miércoles, 5 de junio de 2019

DE LA CELEBRACIÓN DEL NOVUS ORDO Y SU INCONVENIENCIA - GODINO BASTIDA






Corren por las redes, como apologetas de Tradición, las descalificaciones al rito religioso instaurado por Pablo VI, con el firme propósito de explicitar la ilicitud de la ceremonia. Pero, todo ello, con un efecto más negativo y pernicioso que el fin conseguido, con más voluntarismo que acierto y, me atrevería a afirmar, con más posiciones heréticas y protestantes que la de los propios acusados, ya que estos últimos, muchos de ellos, viven sumergidos en las ponzoñosas aguas de la ignorancia.
Aguas que sin descanso mana la cornucopia conciliar vaticanosecundista y que todo lo inunda, todo lo contamina y todo lo muta.
Una vez ya rasgadas las vestiduras de los que hasta aquí se creían apóstoles del purismo litúrgico, enarbolando la predestinación luterana respecto a su salvación particular por los ahora desbaratados méritos que iban a presentar en la Parusía, pasemos a mostrar vergüenzas propias y extrañas.
Comienzo por el final: el Novus Ordo no es ilícito por las cabriolas que haga el celebrante. Es decir: el mal de ese nuevo rito no radica en la disposición del celebrante (cantaor, bailarín, payaso, actor, exhibicionista, ególatra, equilibrista, vedette, monologuista o arlequín); no radica en los instrumentos musicales a usar en el aderezo musical: maracas, timbales, xilófono, botellas de anís, gaitas escocesas o baterías aporreadas simiescamente; de igual forma, tampoco radica en el mal gusto de las partituras escogidas, sean de música folk de los setenta o una versión cristiana del baile de la conejita; de los fieles asistentes nada digo, que no pasan de rebaño haciendo coros a los disparates del director de pista con alba.
Sólo hay un punto, y un sólo punto que la hace ilícita: no es el sacrificio incruento de la Cruz. En resumen: es ilícita por el rito mismo; sea fiel al Misal, se celebre con devoción, en silencio o con dulces cantos de los monjes de Silos, en medio del fervor o con una genuflexión eterna. Es ilícita.
¿Asiste a la Misa de Pablo VI? Pues le animo a fijarse un poco más a lo que asiste.
¡Qué tiempos tan raros estos
en que estas cosas suceden!
Yo pregunto ¿Cómo pueden
tales cosas suceder?
Así salió murmurando
del templo, mi amigo Alfonso
¡Calla cuate, no seas sonso,
-le dije-, hay que comprender!

Y para ayudarle en este comprensión le pido lo haga sucintamente en tres puntos:
  • Sus elementos
  • Su naturaleza
  • Su finalidad
Y cuando ya esté usted en la calle, le comento quien es su autor, ya que tendrá más elementos, por sí mismo, que le hará no sorprenderse.
Sus elementos: como usted es joven (no es un anciano) y no ha conocido otra cosa, verá una colección heterogénea que hoy parece parte integrada de un todo.
Lo primero que destaca al entrar es el altar: pues no, es una mesa. Altar es el que está detrás, pegadito a la pared y, si tiene usted suerte, muchas veces parte de un retablo. Y en esa mesa, generalmente, usted verá…, nada, como mucho alguna vela o una maceta con flores; en el caso de un sacerdote piadoso, como echará algo de menos (no sabe aún a Quién) colocará un crucifijo presidiendo la mesa. La diferencia entre la mesa de su salón y ésta es … ninguna.
¿Y para qué sirven las mesas? Para comer. ¿Y los altares? Para ofrecer.
Que en esta misa moderna,
por satánico artificio,
dejó de haber sacrificio
y sólo en cena quedó.
En su capítulo octavo
Daniel nos da testimonio
de que por rabia el demonio
el sacrificio abolió.

Así de sencillamente llegamos a su naturaleza: una comida.
¿Le suena a usted, querido lector, la tonadilla “alrededor de tu mesa, venimos a recordar”? Vemos una mesa, cantamos que es una mesa y, como en todo convite de bien, nos ponemos alrededor de la mesa. Fíjese que incluso tiene un mantel.
Hoy por eso se nos dice
con tanta insistencia fea
que la Misa es asamblea,
cena, banquete o festín;
y que ahora el sacerdote
no es como antes oferente,
sino sólo presidente,
personaje de postín.

Le ruego no pierda de vista lo que más arriba le he recordado: la Santa Misa es el Sacrificio incruento de la Cruz (lo dice el Concilio de Trento, no yo). Se lo recuerdo porque somos de fijeza intelectual solazada y estos cánticos, de palma fácil, nos distraen.
Por eso, porque no es Misa,
se hace todo en una mesa,
y nadie causa extrañeza
que hayan quitado el altar.
Por eso, porque es banquete
se hace con mucha algazara
y una música tan rara
que hace a todos balancear.

En esa reunión de salón, el que preside la mesa, nos narra las palabras de Nuestro Señor y no se arrodilla hasta haber mostrado la Sagrada Forma a los comensales asistentes.
Aquí mi amigo interrumpe:
con razón al cura he visto
celebrar de espalda a Cristo
y no hincarse ni una vez”.
¡Pues claro! –le dije luego-
¿Quién se arrodilla en banquetes
en comedias y sainetes?
¿A quién de rodillas ves?


¿Se ha dado usted cuenta en el tono narrativo? Es una lectura contínua, no sacramental. El ánimo del que preside la comida es el descriptivo y, ¡recuerde!, de espaldas al altar, al Sagrario, de brazos abiertos a los asistentes.
Hasta aquí se ha fijado usted en las formas y, como de soslayo, nos hemos detenido en lo recitado por el celebrante.
Llegamos a la finalidad: ¿ha echado usted algo en falta? No, por supuesto.
Le ayudo: ¿a quién ofrecemos el Sacrificio del Cordero? Usted me dirá el “por quien”: la asamblea, el pueblo, los que estamos, los enfermos, los pobres, los feos o los misioneros del África tropical.
Pero, insisto: ¿a Quién? A la Santísima Trinidad.
No haga moviola, no rememore, ni busque misal en frenético nerviosismo. La Santísima Trinidad no aparece.
Si la Misa es sólo eso,
como lo enseñan hoy día
se acabó la Eucaristía;
y veo que tienes razón
ese cura que a cualquiera,
manda en tono autoritario:
¡Abre, muchacho el sagrario,
ponte a dar la comunión!

Suscipe, sancta Trinitas, hanc oblationem, quam tibi offerimus ob memoriam passionis, resurrectionis, et ascensionis Jesu Christi Domini” (Canon Misa Tradicional).
Clavadito a los ritos protestantes.
Y se explica que las monjas,
de costumbres tan claustrales
hereden de las vestales
su asombrosa dignidad,
y que haya minifalderas
en el Santo de los Santos
para brindar sus encantos
a la nueva cristiandad.

Le veo, querido lector, tembloroso con un sudor frío que recorre su frente, ya que se habrá dado cuenta que esa Nueva Misa no se puede definir como rito católico, ya que sus elementos no garantizan por si mismos esa intención. Y como consecuencia, perdido ese carácter, pasa a ser un rito de sumo dañino por el peligro que supone para la Fe.
¡Caramba, -termina Alfonso
malhumorado y molesto-,
qué peligroso y funesto
se avizora el porvenir!
si el Sacrificio Perpetuo
se abolió de los altares,
correrá la sangre a mares
el mundo va a sucumbir.


Ya está usted, querido lector, con el contrargumento: “¡ha sido promulgada por el Papa y está implantada en todo el orbe! ¿va usted a contradecir, desde este blog, a la misma Iglesia?”
Empiezo por el final, ya que observo que los argumentos (espero que no haya sido así) hasta ahora mostrados no han dado fruto: es la Iglesia la que ha canonizado la Santa Misa Tradicional (o de San Pio V).
Segundo argumento: la mayoría numérica o extensión geográfica no es argumento de valor.
Primer argumento: la indefectibilidad de la Iglesia garantiza que el Papa no puede imponer algo impío; pero es que además no está impuesto a la Iglesia porque siempre se podrá decir la Misa de siempre. Y añado: no está promulgado el rito de forma regular ni compromete la infalibilidad de la Iglesia.
Pensará que, ya al final de esta entrada, me he olvidado de la promesa de revelarle quien es el autor de semejante rito. También aseguré que se daría cuenta por sí solo. Una pista: dicen, ahora, que es “testigo del evangelio”.




Recupero una entrevista de un periodista de Le Monde, realizada a un obispo en medio de esta tormenta:
- Pero, vamos, Vd, está solo. Solo contra el Papa. Solo contra todos los obispos. ¿Qué significa su lucha?
- Pues no, no estoy solo. Tengo a toda la Tradición conmigo, la Iglesia existe en el tiempo y en el espacio… La Verdad, por otra parte, no se constituye por el número, el número no hace verdad. Así mismo, si yo estuviera solo,… esto me sería indiferente en lo que me concierne. Estoy apegado al Credo, al Catecismo, a la Tradición que ha santificado a todos los elegidos que están en el Cielo, quiero salvar mi alma.”


Querido lector: en prosa este dislate he resumido
Y en verso te lo he recitado para serte más fluido.

 
Firma: Godino Bastida.




Nota: Poema del P. M. Carmona.






3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Así es. Los que dicen que el Novus Ordo es válido. Si, lo es. Pero la validez es un piso mínimo que muchas veces, y sobre todo en este caso, no es bueno ni conveniente.

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