FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
(I clase, blanco)
Gloria, Credo y
prefacio de la Santísima Trinidad.
Día Pro Orantibus.
PROEMIO LITÚRGICO
El dogma fundamental al que todo se reduce en la religión cristiana es
el de la Santísima Trinidad, en cuyo nombre se bautizan los fieles.
La fiesta de la Santísima Trinidad pide se la comprenda y celebre en la
prolongación de los misterios de Cristo, como la expresión solemne de nuestra
fe en esa vida trinitaria de las personas divinas, en que nos han introducido
el bautismo y la redención de Cristo.
Solamente en el cielo hemos de comprender cómo podremos nosotros tener
por Cristo una verdadera participación de hijos en la misma vida de Dios.
Aunque introducida en el siglo IX, la fiesta de la Santísima Trinidad no
se extendió a la Iglesia 'universal hasta el siglo XIV. No obstante, el culto
de la Santísima Trinidad aflora por doquier en toda la liturgia.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo comenzamos y
terminamos la misa y el oficio divino y se confieren todos los sacramentos. Todos
los salmos terminan con el Gloria Patri, los himnos, con una doxología, y las
oraciones, con una conclusión en honor de las tres divinas personas.
Continuamente, pues, nos hace alabar y adorar la Iglesia al Dios tres veces
santo, que tanta misericordia ha tenido de nosotros, pues nos ha dado el
participar de su propia vida.
...
Aunque la Iglesia honre a la Santísima Trinidad todo día del año y principalmente los domingos, con todo, ha querido dedicar a este misterio fundamental del Cristianismo una fiesta particular, que celebramos el primer domingo después de Pentecostés, para darnos a entender que el fin de los misterios de Jesucristo y de la venida del Espíritu Santo, ha sido conducirnos al conocimiento de la Santísima Trinidad y a su adoración en espíritu y en verdad.
Toda la liturgia de esta fiesta no es más que un himno a la Beatísima Trinidad. En las Oraciones suplicamos humildemente la firmeza en la fe de este adorable y profundo misterio. La Epístola nos está indicando la humildad con que hemos de reverenciarlo; el Evangelio es una magnífica manifestación y confesión del mismo.
En esta fiesta hacemos conmemoración de la Domínica que antiguamente se celebraba, rezando sus oraciones y el Evangelio en que se nos recomienda la caridad y misericordia con nuestros prójimos. De esta suerte, la primera Domínica después de Pentecostés resuma toda la doctrina moral del Año Eclesiástico en el precepto principal de la caridad, pero acentuando de una manera particular, como correspondencia del amor de Dios para con los hombres, nuestra caridad con el prójimo.
Para celebrar esta fiesta conforme lo desea la Iglesia, debemos: 1º Adorar el misterio de Dios uno y trino. 2º Dar gracias a la Santísima Trinidad por todos los beneficios temporales y espirituales que de ella recibimos. 3º Consagrarnos totalmente a Dios y rendirnos del todo a su divina Providencia. 4º Determinarnos a hacer siempre con devoción la señal de la Cruz, que expresa este misterio, y a rezar con viva fe e intención de glorificar a la Santísima Trinidad, aquellas palabras que tan a menudo repite la Iglesia: Gloria sea dada al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. (1)
...
Aunque la Iglesia honre a la Santísima Trinidad todo día del año y principalmente los domingos, con todo, ha querido dedicar a este misterio fundamental del Cristianismo una fiesta particular, que celebramos el primer domingo después de Pentecostés, para darnos a entender que el fin de los misterios de Jesucristo y de la venida del Espíritu Santo, ha sido conducirnos al conocimiento de la Santísima Trinidad y a su adoración en espíritu y en verdad.
Toda la liturgia de esta fiesta no es más que un himno a la Beatísima Trinidad. En las Oraciones suplicamos humildemente la firmeza en la fe de este adorable y profundo misterio. La Epístola nos está indicando la humildad con que hemos de reverenciarlo; el Evangelio es una magnífica manifestación y confesión del mismo.
En esta fiesta hacemos conmemoración de la Domínica que antiguamente se celebraba, rezando sus oraciones y el Evangelio en que se nos recomienda la caridad y misericordia con nuestros prójimos. De esta suerte, la primera Domínica después de Pentecostés resuma toda la doctrina moral del Año Eclesiástico en el precepto principal de la caridad, pero acentuando de una manera particular, como correspondencia del amor de Dios para con los hombres, nuestra caridad con el prójimo.
Para celebrar esta fiesta conforme lo desea la Iglesia, debemos: 1º Adorar el misterio de Dios uno y trino. 2º Dar gracias a la Santísima Trinidad por todos los beneficios temporales y espirituales que de ella recibimos. 3º Consagrarnos totalmente a Dios y rendirnos del todo a su divina Providencia. 4º Determinarnos a hacer siempre con devoción la señal de la Cruz, que expresa este misterio, y a rezar con viva fe e intención de glorificar a la Santísima Trinidad, aquellas palabras que tan a menudo repite la Iglesia: Gloria sea dada al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. (1)
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Siendo la Fe católica que veneremos un solo Dios en la Trinidad y la
Trinidad en la unidad, creemos firmemente y con toda sencillez confesamos que
hay un solo Dios verdadero, Padre, e Hijo, y Espíritu Santo: tres personas,
pero una sola esencia, substancia o naturaleza del todo simple: el Padre no
proviene de ninguno, el Hijo del Padre sólo, el Espíritu Santo de uno y otro a
la par, sin principio, siempre, y sin fin. El Padre engendrando, el Hijo
naciendo, y el Espíritu Santo procediendo; consubstanciales e iguales, y
omnipotentes y coeternos; principio único de todas las cosas, creador de lo
visible y de lo invisible. Este misterio de la augustísima Trinidad no ha de
discutirse con curiosas investigaciones, ni se ha de confirmar -si apoyar- con
razones humanas, sino que ha de sostenerse con suma veneración y fe firmímisima
(CPAL, Tit.I, ns.29 y 30). Por eso ha establecido la Iglesia esta fiesta de la
Santísima Trinidad para que honremos y veneremos a Dios Padre, a Dios Hijo y a
Dios Espíritu Santo, en común, después de haberlos celebrado separadamente en
las fiestas precedentes, y para que consolidemos nuestra fe adorando con
humildad este misterio. El Espíritu Santo, cuyo reinado se inaugura con la
fiesta de Pentecostés, vuelve a inculcar a nuestras almas en esta segunda parte
del año (de Trinidad hasta Adviento), lo que Jesús nos enseñó en la primera
parte del año (del Adviento hasta la Trinidad).
El dogma fundamental del que todo fluye (Epístola) y al que todo en el
cristianismo viene a parar (Evangelio) es el de la Santísima Trinidad. De ahí
que, después de haber recordado uno tras otro en el curso del ciclo a Dios
Padre, autor de la creación, a Dios Hijo, autor de la redención, y a Dios
Espíritu Santo, autor de nuestra santificación, la Iglesia nos incita hoy a la
consideración y rendida adoración del gran misterio que nos hace reconocer y
adorar en Dios la unidad de naturaleza en la trinidad de personas (Oración
colecta). “Apenas hemos celebrado la venida del Espíritu Santo, cantamos la
fiesta de la Santísima Trinidad en el oficio del Domingo que sigue, escribía San
Ruperto en el siglo XII, y este lugar está muy bien escogido, porque tan pronto
como hubo bajado el Espíritu Santo, comenzó la predicación y la creencia; y, en
el bautismo, la fe y confesión en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo.” Afirmaciones del dogma de la Trinidad se ven a granel en la
Liturgia. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo empieza y
termina la Misa y el Oficio Divino y se confieren los Sacramentos. A todos los
Salmos sigue el Goria Patri…; los himnos acaban con la doxología y las
Oraciones por una conclusión en honor de las Tres Divinas Personas. Dos veces
se recuerda en la Misa que el Sacrificio se ofrece a la Trinidad beatísima.
Si queremos vernos siempre libres de toda adversidad (Oración colecta),
hagamos hoy con la liturgia solemne profesión de fe en la santa y eterna
Trinidad y en su indivisible Unidad (Oración secreta) seguros de que la visión
clara de Dios en el cielo será el premio de nuestra fe en este como en los
demás Misterios de nuestra Sacrosanta religión. Démosle también rendidas
gracias por habérnoslo revelado; pues que, al revés de la existencia de Dios,
-al que accedemos con la luz natural de la razón- no hubiéramos los hombres
podido ni sospechar tan sublime misterio, que aun cuando sea para nosotros
oscuro, todavía nos permite conocer a Dios mejor que le conoció pueblo alguno
de la tierra. (2)
TEXTOS DE LA SANTA MISA
Introito. Tob. 12.6.- Bendita sea la santa
Trinidad y la indivisible Unidad; alabarémosla porque usado de misericordia con
nosotros. Salmo,
8,2.- Oh, Señor, Señor nuestro. ¡Cuán admirable es vuestro nombre en toda la
tierra! Gloria al Padre.
Oración.- Oh, Dios
todopoderoso y eterno que concedisteis a vuestros siervos que, por la profesión
de la verdadera fe, alcanzasen la gracia de conocer la gloria de la Trinidad
eterna y la de adorar la unidad en la omnipotencia de la Majestad: os
suplicamos que perseverando firmes en la misma fe, deseamos defendidos contra
toda adversidad, Por nuestro Señor Jesucristo.
Epístola. Rom.11,33-36.- ¡Que abismo de riqueza
es la sabiduría y ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus juicios y qué
irrastreables sus caminos! ¿Quién ha conocido jamás la mente del Señor? ¿Quién
ha sido su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que Él le devuelva? Él es
el origen y camino y término de todo. A Él la gloria por los siglos. Amén.
Gradual. Dan.3,55-56.- Bendito eres, Señor,
que miras los abismos, y te sientas sobre los Querubines. Bendito eres, Señor,
en la bóveda del cielo, digno de alabanza por los siglos.
Aleluya-. Aleluya. Dan 3,52.- Bendito eres, Señor,
Dios de nuestros padres, digno de alabanza por los siglos. Amén
Evangelio. Mat 28,18-20.- En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Ofertorio. Tob. 12.6.- Bendito sea Dios Padre, y el Hijo Unigénito de Dios, y también el Espíritu Santo, porque ha usado de misericordia con nosotros.
Secreta.- Os rogamos, Señor, que acepéis benigno los sacrificios que a vos hemos consagrado; y concedednos que nos sirvan de perpetuo socorro. Por N.S. J.C..
Prefacio de la Santísima Trinidad.-
En verdad es digno y justo, equitativo y saludable,
darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y
eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo
Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la
trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu
gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni
distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad,
adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad
en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y
los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz.
Comunión. Tob.12,6.- Bendigamos al Dios del cielo y glorifiquémosle delante de todos los vivientes, porque ha usado de misericordia con nosotros.
Comunión. Tob.12,6.- Bendigamos al Dios del cielo y glorifiquémosle delante de todos los vivientes, porque ha usado de misericordia con nosotros.
Poscomunión.- Haced, Señor y
Dios nuestro, que la recepción de este Sacramento y la confesión de la eterna y
santa Trinidad y de su indivisible Unidad nos sirvan para salud del alma y
cuerpo. Por N. S. J. C.
TEXTOS DE LA MISA EN LATÍN: http://www.rosarychurch.net/latin/trinity.html
SANTOS PADRES
Y los once discípulos se fueron a la Galilea al monte, a donde Jesús les había mandado. Y cuando lo vieron, le adoraron: mas algunos dudaron. Y llegando Jesús les habló diciendo: "Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: enseñándolas a observar todas las cosas que os he mandado: y mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del siglo". (vv. 16-20)
Beda
Después que fue anunciada la resurrección por el ángel, San Mateo aseguró que los discípulos también se encontraron con el Señor, diciendo: "Y los once discípulos se fueron a Galilea, al monte, a donde Jesús les había mandado". Porque cuando el Señor iba a padecer había dicho a sus discípulos: "Después que resucite os precederé a Galilea" ( Mt 26,32). El ángel también había dicho a las mujeres: "Decid a sus discípulos, que va delante de vosotras a Galilea" ( Mc 16,7). Por lo que los discípulos obedecieron el mandato del Maestro. Puntualmente los once se presentan y le adoran; uno de los discípulos ya había perecido y fue el que había entregado a su Señor y Maestro.
San Jerónimo
Por lo tanto, Jesús fue visto en el monte de Galilea después de su resurrección y allí fue adorado y aun cuando algunos lo duden, su duda aumentará nuestra fe: "Y cuando lo vieron, le adoraron; mas algunos dudaron".
Remigio
Esto lo refiere más extensamente el evangelista San Lucas. Dice, pues, que cuando el Señor resucitó de entre los muertos y se apareció a sus discípulos, ellos asustados creían que veían un espíritu.
Beda
El Señor se les apareció en un monte, para dar a entender que el cuerpo que había tomado de la tierra al nacer -como sucede con todos los hombres- ya estaba elevado sobre todas las cosas terrenas cuando resucitó y enseñaba a los fieles que si deseaban allí ver la magnificencia de su resurrección, debían esforzarse por pasar de las más bajas pasiones a los más elevados deseos. Además, Jesús precede a sus discípulos en Galilea porque Jesucristo resucitó de entre los muertos constituyéndose en primicias de los que mueren. Siguen también los que son de Jesucristo y pasan a su imitación, de la muerte a la vida, contemplando a la divinidad en su esencia. Por esta razón sucedió todo esto en Galilea, que quiere decir revelación.
San Agustín, de consensu evangelistarum 3,25
Pero debe considerarse cómo pudo ser visto el Señor en Galilea de una manera corporal, siendo así que no fue visto en el mismo día en que resucitó, a no ser que alguien diga que no fueron los once discípulos que ya entonces se llamaban apóstoles, sino que estuvieron allí otros once discípulos del gran número de los que Jesús tenía. Porque el Señor fue visto en Jerusalén el mismo día, pero fue al principiar la noche, como dicen claramente San Lucas y San Juan, que en esto están conformes. Tampoco fue visto en los ocho días siguientes, después de los cuales dice San Juan que el Señor se apareció a sus discípulos. Esto fue cuando se apareció por primera vez a Santo Tomás que no le había visto en el día de su resurrección. Pero en todo esto hay una dificultad. San Juan cuando lo refiere, no dice que estaban los once en el monte, sino junto al mar de Tiberíades y que fueron siete los que vieron al Señor cuando estaban pescando: "Ya era ésta la tercera vez en que Jesús se aparecía a sus discípulos" ( Jn 21,14). Esto debe entenderse respecto del número de días y no respecto del número de manifestaciones y si queremos entender que dentro de los ocho días antes que Santo Tomás le viese, el Señor fue visto por los once discípulos, ésta no era la tercera manifestación, la que tenía lugar junto al mar de Tiberíades, sino la cuarta y por esto debemos comprender que después de todas estas cosas sucedió el hecho de los once discípulos que vieron al Salvador en el monte de Galilea. Encontramos también que los cuatro evangelistas están conformes en decir que el Señor fue visto diez veces después de su resurrección: una por las mujeres en el sepulcro; otra por las mismas cuando salían del sepulcro y en el camino; la tercera vez por San Pedro; la cuarta, por los dos discípulos que iban a Emaús; la quinta por muchos en Jerusalén donde no estaba Santo Tomás; la sexta, cuando fue visto por Santo Tomás; la séptima, junto al mar de Tiberíades; la octava, en el monte de Galilea, como refiere San Mateo; la novena, cuando estaban a la mesa, -como cuenta San Marcos- porque ya no pertenecían a la tierra sino que debían ser invitados por el Señor; la décima, en el mismo día, no ya sobre la tierra sino elevado en las nubes cuando subía a los cielos, como refieren tanto San Marcos como San Lucas. Es importante tener presente en todo esto lo que dice San Juan, que no fueron escritas todas las cosas, de donde se deduce que el trato del Salvador con sus discípulos era frecuente en el espacio de cuarenta días antes de su ascensión a los cielos.
Remigio
Y cuando los discípulos vieron al Señor, lo reconocieron y postrándose en tierra lo adoraron. Por esto el piadoso y clemente Maestro, se aproximó a ellos para arrancar de sus corazones toda clase de dudas y los confirmó en la fe. "Y llegando Jesús les habló diciendo: se me ha dado toda potestad en los cielos y en la tierra".
San Jerónimo
Le había sido dada esta potestad a Aquél que poco antes había sido crucificado, que había sido encerrado en su sepulcro y que resucitó después.
Beda
No puede decirse esto en cuanto a la divinidad, por la que es coeterno con el Padre, sino respecto de la humanidad que había tomado en la tierra y en virtud de la cual se había rebajado hasta ser poco menos que los ángeles.
San Severo
Por lo tanto, el Hijo de Dios comunicó al Hijo de la Virgen, Dios al hombre, la divinidad a la carne, lo que siempre posee con el Padre.
San Jerónimo
Se le dio toda potestad en el cielo y en la tierra, porque Aquél que antes sólo reinaba en el cielo, por la fe de los creyentes debía reinar ahora en la tierra.
Remigio
Esto ya lo había dicho el Salmista cuando se refería a la resurrección del Señor: "Lo has constituido sobre todas las obras de tus manos" ( Sal 8,7) y esto es lo que ahora dice el Señor: "Me ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra". Y aquí debe entenderse que los ángeles ya sabían que estaban sujetos al Dios hombre antes que el Señor resucitase de entre los muertos. Y queriendo Jesucristo dar también a conocer a los hombres que se le había dado toda potestad en el cielo y en la tierra, les mandó predicadores para que anunciasen la palabra divina a todas las naciones. Por esto sigue: "Id, pues y enseñad a todas las gentes".
Beda
El que había dicho antes de su pasión: "No vayáis por el camino de los gentiles" ( Mt 10,5), cuando resucitó de entre los muertos, les dijo: "Id y enseñad a todas las gentes", por lo que se equivocan los judíos diciendo que Jesucristo había de venir únicamente para su salvación. Avergüéncense también los donatistas 1, que deseando encerrar en una localidad la misión de Jesucristo, dijeron que únicamente había venido para salvar a los africanos y no a los habitantes de las demás naciones.
San Jerónimo
En primer lugar enseñan a todas las gentes y después de instruirlas las bautizan con agua. No puede suceder que el cuerpo sea quien reciba el sacramento del bautismo, a no ser que el alma reciba antes la verdad de la fe 2. Por esto dice: "Bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Porque siendo una misma la divinidad de las Personas, debía ser una misma la gracia que concediesen. La palabra Trinidad significa un solo Dios.
San Severo
Por lo tanto, todas las naciones son dirigidas hacia su salvación por la misma potestad que las creó para la felicidad eterna.
Dídimo, De Spiritu sancto, l. 2
Aun cuando puede existir algún demente que se empeñe en bautizar suprimiendo algunos de los tres nombres antedichos -esto es, oponiéndose a la ley de Jesucristo- bautizará pero sin validez y por eso no podrá librar del pecado a aquellos a quienes creyese bautizados. De esto se deduce cuán indivisible es la esencia de la Trinidad y que el Padre es verdadero Padre del Hijo, que el Hijo es verdadero Hijo del Padre y que el Espíritu Santo es verdaderamente el Espíritu del Padre y de Dios Hijo y que además lo es de la Sabiduría y de la Verdad, que es el Hijo. Este es el fundamento de la felicidad de los creyentes y todo el Plan de la salvación está basado en esta Trinidad.
San Hilario
¿Qué hay que pueda contribuir a la salvación de los hombres que no esté contenido en este sacramento? Todo lo necesario está pleno en él, pues proviene de Aquel que es pleno y perfecto. En efecto, dicho sacramento tiene el nombre de su naturaleza en el Padre, en el sentido en que sólo el Padre es padre, porque su paternidad no proviene de otro al modo humano: El es ingénito, eterno y subsiste siempre en sí de modo que sólo es conocido por el Hijo. Y el Hijo es como la descendencia del ingénito, uno del uno, verdadero del verdadero, vivo del vivo, perfecto del perfecto, potencia de la potencia, sabiduría de la sabiduría, gloria de gloria, imagen de Dios invisible, forma 3 del Padre ingénito. El Espíritu Santo no puede separarse de la confesión esencial del Padre y del Hijo y en verdad, en ninguna parte falta este consuelo de nuestra esperanza. En los efectos de sus dones está la prenda de las futuras promesas. Es la luz de las inteligencias y el esplendor de las almas. Todo esto, aun cuando los herejes no pueden cambiarlo, lo quieren acomodar a la humana inteligencia, porque Sabelio 4 dice que el Padre está en el Hijo y cree que la distinción entre el Padre y el Hijo es cuestión de nombres más que de realidades, porque imagina que el Hijo es el mismo que el Padre. Ebión 5 se esfuerza en demostrar que en María está exclusivamente el origen del Hijo de Dios, y en realidad no hace proceder al hombre de Dios sino a Dios del hombre. Los arrianos dicen que la forma, la sabiduría y el poder de Jesucristo, en cuanto Dios, proceden de la nada y han principiado en el tiempo. ¿Qué de extraño tiene que piensen también del Espíritu Santo de diferente modo, si son tan temerarios que invierten y cambian tales cosas respecto del Hijo de quien también procede el Espíritu Santo?
San Jerónimo
Este orden se considera como esencial. Mandó a sus Apóstoles que enseñasen primero a todas las gentes, después que los bautizasen con el sacramento de la fe y que después de la fe y del bautismo les enseñasen todo lo que debían hacer. Por esto sigue: "Enseñándolas a observar todas las cosas que os he mandado".
Rábano
Así como el cuerpo está muerto cuando carece de espíritu, la fe está muerta cuando carece de obras.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 90,2
Y como les había hecho encargos de mucha importancia, queriendo animarlos les dice: "Y mirad que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos". Como diciendo: "y no digáis que es difícil cumplir lo que se os manda, porque estoy yo con vosotros, que todo lo facilito". No dijo que estaría con ellos, sino con todos los que creyesen después de ellos. Por lo tanto, hay que decir que los Apóstoles no vivirían hasta la consumación de los siglos, en atención a que estas palabras deben entenderse como dirigidas a todo el cuerpo de fieles.
Rábano
De aquí se desprende que no habrán de faltar fieles que sean dignos de la eterna felicidad hasta la consumación de los siglos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 90,2
Les recuerda la consumación de los siglos para atraerlos mejor y para que no sólo vean lo presente, sino que además conozcan aquellos beneficios que habrán de permanecer siempre, como diciendo: "la aflicción que sufriréis concluirá con esta vida, pero vendrá después la otra que no tendrá fin y los beneficios de que disfrutaréis, subsistirán siempre".
Beda
Se pregunta cómo dice: "Yo estoy con vosotros", cuando dice en otro lugar: "Voy a Aquél que me envió" ( Jn 16,5). Porque unas cosas son las que pertenecen a la humanidad y otras las que pertenecen a la divinidad. Irá al Padre por la humanidad y permanece con sus discípulos, en cuanto a la divinidad. Respecto de lo que dijo: "Hasta la consumación del siglo", pone lo finito por lo infinito. Porque el que en la vida presente permanece con sus escogidos protegiéndolos, también estará con ellos después que ésta haya concluido, premiándolos.
San Jerónimo
El que promete estar con sus discípulos hasta el fin de los tiempos, manifiesta que ellos habrán de vencer siempre y que El nunca se habrá de separar de los que crean.
San León Magno, sermones 72
Y el que sube a los cielos, no abandona a los adoptados sino que los alienta a la paciencia, a la vez que los invita a la gloria; de cuya gloria nos haga participantes el mismo Jesucristo, Rey de la gloria, que es Dios bendito, por todos los siglos. Amén.
Notas a Santos Padres
1. Herejía norafricana que toma su nombre de Donato, obispo cismático de Cartago en el siglo IV. Los donatistas sotenían que los sacramentos administrados por ministros indignos eran inválidos, negando así su eficacia "ex opere operato" en virtud del poder de Cristo, el único y verdadero ministro de los sacramentos. Fueron refutados por San Agustín.
2. La misión de bautizar está implicada en la misión de evangelizar, porque el sacramento es preparado por la Palabra de Dios y por la fe que es consentimiento a esta Palabra. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1122.
3. "Forma" tiene aquí probablemente el mismo significado que "imagen". Estos dos términos aparecen juntos en muchos pasajes de La Trinidad de San Hilario.
4. Sabelio, fundador de la herejía conocida como sabelianismo en el siglo III. Sostenía que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son personas distintas realmente entre sí, sino manifestaciones del único Dios existente.
5. Ebión es el nombre del supuesto fundador de de la llamada secta de los ebionitas. Estos negaban la divinidad del Señor Jesús, considerándolo un simple hombre, aunque nacido de manera extraordinaria. Sus orígenes se remontan al siglo I y San Hilario (310-367) la considera aún viva en su tiempo.
COMENTARIO
Como habitualmente,
reproduciremos primero el comentario del Padre Leonardo Castellani, meduloso y
fiel, y luego haremos nuestras propias consideraciones sobre algunos puntos,
que tienen conexión con la actualidad de la Iglesia y el mundo.
COMENTARIO
DEL PADRE CASTELLANI
En este Domingo, fiesta de la Santísima Trinidad, la Iglesia lee las últimas líneas del Evangelio de San Mateo XXVIII 18), que contienen la misión dada solemnemente a los Apóstoles de “enseñar a todos los pueblos”, y el sello de la revelación del misterio de la Trinidad divina; y la promesa de Cristo de estar con los suyos hasta el Fin del Mundo. Esta aparición de Cristo a los Once tuvo lugar en una montaña de Galilea, no sabemos cuál; y fue la última de las nueve apariciones antes de la Ascensión que conocemos; que suman por tanto diez. Algunos dicen que fueron trece las apariciones de Cristo, contando otras dos que menciona San Pablo (“A Santiago y a quinientos hermanos juntos”) y la del mismo San Pablo. Pero la aparición a los quinientos discípulos es probablemente la misma Ascensión; y la aparición a San Pablo fue una visión intelectual y no corporal, puesto que los que estaban con él “nada vieron”. Trece o doce o diez, lo mismo da. Ya bastan para despertar nuestra fe. El misterio de la Trinidad divina es una revelación cristiana: en el Antiguo Testamento no está, a no ser adumbrada en fugaces alusiones, como cuando en el Génesis Dios dice: “Hagamos al hombre a imagen nuestra”; en los tres Angeles que aparecieron a Abraham hablando como uno solo; y en la mención del “Espíritu de Dios” hecha ocasionalmente. Pero en su predicación, Cristo reveló poco a poco, como era prudente, la existencia de tres principios personales en el Dios único del monoteísmo israelita; y en esta sesión solemne, en la cual mostró sus patentes –por decirlo así– y delegó su misión de Salvador a su Iglesia, Cristo puso el sello a la revelación cristiana, diciendo: “Id, y enseñad a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.” Solamente en el nombre de Dios se bautiza; es decir, se limpia del pecado; y Él puso el nombre de Dios en tres nombres; y no dijo “bautizad en los nombres” sino “en el nombre”, en singular. Tres hipóstasis o principios personales con vida propia, en un solo Dios. Durante su predicación, Él se había contradistinguido netamente del Padre; y después había proclamado cada vez más neta y categóricamente que el Padre era una cosa con El, un mismo ser. Esto produjo escándalo en los fariseos, vieron allí una blasfemia, y quisieron matarlo por ella, ya en la Sinagoga de Nazareth, en su segunda predicación galilea, segundo año de vida pública, al comienzo:
“–¿Por cuál beneficio que os he hecho me queréis dar la muerte? –Por ningún beneficio, sino porque ¡siendo Hombre, te haces a ti mismo Dios!
Sin embargo Cristo no retira su palabra, antes la prosigue más ardidamente, adagio rinforzando como dicen los músicos, aun ante la amenaza de muerte. “¡Bienaventurado aquel que de mí no se escandalizare!”. Ante Cristo, la reacción necesaria es, o el escándalo, o el salto osado de la fe. Los fariseos se escandalizaron: allí delante estaba un hombre de la provincia, vestido con la túnica blanca, el cinturón y el manto de los rabbíes, sandalias en los pies, y el turbante blanco ceñido por una vincha roja sobre la cabellera nazarena; el cual afirmaba que era una misma cosa con el Jehová único e invisible... “¡Hay un solo Dios!”. No lo negaba Cristo, sino que intentaba revelar un misterio más alto, la vida interna del Dios único. Si Dios no es trino, Cristo no puede haber sido Dios.
En cuanto a la Tercera Persona, que había aparecido en forma de paloma en su bautismo, al mismo tiempo que sonaba arriba la voz del Padre, Cristo la manifestó claramente en su Sermón-Despedida: el Espíritu de Dios es distinto del Padre y del Hijo, pertenece al Padre y al Hijo, y es Dios: Cristo le atribuye todas las operaciones propias de Dios; y toda operación racional se atribuye a la persona, al Yo. Nos guste o no nos guste, según el Evangelio en Dios hay tres personas en una sola natura: inclinase aquí la presunción del intelecto humano. ¿Y por qué no nos habría de gustar? El alma del hombre, que es imagen de Dios, es a la vez un Yo, sujeto verbal de todos sus actos; es un Intelecto o Verbo; y es un Amor o Voluntad; y estos tres son Uno; puesto que mi Intelecto no es una parte de mi Ser Espiritual, es todo mi Ser Espiritual; y mi Voluntad no es una parte de mi Yo, es mi Yo. A esta comparación, defectuosa y todo, acude continuamente San Agustín para ilustrar –no para probar– el dogma misterioso de la Trinidad. Probar no se puede con ningún argumento, fuera de la autoridad divina revelante. Se puede mostrar que no es un absurdo; es decir, deshacer los argumentos de los que contienden que es un Absurdo. Nada más. El espíritu moderno resiste a este dogma presuntuosamente; y ha creado para sustituirlo varias trinidades fútiles o monstruosas; como la Trinidad de Hegel, basada en el mismo análisis del espíritu humano, y en los recuerdos de la teología cristiana que estudió en el Seminario de Leipzig. La Idea en sí, la Idea para sí, y la Idea en-si-para-sí, que se distinguen entre si, constituyen el solo Espíritu Absoluto, y no hay otro Dios ni otra realidad fuera de él; y él al final se manifiesta en –y no sale fuera de– ¡la Conciencia del hombre! Así pues el dogma de la Trinidad, envuelto en niebla germánica y en una complicada terminología, se convierte en un panteísmo sutil que va a desembocar en la adoración del Hombre; la gran herejía de nuestros tiempos, la última herejía, que será, según la predicción de San Pablo, el sacrilegio del Anticristo: “el cual se exaltará y levantará sobre todo lo que es Dios, sentándose en el Templo de Dios, y haciéndose adorar como Dios” (II Tes II, 4). El mundo de hoy –dice el poeta Kipling– no cree en más Tres-en-Uno que en El, Ella y Ello; es decir, la pareja humana y su ratono... único.... Kipling fue un buen poeta inglés, que como tantos contemporáneos, idolatró: puso su talento a los pies de un ídolo. Su ídolo fue el Imperialismo Inglés; o, si quieren, simplemente el Imperio Inglés, divinizado en su ánimo. El ídolo le pagó su devoción como pagan los ídolos, incensando su nombre de escritor, multiplicando sus ediciones, imponiéndolas oficialmente: en suma, dándole los bienes terrenos de que es dueño. Kipling, el bravío poeta de la jungla vuelto el poeta de Su Graciosa Majestad, llegó a cobrar como royalties una libra esterlina por línea. Sus últimos anos fueron tristes. Su poesía y sus cuentos, que ostentan el brillo más alto del arte, muestran hoy de más en más sus pies de barro. El imperio que él adoró estaba ya en su ocaso. Obra mortal de las manos del hombre, no era imperecedero ni divino. En una poesía bastante buena, The Married Man (El Hombre Casado), donde compara la manera de pelear del soltero y del casado en la guerra del 14, dice Kipling:
Porque Él y Ella y Ello(71) nuestro solo uno en tres Por él todos nosotros ansiamos concluir nuestra tarea Y volver a casa a nuestro té(72. )
Es otra imagen de la Trinidad, pero asumida heréticamente; pues en efecto, también la familia humana, Padre, Madre e Hijo, es otra figura de las relaciones íntimas que hay en el seno de la Divinidad. La familia de Nazareth, San José, Nuestra Señora y el Niño, también
NOTAS: 71“El Niño” es género neutro en inglés. 72The Five Nations, poesías durante la Gran Guerra, p.190.
reflejaron la Trinidad divina, lo mismo que el alma de cada ser humano: allí sin relación sexual alguna existió la paternidad y el vínculo conyugal realmente. Y por virtud de la Divinidad que las llenaba, tres almas fueron como una sola. Esta imagen no es muy usada por la Iglesia, porque unos herejes antiguos dijeron que el Espíritu Santo era mujer, y pusieron sexo en Dios, haciéndolo por ende corporal y material; y fueron condenados. Pero si la división en sexos de los vivientes tiene una razón ontológica, es decir, es una esencia y no una casualidad, entonces el principio de lo femenino en lo creado debe existir también en el Creador de todo lo que es, si no me equivoco; y esto no lo ha condenado la Iglesia. De hecho, la palabra con que Cristo nombró al Espíritu Santo es femenina en arameo; aunque sea masculina en nuestras lenguas grecolatinas. ¿Y cómo entonces el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo? ¿Por ventura la madre procede del padre y del hijo? Aun eso es susceptible de explicación; pero no nos metamos en andróminas, no sea que salgan sospechándonos de kerinthianos, que es lo único que nos faltaba. ¿Por qué mencionar entonces esa imagen peligrosa? Kipling la ha mencionado antes, no yo; y muchos otros, incluso algunos doctores católicos contemporáneos, como el abate Joseph Grumel. Así que Cristo en esta aparición nona terminó su revelación rotundamente y envió a sus Apóstoles con toda su autoridad a ensenarla. “Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra; así pues, id y ensenad a todos los pueblos...”. La misión esencial de la Iglesia jerárquica es enseñar. ¿Enseñar Matemáticas y Filosofía? No. Es enseñar “a guardar todo aquello que yo os he mostrado”, la doctrina de la Fe y de la Caridad. Lo demás no está mal, pero para lo demás no tienen los curas autoridad directa de Cristo: si enseñan Matemáticas deben saberlas; y si no las saben, aprenderlas. Para esta enseñanza salvífica, Cristo les prometió especial asistencia: “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los tiempos hasta el fin del mundo”; o como dice el texto griego “hasta la consumación del siglo”. ¿Incluye esta promesa la consumación del siglo, el período del Anticristo, o la excluye? Yo no lo sé. Lo que sé es que Cristo no abandonará jamás a los suyos. Y sé también que de este texto no puede deducirse ni la infalibilidad del Papa -aunque no la excluye- ni que la Iglesia ha de triunfar siempre en sus empresas temporales –como algunos presumen– ni que en ella no habrá nunca errores accidentales o focos de corrupción; ni mucho menos una especie de temeraria infalibilidad personal y poder de prepotencia en favor de sus ministros más allá los límites claros y precisos en que su autoridad legítimamente se ejerce. Porque ha habido siempre y hay por desgracia quienes con decir “¡Jerarquía, Jerarquía!” quieren que uno se trague todo lo que ellos piensan, creen, dicen o hacen; lo cual es una increíble y muy dañosa falta de jerarquía, cuando el que no ve quiere guiar al que ve, y el que no sabe, enseñar al que sabe; como di)o mi tocayo, paisano y patrono San Jerónimo Dálmata en su Epístola XL VIII, 4. En el nombre de la Santísima Trinidad, el Misterio Sumo y la Paradoja de las Paradojas, se hizo esta nación; o por lo menos se hizo su Capital, que francamente parece querer volverse toda la nación. Nuestro antepasados hicieron sus testamentos, encabezaron sus leyes y fundaron las ciudades principales de este país “en nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas en un solo Dios verdadero, e de la gloriosísima Virgen su bendita Madre, e del Apóstol Santiago, luz e espejo de las Españas, e de su Majestad el Señor Rey Felipe el Segundo, como su Capitán e leal criado e vasallo suyo, yo Joan de Juffré...”. (Hasta acá Castellani) (3)
FE Y
RAZÓN-RACIONALISMO-MISTERIOSISMO NEFASTO
Encontrar
el justo y virtuoso medio ontológico en la Fe en la Revelación cristiana.
La Santísima Trinidad es Revelación de Cristo a la Iglesia por el Espíritu Santo. Es un Misterio. Está mas allá de lo comprensible y probable por la razón natural.
Sabemos que el hombre por la razón natural puede conocer a Dios; su Eternidad, su infinitud. Pero no así su voluntad salvífica en el amor, por Cristo, mediante el Espíritu Santo. Esto es Revelación sobrenatural dada por Cristo a la Iglesia.
Ahora bien, el que la ST sea Misterio, no quiere decir que esté contra la razón natural, sino mas allá de ella. Ciertos misterios divinos trascienden -no contradicen- la razón natural. La razón natural, obviamente, es limitada, no alcanza a comprehender completamente lo divino, lo trascedente de Dios, que la supera.
Por eso, el Racionalismo, la pretensión de que todo es cognoscible por la razón humana, es una aberración. Esta exaltación de la Razón viene desde el siglo XVII, muy ostensible desde el humanismo de 1789 y después. Tenemos allí como precursor a Descartes….y a Comte y luego el Primer Modernismo positivista rabioso…que como sabemos, reducía la Revelación a lo cognoscible naturalmente, negando lo sobrenatural y trascendente.
Se verificó una sobrevaloración del método histórico crítico, pretendiendo subsumir la Escritura bajo él; reduciéndola a historiografía, antropología, lingüística, etc., con el resultado ya conocido de ese atrofiado reduccionismo. Naturalismo y aledaños…
La ciencia objetiva, honesta e imparcial, contribuye a la interpretación de la Escritura, siempre que conserve la conciencia de su límite como auxiliar. La Ciencia no puede agotar la interpretación de la Escritura, porque su campo de acción se limita a lo natural. Es necesaria la Luz del Espíritu Santo para interpretarla, porque mediante precisamente su inspiración, fue escrita. La Escritura es una Revelación de misterios trascendentes, divinos, que superan la razón.
Este racionalismo cientificista entonces, ha cuestionado, negado y ridiculizado la Santísima Trinidad porque no condice con la razón; con una razón exaltada, hipertrofiada, digamos correctamente. Pero en realidad no contradice la razón natural -lo decimos una vez mas- sino que está mas allá de ella, la trasciende; necesitando la luz divina del Espíritu de Dios, para aceptarla.
Citemos el I Concilio Vaticano sobre el tema de Fe y Razón: (4)
Entonces el racionalismo ha sido uno de los errores y desviaciones del pensamiento filosófico que oscureció la Fe. Pero tenemos errores mas modernos. El extremo contrario: el irracionalismo subjetivista y el misteriosismo. Aquí ha entrado el existencialismo de Heidegger, según el cual la razón es la peor enemiga del pensamiento, el ser no es objetivo ni inmutable, sino que se encuentra con la acción en la subjetividad el individuo. Esta concepción informa el modernismo personalista que entró en la Iglesia en los últimos setenta años. Tenemos el agnosticismo kantiano en Rhaner, de profunda influencia en el Concilio Vaticano II y post concilio, y entonces caemos en la situación contraria al Racionalismo: el hombre nada puede conocer de Dios mediante la razón, y como esta concepción es en el fondo panteísta, no cree tampoco al fin y al cabo en Revelación Sobrenatural, por lo que Dios se retira mas allá de todo fenómeno y se vuelve inalcanzable de todas maneras por el intelecto humano. Y no solo por el intelecto, sino por la palabra. Los Dogmas entonces son meras fórmulas lingüísticas que no llegan a tocar a Dios: Nada de lo que digamos de Dios, habla de Dios….se ha dicho……Esto, obviamente, es aberrante.
Dios entonces, se encuentra, no en la Fe como la Iglesia la sabe, asentimiento intelectual iluminado por la Gracia, sino en la voluntad y la acción, en la experiencia. El resultado de esto, como es obvio, es la exaltación de un activismo desaforado y una pretensión de encontrar a Dios en la subjetividad propia, única e irrepetible, en la experiencia personal, independiente de toda objetividad. Los frutos son previsibles: alejamiento de la Verdad revelada.
Entonces, la Santísima Trinidad debe ser aceptada humildemente como Misterio por el hombre, doblegando y sometiendo su razón a la Revelación. Luego, como esa Revelación no está contra la razón, sino que la trasciende, la supera, el hombre iluminado por la fe, descubre la armonía de la razón con la Revelación, y el apoyo -no prueba- racional que puede tener este Misterio.
Sobre Fe y Razón, y Misteriosismo, recomendamos estos breves pero contundentes artículos: notas 5) y 6), que tienen derivaciones hacia las fuentes correspondientes.
INVEROSÍMILES INCONGRUENCIAS DE LA ALTA CLERECÍA CONCILIAR
Dadas las inverosímiles tropelías del Papa Francisco contra la Verdad de la Fe Católica, -como ese acuerdo irenista con el Islam, perpetrado últimamente, donde afirmó que la diversidad de religiones es algo querido por Dios- se han suscitado reacciones de distinto tipo. Recordemos aquella presentación de las Dubias, de cuatro Cardenales, que no tuvieron respuesta.
Últimamente se ha hecho, por parte también de Cardenales de la Iglesia, una especie de Reivindicación de una serie de verdades de la Fe católica que están siendo oscurecidas en estos tiempos por la prédica y la acción de un Papa que no tiene respeto por la Verdad Revelada, y la adapta a la demanda del paradigma actual, al Nuevo Orden Mundial. Sabemos que Francisco ha aceptado el Plan de Desarrollo Sustentable 2030 de la ONU; notoriamente contrario a la moral cristiana y a la Ley Natural, porque introduce aborto, eutanasia, ideología de género, educación sexual inconveniente….
Posteriormente algunos delegados vaticanos han hecho algunas críticas puntuales a esto. Pero el hecho es que ya forma parte del Magisterio de la Iglesia, según el Delegado Papal de Relaciones Exteriores, acordador con la ONU, Sanchez Sorondo.
El modernismo tiene esa estrategia. Se acepta algo importante contrario a la Fe católica, y luego se hacen algunas críticas puntuales algo asombradas a eso que ya se ha aceptado y se ha vuelto un hecho consumado. Esas pequeñas críticas al mal que ya se ha aceptado, parecen dejar tranquila una cantidad de gente que con eso quiere probar la fidelidad del modernista a la Fe de la Iglesia.
Volviendo al tema de la última reivindicación de verdades de la fe por los Cardenales, titulada Declaración de las verdades relacionadas con algunos de los errores más comunes en la vida de la Iglesia de nuestro tiempo, con fecha y firma siguiente:
(31 de mayo de 2019
Cardenal Raymond Leo Burke, Patrono de la Soberana y Militar Orden de Malta Cardinal Janis Pujats, Arzobispo emérito de Riga Tomash Peta, Arzobispo de la arquidiócesis de María Santísima en Astana Jan Pawel Lenga, Arzobispo-Obispo emérito de Karaganda Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de la arquidiócesis de María Santísima en Astana ),
volviendo a esto, decíamos, reparemos en que entre estas verdades que recuerdan estos ahora ortodoxos Cardenales, está en el punto 5: lo siguiente:
Ni los musulmanes ni otros que no tengan fe en Jesucristo, Dios y hombre, aunque sean monoteístas, pueden rendir a Dios el mismo culto de adoración que los cristianos; es decir, adoración sobrenatural en Espíritu y en Verdad (cf. Jn 4,24; Ef 2,8) por parte de quienes han recibido Espíritu de filiación (cf. Rm 8,15).
Pero varios de estos Cardenales estaban, aunque no como Cardenales, en la época de Juan Pablo II cuando subió al Catecismo de la Iglesia Católica esta asombrosa afirmación:
841 Las relaciones de la Iglesia con los musulmanes. "El designio de salvación comprende también a los que reconocen al Creador. Entre ellos están, ante todo, los musulmanes, que profesan tener la fe de Abraham y adoran con nosotros al Dios único y misericordioso que juzgará a los hombres al fin del mundo" (LG 16; cf. NA 3).
Es decir, no se reconoce que en su momento, hubo aberraciones que se atribuyen exclusivamente hoy a Francisco, como si este estuviera completamente desconectado del II Concilio Vaticano y el período post conciliar y los Papas anteriores, que dejaron precedentes serios y claros de indiferentismo, entre otras cosas. Recordemos, además de esta aberración subida al Catecismo, el Beso del Corán, las escandalosas oraciones de Asís, con paganos que ni siquiera eran monoteístas….esto mas allá de la aceptación de los Documentos laicistas y modernistas del mismo II Concilio Vaticano.
Nadie ha denunciado ese disparate subido al Catecismo hace mas de un tercio de Siglo. Que pasó? Ahora son ortodoxos? Y antes donde estaban? Hubo mas de treinta años para denunciar y criticar esto y otras cosas…
El sentido común, la razón, la fe, y el bien de la Iglesia, del alma y la salvación eterna de los fieles, y del mundo, requiere que esta reivindicación de verdades se hubiera hecho en tiempos de Juan Pablo II, y si examinamos mas, antes también….Se tendría que haber hecho, aunque por otros, en el mismo Discurso de Inicio del II Concilio Vaticano; infectado de pelagianismo, humanismo, modernismo, buenismo ingénuo, optimismo infantil….
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La Fe Católica exige el reconocimiento del Dogma de la Santísima Trinidad. Está en el Credo. Cristo ha dicho lapidariamente:
Quien a Mí me rechaza, rechaza al que me envió.
Estas palabras son de una claridad meridiana. La Iglesia, hasta 1962, siempre lo supo, y lo sigue sabiendo en sus miembros fieles. Ninguna alquimia modernista puede oscurecer la claridad diamantina de esta afirmación en un intelecto fiel, razonable, honesto y con sentido común.
No se puede adorar a Dios y estar en comunión con Él si se rechaza justamente a Cristo. No se puede adorar a Dios en espíritu y en Verdad con la Iglesia de Cristo, rechazando la Santísima Trinidad. Ergo, quien rechaza a Cristo, como musulmanes y judíos, no adoran al mismo Dios que nosotros.
Esto que parece verdad de Perogrullo fue increíblemente oscurecido y obliterado, por el Magisterio Conciliar, en función de su Ecumenismo, visiblemente irenista, por cuanto se pretendió una falsa unidad con herejes, apóstatas y cismáticos, claudicando de la Verdad y sin exigir de estos la mas mínima conversión.
Estamos pues, en una época, que ya viene desde hace mas de medio siglo, en que la creencia en la Santísima Trinidad ha sido oscurecida por el mismo Magisterio y la acción de la alta clerecía. Ha sido oscurecida por la estrategia de Reconciliación ecumenista y fusionista con el espíritu del mundo que ha adoptado el Papado conciliar y post conciliar.
Urge en los fieles que buscan la Verdad de Cristo pura, abrevar del Magisterio de siempre, anterior a 1962, y vivir el Culto Católico de siempre, anterior al II Concilio Vaticano.
SANTÍSIMA TRINIDAD Y MISIÓN: Ahora PROSELITISMO FANÁTICO
Vemos que la proclamación por Cristo de la Revelación de la Santísima Trinidad en el Evangelio de hoy, va unida al Mandato de la Misión de la Iglesia a convertir al mundo a la Fe cristiana.
La Iglesia siempre lo supo, y lo sigue sabiendo en sus miembros fieles. Pero la teología modernista de Rhaner principalmente, dejó de saberlo. Luego fue seguido por personalistas, y digamos también que esta claudicación de la misión de la Iglesia, quedó plasmada en los textos del II Concilio. En DH se acepta la abdicación de la instauración del Reino sociopolítico de Cristo en el mundo, aceptando la Libertad Religiosa liberal-masónical-laicista, la bota del Estado liberal laicista masónico sobre la Iglesia; poniendo a esta bajo él, en pie de igualdad con otras cosmovisiones adámicas erróneas, en un indiferentismo inédito en el Magisterio de la Iglesia.
Sabemos que Rhaner sostiene una redención intrínseca a la naturaleza humana, que en realidad no requiere de la Gracia sobrenatural, divina, y de la libertad personal para elegir a Dios y seguirlo, ni de la negación de sí mismo, ni de tomar la cruz…ni de nada... La Encarnación habría impreso en la naturaleza misma inmanente del hombre la Redención, que ya no es, obviamente, en estas condiciones, una elección meritoria basada y precedida en la Gracia sobrenatural de Dios y consolidada con los Sacramentos de la Iglesia. Es ahora una especie de gratuidad obligatoria. Todos los hombres, por el hecho de serlo, están redimidos y son cristianos anónimos. No necesitan al fin y al cabo de aquel mandato y la misión de la Iglesia: no necesitan predicación, ni fe, ni Sacramentos, ni Iglesia, ni de Cristo al fin y al cabo….Todos están redimidos por la redención endógena a su propia naturaleza humana…
Con esto queda aniquilada la misión de la Iglesia, y es obvio el fruto de apostasía y caída de vocaciones sacerdotales y religiosas que produjo esto.
Por otro lado, aquellos textos teológicos que hablan del germen del Verbo en otras culturas, malentendiendo el significado que los Santos Padres le habían dado, dieron también un golpe de gracia a la misión de la Iglesia.
Si ya las culturas adámicas tienen el Germen del Verbo en ellas mismas, para que atacarlas con nuestra cultura y forma de vida? Solo hay que dejar al bon sauvage que se desarrolle libremente sin coaccionarlo…
Hoy vemos los frutos maduros de apostasía de todo esto.
Por esto también, no nos asombremos del irenismo desaforado del Papa Francisco, que califica a la misión de Proselitismo, peyorativamente, y aún ha proferido explícitamente que los judíos no necesitan convertirse a Cristo: es mas ha dicho que Dios no es católico…
Estas increíbles afirmaciones, o sus cauces precedentes, vienen, entonces, de antes, del II Concilio, sus ambigüedades -que dieron pie a ulteriores y calamitosas interpretaciones- y los hechos y dichos de sus Papas.
RECUPERAR
LA VERDADERA FE CON CENTRO EN LA SANTÍSIMA TRINIDAD
El imperativo del bautizado
fiel que busca la Verdad es creer el Credo en su totalidad e integridad, así
como la misión práctica de Anuncio que se deriva de él. Vayamos a las fuentes
de la Tradición y el Magisterio perenne que viven e interpretan la Escritura,
para abrevar la Verdad. Resistamos, denunciemos, desechemos las nuevas
doctrinas y los nuevos evangelios, sorpresivos y novedosos, que vienen del
Enemigo. Ya nos alertó San Pablo sobre esto.
Quien predique un nuevo Evangelio, sea anatema!
A la Santísima Trinidad, que
fulge eternamente, sea la Gloria por los siglos de los siglos.
NOTAS
1) http://rinconliturgico.blogspot.com/2011/06/fiesta-de-la-santisima-trinidad.html
2) http://www.fsspx-sudamerica.org/sites/sspx/files/36.trinidad.pdf
3) Pag 97: https://radiocristiandad.files.wordpress.com/2017/12/re-a124-el-evangelio-de-jesucristo-pe-castellani.pdf
4) CONCILIO VATICANO I: CAP. IV. FE Y RAZÓN: http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/pt/lem.htm
5) Fe y Razón, El Conocimiento de Dios: http://www.infocatolica.com/blog/razones.php/1401131058-el-conocimiento-de-dios
6) MISTERIOSISMO: http://www.infocatolica.com/blog/mirada.php/1904220255-349-misteriosismo-exagerado
Hoy en día los neocatólicos conciliares no saben que profesan un mix de modernismo-existencialismo-sentimentalismo-pacifismo new age-corrección política nuevo orden mundial.....Apocalíptico.
ResponderEliminarExacto. Creen que creen. Creen que creen en Cristo.
EliminarDefendamos la Tradicón Católica
ResponderEliminarModestamente, en eso estamos amigo.
EliminarEl Ecumenismo irenista indiferentista conciliar puso en crisis hasta la Santísima Trinidad. Nada sagrado se sustrajo a la marea de la "reconciliación" y fusión con el mundo...
ResponderEliminarAsí es. El II Concilio es un alud de apostasía, con apariencia de dulce piedad y aggiornamiento.
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