Apóstolla gracia no sería gracia.

CapIX. Contra la vana confianza de los herejes.

Mas aunque sea necesario creer que los pecados ni se perdonan, ni jamás se han perdonado, sino gratuitamente por la misericordia divina, y méritos de Jesucristo; sin embargo no se puede decir que se perdonan, o se han perdonado a ninguno que haga ostentación de su confianza, y de la certidumbre de que sus pecados le están perdonados, y se fíe sólo en esta: pues puede hallarse entre los herejes y cismáticos, o por mejor decir, se halla en nuestros tiempos, y se preconiza con grande empeño contra la Iglesia católica, esta confianza vana, y muy ajena de toda piedad. Ni tampoco se puede afirmar que los verdaderamente justificados deben tener por cierto en su interior, sin el menor género de duda, que están justificados; ni que nadie queda absuelto de sus pecados, y se justifica, sino el que crea con certidumbre que está absuelto y justificado; ni que con sola esta creencia logra toda su perfección el perdón y justificación; como dando a entender, que el que no creyese esto, dudaría de las promesas de Dios, y de la eficacia de la muerte y resurrección de Jesucristo. Porque así como ninguna persona piadosa debe dudar de la misericordia divina, de los méritos de Jesucristo, ni de la virtud y eficacia de los sacramentos: del mismo modo todos pueden recelarse y temer respecto de su estado en gracia, si vuelven la consideración a sí mismos, y a su propia debilidad e indisposición; pues nadie puede saber con la certidumbre de su fe, en que no cabe engaño, que ha conseguido la gracia de Dios.

CapX. Del aumento de la justificación ya obtenida.

Justificados pues así, hechos amigos y domésticos de Dios, y caminando de virtud en virtud, se renuevan, como dice el Apóstolde día en día; esto es, que mortificando su carne, y sirviéndose de ella como de instrumento para justificarse y santificarsemediante la observancia de los mandamientos de Dios, y de la Iglesiacrecen en la misma santidad que por la gracia de Cristo han recibido, y cooperando la fe con las buenas obras, se justifican más; según está escritoEl que es justocontinúe justificándose. Y en otra parteNo te receles de justificarte hasta la muerte. Y además: Bien veis que el hombre se justifica por sus obras, y no solo por la fe. Este es el aumento de santidad que pide la Iglesia cuando ruegaDanosSeñoraumento de feesperanza y caridad.

CapXI. De la observancia de los mandamientos, y de cómo es necesario y posible observarlos.

Pero nadieaunque esté justificadodebe persuadirse que está exento de la observancia de los mandamientos, ni valerse tampoco de aquellas voces temerarias, y prohibidas con anatema por los Padres, es a saber: que la observancia de los preceptos divinos es imposible al hombre justificadoPorque Dios no manda imposibles; sino mandandoamonesta a que hagas lo que puedas, y a que pidas lo que no puedasayudando al mismo tiempo con sus auxilios para que puedas; pues no son pesados los mandamientos de aquel, cuyo yugo es suave, y su carga ligera. Los que son hijos de Diosaman a Cristoy los que le aman, como él mismo testificaobservan sus mandamientos. Esto por cierto, lo pueden ejecutar con la divina gracia; porque aunque en esta vida mortal caigan tal vez los hombres, por santos y justos que sean, a lo menos en pecados leves y cotidianos, que también se llaman veniales; no por esto dejan de ser justos; porque de los justos es aquella voz tan humilde como verdaderaPerdónanos nuestras deudas. Por lo que tanto más deben tenerse los mismos justos por obligados a andar en el camino de la santidadcuanto ya libres del pecado, pero alistados entre los siervos de Diospuedenviviendo sobriajusta y piadosamenteadelantar en su aprovechamiento con la gracia de Jesucristoqu fue quien les abrió la puerta para entrar en esta gracia. Dios por cierto, no abandona a los que una vez llegaron a justificarse con su gracia, como estos no le abandonen primero. En consecuencia, ninguno debe engreírse porque posea sola la fepersuadiéndose de que sólo por ella está destinado a ser heredero, y que ha de conseguir la herenciaaunque no sea partícipe con Cristo de su pasión, para serlo también de su gloria; pues aun el mismo Cristo, como dice el ApóstolSiendo hijo de Dios aprendió a ser obediente en las mismas cosas que padeció, y consumada su pasiónpasó a ser la causa de la salvación eterna de todos los que le obedecen. Por esta razón amonesta el mismo Apóstol a los justificadosdiciendo¿Ignoráis que los que corren en el circoaunque todos correnuno solo es el que recibe el premioCorred, pues, de modo que lo alcancéis. Yo en efecto corro, no como a objeto incierto; y peleo, no como quien descarga golpes en el aire; sino mortifico mi cuerpo, y lo sujeto; no sea que predicando a otros, yo me condene. Además de esto, el Príncipe de los Apóstoles san Pedro diceAnhelad siempre por asegurar con vuestras buenas obras vuestra vocación y elección; pues procediendo así, nunca pecaréis. De aquí consta que se oponen a la doctrina de la religión católica los que dicen que el justo peca en toda obra buena, a lo menos venialmente, o lo que es más intolerable, que merece las penas del infierno; así como los que afirman que los justos pecan en todas sus obras, si alentando en la ejecución de ellas su flojedad, y exhortándose a correr en la palestra de esta vida, se proponen por premio la bienaventuranza, con el objeto de que principalmente Dios sea glorificado; pues la Escritura dicePor la recompensa incliné mi corazón a cumplir tus mandamientos que justifican. Y de Moisés dice el Apóstolque tenía presente, o aspiraba a la remuneración.

CapXIIDebe evitarse la presunción de creer temerariamente su propia predestinación.

Ninguno tampoco, mientras se mantiene en esta vida mortaldebe estar tan presuntuosamente persuadido del profundo misterio de la predestinación divina, que crea por cierto es seguramente del número de los predestinados; como si fuese constante que el justificado, o no puede ya pecar, o deba prometerse, si pecare, el arrepentimiento seguro; pues sin especial revelación, no se puede sabe quiénes son los que Dios tiene escogidos para sí.

CapXIII. Del don de la perseverancia.

Lo mismo se ha de creer acerca del don de la perseverancia, del que dice la EscrituraEl que perseverare hasta el fin, se salvará: lo cual no se puede obtener de otra mano que de la de aquel que tiene virtud de asegurar al que está en pie para que continúe así hasta el fin, y de levantar al que cae. Ninguno se prometa cosa alguna cierta con seguridad absoluta; no obstante que todos deben poner, y asegurar en los auxilios divinos la más firme esperanza de su salvaciónDios por cierto, a no ser que los hombres dejen de corresponder a su gracia, así como principió la obra buena, la llevará a su perfección, pues es el que causa en el hombre la voluntad de hacerla, y la ejecución y perfección de ella. No obstantelos que se persuaden estar segurosmiren no caigan; y procuren su salvación con temor y temblor, por medio de trabajosvigiliaslimosnasoracionesoblacionesayunos y castidad: pues deben estar poseídos de temorsabiendo que han renacido a la esperanza de la gloria, mas todavía no han llegado a su posesión saliendo de los combates que les restan contra la carne, contra el mundo y contra el demonio; en los que no pueden quedar vencedores sino obedeciendo con la gracia de Dios al Apóstol san Pablo, que diceSomos deudores, no a la carne para que vivamos según ella: pues si viviéreis según la carnemoriréis; mas si mortificareis con el espíritu las acciones de la carneviviréis.

CapXIV. De los justos que caen en pecado, y de su reparación.

Los que habiendo recibido la gracia de la justificación, la perdieron por el pecadopodrán otra vez justificarse por los méritos de Jesucristoprocurandoexcitados con el auxilio divinorecobrar la gracia perdidamediante el sacramento de la Penitencia. Este modo pues de justificación, es la reparación o restablecimiento del que ha caído en pecado; la misma que con mucha propiedad han llamado los santos Padres segunda tabla después del naufragio de la gracia que perdió. En efecto, por los que después del bautismo caen en el pecado, es por los que estableció Jesucristo el sacramento de la Penitencia, cuando dijoRecibid el Espíritu Santo: a los que perdonáreis los pecados, les quedan perdonados; y quedan ligados los de aquellos que dejeis sin perdonar. Por esta causa se debe enseñar, que es mucha la diferencia que hay entre la penitencia del hombre cristiano después de su caída, y la del bautismo; pues aquella no sólo incluye la separación del pecado, y su detestación, o el corazón contrito y humillado; sino también la confesión sacramental de ellos, a lo menos en deseo para hacerla a su tiempo, y la absolución del sacerdote; y además de estas, la satisfacción por medio de ayunoslimosnasoraciones y otros piadosos ejercicios de la vida espiritual: no de la pena eterna, pues esta se perdona juntamente con la culpa o por el sacramento, o por el deseo de él; sino de la pena temporal, que según enseña la sagrada Escritura, no siempre, como sucede en el bautismo, se perdona toda a los que ingratos a la divina gracia que recibieroncontristaron al Espíritu Santo, y no se avergonzaron de profanar el templo de Dios. De esta penitencia es de la que dice la EscrituraTen presente de qué estado has caídohaz penitencia, y ejecuta las obras que antes. Y en otra parteLa tristeza que es según Diosproduce una penitencia permanente para conseguir la salvación. Y además: Haced penitencia, y haced frutos dignos de penitencia.

CapXV. Con cualquier pecado mortal se pierde la gracia, pero no la fe.

Se ha de tener también por cierto, contra los astutos ingenios de algunos que seducen con dulces palabras y bendiciones los corazones inocentes, que la gracia que se ha recibido en la justificación, se pierde no solamente con la infidelidad, por la que perece aún la misma fe, sino también con cualquiera otro pecado mortalaunque la fe se conservedefendiendo en esto la doctrina de la divina ley, que excluye del reino de Dios, no sólo los infieles, sino también los fieles que caen en la fornicación, los adúlterosafeminadossodomitasladronesavarosvinososmaldicientesarrebatadores, y todos los demás que caen en pecados mortales; pues pueden abstenerse de ellos con el auxilio de la divina gracia, y quedan por ellos separados de la gracia de Cristo.

CapXVI. Del fruto de la justificación; esto es, del mérito de las buenas obras, y de la esencia de este mismo mérito.

A las personas que se hayan justificado de este modo, ya conserven perpetuamente la gracia que recibieron, ya recobren la que perdieron, se deben hacer presentes las palabras del Apóstol san PabloAbundad en toda especie de obras buenasbien entendidos de que vuestro trabajo no es en vano para con Dios; pues no es Dios injusto de suerte que se olvide de vuestras obras, ni del amor que manifestásteis en su nombre. Y: No perdáis vuestra confianza, que tiene un gran galardón. Y esta es la causa porque a los que obran bien hasta la muerte, y esperan en Dios, se les debe proponer la vida eterna, ya como gracia prometida misericordiosamente por Jesucristo a los hijos de Dios, ya como premio con que se han de recompensar fielmente, según la promesa de Dios, los méritos y buenas obras. Esta es, pues, aquella corona de justicia que decía el Apóstol le estaba reservada para obtenerla después de su contienda y carrera, la misma que le había de adjudicar el justo Juez, no solo a él, sino también a todos los que desean su santo advenimiento. Pues como el mismo Jesucristo difunda perennemente su virtud en los justificados, como la cabeza en los miembros, y la cepa en los sarmientos; y constante que su virtud siempre antecedeacompaña y sigue a las buenas obras, y sin ella no podrían ser de modo alguno aceptas ni meritorias ante Dios; se debe tener por cierto, que ninguna otra cosa falta a los mismos justificados para creer que han satisfecho plenamente a la ley de Dios con aquellas mismas obras que han ejecutado, según Dios, con proporción al estado de la vida presente; ni para que verdaderamente hayan merecido la vida eterna (que conseguirán a su tiempo, si murieren en gracia): pues Cristo nuestro Salvador diceSi alguno bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed por toda la eternidad, sino logrará en sí mismo una fuente de agua que corra por toda la vida eterna. En consecuencia de esto, ni se establece nuestra justificación como tomada de nosotros mismos, ni se desconoce, ni desecha la santidad que viene de Dios; pues la santidad que llamamos nuestra, porque estando inherente en nosotros nos justifica, esa misma es de Dios: porque Dios nos la infunde por los méritos de Cristo. Ni tampoco debe omitirse, que aunque en la sagrada Escritura se de a las buenas obras tanta estimación, que promete Jesucristo no carecerá de su premio el que de a uno de sus pequeñuelos de beber agua fría; y testifique el Apóstolque el peso de la tribulación que en este mundo es momentáneo y ligero, nos da en el cielo un excesivo y eterno peso de gloria; sin embargo no permita Dios que el cristiano confíe, o se gloríe en sí mismo, y no en el Señorcuya bondad es tan grande para con todos los hombres, que quiere sean méritos de estos los que son dones suyos. Y por cuanto todos caemos en muchas ofensas, debe cada uno tener a la vista así como la misericordia y bondad, la severidad y el juicio: sin que nadie sea capaz de calificarse a sí mismo, aunque en nada le remuerda la conciencia; pues no se ha de examinar ni juzgar toda la vida de los hombres en tribunal humano, sino en el de Dios, quien iluminará los secretos de las tinieblas, y manifestará los designios del corazón y entonces logrará cada uno la alabanza y recompensa de Dios, quien, como está escritoles retribuirá según sus obras.

Después de explicada esta católica doctrina de la justificación, tan necesaria, que si alguno no la admitiere fiel y firmemente, no se podrá justificar, ha decretado el santo Concilio agregar los siguientes cánones, para que todos sepan no sólo lo que deben adoptar y seguir, sino también lo que han de evitar y huir.

Cánones sobre la justificación

CANI. Si alguno dijere, que el hombre se puede justificar para con Dios por sus propias obrashechas o con solas las fuerzas de la naturaleza, o por la doctrina de la ley, sin la divina gracia adquirida por Jesucristo; sea excomulgado.

CANII. Si alguno dijere, que la divina graciaadquirida por Jesucristo, se confiere únicamente para que el hombre pueda con mayor facilidad vivir en justicia, y merecer la vida eterna; como si por su libre albedrío, y sin la gracia pudiese adquirir uno y otro, aunque con trabajo y dificultad; sea excomulgado.

CANIII. Si alguno dijere, que el hombre, sin que se le anticipe la inspiración del Espíritu Santo, y sin su auxiliopuede creeresperaramar, o arrepentirse según conviene, para que se le confiera la gracia de la justificación; sea excomulgado.

CANIV. Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre movido y excitado por Dios, nada coopera asintiendo a Dios que le excita y llama para que se disponga y prepare a lograr la gracia de la justificación; y que no puede disentiraunque quiera, sino que como un ser inanimado, nada absolutamente obra, y solo se ha como sujeto pasivo; sea excomulgado.

CANV. Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre está perdido y extinguido después del pecado de Adan; o que es cosa de solo nombre, o más bien nombre sin objeto, y en fin ficción introducida por el demonio en la Iglesia; sea excomulgado.

CANVI. Si alguno dijere, que no está en poder del hombre dirigir mal su vida, sino que Dios hace tanto las malas obras, como las buenas, no sólo permitiéndolas, sino ejecutándolas con toda propiedad, y por sí mismo; de suerte que no es menos propia obra suya la traición de Judas, que la vocación de san Pablo; sea excomulgado.

CANVII. Si alguno dijere, que todas las obras ejecutadas antes de la justificación, de cualquier modo que se haganson verdaderamente pecados, o merecen el odio de Dios; o que con cuanto mayor ahinco procura alguno disponerse a recibir la gracia, tanto más gravemente peca; sea excomulgado.

CANVIII. Si alguno dijere, que el temor del infierno, por el cual doliéndonos de los pecados, nos acogemos a la misericordia de Dios, o nos abstenemos de pecar, es pecado, o hace peores a los pecadores; sea excomulgado.

CANIX. Si alguno dijere, que el pecador se justifica con sola la feentendiendo que no se requiere otra cosa alguna que coopere a conseguir la gracia de la justificación; y que de ningún modo es necesario que se prepare y disponga con el movimiento de su voluntad; sea excomulgado.

CANX. Si alguno dijere, que los hombres son justos sin aquella justicia de Jesucristo, por la que nos mereció ser justificados, o que son formalmente justos por aquella misma; sea excomulgado.

CANXI. Si alguno dijere que los hombres se justifican o con sola la imputación de la justicia de Jesucristo, o con solo el perdón de los pecadosexcluida la gracia y caridad que se difunde en sus corazones, y queda inherente en ellos por el Espíritu Santo; o también que la gracia que nos justifica, no es otra cosa que el favor de Dios; sea excomulgado.

CANXII. Si alguno dijere, que la fe justificante no es otra cosa que la confianza en la divina misericordia, que perdona los pecados por Jesucristo; o que sola aquella confianza es la que nos justifica; sea excomulgado.

CANXIII. Si alguno dijere, que es necesario a todos los hombres para alcanzar el perdón de los pecados creer con toda certidumbre, y sin la menor desconfianza de su propia debilidad e indisposición, que les están perdonados los pecados; sea excomulgado.

CANXIV. Si alguno dijere, que el hombre queda absuelto de los pecados, y se justifica precisamente porque cree con certidumbre que está absuelto y justificado; o que ninguno lo está verdaderamente sino el que cree que lo está; y que con sola esta creencia queda perfecta la absolución y justificación; sea excomulgado.

CANXV. Si alguno dijere, que el hombre renacido y justificado está obligado a creer de fe que él es ciertamente del número de los predestinados; sea excomulgado.

CANXVI. Si alguno dijere con absoluta e infalible certidumbre, que ciertamente ha de tener hasta el fin el gran don de la perseverancia, a no saber esto por especial revelación; sea excomulgado.

CANXVII. Si alguno dijere, que no participan de la gracia de la justificación sino los predestinados a la vida eterna; y que todos los demás que son llamados, lo son en efecto, pero no reciben gracia, pues están predestinados al mal por el poder divino; sea excomulgado.

CANXVIII. Si alguno dijere, que es imposible al hombre aun justificado y constituido en graciaobservar los mandamientos de Dios; sea excomulgado.

CANXIX. Si alguno dijere, que el Evangelio no intima precepto alguno más que el de la fe, que todo lo demás es indiferente, que ni está mandado, ni está prohibido, sino que es libre; o que los diez mandamientos no hablan con los cristianos; sea excomulgado.

CANXX. Si alguno dijere, que el hombre justificado, por perfecto que sea, no está obligado a observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia, sino sólo a creer; como si el Evangelio fuese una mera y absoluta promesa de la salvación eterna sin la condición de guardar los mandamientos; sea excomulgado.

CANXXI. Si alguno dijere, que Jesucristo fue enviado por Dios a los hombres como redentor en quien confíen, pero no como legislador a quien obedezcan; sea excomulgado.

CANXXII. Si alguno dijere, que el hombre justificado puede perseverar en la santidad recibida sin especial auxilio de Dios, o que no puede perseverar con él; sea excomulgado.

CANXXIII. Si alguno dijere, que el hombre una vez justificado no puede ya más pecar, ni perder la gracia, y que por esta causa el que cae y peca nunca fue verdaderamente justificado; o por el contrario que puede evitar todos los pecados en el discurso de su vidaaun los veniales, a no ser por especial privilegio divino, como lo cree la Iglesia de la bienaventurada virgen María; sea excomulgado.

CANXXIV. Si alguno dijere, que la santidad recibida no se conserva, ni tampoco se aumenta en la presencia de Dios, por las buenas obras; sino que estas son únicamente frutos y señales de la justificación que se alcanzó, pero no causa de que se aumente; sea excomulgado.

CANXXV. Si alguno dijere, que el justo peca en cualquiera obra buena por lo menos venialmente, o lo que es más intolerablemortalmente, y que merece por esto las penas del infierno; y que si no se condena por ellas, es precisamente porque Dios no le imputa aquellas obras para su condenación; sea excomulgado.

CANXXVI. Si alguno dijere, que los justos por las buenas obras que hayan hecho según Dios, no deben aguardar ni esperar de Dios retribución eterna por su misericordia, y méritos de Jesucristo, si perseveraren hasta la muerte obrando bien, y observando los mandamientos divinos; sea excomulgado.

CANXXVII. Si alguno dijere, que no hay más pecado mortal que el de la infidelidad, o que, a no ser por este, con ningún otro, por grave y enorme que sea, se pierde la gracia que una vez se adquirió; sea excomulgado.

CANXXVIII. Si alguno dijere, que perdida la gracia por el pecado, se pierde siempre, y al mismo tiempo la fe; o que la fe que permanece no es verdadera febien que no sea fe viva; o que el que tiene fe sin caridad no es cristiano; sea excomulgado.

CANXXIX. Si alguno dijere, que el que peca después del bautismo no puede levantarse con la gracia de Dios; o que ciertamente puede, pero que recobra la santidad perdida con sola la fe, y sin el sacramento de la penitencia, contra lo que ha profesadoobservado y enseñado hasta el presente la santa Romana, y universal Iglesia instruida por nuestro Señor Jesucristo y sus Apóstoles; sea excomulgado.

CANXXX. Si alguno dijere, que recibida la gracia de la justificación, de tal modo se le perdona a todo pecador arrepentido la culpa, y se le borra el reato de la pena eterna, que no le queda reato de pena alguna temporal que pagar, o en este siglo, o en el futuro en el purgatorio, antes que se le pueda franquear la entrada en el reino de los cielos; sea excomulgado.

CANXXXI. Si alguno dijere, que el hombre justificado peca cuando obra bien con respecto a remuneración eterna; sea excomulgado.

CANXXXII. Si alguno dijere, que las buenas obras del hombre justificado de tal modo son dones de Dios, que no son también méritos buenos del mismo justo; o que este mismo justificado por las buenas obras que hace con la gracia de Dios, y méritos de Jesucristo, de quien es miembro vivo, no merece en realidad aumento de gracia, la vida eterna, ni la consecución de la gloria si muere en gracia, como ni tampoco el aumento de la gloria; sea excomulgado.

CAN. XXXIII. Si alguno dijere, que la doctrina católica sobre la justificación expresada en el presente decreto por el santo Concilio, deroga en alguna parte a la gloria de Dios, o a los méritos de Jesucristo nuestro Señor; y no más bien que se ilustra con ella la verdad de nuestra fe, y finalmente la gloria de Dios, y de Jesucristo; sea excomulgado.

FUENTE

DE LA PRESUNCIÓN Y EL OPTIMISMO HISTÓRICO FALSAMENTE CATÓLICOS

  Cuando ocurre una manifestación sobrenatural que produce una revelación privada -y estamos hablando de aprobación sobrenatural por la Igle...