Si, inverosímilmente, la Iglesia de Cristo, no ontológicamente, porque es divina, sino en cuanto a su estructura clerical con poder en este período que pasará, se adhiere suicidamente, con buenismo y falsa inocencia traidora y trágica, al plan del Enemigo para destruirla; con pátina de actualización, modernización, evolución.
Acepta todas las nuevas ideas deconstructivas revolucionarias (nominalismo, existencialismo, subjetivismo, irracionalismo, agnosticismo..) y pretende fusionar la Verdad revelada con esas deletéreas filosofías.
Acepta el meollo de la Revolución: renegar del Ser, de la Ley Natural, de la naturaleza de las cosas. Renegar de Dios al fin y al cabo. A partir de ese reniego y deconstrucción, pretende recrearse ya sin Cristo y su Verdad, en concomitancia y afinidad al Mundo enemigo.
Por si fuera poco, grita a los cuatro vientos que ya dejará de corregir los errores; porque ha llegado una nueva era: la Era de la Misericordia.
Ya no alertará sobre el Mal: no quiere ser profeta de desgracias.
Ahora los hombres se dan cuenta solos de los errores graves....Oh Pelagio!
El resultado, el fruto de apostasía, confusión, vergûenza de Cristo y del pasado glorioso, afeminamiento, degeneración, y una autodestrucción sistemática realmente asombrosa, lo vemos hoy.
La Iglesia en este período trágico, Sardes y Laodicea, vomitiva para el Señor, se ha avergonzado de Él; se ha adherido al Mysterium Iniquitatis, satisfecha y optimista.
Ahora se comprende el asombro estupefacto de Juan Apokalepta al contemplar a la Gran Ramera escatológica.
Pero sabemos que la Iglesia renacerá después de la purificación.
Todas las cosas cooperan para bien de los que aman a Dios.
Un Resto Fiel siempre persiste: en él está la Iglesia.
Se salvarán los que se deban salvar. Se perderán los que se deban perder.
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