lunes, 29 de julio de 2019

SANTA MARTA, VIRGEN III CLASE

 Marta era hermana de María (a la que se suele identificar con María Magdalena) y de Lázaro. Con ellos vivía en Betania, pequeña población distante unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos. El Salvador había vivido en Galilea al principio de su ministerio público, pero al tercer año de su predicación se trasladó a Judea y acostumbraba entonces visitar, en Betania a sus tres discípulos que, tal vez, habían cambiado también su morada galilea por la de Judea para estar más cerca de El. San Juan nos dice que "Jesús amaba a Marta y a su hermana María y a Lázaro." Según parece, Marta era mayor que María, pues se encargaba de la dirección de la casa. San Lucas refiere que, cuando el Señor iba a Betania, Marta le atendía con gran solicitud y se afanaba mucho por servirle, en tanto que María se sentaba simplemente a los pies del Maestro a escucharle.
Sin duda que Marta amaba tanto a Jesús que todo lo que hacía para atenderle le parecía poco y hubiese querido que todos los hombres empleasen las manos, los pies, el corazón y todos los sentidos y facultades en el servicio del Creador del mundo que se había hecho hombre. Por eso, Marta pidió al Salvador que reconviniese a María para que la ayudara. Nuestro Señor se complacía ciertamente en el afecto y devoción que le profesaba Marta, pero encontró más digno de alabanza el celo tranquilo con que María se consagraba a la única cosa realmente importante, que es la atención del alma en Dios: "Marta, Marta", le dijo, "te afanas en muchas cosas, cuando sólo una es necesaria. María ha elegido la mejor parte..." En la vida activa, el alma se dispersa con frecuencia y pierde de vista el fin; en cambio, en la vida contemplativa se concentra en Dios y se une a El por la adoración y el amor. La vida contemplativa es una especie de noviciado del cielo, pues la contemplación es la ocupación de los bienaventurados del paraíso. Por ello, Cristo alabó la elección de María y afirmó que nunca cesaría en la contemplación y todavía añadió: "sólo una cosa es necesaria." Eso significa que la salvación eterna debe ser nuestra única preocupación.
Luc. 10:38-42; Juan 11 y 12:1-2. Según la leyenda de la Provenza (cf. nuestro artículo sobre Santa María Magdalena, 22 de julio), Marta fue con su hermana a Francia y evangelizó Tarascón. Ahí se encontraron en 1187 sus pretendidas reliquias, que todavía seveneran en su santuario. Casi todos los datos de la nota del 22 de julio se aplican a Santa Marta y a su viaje a Tarascón.



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