Corren por las redes, como
apologetas de Tradición, las descalificaciones al rito religioso
instaurado por Pablo VI, con el firme propósito de explicitar
la ilicitud de la ceremonia. Pero, todo ello, con un efecto más
negativo y pernicioso que el fin conseguido, con más voluntarismo
que acierto y, me atrevería a afirmar, con más posiciones heréticas
y protestantes que la de los propios acusados, ya que estos últimos,
muchos de ellos, viven sumergidos en las ponzoñosas aguas de la
ignorancia.
Aguas que sin descanso mana la
cornucopia conciliar vaticanosecundista y que todo lo inunda, todo lo
contamina y todo lo muta.
Una vez ya rasgadas las
vestiduras de los que hasta aquí se creían apóstoles del purismo
litúrgico, enarbolando la predestinación luterana respecto a su
salvación particular por los ahora desbaratados méritos que iban
a presentar en la Parusía, pasemos a mostrar vergüenzas propias y
extrañas.
Comienzo por el final: el
Novus Ordo no es ilícito por las cabriolas que haga el celebrante.
Es decir: el mal de ese nuevo rito no radica en la disposición
del celebrante (cantaor, bailarín, payaso, actor, exhibicionista,
ególatra, equilibrista, vedette, monologuista o arlequín); no
radica en los instrumentos musicales a usar en el aderezo musical:
maracas, timbales, xilófono, botellas de anís, gaitas escocesas o
baterías aporreadas simiescamente; de igual forma, tampoco radica en
el mal gusto de las partituras escogidas, sean de música folk de los
setenta o una versión cristiana del baile de la conejita; de los
fieles asistentes nada digo, que no pasan de rebaño haciendo coros a
los disparates del director de pista con alba.
Sólo hay un punto, y un sólo
punto que la hace ilícita: no es el sacrificio incruento de la
Cruz. En resumen: es ilícita por el rito mismo; sea fiel al Misal,
se celebre con devoción, en silencio o con dulces cantos de los
monjes de Silos, en medio del fervor o con una genuflexión eterna.
Es ilícita.
¿Asiste a la Misa de Pablo
VI? Pues le animo a fijarse un poco más a lo que asiste.
¡Qué tiempos tan raros
estos
en que estas cosas suceden!
Yo pregunto ¿Cómo pueden
tales cosas suceder?
Así salió murmurando
del templo, mi amigo
Alfonso
¡Calla cuate, no seas
sonso,
-le dije-, hay que
comprender!
Y para ayudarle en este
comprensión le pido lo haga sucintamente en tres puntos:
- Sus elementos
- Su naturaleza
- Su finalidad
Y cuando ya esté usted en la
calle, le comento quien es su autor, ya que tendrá más elementos,
por sí mismo, que le hará no sorprenderse.
Sus elementos:
como usted es joven (no es un anciano) y no ha conocido otra cosa,
verá una colección heterogénea que hoy parece parte integrada de
un todo.
Lo primero que destaca al
entrar es el altar: pues no, es una mesa. Altar es el que está
detrás, pegadito a la pared y, si tiene usted suerte, muchas veces
parte de un retablo. Y en esa mesa, generalmente, usted verá…,
nada, como mucho alguna vela o una maceta con flores; en el caso de
un sacerdote piadoso, como echará algo de menos (no sabe aún a
Quién) colocará un crucifijo presidiendo la mesa. La diferencia
entre la mesa de su salón y ésta es … ninguna.
¿Y para qué sirven las
mesas? Para comer. ¿Y los altares? Para ofrecer.
Que en esta misa moderna,
por satánico artificio,
dejó de haber sacrificio
y sólo en cena quedó.
En su capítulo octavo
Daniel nos da testimonio
de que por rabia el demonio
el sacrificio abolió.
Así de sencillamente llegamos
a su naturaleza:
una comida.
¿Le suena a usted, querido
lector, la tonadilla “alrededor
de tu mesa, venimos a recordar”?
Vemos una mesa, cantamos que es una mesa y, como en todo convite de
bien, nos ponemos alrededor de la mesa. Fíjese que incluso tiene un
mantel.
Hoy por eso se nos dice
con tanta insistencia fea
que la Misa es asamblea,
cena, banquete o festín;
y que ahora el sacerdote
no es como antes oferente,
sino sólo presidente,
personaje de postín.
Le ruego no pierda de vista
lo que más arriba le he recordado: la Santa Misa es el Sacrificio
incruento de la Cruz (lo dice el Concilio de Trento, no yo). Se lo
recuerdo porque somos de fijeza intelectual solazada y estos
cánticos, de palma fácil, nos distraen.
Por eso, porque no es Misa,
se hace todo en una mesa,
y nadie causa extrañeza
que hayan quitado el altar.
Por eso, porque es banquete
se hace con mucha algazara
y una música tan rara
que hace a todos balancear.
En esa reunión de salón, el
que preside la mesa, nos narra las palabras de Nuestro Señor y no se
arrodilla hasta haber mostrado la Sagrada Forma a los comensales
asistentes.
Aquí mi amigo interrumpe:
“con razón al cura he
visto
celebrar de espalda a
Cristo
y no hincarse ni una vez”.
¡Pues claro! –le dije
luego-
¿Quién se arrodilla en
banquetes
en comedias y sainetes?
¿A quién de rodillas ves?
¿Se ha dado usted cuenta en
el tono narrativo? Es una lectura contínua, no sacramental. El ánimo
del que preside la comida es el descriptivo y, ¡recuerde!, de
espaldas al altar, al Sagrario, de brazos abiertos a los asistentes.
Hasta aquí se ha fijado
usted en las formas y, como de soslayo, nos hemos detenido en lo
recitado por el celebrante.
Le ayudo: ¿a quién
ofrecemos el Sacrificio del Cordero? Usted me dirá el “por
quien”: la
asamblea, el pueblo, los que estamos, los enfermos, los pobres, los
feos o los misioneros del África tropical.
Pero, insisto: ¿a Quién? A
la Santísima Trinidad.
No haga moviola, no rememore,
ni busque misal en frenético nerviosismo. La Santísima Trinidad no
aparece.
Si la Misa es sólo eso,
como lo enseñan hoy día
se acabó la Eucaristía;
y veo que tienes razón
ese cura que a cualquiera,
manda en tono autoritario:
¡Abre, muchacho el
sagrario,
ponte a dar la comunión!
“Suscipe, sancta
Trinitas, hanc oblationem, quam tibi offerimus ob memoriam passionis,
resurrectionis, et ascensionis Jesu Christi Domini” (Canon Misa
Tradicional).
Clavadito a los ritos
protestantes.
Y se explica que las
monjas,
de costumbres tan
claustrales
hereden de las vestales
su asombrosa dignidad,
y que haya minifalderas
en el Santo de los Santos
para brindar sus encantos
a la nueva cristiandad.
Le veo, querido lector,
tembloroso con un sudor frío que recorre su frente, ya que se
habrá dado cuenta que esa Nueva Misa no se puede definir como rito
católico, ya que sus elementos no garantizan por si mismos esa
intención. Y como consecuencia, perdido ese carácter, pasa a ser
un rito de sumo dañino por el peligro que supone para la Fe.
¡Caramba, -termina Alfonso
malhumorado y molesto-,
qué peligroso y funesto
se avizora el porvenir!
si el Sacrificio Perpetuo
se abolió de los altares,
correrá la sangre a mares
el mundo va a sucumbir.
Ya está usted, querido
lector, con el contrargumento: “¡ha
sido promulgada por el Papa y está implantada en todo el orbe! ¿va
usted a contradecir, desde este blog, a la misma Iglesia?”
Empiezo por el final, ya que
observo que los argumentos (espero que no haya sido así) hasta ahora
mostrados no han dado fruto: es la Iglesia la que ha canonizado la
Santa Misa Tradicional (o de San Pio V).
Segundo argumento: la mayoría
numérica o extensión geográfica no es argumento de valor.
Primer argumento: la
indefectibilidad de la Iglesia garantiza que el Papa no puede imponer
algo impío; pero es que además no está impuesto a la Iglesia
porque siempre se podrá decir la Misa de siempre. Y añado: no está
promulgado el rito de forma regular ni compromete la infalibilidad
de la Iglesia.
Pensará que, ya al final de
esta entrada, me he olvidado de la promesa de revelarle quien es el
autor de semejante rito. También aseguré que se daría cuenta por
sí solo. Una pista: dicen, ahora, que es “testigo del evangelio”.
Recupero
una entrevista de un periodista de Le
Monde, realizada a
un obispo en medio de esta tormenta:
“- Pero, vamos, Vd, está
solo. Solo contra el Papa. Solo contra todos los obispos. ¿Qué
significa su lucha?
- Pues no, no estoy solo.
Tengo a toda la Tradición conmigo, la Iglesia existe en el tiempo y
en el espacio… La Verdad, por otra parte, no se constituye por el
número, el número no hace verdad. Así mismo, si yo estuviera
solo,… esto me sería indiferente en lo que me concierne. Estoy
apegado al Credo, al Catecismo, a la Tradición que ha santificado a
todos los elegidos que están en el Cielo, quiero salvar mi alma.”
Querido lector: en prosa
este dislate he resumido
Y en verso te lo he
recitado para serte más fluido.
Firma: Godino Bastida.
Nota: Poema del P. M. Carmona.
Esto complementa: LA MISA DE SIEMPRE Y EL NOVUS ORDO
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAsí es. Los que dicen que el Novus Ordo es válido. Si, lo es. Pero la validez es un piso mínimo que muchas veces, y sobre todo en este caso, no es bueno ni conveniente.
ResponderEliminarExacto. Así es.
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