IV DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
II clase, verde
Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
PROEMIO LITURGICO
El evangelio de la pesca milagrosa es el símbolo de las conquistas de la
Iglesia y la realización de la palabra de Jesús a san Pedro: En adelante, serás
pescador de hombres.
En la misa domina la idea de la confianza en Dios en medio de las luchas
y sufrimientos de esta vida. San Pablo nos recuerda que estas luchas y
sufrimientos no son más que temporales; están ligados a la condición de espera,
que es la nuestra y la de toda la creación con nosotros, hasta el día señalado
para la plena manifestación de la gloria de los hijos de Dios.
Mientras tanto viene el Señor en nuestra ayuda, nos atrae a si, nos
sostiene, nos perdona y nos levanta.
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El Introito claramente nos manifiesta que el Señor es nuestra luz,
nuestro guía, nuestra defensa. Si el Señor es mi protector, ¿qué enemigo podrá
atemorizarme, ni qué peligro podrá hacerme temblar? De El podemos esperar
todos los bienes y principalmente la paz, como le pedimos en la Colecta. Ni
todas las penas que esta vida, ni todas las tribulaciones deben ser suficientes
para impedirnos esta paz, pues ellas, como nos enseña la Epístola, nada son en
comparación de la futura gloria que esperamos
El amor de Dios sigue revelándonos sus delicadezas. El mundo se nos
presenta con la imagen de un mar lleno de tormenta y peligros. Estamos salvos
-pensamiento de la Pascua- pero el enemigo, envidioso de nuestra felicidad, se
esfuerza por perdernos de nuevo. No debemos desalentarnos. En medio de todas
las luchas, la Providencia de Dios vigila sobre nosotros. Este es el pensamiento
dominante de la liturgia de hoy. Para que nuestra confianza en Jesús más y más
en nuestros corazones, no olvidemos que si nuestras obras van sostenidas con el
auxilio del divino Maestro, no podrán menos de ser muy fructuosas, como nos lo
predica el Evangelio (1)
LA CONFIANZA EN DIOS en medio de las luchas y trabajos de toda la vida
es el pensamiento dominante de la misa de hoy, y de la historia de David leída
hoy en el Breviario, y un episodio de la vida de San Pedro, cuya fiesta no está
lejos. Estos dos elementos tan diversos son tal vez los que han inspirado la
elección de las diferentes piezas de esta Misa*. Al reprobar Dios a Saúl, dijo a Samuel que
ungiese como rey de Israel al hijo más joven de José. Ungióle, en efecto,
Samuel, y desde aquel día el Espíritu Santo pasó a David, abandonando a Saúl.
Arreció entonces la guerra contra los Filisteos, apareciendo entre ellos un
gigante llamado Goliat, que con altanería desafiaba al pueblo de Dios, diciendo:
“Esclavos de Saúl, escogeos un campeón que venga a medirse conmigo”. Y David,
llevando por toda armadura un garrote y una honda, se enfrentó con el gigante.
Este, al ver al rapazuelo le dijo: “¿Pero tú te has creído que soy yo algún
perro, para que vengas a mí con garrote?” y le maldijo por todos sus dioses.
“Vengo a tí, respondió David, en nombre del Dios de Israel que tú has
insultado; hoy mismo sabrá toda la tierra que Dios no salva ni por la espada ni
por la lanza; Él es el dueño de la guerra, y da la victoria a quien le place.”
Precipitóse entonces el gigante sobre David; pero éste le asestó con su honda
uno de los cinco guijarros cogidos del vecino torrente, y dándole en la cabeza,
derribó por tierra al coloso cubierto de hierro, sin que pudiera servirle de
nada su enorme lanza. Entonces David se acercó al gigante ya exánime, y
cortándole a cercén la cabeza, llevósela al rey Saúl, cesando así el pavor y
espanto de su pueblo. Con esto los filisteos consternados hubieron de declararse
vencidos, y cesaron por entonces de hostilizar al Pueblo escogido de Dios. Esos
cuarenta días de lucha son una imagen de la presente vida, durante la cual, el
pueblo cristiano tiene siempre que combatir contra Goliat y su ejército, o sea,
contra el demonio y sus ángeles malos. Y con todo, este pueblo no podría salir
vencedor si el verdadero David, que es Cristo, no se hubiese enfrentado con el
demonio, llevando también el báculo de su pesada cruz. Y le asestó el tiro en
la frente, precisamente porque no llevaba en ella estampada la señal de la
Cruz. (San Agustín, 2º Noct.) La armada de Israel es la Iglesia que sufre
humillaciones y vejaciones de sus enemigos. Gime ésta en espera de su
liberación (Ep.) y pide al Señor que es la fortaleza de los desgraciados en el
tiempo de la persecución (Alel.), al Señor que es su refugio y su libertador
(Com.), que venga en su ayuda, no sea
que el enemigo pueda decir ufano: “He podido más que ella”. “¡Ven Dios mío, en
mi auxilio, y líbrame por el honor de tu nombre!” (Grad.) El Señor es mi
salvador; luego ¿qué puedo yo temer?... (Int.) Viviré en la paz más cumplida y
serviré a mi Dios con alegría (Or.). El mismo evangelio de hoy concurre a
realzar esta idea madre de la liturgia en este Domingo. Vemos a Pedro pescando
en su barca, y a ésta, no a la de los otros apóstoles, sube Jesús para predicar.
Esta barca, llena de peces y bamboleada a merced de las olas, figura la Iglesia
Santa de Dios, perseguida sin tregua desde su misma cuna, pero flotando siempre
porque en ella está el que tiene poder sobre todos los huracanes y sobre todas
las potestades humanas e infernales. “Hay peligro cuando hay poca fe; pero en
la Iglesia reina la seguridad, porque el amor es perfecto” (San Ambrosio, 3
Noct.)
Todos los Apóstoles recibieron la misión de ser pescadores de hombres,
pero más todavía Pedro. Él es el principal encargado de librar a los hombres de
los oleajes de este mundo, en que tanto peligran sus almas. Por eso los
decretos de los Sumos Pontífices, sucesores suyos, van todavía sellados con el
anillo del Pescador*.
* El bautismo está también representado en las catacumbas por un
pescador que extrae un pez del agua.
.(2) (* Por eso a este Domingo lo llama el Evangeliario de Wurzburgo
“Dominica ante natalem Apostolorum”.)
TEXTOS DE LA MISA
Introito.
Salm.26,2,3.- EL Señor es mi luz y
mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el defensor de mi vida, ¿de quién
temblaré? Son mis adversarios y mis enemigos los que tropiezan y caen. Salmo.- Aunque se enfrenten
ejércitos contra mí, no temerá corazón. V/. Gloria.
Colecta.- La sublime y santa
devoción de la iglesia teme la guerra y el desorden; pide, pues, a Dios,
moderador de todas las cosas, la paz, necesaria a las almas para bien
servirle.
Concédenos, Señor, te suplicamos, que sea dirigida por el orden de tu
providencia la marcha del mundo; y que tu Iglesia se alegre en tu servicio con
la tranquilidad. Por nuestro Señor.
Epístola. Rom.8.18-23.-
Hermanos Creo que los sufrimientos de la presente vida no son
comparables con la gloria, que ha de manifestarse en nosotros. Así la creación
ansía la manifestación de los hijos de Dios. Sujeta a la vanidad, no de grado,
sino por causa de aquél que la sujetó, espera también ella ser redimida de esa
servidumbre de la corrupción, para conocer la gloriosa libertad de los hijos de
Dios. Porque sabemos que hasta ahora toda la creación gime como con dolores de
parto. Y no sólo ella, sino también nosotros, que tenemos ya las primicias del
Espíritu Santo, suspiramos de lo íntimo del corazón, aguardando el efecto de la
adopción de los hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo, en Jesucristo
Señor nuestro.
Gradual. Salm.78.9,10.- Perdona, Señor,
nuestros pecados, para que no digan las gentes: ¿Dónde está su Dios? V/. Ayúdanos, ¡oh Dios!,
salvador nuestro: líbranos, Señor, por la honra de tu nombre.
Aleluya,
aleluya.
Salm. 9.5.10.- V/. ¡Oh Dios!, que estás
sentado sobre tu trono y juzgas con rectitud; sé refugio de los pobres en la
tribulación. Aleluya.
Evangelio. Luc. 5.1-11
En aquel tiempo: Hallábase Jesús junto al lago, de Genesaret, apretujado
por la turba que oía la palabra de Dios, y vio dos barcas a la orilla del lago,
cuyos pescadores habían bajado y lavaban las redes. Subiendo, pues a una de
ellas, que era de Simón, pidióle la desviase un poco de la orilla. Y sentándose
dentro, instruía a las turbas .Acabada la plática, dijo a Simón: Guía mar
adentro, y echad vuestras redes para pescar. Replicóle Simón: Maestro, toda la
noche hemos estado fatigándonos, y nada hemos pescado; no obstante, fiado en tu
palabra, echaré la red. Y habiéndolo hecho, recogieron tan gran cantidad de
peces que la red se rompía. Por lo cual hicieron señas a sus compañeros de la
otra barca, de que viniesen a ayudarles. Vinieron luego, y llenaron con tantos
peces las dos barcas, que poco faltó para que se hundiesen. Viendo esto Simón
Pedro, echóse a los pies de Jesús, diciendo: ¡Apártate de mi, Señor, que soy un
hombre pecador! y es que el asombro se había apoderado de él, como de todos los
demás que con él estaban, en vista de la pesca que acababan de hacer. Lo
mismo sucedía a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo y compañeros de
Simón. Entonces dijo Jesús a Simón: No temas; de hoy en adelante serás pescador
de hombres. Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejaron todo y le siguieron.
Ofertorio. Salm.12,4-5.- Alumbra mis ojos,
para que no duerma jamás en la muerte; no diga mi enemigo: He podido más que
él!
Secreta.- Aplácate,
Señor, al recibir nuestras ofrendas; y fuerza bondadoso nuestras rebeldes
voluntades a que vayan a ti. Por nuestro Señor Jesucristo.
Prefacio
de la Santísima Trinidad.- En verdad es digno y justo, equitativo y
saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente
y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo
Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la
trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu
gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni
distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad,
adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad
en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines:
los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz.
Comunión. Salm.17.34.- EL Señor es mi firme
apoyo, mi refugio y mi libertador; mi Dios y mi auxiliador.
Poscomunión.- Purifíquennos,
Señor, los santos misterios que acabamos de recibir y defiéndannos con su
eficacia. Por N.S.
TEXTOS EN LATÍN: http://www.rosarychurch.net/latin/pent04.html
COMENTARIO
COMENTARIO
DEL PADRE CASTELLANI
Como habitualmente, reproducimos el comentario del Padre Castellani a este Domingo (3); luego intentaremos algunas consideraciones sobre esta Palabra y su aplicación en la realidad histórica de los últimos tiempos (no es el aterrizamiento progremodernista)…
DOMINGO CUARTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS [Lc 5, 1-11]
La Pesca Milagrosa es un milagro repetido, lo mismo que la Multiplicación de los Panes y la Echada de los Mercaderes del Templo. Cuando Cristo repita el mismo gesto, eso tiene misterio; y la segunda vez no significa lo mismo que la primera; porque de no, bastaba la primera. Este milagro significa el poder de Dios sobre los animales irracionales... y los racionales. La Primera Pesca Milagrosa está junto con la Segunda Llamada de los Apóstoles (la llamada a ser Apóstoles y no ya meros creyentes) y la segunda “ricapesca” –como traduce Lutero– está después de la Resurrección en la penúltima –y no en la última, como dice Lagrange– aparición de Jesús: la última, antes de la Ascensión; junto con la confirmación de Pedro, pecador contrito, como jefe de la Iglesia: “Apacienta mis ovejas”. Los milagros de Cristo tuvieron por fin mostrar Su poder, que es el poder de Dios: son la confirmación divina de lo que Él enseñó. Cristo mostró su poder sobre las cosas inanimadas ( caminó sobre las aguas), sobre los productos del hombre (multiplicó el pan y el vino), sobre las plantas (secó la higuera maldita), sobre los animales (en este caso) y también sobre el cuerpo humano (curó enfermos), sobre los demonios (los exorcizó y dominó) y sobre la Muerte, el gran conquistador del género humano, como la llamó el poeta Schiller, “der Erobner”, resucitando tres muertos y resucitando El mismo. Pero ninguno de estos poderes podían hacer impresión tan inmediata sobre los Apóstoles, pescadores de profesión, como su poder sobre los peces: bicho que no tiene rey. Así, por ejemplo, usted puede ser el matemático, literato o filósofo más grande del mundo y su mujer de usted no se asombrará; pero si un día llega a mostrarle que sabe más que ella de cocina, se quedará impresionadísima. Y así Simón Pedro hijo de Juan se impresionó como nunca en su vida y sintió el pavor de la divinidad delante de Él: que eso significa claramente su extraño grito: “¡Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador!”. Bueno, si era pecador, tenía que decir lo contrario: “¡Acércate a mí, Señor, salud de los pecadores!”, comenta Maldonado con bastante simpleza. No se trataba allí de devoterías, y San Pedro no era una beata. “No temas: desde hoy yo te haré ser pescador de hombres.” Hay un sentimiento profundo y primordial en el ser humano, consistente en que, delante de lo infinito –es decir, de lo divino– el hombre se queda chato. Los que han estado en una tempestad en el mar o en la cumbre de una alta montaña lo conocen; y machos otros, además. Es el sentimiento que los ingleses llaman awe y que no tiene nombre en castellano: la palabra reverencia, que en latín equivale a awe y significa temer el doble (revereor) se ha gastado y no significa más temor al doble. Eso lo llaman hoy sentimiento de inferioridad, de indigencia o de anonadamiento; y constituye el fondo del sentimiento religioso, oh Maldonado ¿Es posible que nunca lo hayas sentido, oh ratón de biblioteca? Es lo que sintió San Pedro; sintió una sublimidad, una infinitud delante de Él; y se espantó. Y era para espantarse, porque en seguida Cristo le dijo que lo iba a hacer “pescador de hombres”. “Y enseguida, llevadas las canoas a la ribera, y abandonando allí todo, lo siguieron.” Algún tiempo después tras una noche de oración, bajó Cristo del Monte, se sentó entre ellos, y señalándolos y nombrándolos uno por uno, designó a los Doce. Hoy día todos somos “Apóstoles”, de labios afuera. Ser apóstol es difícil, es tremendo: pide muchas etapas y son pocos los verdaderos. En la segunda pesca, Pedro no se espantó, Cristo resucitado apareció en un fiordo del Lago, haciéndose el forastero; y les gritó: “Muchachos ¿habéis pescado?”. Era demasiado evidente que no habían pescado nada en toda la noche, y así lo reconocieron bruscamente. Sucedió la otra pesca milagrosa, después de la instrucción del forastero: “Echad a estribor.” San Juan reconoció a Cristo y advirtió a San Pedro: “Es el Señor.” San Pedro, “que estaba desnudo, se puso la túnica y se tiró a nado”, dice la Vulgata latina; por donde se ve que el traductor de la Vulgata, a pesar de ser dálmata, no sabía nadar: no se puede nadar con una túnica. San Pedro estaba en traje de gimnasta –que es la palabra del texto griego: “éen gar gimnós”– es decir, en zaragüelles o shorts, como dicen ahora; y lo que hizo fue ceñírselos fuertemente (“se ciñó”, dice el griego) porque el agua es una gran quitadora de zaragüelles, si uno se descuida. San Pedro, pues, se pasó un cinturón sobre la vestidura sumaria que tenía para el trabajo. En esta ocasión después que comieron juntos, y después de preguntarle solemnemente tres veces si lo amaba más que los otros Cristo le dijo también por tres veces delante de todos: “Pastorea mis ovejas”, y le predijo su martirio. Este doble milagro significa pues con toda claridad el milagro moral de la Iglesia. Mas la primera pesca representa la Iglesia en este mundo; y la segunda, la Iglesia de la Resurrección, la Iglesia Triunfante. Y así todas las diferencias entre los dos milagros apuntan a ese sentido: en la primera, Cristo no les dice: “Echad a la derecha”, como en la segunda: la derecha siendo la señal de los elegidos en la parábola del Juicio Final; en la primera se rompen las redes y en la segunda no; en la primera llenan los botes con la pesca y en la segunda la arrastran a tierra firme; en la primera Pedro se espanta y en la segunda salta al agua apresuradamente para ir a Cristo; en la primera no se cuentan los peces y en la segunda Cristo les manda contarlos muy cuidadosamente, rechazando los chicos; y el resultado son 153 peces grandes. Finalmente, la primera tiene lugar al comienzo del ministerio eclesiástico de Cristo; y la segunda a la vista de Cristo resucitado. Y Cristo no está más en la barquilla: está en la ribera. En ningún otro Evangelio los símbolos son tan claros como en éste: la derecha es el lugar de los elegidos, ya lo hemos dicho; el romperse las redes significa las herejías y cismas que acompañan a la Iglesia en este mundo; la tierra firme en contraposición al mar significa siempre en los profetas lo divino con respecto a lo terrenal, la religión contrapuesta al mundo; el contar los peces significa el juicio y la elección; e incluso el número 153 significa algo. De modo que los pescadores de hombres pescarán dos veces: una durante la duración de este mundo y otra al final de él; la primera pesca llenará la barquilla de Pedro, la segunda el convite de la bienaventuranza y eso por virtud de lo Alto y no por virtud humana, porque “sin Mí nada podéis”; las dos pescas son milagrosas. Cristo figuró siempre en sus parábolas la alegría de la vida bienaventurada como un convite; y en efecto, allí al llegar a las márgenes del fiordo (la desembocadura del arroyo Hammán, según se cree) les tenía preparado un almuerzo no por modesto menos alegre; había un pez asado al fuego, pan y miel; y había sobre todo la presencia gloriosa del Maestro amado. Los ciento cincuenta y tres peces grandes resultaron pues un lujo. No dice el Evangelio que los tiraron de nuevo al mar; pero bien puede ser que hayan seguido a Cristo olvidados de todo y “abandonándolo todo”, como la primera vez –yo, conque Dios me dé en el cielo “olvidarlo todo”, me doy por satisfecho. ¡Qué convite de bodas! Dormir es lo que necesito–. ¿Es esto que hemos hecho con estos dos evangelios paralelos una alegoría? No es una alegoría, no es el sentido alegórico que llaman. Es el segundo sentido literal: o sea el sentido religioso, místico o anagógico, como dicen los pedantes. En la Encíclica Divino Afflante Spiritu, S. S. Pío XII recomienda mucho a los exégetas que busquen el sentido literal; y que sobre él, como es obvio, funden todos los demás; y los previene y desanima contra la “alegoría” o “sentido traslaticio”, como allí se llama; de la cual abusaron bastante, conforme al gasto de su época, que no es el nuestro, los exégetas antiguos. Para dar un ejemplo de estos diversos sentidos de la Escritura, legítimos en sí mismos pero subordinados entre sí, sirva este evangelio: en afecto, San Agustín interpretó alegóricamente el número 153; y San Jerónimo en el sentido literal segundo. ¿Quiere decir algo ese número? Ciertamente; porque no de balde Cristo hizo numerar los peces, y el Evangelista lo escribió. ¿Qué quiere decir? San Agustín nota que 153 es igual a la suma de todos los números enteros de uno hasta diecisiete; y el número diecisiete se descompone en diez más siete: diez significa los Preceptos del Decálogo y siete los donas del Espíritu Santo: he aquí juntas la Ley Antigua y la Nueva. Esta alegoría matemática es muy ingeniosa, pero si Cristo hubiera querido dar a entender eso, los Apóstoles se hubiesen quedado en ayunas; y todos los cristianos hasta el sigla IV; y los demás, también. San Jerónimo, que estaba en Palestina en el mismo tiempo en que San Agustín profería su sermón N° 251 –el más hermoso de sus sermones– descubrió el acertijo quizá por un casual: averiguó que los pescadores palestinenses creían que 153 especies diversas de peces existían y nada más; y parece que esta creencia era general, puesto que Jerónimo cita como autoridad sobre ella a Oppiano de Cilicia, poeta que vivió 180 años después de Cristo. De ese modo, el símbolo era transparente, aun para los Apóstoles; significaba que en el Reino de los Cielos habría hombres de todas las especies –y hay una repetición del mismo símbolo en la visión que tuvo San Pedro en Joppe en el mismo sentido–, judíos y gentiles, orientales y occidentales, chinos y franceses, blancos y mulatos, inocentes y pecadores, empleados públicos y vendedores ambulantes de ojos artificiales; e incluso algún ex ladrón y alguna ex prostituta: excepto solamente los usureros y los politiqueros, gracias a Dios. Ésos, aunque solemos llamarlos pejes, son sapos y culebras en realidad –esto último es sentido alegórico; y no lo inventó San Agustín, sino yo–. “Los hechos del Verbo también son verbos”, dice San Ambrosio: los milagros de Cristo, además de ser un beneficio a sus receptores son también y muy principalmente un símbolo, una parábola en acción: “uno eodemque sermone, dum narrat gestum, prodit mysterium”, dice Gregorio el Magno. De modo que este doble milagro, al mismo tiempo que significa el poder de Cristo sobre los animales, es también signo de la Iglesia en sus dos estados: Militante y Triunfante; y de la bienaventuranza. ¡Dichoso pues el que sea pescado de esa suerte y sea sacado de las tinieblas a la luz; y de animal salvaje se convierta en manjar sabroso, asado por el fuego de la tribulación, aderezado con la miel de la gracia divina, digno de la mesa de Dios! (Hasta acá Castellani) (3)
SANTOS
PADRES SOBRE PUNTOS DEL EVANGELIO DE HOY
Y aconteció que se agolpaban las gentes hacia El, para oír la palabra de Dios, y El estaba a la orilla del lago de Genesaret. Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago: y los pescadores habían saltado a tierra, y lavaban sus redes. Y entrando en una de estas barcas, que era de Simón, rogó que la apartase un poco de tierra. Y estando sentado, enseñaba al pueblo desde la barquilla. (vv. 1-4)
San Ambrosio, in Lucam lib 4
Cuando Jesús hubo dispensado la salud a varias clases de enfermos, y ni el tiempo ni el lugar detenía a las turbas deseosas de salud, declinó la tarde. Y le seguían. Un lago les disputa el paso, y le rodeaban por todas partes; por ello se dice: "Y aconteció que agolpándose las turbas hacia El", etc.
Crisóstomo
Estaban unidos a El, lo amaban, lo admiraban, y deseaban tenerlo siempre consigo. ¿Quién se separaría de El cuando hacía tales milagros? ¿Quien no querría ver aquel rostro y aquella boca que decía tales cosas? No sólo era admirable cuando hacía milagros, sino que su solo aspecto abundaba en gracia de una manera extraordinaria. Por lo que cuando hablaba le oían con el mayor silencio, y nunca interrumpían su discurso; por esto se dice: "Y acudían a El para oír la palabra de Dios", etc. Prosigue: "Y El estaba a la orilla del lago de Genesareth".
Beda
Aseguran que el lago de Genesareth era el mismo mar de Tiberíades, y que tomó el nombre de mar de Galilea en atención a la provincia que le rodeaba. Genesareth se llama también porque este mar se parece a un lago (que encrespando sus olas parecía que él mismo era quien se agitaba), y en griego quiere decir que engendra la brisa. Sus aguas, en vez de ser tranquilas como las de los lagos, son frecuentemente agitadas por los vientos; son dulces y buenas para beber. Pero en la lengua hebrea se acostumbró a designar con el nombre de mar a toda reunión de aguas, sean dulces o saladas.
Teofilacto
El Señor huye de la gloria, cuanto más ella le persigue, y por ello, separándose de las turbas, entró en la barca. De donde prosigue: "Y vio dos barcos que estaban a la orilla del lago. Y los pescadores habían saltado en tierra, y lavaban sus redes".
Crisóstomo
Lo cual era señal de descanso. Pero, según San Marcos, los encontró remendando sus redes. Tanta era la pobreza de aquellos pescadores que remendaban sus redes, no pudiendo comprar otras. Queriendo reunir oportunamente a toda la concurrencia, y que nadie se quedase a su espalda, y con el fin de que todos le viesen cara a cara, subió en el barco. Por esto dice: "Y entrando en una nave que era de Simón, le rogó", etc.
Teofilacto
He aquí la mansedumbre de Jesucristo, que ruega a Pedro; y la obediencia de Pedro, en todo.
Crisóstomo
Después que hizo tantos milagros, expone de nuevo su doctrina; y encontrándose en el mar, pesca a los que están en tierra. Y de aquí prosigue: "Y estando sentado, enseñaba al pueblo desde la navecilla".
San Gregorio Nacianceno, hom. de repudio
Condescendiendo con todos, a fin de sacar al pez del abismo, esto es, al hombre que nada en las cosas móviles y en las amargas tempestades de esta vida.
Beda
Místicamente hablando, las dos naves representan al pueblo judío y gentil, los cuales vio el Señor, porque conoce quiénes son los suyos en uno y otro pueblo; y al verlos -esto es, visitándolos con su misericordia-, los conduce a la playa tranquila de la vida futura. Los pescadores son los doctores de la Iglesia, que nos pescan con la red de la fe, y -como a la playa- nos conducen a la tierra de los vivos. Pero estas redes unas veces se tienden a la pesca, otras veces se lavan para plegarlas, porque no todo el tiempo es propicio para la predicación, sino que el Doctor debe hablar unas veces y otras ocuparse de sí mismo. La nave de Simón es la Iglesia primitiva, de quien dice San Pablo: "El que hizo a Pedro Apóstol de los circuncisos" ( Gál 2,8). Se dice bien: una barca, porque la multitud de los creyentes tenía sólo un corazón y una alma ( Hch 4,32).
San Agustín, de quaest evang. 2, 2
Desde la cual enseñaba a las turbas; porque enseña a las gentes con la autoridad de la Iglesia. Y en cuanto a lo que dice, que subiendo el Señor al barco suplicó a San Pedro que le separase un poco de la tierra, da a entender que se debe predicar a las gentes con moderación; ni mandándoles lo terreno, ni apartándolos de la tierra a lo profundo de los misterios. También quiere decir que debe predicarse primero a las gentes que están más cerca. Después dice: "Entra más adentro" manda predicar a las naciones más remotas.
San Cirilo
Trayendo a la memoria todos los pecados que había cometido, (Pedro) tiembla
y se estremece, como sucede generalmente que el que está manchado no cree que
pueda ser aceptable delante del que está limpio. Sabía por la ley -o había
aprendido por la ley-, que debe distinguirse entre el bueno y el malo.
San Ambrosio
Di tú también: Señor, apártate de mí, porque soy un hombre pecador, para
que Dios responda: "No temas". Debemos confesar nuestros pecados al
Señor para que nos trate con indulgencia. Ve cuán bueno es el Señor, cuando
concede a los hombres el gran poder de vivificar. Prosigue: "De aquí en
adelante serás pescador de hombres".
Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: "Entra más adentro, y soltad vuestras redes para pescar". Y respondiendo Simón, le dijo: "Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber cogido nada; mas en tu palabra soltaré la red". Y cuando esto hubieron hecho, cogieron un tan crecido número de peces, que se rompía su red. E hicieron señas a sus compañeros, que estaban en el otro barco, para que viniesen a ayudarlos. Y vinieron, y de tal modo llenaron los barcos, que casi se sumergían. (vv. 5-7)
San Cirilo
Después que había enseñado bastante al pueblo, vuelve otra vez a sus obras admirables; y por medio del oficio de pescador, pesca a sus discípulos. De donde prosigue: "Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: Entra más adentro, y soltad vuestras redes para pescar".
Crisóstomo
Acomodándose a las circunstancias de los hombres, así como llamó a los magos por medio de una estrella, llama ahora a los pescadores por medio del arte de pescar.
Teofilacto
San Pedro no tardó en obedecer, y por esto prosigue: "Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber cogido nada". No añadió, pues: No te obedeceré, ni me expondré a trabajar por segunda vez en vano; sino que añade: "Mas en tu palabra soltaré la red". Y como el Señor había instruido las turbas desde el barco, no dejó sin recompensa a su dueño dispensándole beneficios de dos maneras: primero, dándole multitud de peces, y después, haciéndolo su discípulo; por lo que sigue: "Y cuando esto hubieron hecho, cogieron una copiosa multitud de peces", etc. Cogió tantos peces, que no pudo sacarlos afuera, sino que tuvo que pedir auxilio a sus compañeros que estaban en otro barco, para que viniesen. Los llama por señas, porque no podía hablar asombrado por la gran cantidad de peces que había cogido; y aquéllos le prestaron su auxilio, porque dice: "Y vinieron, y de tal manera llenaron las dos barcas", etc.
San Agustín, De cons Evang., 2, 9
San Juan parece contar el mismo milagro 1; pero es otro muy distinto, y que se verificó después de la resurrección del Señor en el mar de Tiberíades. No solamente se diferencian estos dos prodigios en cuanto al tiempo, sino también en cuanto a la misma cosa. Porque en el milagro que refiere San Juan se dice que arrojó la red a la derecha, y sacó ciento cincuenta y tres peces; grandes en verdad, y tanto, que el evangelista especificó su magnitud diciendo que, a pesar de ello, las redes no se rompieron; fijándose sin duda, en este otro prodigio que refiere San Lucas, en el que se rompían las redes, por los muchos pescados que habían cogido.
San Ambrosio
Místicamente, la barca de Pedro, que flota según San Mateo y que según San Lucas se llena de peces, figura la Iglesia flotante en su origen, y llena después hasta rebosar. No zozobra ésta que tiene a Pedro; pero fluctúa aquella que tiene a Judas: en una y otra se encuentra Pedro, pero el que permanece firme por sus virtudes es perturbado por las extrañas. Evitemos el trato con el traidor, no sea que vacilemos muchos, empujados por uno solo. Hay perturbación allí donde se encuentra poca fe; y gran seguridad donde hay perfecto amor. Ultimamente, aun cuando se manda a otros que arrojen sus redes, sólo a Pedro se le dice: "Entra más adentro"; esto es, hasta el fondo de la cuestión. ¿Qué cosa hay más elevada que conocer al Hijo de Dios? ¿Mas cuáles son las redes que se manda a los apóstoles tender sino los discursos, que como los rodeos y vueltas de las discusiones no dejan escapar a los que cogen? Los instrumentos de los apóstoles son redes de pesca que no hieren a los que cogen, sino que los reservan; y que, desde el abismo donde se agitaban, los hacen subir a lo más elevado. Dice, pues: "Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber cogido nada"; porque en realidad el fruto que ha de cogerse por medio de la predicación no depende de los hombres, sino de Dios. Los que antes nada habían cogido ahora hacen una gran pesca con la Palabra de Dios.
San Cirilo
Esto prefiguró lo que había de suceder; no trabajan en balde los predicadores de la doctrina evangélica cuando tienden sus redes, sino que aumentan siempre nuevas comunidades a la Iglesia de Dios.
San Agustín, de cuest. evang. 2, 2
Las redes que se rompían y las barcas llenas de tanta abundancia de peces, que casi se sumergían, significan que habrá en la Iglesia tal multitud de hombres carnales, que la desgarrarán con herejías, y perturbarán su paz con cismas.
Beda
Se rompe la red pero no escapa el pez, porque el Señor defiende siempre a los suyos contra los escándalos de sus perseguidores.
San Ambrosio
La otra nave es el judaísmo, de la que son elegidos San Juan y Santiago. Estos pasaron de la sinagoga a la nave de Pedro -esto es, a la Iglesia-, para que llenasen las dos naves. Todos, pues, se postran cuando se pronuncia el nombre de Jesús, ya sean judíos, ya griegos.
Beda
O la otra nave es la Iglesia de los gentiles, la cual, no siendo suficiente una nave, se llena también de peces escogidos; porque el Señor conoce quiénes son los suyos ( 2Tim 2,19), y sabe el número total de sus elegidos. Aun cuando no encontró a muchos que creyeran en El entre los judíos, sabe perfectamente quienes van a admitir la fe y van a ser premiados con la vida eterna, y busca a los suyos una colocación a propósito en otra nave, llenando también los corazones de los gentiles con la gracia de su fe. La segunda nave se llama cuando se rompe la red. Así, cuando Judas el traidor, Simón Mago, Ananías y Safira y muchos de los discípulos se retiraron, en seguida San Bernabé y San Pablo fueron agregados para el apostolado de los gentiles.
San Ambrosio
También podemos entender que la otra nave representa a otra Iglesia, pues de la única Iglesia se derivan muchas Iglesias particulares.
San Cirilo
Hace señas a sus compañeros para que le ayuden. Muchos continúan los trabajos de los apóstoles; en primer lugar aquéllos que escribieron los Evangelios; después, los que han sido constituidos en pastores y presidentes de los pueblos y en doctores de la verdadera doctrina.
Beda
Las naves de éstos se llenan con aumento cada día, y se llenarán hasta el fin del mundo. Y que después de llenas se sumergen -esto es, que son amenazadas de naufragio porque no han de ser sumergidas, aun cuando peligren-, el Apóstol lo expone, diciendo: "En los tiempos venideros habrá días peligrosos; y habrá hombres egoístas" ( 2Tim 3,1-2). Pues sumergirse las naves significa que los hombres, después que fueron elegidos por la fe, recaen en la inmoralidad del siglo.
Y cuando esto vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús diciendo: "Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador". Porque él y todos los que con él estaban quedaron atónitos de la presa de los peces que habían cogido. Y asimismo, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: "No temas; desde aquí en adelante serás pescador de los hombres". Y llevadas las barcas a tierra, lo dejaron todo, y le siguieron. (vv. 8-11)
San Ambrosio
San Pedro se admiraba de los dones de Dios; y cuanto más tenía, menos presumía. Por lo que dice: "Y cuando esto vio Simón, Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador".
San Cirilo
Trayendo a la memoria todos los pecados que había cometido, tiembla y se estremece, como sucede generalmente que el que está manchado no cree que pueda ser aceptable delante del que está limpio. Sabía por la ley -o había aprendido por la ley-, que debe distinguirse entre el bueno y el malo.
San Gregorio Niceno
Cuando mandó arrojar las redes, se cogió tanta cantidad de peces, cuanta quiso el Señor del mar y de la tierra. La palabra del divino Verbo siempre es la palabra del poder, a cuyo mandato habían nacido la luz y todas las demás criaturas en el principio del mundo. San Pedro se admira de todo esto: "Porque él, y todos los que con él estaban, quedaron atónitos", etc.
San Agustín, de cons. evang. 4, 17
No nombra a San Andrés, el cual debía estar en la misma barca, como dicen San Mateo y San Marcos. Prosigue: "Y Jesús le dijo a Simón: 'No temas'.
San Ambrosio
Di tú también: Señor, apártate de mí, porque soy un hombre pecador, para que Dios responda: "No temas". Debemos confesar nuestros pecados al Señor para que nos trate con indulgencia. Ve cuán bueno es el Señor, cuando concede a los hombres el gran poder de vivificar. Prosigue: "De aquí en adelante serás pescador de hombres".
Beda
Esto se refería a San Pedro de una manera especial, porque así como entonces cogía los peces por medio de sus redes, más adelante habría de coger a los hombres por medio de la palabra. Le da a conocer, a la vez, el orden de todo lo que había de suceder en la Iglesia -cuyo tipo era él- y que todos los días se viene verificando.
Crisóstomo
Observa también la fe y la obediencia de los apóstoles.Teniendo entre manos el trabajo de la apetecida pesca, no se detuvieron en cuanto oyeron la voz del Señor que les mandaba sino que, abandonadas todas las cosas, lo seguían. Una obediencia igual exige Jesucristo de nosotros. Y debemos dejar todas las cosas cuando nos llama, aun cuando nos apremie algo muy necesario; de donde prosigue: "Y acercadas las barcas a tierra", etc.
San Agustín, de cons. evang. 2, 17
San Mateo y San Marcos refieren cómo sucedió esto de una manera breve. San Lucas lo explica de una manera más clara; en lo cual parece que hay alguna diferencia, porque recuerda que únicamente a San Pedro dijo el Señor: "Desde aquí en adelante serás pescador de hombres", y los otros dos Evangelistas dicen que el Señor dijo esto mismo, pero a los dos hermanos. Sin embargo, pudo suceder que primero se lo dijese a San Pedro, porque se había admirado de la gran cantidad de peces que había cogido, según insinúa San Lucas, y a los dos después, lo cual contaron los dos primeros Evangelistas. También puede entenderse que primero medió lo que dijo San Lucas, porque entonces todavía no habían sido llamados por el Señor, sino que solamente se había dicho a San Pedro que sería pescador de hombres; pero no que nunca habría de pescar peces. De aquí se da a entender que aquéllos volverían a pescar peces, y que después sucedería lo que refieren San Mateo y San Marcos. Entonces no habían sacado las barcas a tierra, como con el cuidado de volver a lo mismo, sino que le siguieron, como que los llamaba o mandaba. Pero si, según San Juan, San Pedro y San Andrés habían seguido a Jesús desde las orillas del Jordán, ¿cómo dicen otros Evangelistas que los encontró en Galilea pescando, y los llamó para discípulos suyos? Pero debe entenderse que vieron al Señor junto al Jordán, sin unirse a El inseparablemente, sino que tan sólo conocieron quién era, y habiéndole admirado, se retiraron a sus lugares.
San Ambrosio
En sentido místico, diciendo: "Señor, apartaos de mi", Pedro niega que los que coge con la palabra sean su conquista y su botín. Tampoco tú temas referir a Dios lo que tienes, porque El nos ha concedido lo que era suyo.
San Agustín, De quaest. Evang. 2, 2
O de otro modo, Pedro, en representación de la Iglesia, llena de hombres pecadores, dice: "Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador"; como si la Iglesia, llena de una multitud de hombres pecadores, y casi sumergida por sus costumbres, alejase de ella en cierto modo el reino de las cosas espirituales, en las que sobresale especialmente la persona de Jesucristo. Los hombres no dicen esto con palabras a los buenos ministros del Señor para alejarlos de sí; pero, con la palabra de sus costumbres y de sus acciones, los obligan a que se separen de ellos, para no ser dirigidos por buenos, y con tanto mayor motivo cuanto que así los honran; como San Pedro figuraba su respeto, postrándose a los pies del Señor, al recordar su vida pasada, diciendo: "Señor, apartaos de mí".
Beda
Conforta el Señor el temor de los carnales, para que ninguno, temblando a causa de su conciencia culpable, o desalentado a la vista de la inocencia de otros, tema entrar en el camino de la santidad.
San Agustín, De quaest. Evang. 2, 2
El Señor, no separándose de ellos, da a entender que hombres buenos y espirituales no deben asustarse por los pecados de las turbas, ni tener la voluntad -para vivir con más seguridad y paz- de abandonar el ministerio eclesiástico. En cuanto a que sacaron los barcos a tierra y, dejando todas las cosas, lo siguieron, puede significar el fin del tiempo, en el cual los que hayan continuado unidos a Cristo se apartarán enteramente de la mar de este mundo.
SOBRE
TU PALABRA ECHARÉ LAS REDES. LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA VERDADERA.
LA
MISIÓN DE LA IGLESIA Y EL ACTIVISMO MUNDANO Y CIEGO
Hemos hablado abundantemente
los Domingos anteriores sobre el tema del Ser y el Hacer; la primacía de la
Contemplación sobre la Acción; de María sobre Marta. Hablamos sobre el
activismo, sobre la exaltación errónea de
la acción en la búsqueda del Ser, o la degradación del concepto de Ser
concebido por la filosofía y teología modernas. Hemos mencionado también la
inversión de primacías y prioridades verificadas a partir del II Concilio
Vaticano. La Pastoral sobre la Doctrina; la Pastoral exenta de Verdad. La
Praxis sobre la Verdad; inversiones típicamente marxistas pero también
existencialistas y fenomenológicas.
Hoy podemos abordar de nuevo el tema desde la
perspectiva particular del Evangelio de este Domingo.
Te haré Pescador de
hombres….
Hemos bregado toda la
noche y no pescamos nada, pero sobre tu Palabra echaré las redes…
El trabajo, la misión de la
Iglesia es pescar hombres del mar del mundo y traerlos a la tierra firme de la
Religión, de la Iglesia, de la Salvación, de Cristo. Es una metáfora un poco
fuerte o ríspida, pero la realidad que simboliza también lo es. Maravillosa y
dramática. Dios quiere salvar al hombre que está perdido: y su Iglesia tiene
que trabajar para eso. Algunos, por Gracia, se dejan pescar; y otros prefieren el mar -la perdición.
Ese trabajo de la Iglesia se
hace, se debe hacer, sobre la Palabra de Cristo, para que tenga éxito; de lo
contrario es bregar toda la noche (la historia del mundo) y no pescar nada.
Pues bien, pero que es la
Palabra? A grandes rasgos podríamos identificar esta Palabra no solo con la
Biblia, sino con la Revelación a la Iglesia, teniendo también a la Tradición
como Fuente viviente, y una instancia mas que las interpreta, garantizada por
Dios esta última libre de error en los Dogmas y Declaraciones de Doctrina Ex
Cáthedra: el Magisterio. Y digámoslo de una Tradición y Magisterio hasta 1962,
año trágico en que empiezan las contradicciones frontales con 1962 años
anteriores.
No se puede llamar Palabra
de Dios a cualquier Biblia ni a cualquier interpretación. Naturalmente
las Biblias protestantes y demás cismáticos o herejes, no corresponden
plenamente a la Palabra de Dios; están
mutiladas. Aquellas a las que le faltan libros, por ejemplo. Tampoco se puede llamar
verdadera Palabra de Dios a Biblias mal traducidas aún dentro de la estructura
de la Iglesia Católica. Para mencionar un ejemplo, la Biblia Latinoamericana ya
es una mala traducción y sus notas interpretativas son claramente influídas por
neomarxismo y modernismo. Hay Biblias (comillas?) ecuménicas también…ya
sabemos a que atenernos..
Entonces, el trabajo de la
Iglesia debe procurar hacerse sobre la Palabra de Dios verdadera, y no corrupta
por modernismo o neomarxismo o existencialismo o fenomenología, personalismo,
etc. Porque eso sencillamente no sirve mas que para perder peces-hombres. Y
eso, dejarlos en el mar, significa en última instancia, dejarlos en manos del
Diablo.
De allí la insistencia de los
Papas fieles del pasado en la fidelidad a la Palabra, interpretada por la
Iglesia, y la condena enérgica y clara de la Herejía. Que es un trastocamiento
de la Palabra; una inutilización de la Palabra; es mas una inversión y
corrupción de un instrumento salvador en un instrumento de perdición.
A partir sobre todo del II
Concilio Vaticano, algunos textos ambiguos y erróneos incluídos, y no solo su
interpretación, se ha perdido el respeto por la Verdad revelada y
concomitantemente el horror a la Herejía. Citemos rápidamente el ambiguo indiferentismo
ya condenado anteriormente de Nostra Aetate, y la lectura laicista- liberal insinuada
equívocamente sobre la Libertad Religiosa, de Dignitates Humanae, condenada ya
con anterioridad y energía por el Magisterio. El Discurso de Inicio del
Concilio, está impregnado de frases buenistas, pelagianas, de evolucionismo
modernista y un optimismo ingénuo cuasi infantil; se abdica formalmente de la
postestad correctiva:
Llegó la Era de la
Misericordia, no se penalizarán mas los errores; no queremos ser profetas de
desgracias, los hombres se dan cuenta solos de los errores…
No queremos abundar en notas,
que ya están en los Domingos anteriores y todo es fácil de encontrar hoy en la
web.
………………………………………………………………………………………………………………………………………
Cristo es la Verdad; si no se
tiene amor y respeto por la Verdad Revelada, no se tiene amor ni respeto por
Cristo. El que ama a Cristo detesta la Herejía, que es un desgarramiento del
mismo Cuerpo de Cristo. Esto fue remarcado por Magisterio anterior al II
Concilio muchas veces.
El Modernista no entiende esto
porque su filosofía y teología son básicamente erróneas. No concibe la Verdad
como lo que es, eterna e inmutable; no concibe a Dios como quien es; distinto a
la Creación. Con un vago panteísmo y un evolucionismo e historicismo, se tiene
un oscuro dios hegeliano, una gnoseología rhaner-kantiana típicamente
agnóstica…
Esto poco o nada que ver tiene
con la Revelación de Cristo a la Iglesia. El Resultado de esta falta de respeto
y amor a la Verdad de Cristo y a Cristo mismo, potenciado por la filosofía de
la acción existencialista y el desprecio de la tradición por parte de la
fenomenología que busca el fenómeno auténtico libre de excrecencias de
prejuicios tradicionales, es un activismo desaforado y ciego,
púramente mundano, horizontal, inmanente; una pastoral sin Verdad; un hacer sin
Ser; una Marta pelagiana y torpe, que además es babélica.
Una pérdida de la valoración
de la Eucaristía y la oración y la hipervaloración de la acción humana, que
termina en la iglesia como mero oegenismo y activismo político; demás está
decir que este activismo político es absolutamente funcional y políticamente
correcto, al Sistema anticristiano vigente hoy. Es decir que la Iglesia se
convierte en un apéndice u órgano legitimador del Nuevo Orden Mundial
anticristiano.
Ya vimos que Francisco ha
aceptado el Plan de Desarrollo Sustentable ONU 2030, abortista, progénero, pro
muerte, promulticulturalista y
políticamente correcto. Multiculturalismo hoy no significa otra cosa que
fomento de invasión bárbara sobre los restos de la cultura cristiana y el
antiguo y justo orden romano; todo obviamente preconizado por el Sistema
anticristiano.
Volviendo a la praxis sobre la
Verdad; al hacer sobre el Ser; citemos
la siempre vigente clarividencia de San Juan de la Cruz sobre el activismo:
Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan
ceñír al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más progreso
harían […] si gastasen siquiera la mitad de este tiempo en estarse con Dios en
oración… Cierto entonces harían más y con menos trabajo con una hora que con
mil, mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales con ella;
porque de otra manera, todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces
nada, y aún a veces daño.
Entonces la pérdida del respeto a la Palabra de Dios, a la Verdad Inmutable contenida en ella; a la Tradición y al Magisterio dogmático, lleva necesariamente a tratar de pescar sin Cristo; es correr tras el viento, y aún peor, enseñar doctrinas erróneas que mandan almas al Infierno. Típica actividad modernista.
Solo sobre la Palabra de Cristo, la pesca tiene lugar. Sin Él nada podemos hacer en el orden de la Salvación.
EL
SANTO TEMOR DE DIOS, VERSUS LA IRREVERENCIA MODERNISTA
Como también lo mencionamos en
Domingos anteriores, la concepción de Dios cambió después del II Concilio,
hablando en general. Los Seminarios y su enseñanza son testigos de esto. Se da
una extraña paradoja; por un lado tenemos un dios mas allá de todo fenómeno, del
cual nada se puede decir; todo lo que se diga sobre él en fórmulas
dogmáticas no son mas que escaramuzas y manotazos truncos que tratan de abordar
lo inabordable: la Iglesia no llega a tocar a Dios con sus proposiciones
teológicas. A partir de eso surgió el Misteriosismo; la razón deja de tener
peso en la relación con Dios. Todo se vuelve misterioso,
irracional, absurdo, arbitrario, incompresible, increíble….decimos
nosotros…. Pero por otro lado, ese dios lejano extrañamente hipermisericordioso
bajo el cual no hay condenación, se trata de hacer cercano, humano, con todos
los recursos -bajos, absurdos, circenses, ridículos y grotescos- posibles.
Muchas celebraciones Novus Ordo de hoy en muchísimas Diócesis del mundo son
testigos de esto. Lo mismo pasa con la prédica y la catequesis. Los Seminarios
ya los mencionamos…
No hay que alejar a
Dios con una excesiva reverencia…..
he escuchado decir a un Obispo
concilio-modernista. Entonces se trata de acercarlo, humanizarlo, mediante una
liturgia que pasa lo horizontal, inmanente y vaciada de contenido sacrificial,
para ser teatral, payasesca, cotillonezca, circense, grotesca, profanatoria y
sacrílega.
La consigna del
progremodernista es acercar a Dios, porque está muy lejos, o el
preconcilio de 1962 años, lo alejó de los hombres….Cuando el alejamiento y
bastardeo, tergiversación, obliteración, deturpación de la imagen de Dios viene
precisamente de estas evoluciones modernistas desde 1962…de la Reforma
Litúrgica..
Se ha perdido, o anulado, el
Santo Temor de Dios. Séptimo Don del Espíritu Santo; el Espíritu Santo, el Gran
Desconocido… del cual habla en un excelente tratado el Padre Royo
Marín. Uno se siente tentado a agregar que hoy, y desde hace medio siglo, el
Gran Desconocido es no solo el Espíritu, sino la Santísima Trinidad, y sobre
todo Cristo…
Se ha perdido el Santo Temor
de Dios, como si fuera un miedo feo a un dios que es todo ternura y perdón
incondicional, lo cual es, obviamente, mentira.
Se ha banalizado a Dios.
Dios es misericordioso, pero su
perdón no es incondicional, y su justicia no claudica nunca. Quien muere sin
arrepentirse de sus pecados, se pierde.
Dios es el Totalmente Otro,
Eterno, Omnisciente, Omnipotente, Majestuoso hasta el infinito, que el hombre
en esta vida no está capacitado para contemplar cara a cara. Su luz no la puede
soportar el ser humano en esta vida.
El Temor de Dios, emparentado
con ese amilanarse, anonadarse ante lo Sobrehumano y Eterno, ante la Omnipotencia
Divina. El que tuvieron los predilectos Pedro, Santiago y Juan en la Teofanía
de la Transfiguración de Jesús; el que experimenta Pedro en el Evangelio de hoy
y que tan bien describe Castellani.
El Don de Temor está
emparentado con la humildad; y no consiste en miedo a Dios; sino en miedo a
ofenderlo y perder su amor. Para abundar en éste Don remitiría a la misma obra
de Royo Marín mencionada.
Veamos la actitud de los
grandes santos ante las revelaciones y manifestaciones divinas: parecidas, no
igual, pero parecidas a las de Pedro. Cfs. San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila, Santa
Margarita María de Alacoque…
Cuando se pierde el Temor
santo de Dios el hombre pierde la humildad, la ubicación ante Dios.
Pierde la consciencia de su condición de criatura, y criatura herida e
indigente, necesitada de misericordia, perdón y rehabilitación.
El hombre sin temor de Dios es
un hijo pródigo que sigue comiendo bellotas de cerdo y hundido en
lupanares, indefinidamente, aunque se crea muy vivo, y funcional a su época,
inserto en la historia…
Digamos que cuando el hombre
pierde el Espíritu Santo ha perdido la amistad con Dios, y ha muerto
espiritualmente.
San Pablo a los cristianos de
Roma lo deja claro: Quien no tiene el Espíritu de Dios, no es de Cristo.
Algunos, como relata en otras
cartas, abandonaron a Cristo y se fueron tras el mundo…
……………………………………………………………………………………………………………………………………
Digamos finalmente, no que hay
que recuperar tal punto de la teología, lo que hay que recuperar es a Dios; su
Palabra; sus dones. Luego habrá que recuperar la verdadera Doctrina, la
Liturgia; una Liturgia que viene de casi medio milenio de ser codificada sobre la base de los orígenes,
pura y sin manoseo herético- y entonces empezar a trabajar en serio para
Cristo; no sobre cháchara humana hueca -y venenosa- sino sobre su Palabra;
y sobre Ella y solo sobre ella, echar las redes…
NOTAS:
· 3)https://radiocristiandad.files.wordpress.com/2017/12/re-a124-el-evangelio-de-jesucristo- pe-castellani.pdf (pag 107)
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