PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
I clase,
morado
Se omite el
Gloria. Credo. Prefacio del Adviento o, en su defecto, de la
Santísima Trinidad
INTROITO–
Salm.24.1-4.- A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío; no sea
avergonzado, ni se burlen de mí mis enemigos; pues cuantos en ti esperan, no
quedarán confundidos. Salmo. Muéstrame, Señor, tus caminos, y enséñame tus
sendas. y. Gloría al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el
principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.-
Introitus:
Ps. xxiv: 1-3
Ad te levávi ánimam meam: Deus meus, in te confído, non erubéscam neque inrídeant me inimíci mei: étenim univérsi qui te exspéctant, non confundéntur. [Ps. ibid.] Vias tuas Dómine demónstra mihi: semitas tuas édoce me. V. Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in sǽcula sæculorum. Amen.
Ad te levávi ánimam meam: Deus meus, in te confído, non erubéscam neque inrídeant me inimíci mei: étenim univérsi qui te exspéctant, non confundéntur. [Ps. ibid.] Vias tuas Dómine demónstra mihi: semitas tuas édoce me. V. Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in sǽcula sæculorum. Amen.
COLECTA.-
Despierta, Señor, tu potencia y ven; para que con tu protección merezcamos ser
libres de los peligros que nos amenazan por nuestros pecados, y ser salvos con
tu gracia. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo,
Dios por todos los siglos de los siglos. R/. Amén.
Collect:
Excita, quæsumus, Dómine, poténtiam tuam, et veni: ut ab imminéntibus peccatórum nostrórum perículis, te mereámur protegénte éripi, te liberánte salvári: Qui vivis….
Excita, quæsumus, Dómine, poténtiam tuam, et veni: ut ab imminéntibus peccatórum nostrórum perículis, te mereámur protegénte éripi, te liberánte salvári: Qui vivis….
ESPISTOLA.
Rom, 13,11-14.-
Hermanos: Hora es ya de despertar. Ahora está más cerca nuestra salud que cuando empezamos a creer. Ha pasado la noche y llega el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos de las armas de la luz. Caminemos, como de día, honestamente: no en glotonerías y embriagueces, ni en sensualidades y disoluciones, ni en pendencias y envidias; antes bien, revestíos de nuestro Señor Jesucristo.
Hermanos: Hora es ya de despertar. Ahora está más cerca nuestra salud que cuando empezamos a creer. Ha pasado la noche y llega el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos de las armas de la luz. Caminemos, como de día, honestamente: no en glotonerías y embriagueces, ni en sensualidades y disoluciones, ni en pendencias y envidias; antes bien, revestíos de nuestro Señor Jesucristo.
Léctio
Epistolæ beáti Pauli Apstóli ad Romanos:
Fratres: Sciéntes quia hora est jam nos de somno súrgere. Nunc enim própior est nostra salus quam cum credídimus. Nox præcéssit, dies autem appropinquávit. Abjiciámus ergo ópera tenebrárum, et induámur arma lucis. Sicut in die honéste ambulémus: non in comesatiónibus et ebrietátibus, non in cubílibus et inpudicítiis, non in contentióne et æmulatióne: sed induímini Dóminum Jesum Christum.
Fratres: Sciéntes quia hora est jam nos de somno súrgere. Nunc enim própior est nostra salus quam cum credídimus. Nox præcéssit, dies autem appropinquávit. Abjiciámus ergo ópera tenebrárum, et induámur arma lucis. Sicut in die honéste ambulémus: non in comesatiónibus et ebrietátibus, non in cubílibus et inpudicítiis, non in contentióne et æmulatióne: sed induímini Dóminum Jesum Christum.
GRADUAL.
Salm. 24.3,4.- Cuantos en ti esperan no quedarán confundidos, Señor. V/.
Muéstrame, Señor, tus caminos, y enséñame tus sendas.
Aleluya. Salm. 84.8.- Aleluya, aleluya. V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Aleluya. Salm. 84.8.- Aleluya, aleluya. V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Graduale:
Ps. xxiv: 3 et 4.
Univérsi, qui te expéctant, non confundéntur, Dómine. Vias tuas, Dómine, notas fac mihi: et sémitas tuas édoce me.
Allelúia, allelúia. [Ps. lxxxiv: 8] Osténde nobis, Dómine, misericórdiam tuam: et salutáre tuum da nobis. Allelúia
Univérsi, qui te expéctant, non confundéntur, Dómine. Vias tuas, Dómine, notas fac mihi: et sémitas tuas édoce me.
Allelúia, allelúia. [Ps. lxxxiv: 8] Osténde nobis, Dómine, misericórdiam tuam: et salutáre tuum da nobis. Allelúia
EVANGELIO. Luc.21.25-33.-
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
†
Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam:
In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis: Erunt signa in sole, et luna, et stellis, et in terris pressúra gentium præ confusióne sónitus maris, et flúctuum: arescéntibus homínibus præ timóre et expectatióne quæ, supervénient univérso orbi: nam virtútes cælórum movebúntur. Et tunc vidébunt Fílium hóminis veniéntem in nube cum potestáte magna, et majestáte. His autem fieri incipiéntibus, respícite, et leváte cápita vestra: quóniam appropínquat redémptio vestra. Et dixit illis similitúdinem: Vidéte ficúlneam, et omnes ábores: cum prodúcunt jam ex se fructum, scitis quóiam prope est æstas. Ita et vos cum vidéritis haec fieri scitóte quóniam prope est regnum Dei. Amen dico vobis quia non præteríbit generátio hæc donec ómnia fiant. Cælum et terra transíbunt: verba autem mea non transíbunt.
In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis: Erunt signa in sole, et luna, et stellis, et in terris pressúra gentium præ confusióne sónitus maris, et flúctuum: arescéntibus homínibus præ timóre et expectatióne quæ, supervénient univérso orbi: nam virtútes cælórum movebúntur. Et tunc vidébunt Fílium hóminis veniéntem in nube cum potestáte magna, et majestáte. His autem fieri incipiéntibus, respícite, et leváte cápita vestra: quóniam appropínquat redémptio vestra. Et dixit illis similitúdinem: Vidéte ficúlneam, et omnes ábores: cum prodúcunt jam ex se fructum, scitis quóiam prope est æstas. Ita et vos cum vidéritis haec fieri scitóte quóniam prope est regnum Dei. Amen dico vobis quia non præteríbit generátio hæc donec ómnia fiant. Cælum et terra transíbunt: verba autem mea non transíbunt.
OFERTORIO.
Salm.24.1-3.- A ti levanto mi alma; Dios mío, en ti confío; no sea avergonzado,
ni se burlen de mi mis enemigos; pues ninguno de los que en ti esperan, quedará
confundido.
Offertorium: Ps xiv: 1-3
Offertorium: Ps xiv: 1-3
Ad te Dómine levavi animam meam:
Deus meus, in te confido, non erubéscam neque inrideant me inimici mei: étenim
universi qui sustinent te non confundéntur.
SECRETA.-
Que estos sagrados misterios, a nosotros, purificados por poderosa virtud, nos
hagan llegar más puros, Señor, a ti, que eres su principio. Por nuestro Señor.
Secreta:
Hæc sacra nos, Dómine, poténti virtúte mundátos, ad suam fáciant purióres veníre princípium.
Hæc sacra nos, Dómine, poténti virtúte mundátos, ad suam fáciant purióres veníre princípium.
PREFACIO
DE ADVIENTO: Verdaderamente es digno y justo, equitativo y
saludable, que te demos gracias en todo tiempo y lugar, Señor Santo, Padre
todopoderoso y eterno Dios, por Jesucristo nuestro Señor; él es, Dios misericordioso
y fiel, el Salvador que habías prometido al género humano perdido por el
pecado, para que la Verdad instruyese a los ignorantes, la Santidad justificara
a los impíos, la Fortaleza ayudase a los débiles. Mientras está cerca aquel a
quién tú nos envías, -ya viene-, y el día de nuestra liberación ya brilla,
llenos de confianza en tus promesas, nos llenamos de piadosos gozos.Y por eso,
con los Ángeles y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda
la milicia del ejército celestial, entonamos a tu gloria un himno, diciendo sin
cesar:
COMUNION.
Salm.84.13.- EL Señor nos colmará de su benignidad, y nuestra tierra dará su
fruto.
Communio:
Ps. lxxxiv: 13
Dóminus dabit benignitátem: et terra nostra dabit fructum suum.
Dóminus dabit benignitátem: et terra nostra dabit fructum suum.
POSCOMUNIÓN.
Recibamos, Señor, tu misericordia en medio de tu templo, para que preparemos
con los debidos honores la solemnidad venidera de nuestra redención. Por
nuestro Señor Jesucristo.
Postcommunio:
Suscipiámus, Dómine, misericórdiam tuam in médio templi tui: ut reparatiónis nostræ ventúra solémnia congruis honóribus præcedámus. Per Dóminum.
Suscipiámus, Dómine, misericórdiam tuam in médio templi tui: ut reparatiónis nostræ ventúra solémnia congruis honóribus præcedámus. Per Dóminum.
PROEMIO LITÚRGICO
En este
primer día y domingo del Año eclesiástico y primera evocación, podría decirse
de la Creación, la Iglesia nos pone en contacto con el último día del mundo y
de las cosas. Antes de llevarnos al pesebre de Belén, nos lleva al
tribunal del Juicio final, para encarecernos de antemano, con el pensamiento de
la cuenta, la correspondencia de la gracia soberana de la Redención, que ese
Niño Divino, cuya silueta se dibuja ya en lontananza, viene a realizar. Es una
fuerte sacudida que la Iglesia da a nuestra conciencia de cristianos, para
despertarnos, o del letargo del pecado, si desgraciadamente estuviésemos
sumidos en él, o de la modorra de la indiferencia y de la tibieza espiritual.
Es decirnos: Si no estás limpio para presentarte ante el Divino Juez, tampoco
lo estás para salir al encuentro de tu Salvador, que es tu mismo y único Dios y
Señor: "despójate, por tanto, de las obras de las tinieblas y revístete de
las armas de la Luz".
La liturgia
del Adviento se abre con un grito de llamada: ¡Ven! Es el grito de los profetas
de Israel al Mesías Redentor, cuya venida esperan con ansiedad.
Dios no se
hace el sordo a la voz de su pueblo. Cumpliendo la promesa de salvación que
hizo a nuestros primeros padres a raíz de su caída, envía a su Hijo al mundo. Y
la aplicación a todas las generaciones humanas de la redención, que nos ha
adquirido con su pasión el Hijo de Dios hecho hombre, continúa hasta el fin de
los tiempos; no se terminará sino con la consumación del mundo, cuando vuelva
el Mesías para coronar su obra y trasladarnos a su reino. Así, pues, la
historia de la Iglesia se sitúa entre estos dos grandes acontecimientos.
En la Misa
del domingo se evoca toda esta obra de la redención, desde su preparación en la
esperanza de Israel y su resonancia en nuestra vida presente (epístola) hasta
su última consumación (evangelio). Al prepararnos para celebrar en Navidad el
nacimiento del que ha venido a rescatar nuestras almas del pecado y hacerlas
semejantes a la suya, invoca la Iglesia sobre nosotros y sobre todos los
hombres la plena realización de la misión salvadora que Cristo ha venido a
cumplir en la tierra.
...
La iglesia
ha querido iniciar el año litúrgico con la Estación en la augusta Basílica de
Santa María la Mayor, en donde se guarda la Cuna del Redentor del mundo. No
podía, en verdad, escoger lugar más propio para celebrar el suspirado
advenimiento de Jesucristo. La venida de Cristo, según nos indica la liturgia
de esta primera domínica, es doble. El primero, humilde para redimirnos; el
segundo, glorioso para juzgarnos. Y aún, si bien lo consideramos, es triple el
advenimiento de Cristo; uno cercano, en Belén; otro actual, a nuestros
corazones, y en el futuro en el último día de los tiempos. Este último día,
esta venida de Cristo, es también doble; pues hay también un último día de
nuestra vida en que se hará nuestro juicio particular y se llama en lenguaje
bíblico: adviento del Señor; y hay otro día último del mundo, en el que se
verificará el juicio universal; este día es el adviento del Señor en su más
elevado sentido. La colecta de la Santa misa nos presenta a Cristo como
Salvador del mundo. ”¡Señor, haced ostentación de vuestro poder, y venid!”. La
Epístola nos recuerda que Cristo viene como Salvador a nuestros corazones:
“Revestíos de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Estamos más cerca de nuestra salud!.
Finalmente el Evangelio nos le describe como Juez y Salvador; al fin de mundo:”
Al ver que comienzan a suceder estas cosas, abrid los ojos y alzad la cabeza,
porque vuestra redención se acerca”.
El
sentimiento dominante de la Liturgia en este primer domingo de Adviento es de
temor al juez, y, por efecto de él, de recurso al Salvador.
Este
pensamiento tiene toda la Liturgia y se muestra con especial belleza en la
Misa. Levantemos los ojos al Salvador (Introito). Miremos a nuestro propio
corazón (Epístola). Miremos al Juez, que ha de venir (Evangelio). Si no
levantamos los ojos al Redentor, y no los fijamos en nuestro propio corazón
habremos de ver un día el rostro terrible del Juez divino. (1)
EL ADVIENTO
(del latín ADVÉNTUS, "advenimiento") es un tiempo de preparación para
el Nacimiento de Jesucristo, en Belén, y representa los cuatro mil y más años
que estuvieron los del Antiguo Testamento aguardando la venida del Mesías. Por
eso es un tiempo de ansiedad y de santa impaciencia. Comienza el Adviento el
domingo más cercano a la fiesta de San Andrés (30 de Noviembre) o sea, entre el
27 de noviembre y el 3 de diciembre, y abarca tres semanas completas y parte de
la cuarta. Por asociación de ideas la Iglesia une a la PRIMERA venida de
Jesucristo a la tierra el pensamiento de la SEGUNDA, al fin del mundo, y en
consecuencia, el Adviento viene a resultar una preparación para ese doble
advenimiento del Salvador: el del Nacimiento y el del Juicio Final.
Domingo I de
Adviento (1ª clase - Ornamentos morados) ¡Cosa extraña! En este primer día y
domingo del Año Eclesiástico y primera expectación, podría decirse, de la
Creación, la Iglesia nos pone en contacto con el último día del mundo y de las
cosas. Antes de llevarnos al pesebre de Belén, nos lleva al tribunal del Juicio
final, como para encarecernos de antemano, con el pensamiento de la cuenta, la
correspondencia de la gracia soberana de la Redención, que ese Niño Divino,
cuya silueta se dibuja ya en la lontananza, viene a realizar. Es como una
fuerte sacudida que la Iglesia da a nuestra conciencia de cristianos, para
despertarnos, o del letargo del pecado, si desgraciadamente estuviésemos
sumidos en él, o de la modorra de la indiferencia y de la tibieza espiritual.
Es como decirnos: Si no estás limpio para presentarte ante el Divino Juez,
tampoco lo estás para salir al encuentro de tu Salvador, que es tu mismo y
único Dios y Señor; ·despójate, por tanto, de las obras de las tinieblas y
revístete de las armas de la luz. (2)
COMENTARIO
Reproducimos
como habitualmente el comentario meduloso y erudito del Padre Castellani. Luego
compilamos comentarios de los Santos Padres sobre el Evangelio de hoy. Por
último, nuestro propio comentario, ya publicado en audio en Adoración y
Liberación en el canal de Youtube. Aquí: https://www.youtube.com/watch?v=X632MWVW-RI&t=972s
PADRE CASTELLANI
DOMINGO
PRIMERO DE ADVIENTO31 [Lc 21, 25-3 3] La 21, 25-28. 34-36 Hay cosas que no
pueden saberse sin volverse loco, antes de saberlas o después de saberlas.
Imaginemos por ejemplo que un sanjuanino hubiese conocido de antemano el
terremoto de San Juan ¿no era como para volverse loco? ¿Y si hubiese tenido que
anunciarlo? Pobre de él... Cuenta el historiador Josefo, en La Guerra Judaica,
que antes de la destrucción de Jerusalén apareció en sus callejas uno que no se
sabía si estaba loco o inspirado, venido nadie sabe de dónde, que tenía el mismo
nombre de Nuestro Señor (Ieshua), el cual recorría la ciudad sagrada –y
deicida– gritando sin cesar “¡Ay de Jerusalén! ¡Ay del Templo!...”. Fue
detenido, interrogado, reprendido, amenazado, castigado y azotado, como
“derrotista” y sacrílego; y todo fue inútil; nadie pudo hacerle abandonar su
estéril tarea, hasta que un día fue (31)Comienzo del ano litúrgico. herido en
la frente por un proyectil arrojado de una catapulta; y cayó muerto gritando:
“¡Ay de mí!”. Es un ejemplo de lo que decimos: este cuitado había visto la
realidad antes que los demás. El que tiene razón un día antes, veinticuatro
horas es tenido por irrazonante –dice un proverbio alemán–. Hay muchas palabras
en el Evangelio que son o de un Dios o de un loco; y que no pueden ser de un
hombre común; y el Discurso Esjatológico es una de ellas. Sobrecoge el ánimo
imaginarse a ese grupo de pescadores y labradores galileos sobre el borde Norte
de la ciudad (sobre el Templo y mirando a Jericó); rodeando a
Ieshua-ben-Nazareth y escuchando salir de sus labios, a manera de relámpagos
que rompen la noche del futuro, palabras desmesuradas como éstas: “Será la
tribulación más grande que ha existido desde el principio del mundo; más grande
que el Diluvio... Se secarán los hombres de miedo y de expectativa ante las
convulsiones del Universo... Las fuerzas cósmicas se descompaginarán... Habrá
signos en el sol, en la luna y en las estrellas; y gran presión entre los
pueblos... Entonces alegraos [!] porque está cerca vuestra redención... Verán
al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo con gran majestad y
poderío... El cielo y la tierra, pasarán; mis palabras no pasarán”. Hay muchos
lugares en el Evangelio en que Cristo pronuncia palabras que a ningún puro
hombre serían lícitas, palabras que rompen el equilibrio humano y muestran como
en un relámpago los abismos de la Eternidad; y sin embargo no están
pronunciadas con énfasis ni ahuecando la voz, como hacen los poetas humanos que
se tienen por “os magna sonaturum”–y Olegario Andrade y su maestro Hugo en esto
de hacerse los “bíblicos” llegan muy lejos– sino más bien atenuadas y como
puestas en sordina. Estas palabras sobrehumanas fueron notadas desde el primer
momento: “¿Quién es Éste? Éste no habla como los demás rabbies. “Nadie ha
hablado jamás como este hombre!...”. Efectivamente. El apokalypsis de Lucas,
cuya perícopa final se lee en este Domingo primero del ano litúrgico, es el más
breve de todos; y aquel en que está en cierto modo indicada la división de la
doble profecía; de los signos de la cuida de Jerusalén hasta el versillo 25; y
los de la agonía del Universo del 25 al 32; puesto que lo que hay que decir,
como vimos, de esta dificultosa escritura, es que predice a la vez el fin de
una época de la historia del mundo y el fin de toda la historia del mundo: en
dos planos subordinados, que se llaman typo y antitypo. Pero en este evangelio
esos signos se pueden distinguir más o menos en dos secciones, de las cuales la
primera mira más bien el fin de Jerusalén y el Templo, y como fondo al fin de
la Cristiandad y el mundo; y la segunda más bien el fin del mundo. Cosa análoga
sucede, como ya hemos notado, en el discurso de la Promesa de la Eucaristía (Jn
VI, 22-58): trata del “Pan de vida”, es decir, a la vez de la Fe y del
Sacramento; y primeramente la fe está delante como figura y el sacramento
detrás como fondo; y luego paulatinamente el Sacramento de la Fe ocupa sin
solución de continuidad el primer plano. El año 1941 este mismo Domingo primero
de Adviento, prediqué este evangelio en la Iglesia de Don Bosco de la ciudad de
San Juan; tengo todavía los apuntes: el evangelio de los Terremotos. Si hubiese
sabido que poco después San Juan iba a ser probado por la Calamidad y la
Catástrofe, ciertamente no hubiese podido ni nombrarlo al terremoto. Mas
Nuestro Señor dice aquí que habrá “entonces terremotos grandes por varios
lugares, y pestilencias y hambre, y terrores desde el cielo, y grandes
renales...”. Enseguida después de la tribulación de aquellos días –especifica
San Mateo– el sol se oscurecerá, la luna se pondrá sangrienta y las estrellas
caerán del cielo –sol en la Escritura es el símbolo de la verdad religiosa;
luna, de la ciencia humana; estrellas son los sabios y doctores– porque “las
fuerzas cósmicas se desquiciarán” que así se traduce mejor lo que la Vulgata
vierte: “las virtudes del cielo se conmoverán”; pues el texto griego dice
literalmente “las energías uránicas” (“dinámeis toon ouranoón”). Los
intérpretes se preguntan si estos signos en el cielo tan extraordinarios serán
físicos o metafóricos; si hay que tomar esas palabras del Profeta como símbolos
de grandes desórdenes y perturbaciones morales, o si realmente las estrellas
caerán y la luna se pondrá de color de sangre; en cifra, si los “terremotos”
profetizados serán los terremotos de San Juan visibles o bien los invisibles –y
mucho peores– terremotos de Buenos Aires. Probablemente las dos cosas; porque
al fin y al cabo, el universo físico no está separado del mundo espiritual –los
ángeles mueven los mundos, decían los antiguos filósofos– y estas dos
realidades, materia y espíritu, que a nosotros aparecen como separadas y aun
opuestas, en el fondo no son sino como dos rostros de la misma realidad
fundamental. Esas “fuerzas del Cielo” de que hablamos, para los filósofos
griegos eran espíritus, para los científicos modernos son vibraciones del éter;
y esas “energías cósmicas”, que somos advertidos “se desquiciarán”, el hombre
ya les ha encontrado el quicio, porque ha penetrado en ese éther (áitheer) que
los griegos tenían por el alma del fuego o el fuego esencial; y Santo Tomás
ensenó es el dominio propio de los ángeles. El hombre moderno ha penetrado en
este dominio de los ángeles guiado quizá por uno de ellos ¿chi lo sí? Lo cierto
es que los grandes astrólogos, alquimistas y hechiceros de nuestros días han
realizado un enorme progreso: han inventado el instrumento con el cual se puede
destruir el mundo; o por lo menos “la tercera parte de él”, como dice el
Apokalypsis. “Las energías uránicas se desquiciarán...”. Bien, la bomba atómica
la fabrican hoy con un metal llamado uranio, al cual lo desquician o
desintegran. Lo que tiene que ser, será. El tiempo no vuelve atrás. La creación
madura. El drama de la Humanidad pecadora, redimida y predestinada, tiene que
tener su desenlace. El Bien y el Mal han ido creciendo en tensión desde el
principio del mundo, como dos campos eléctricos; y algún día tendrá que saltar
la chispa. Ese día no es un día perdido en la lejanía de lo ilimitado, porque
Cristo por San Juan pronunció categóricamente que seria – relativamente–
pronto; y por San Lucas y los otros Sinópticos recomendó que estemos ojos
abiertos para verlo venir. “Mirad la higuera: cuando reverdece vosotros sabéis
que está cerca el verano; así cuando veáis que comienzan estas cosas, sabed que
está cerca vuestra redención.” Las primeras generaciones cristianas vivieron en
la ansiosa expectativa de la Parusía, conducidas a ello por el versículo oscuro
y ambivalente de cuya dificultad hemos hablado; mas no es verdad lo que dicen
los racionalistas actuales, que se “han equivocado” propiamente, pues una cosa
es temer, otra es afirmar; y así vemos, por ejemplo, que San Pablo reprende a
los de Tesalónica los cuales temerariamente “afirmaban”; declara y reitera que
“él no sabe”, ni nadie, cuándo será el Advenimiento; reta a los temerarios o
perezosos que arreglaban su vida sobre la base de esa afirmación; y les
notifica que no puede aparecer el Anticristo mientras no sea retirado el
“Obstáculo” –ese misterioso “katéjon-katéjos” que está una vez en género neutro
y otra en masculino– y que el “Obstáculo” todavía está allí “¿No recordáis que
os lo dije?”, reprende el Apóstol. “A ellos se lo dijo, a nosotros no”, se
queja San Agustín. A pesar de eso, este eco del versículo difícil se dilató y
resuena aún en la Epístola CXXI, § 11, de San Jerónimo, siglo V; cuando vencido
y muerto el “Imperator” Estilicón por el vándalo Alarico, los reyes bárbaros
desbordaron la frontera de Milán y tomaron y saquearon a Roma, haciendo temer
al solitario de Belén que había sido retirado el “Obstáculo”; el cual para él
no era otra cosa que el Imperio y la Civilidad Romana; lo mismo que para
Agustín (32) y la mayoría de los Santos Padres antiguos.
Solamente cuando los sucesos mismos mostraron
que aquella raya de Esta Generación no pasará” se aplicaba solamente a la
Pre-Parusía (el fin de la Sinagoga) y no a la Parusía, repararon bien los
cristianos en los varios rasgos que en el Evangelio indican el Intersticio;
como por ejemplo el patente versillo de Lucas XXI, 24, donde se predice la
matanza y la dispersión de los judíos por todo el mundo, y que “Jerusalén será
pisoteada por los Gentiles hasta que llegue el tiempo (del Juicio) de las
naciones”. Luego uno fue el Juicio de Israel, otro será el Juicio de las
Naciones: dos sucesos separados contemplados como en uno.
Este versillo
dice con claridad un intersticio o intervalo entre los dos sucesos (PreParusía
y Parusía), claridad que resulta meridiana si se repara en que el versillo
alude a la Profecía de las 70 Semanas de Daniel, donde paladinamente se predice
la destrucción de Salen y su Santuario por un Príncipe y su ejército, y después
la “Abominación de la desolación que durará sobre la Ciudad Santa y Deicida
hasta que el mismo Devastador [el Imperio Romano, la Romanidad] sea a su vez
devastado”; que es lo que se diría está pasando o por pasar ahora; a 1.900 años
de la devastación de Salen por Tito César.
Del Libro de
las Instituciones Divinas de Lactancio, libro XII, capítulo 15.
Título<<Que
la submersión del lagartón y los Egipcios, y la liberación de los Hebreos de la
servidumbre egipcia prefigura la liberación de los elegidos y la reprobación de
los condenados que ha de ser en el fin del mundo. Y que muchas señales
precederán a la liberación ésta, igual que aquella. Y que antes desaparecerá el
Imperio Romano. Y que la hegemonía total retornará al Asia... Tenemos en los
arcanos de las Sacras Letras [escribe Lactancio y traduzco en el mismo tono
retórico del autor] que el Patriarca de los Hebreos pasó al Egipto con toda su
familia y parentela apremiado por la carestía de alimentos; y que su
posteridad, habiendo habitado mucho tiempo en Egipto y crecido en sector
numeroso, siendo oprimida con yugo de esclavitud grave e intolerable, hirió
Dios a Egipto con llaga insanable y libertó a su pueblo sacándolo por el medio
del mar, rasgadas las aguas y apartadas a una y otra parte, para que el pueblo
caminara por lo seco; mas tentando el Rey de los Egipcios seguir a los
fugitivos, volvió el piélago a sus cauces, y el Rey fue atrapado con todo su
ejército. Prodigio tan claro y tan asombroso, aunque por el momento mostró el
poder de Dios a los hombres, sin embargo fue principalmente signo y
prefiguración de una cosa mayor, la cual parecidamente Dios ha de hacer en la última
consumación de los tiempos. Pues liberó a su gente de la pesada esclavitud del
mundo. Pero como entonces era uno solo el pueblo de Dios, y estaba en una sola
nación, entonces sólo Egipto fue golpeado. Mas ahora, porque el pueblo de Dios
congregado de entre todas las lenguas, habita entre todas las gentes, y es
dominado y oprimido por ellas, ocurre que todas las naciones, es decir, el orbe
entero, sea azotado con justo flagelo, para librar al pueblo santo y cultor de
Dios. Y como entonces acontecieron prodigios con que la futura derrota de
Egipto se mostrara, así en el final sucederán portentos asombrosos en todos los
elementos, por los cuales se entienda por todos el final inminente.
Aproximándose pues el término de este ciclo, es forzoso que se inmute el estado
de las cosas humanas y caiga más abajo aún, a causa de la maldad creciente; de
tal modo que aun estos tiempos nuestros en que la injusticia y la malignidad
creció al sumo grado, en comparación con aquel mal extremo e insanable, se
podrían tener como felices y realmente áureos. Pues de tal manera escaseará la
justicia; y crecerán de tal modo la codicia y la lascivia, que si algunos
entonces fueren buenos, serán presa de los malevos y atropellados de todos
modos por los injustos; sólo los malos serán opulentos, y los buenos se
debatirán la pobreza y en las velaciones. Se contusionará todo el derecho y
perecerán las leyes. Ninguno entonces poseerá nada si no fuere adquirido o
defendido malamente: la audacia y la fuerza lo poseerán todo. No habrá confianza
en los hombres ni paz ni humanidad ni pudor; ni verdad. Y así tampoco habrá
seguridad ni gobierno derecho, ni refugio contra los males. Toda la tierra se
alborotará, y rugirán guerras por doquiera; todas las gentes andarán en
armamentos y se resistirán mutuamente. Las naciones fronterizas pelearán entre
sí. Y Egipto el primero de todos pagará el castigo de sus estúpidas
supersticiones y será cubierto de un río de sangre. Entonces la espada
recorrerá la tierra, segándola toda y postrando las cosas como mies madura(33)
. Y de esta confusión y devastación, la causa será que el nombre Romano, por el
cual hoy se rige el orbe (me horroriza el decirlo, pero lo diré porque ha de
suceder) será quitado de la tierra y el dominio.
(32)De
Civitate Dei, XX, 19.
(33)Egipto
figura de la capital opresora, sea cual fuere. Ver Apokalypsis XI, 8. volverá
al Asia, y de nuevo mandará el Oriente; y el Occidente servirá. Ni debe
extrañar a nadie que un reino tan potentemente cimentado, tanto tiempo y por
tan magnos varones valido, y con tan grandes munimentos confirmado, todo no
obstante un día caerá. Nada hay creado por fuerzas humanas que las mismas
fuerzas humanas no puedan destruir: porque mortales son las obras de los
mortales; pues los otros reinos anteriores, habiendo luengamente florecido, sin
embargo también murieron”...>>
No sabemos de dónde sacó el insigne predecesor
y maestro de San Agustín en el siglo m esta descripción y predicción de unos
tiempos que, en nuestra opinión, se dan un aire a los del siglo XX... Pero allí
está ella; y yo la he copiado al pie de la letra. Cristo quizá advirtió a sus
oyentes –como algunos quieren creer– que los dos Grandes Sucesos no eran Uno
sino en reflejo; pero no así el Evangelista a sus lectores. San Pablo dijo a
los de Tesalónica cuál era el “Obstáculo” que impedía la manifestación del
Anticristo; “pero no a nosotros”, exclama dolido San Agustín. La Primera Venida
de Cristo fue marcada por Daniel profeta con una cifra exacta de años34; pero
no así la Segunda. Varias veces la Cristiandad (siglo IV, siglo X, siglo XIV)
ha temido ya estar delante de “la Hora temida y el Día definitivo” como decía
San Jerónimo el ano 409; y se ha equivocado; pero algún día no se equivocara.
Yo sé decir que si todos mis conciudadanos supieran algo que yo sé, habría más
golpes de pecho y menos risotadas en la República Argentina. Desdichado del que
ha sido escogido para saber cosas que no se pueden decir; pero feliz en
definitiva el que ha sido escogido para saber cosas; y mil veces feliz si esas
cosas son “las que te van a salvar” (“ea quae sunt ad pacem tibi”, Lc 19, 42).
Como el pobre loco Ieshua de Jerusalén, que las paso muy malas; pero al fin y
al cabo, él sabía, y los demás estaban ciegos. (Hasta acá Castellani)
SANTOS PADRES
"Y
habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y se abatirán las
naciones en la tierra, por la confusión del rugido del mar y de las olas;
quedando los hombres yertos por el temor y expectación de lo que sobrevendrá a
todo el universo; porque las virtudes de los cielos se conmoverán, y entonces
verán al Hijo del hombre que vendrá sobre una nube con gran poder y
majestad". (vv. 25-27)
Beda
Anuncia después lo que sucederá cuando se cumpla el tiempo de las
naciones, diciendo: "Habrá señales en el sol, en la luna y en las
estrellas".
San Ambrosio
Estas señales son expresadas con más claridad por San Mateo de este
modo: "Entonces se oscurecerá el sol, no dará luz la luna y caerán del
cielo las estrellas" ( Lc 24,29 ).
San Eusebio
Entonces, pues, cuando se consuma la vida corruptible, y pase, según el
Apóstol, la especie de este mundo y suceda un nuevo siglo en el que en vez de
astros luminosos brillará Cristo como el lucero y rey de un siglo nuevo, será
tanto el brillo de su poder y de su gloria, que el sol que brilla ahora, y la
luna y las demás estrellas, se eclipsarán a la venida de mayor luz.
Crisóstomo
Así como en este siglo desaparecen la luna y las estrellas en cuanto
sale el sol, así en la gloriosa aparición de Cristo se oscurecerá el sol y no
dará luz la luna, y caerán las estrellas del cielo, el cual se despojará de su
manto primitivo para vestirse otro de luz mucho mejor.
San Eusebio
Manifiesta a continuación lo que sucederá al orbe después que se
oscurezcan los astros, y cuál será la angustia de las gentes, diciendo: "Y
se abatirán las naciones en la tierra por la confusión del rugido del
mar", etc., en donde parece enseñar que el principio de la trasmutación
del universo habrá de venir por la falta de la sustancia húmeda. Esta será, pues,
consumida o helada, de modo que no se oirá ya el ruido del mar, ni sus olas
tocarán la arena a causa de la extremada sequía, y las demás partes del mundo
sufrirán una transformación, no recibiendo ya el vapor que constantemente le
enviaba la sustancia húmeda. Y así, como la aparición del Salvador debe
combatir los prodigios opuestos a Dios, esto es, el Anticristo, tomarán
principio sus venganzas de la sequía, de suerte que no se oirá ya la tempestad
ni el ruido del mar, y entonces será el momento de la angustia de los hombres
que sobrevivan. Continúa, pues: "Y los hombres estarán sedientos: es
decir, se consumirán por el temor y la expectación de lo que debe suceder en
todo el universo". Manifiesta luego lo que sucederá, diciendo: "Porque
las potestades de los cielos se conmoverán".
Teofilactus
O de otro modo, cuando se trastorne el orbe superior, los elementos
inferiores sufrirán el mismo trastorno. Así dice: "Y se abatirán las
naciones de la tierra", etc. Como si dijera: Bramará terriblemente el mar
y la tempestad agitará sus costas, de tal suerte que se abatirán los pueblos,
esto es, la miseria será común, hasta que se consuman por el temor y la
expectación de los males que asaltarán al mundo. Y continúa: "Y los
hombres se abatirán por el temor y la expectación de lo que va a suceder en
todo el universo".
San Agustín, ad Hesychium epist 80
Pero diréis: estos males nos obligan a reconocer que ha llegado ya el
fin, puesto que se cumple lo predicho. Porque es cierto que no hay nación ni
lugar que no se halle hoy en la aflicción y la tribulación. Pero si los males
que sufre ahora el género humano son indicios ciertos de que ha de venir el
Señor, ¿por qué dice el Apóstol: "Cuando dijeren: paz y seguridad?"
( 1Tes 5,3). Veamos, pues, si debe entenderse más bien que no se cumplirá
de este modo lo predicho en estas palabras, sino que sucederá cuando la
tribulación se extienda sobre la Iglesia, que será afligida en todo el
universo; no sobre los que la afligirán, puesto que ellos son los mismos que
han de decir: Paz y seguridad. Ahora bien, estos males, que se creen como sumos
y extremos, vemos que son comunes a uno y otro reino, al de Cristo y al del
diablo. Los buenos y los malos los sufren igualmente, y en medio de tanta
calamidad se entregan por todas partes a escandalosas orgías. ¿Es esto, por
ventura, amilanarse por el temor, o más bien arder en apetitos de lujuria?
Teofiactus
No sólo temblarán los hombres cuando se altere el mundo, sino que hasta
los ángeles quedarán pasmados de espanto por tan terribles alteraciones del
mundo. Dice, pues: "Porque las virtudes de los cielos se conmoverán".
San Gregorio, in evang. hom. 1
¿Y a qué se llama virtudes de los cielos, sino a los ángeles,
dominaciones, principados y potestades? Ellos aparecerán visiblemente a
nuestros ojos a la llegada del severo juez, para exigirnos rigurosamente lo que
ahora nos pide con misericordia nuestro invisible Creador.
San Eusebio
Y como el Hijo de Dios ha de venir en gloria y ha de confundir la
soberbia tiranía del hijo del pecado, sirviéndole los ángeles del cielo, se
abrirán las puertas cerradas en el siglo para que aparezca lo excelso.
Crisóstomo, ad Olympian epistola 2
O bien, se conmoverán las fortalezas de los cielos, aunque
inconscientes; y al ver las infinitas muchedumbres que se condenan, no podrán
estar allí tranquilas.
Beda
Por esto se dice en el libro de Job que tiemblan las columnas del cielo
y se amedrentan a su mandato ( Job 26,11). Y ¿qué sucederá a las tablas, cuando tiemblan las
columnas? ¿qué no sufrirán los arbustos del desierto cuando el cedro del
paraíso es desgajado?
San Eusebio
Las potestades de los cielos son las que rigen las partes materiales del
universo. Las cuales entonces se conmoverán para adquirir un estado más
perfecto, por lo tanto, quedarán libres en la nueva vida del servicio que
vienen prestando a Dios respecto de los cuerpos sensibles en cuanto a su estado
de corrupción.
San Agustín, ut sup
Pero el Señor, para que no parezca que exageró todo esto que predijo
acerca de la aproximación de su segunda venida, lo cual ya acostumbraba a
suceder en este mundo antes de su primera venida, y no nos burlemos de lo mucho
que todo esto que dijo se lee ya en la historia de los pueblos, creo que debe
entenderse mejor respecto de la Iglesia; pues la Iglesia es el sol, la luna y
las estrellas ( Cant 6,9), a quien se ha llamado hermosa como la luna, escogida como el
sol, la cual no brillará entonces por la furiosa persecución.
San Ambrosio
También se oscurecerá la brillante antorcha de la fe por la nube de la
perfidia para muchos que se separen de la religión; porque aquel sol de
justicia se aumenta o se disminuye para mí, según mi fe. Y así como en las
fases periódicas de la luna, esto es, en las menguantes de cada mes, la luna se
oscurece porque tiene la tierra en frente, así la Iglesia santa, cuando se le
oponen los vicios de la carne a la luz del cielo, no puede reflejar el
resplandor de la luz divina, de los rayos de Cristo. Y en las persecuciones
apaga también el brillo del sol divino el amor de esta vida. Caen también las
estrellas, esto es, la gloria del hombre que resplandece, cuando prevalece el
furor de la persecución, lo que conviene que suceda hasta que se llene el
número de los elegidos. Así se prueban los buenos y se manifiestan los débiles.
San Agustín, ut sup
Respecto de lo que se ha dicho: "y en la tierra consternación de
las gentes", quiso designar con la palabra gentes, no las que serán
benditas en la descendencia de Abraham, sino las que estarán a la izquierda.
San Ambrosio
Y será tan abrasadora la angustia de las almas por el recuerdo de la
multitud de sus delitos (y el temor del juicio que ha de venir) que secará en
nosotros el rocío de la fuente divina. A la manera, pues, que se espera la
venida del Señor para que todo lo llene su presencia, ya en el mundo respecto
del hombre, ya respecto del mundo, lo cual sucede en cada uno de nosotros
cuando recibimos a Cristo con todo amor, así también las virtudes de los cielos
alcanzarán aumento de gracia a la venida del Señor y se conmoverán por la
plenitud de la divinidad que las penetrará más de cerca. Hay también virtudes
de los cielos, que cantan la gloria de Dios, y que también por mayor
comunicación se conmoverán al ver a Jesucristo.
San Agustín, ut sup
También se conmoverán las potestades de los cielos, porque los fieles
más fuertes se turbarán por la persecución de los impíos.
Prosigue: "Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una
nube".
Teofiactus
Lo verán tanto los fieles como los infieles. Brillará entonces más que
el sol, tanto El como su cruz, por lo que será conocido de todos.
San Agustín, ad Hesychium epist 80
En cuanto a lo que dice que vendrá sobre una nube, puede entenderse de
dos maneras: o viniendo en su Iglesia como en una nube, como ahora no cesa de
venir, pero en ese entonces lo hará con gran poder y majestad por la gran
fortaleza que brillará en los santos para que no sean vencidos en tan grande
persecución, y así realzará su majestad; o bien porque vendrá en el mismo
cuerpo con que está sentado a la diestra del Padre, y con razón es de creer que
vendrá no sólo en el mismo cuerpo, sino también en la nube; porque así vendrá
como se subió al cielo, pues una nube lo arrebató de la vista de sus discípulos
( Hch 1,9).
Crisóstomo, in cat. graec. Patr
El Señor siempre se aparece en la nube según lo del salmo ( Sal 96,12): "La nube y la
oscuridad en su derredor". Por lo que el Hijo del hombre vendrá en las
nubes como Dios y Señor, no ocultamente, sino en la gloria digna de Dios; y por
esto añade: "Con gran poder y majestad".
San Cirilo
Conviene entender las palabras "con grande poder y majestad".
En su primera venida apareció con nuestra humilde flaqueza; pero en la segunda
lo verificará con todo su poder.
San Gregorio, in evang. hom. 1
Los que no quisieron oírlo en su abatimiento tendrán que contemplarlo en
su poderío y majestad para que sientan entonces tanto más su fortaleza cuanto
más resistieron doblar su cerviz y su corazón ante su misericordia.
"Cuando
comenzaren, pues, a cumplirse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas,
porque cerca está vuestra redención". Y les dijo una semejanza:
"Mirad la higuera y todos los árboles: Cuando ya producen de sí el fruto,
entendéis que está cerca el estío. Así también vosotros, cuando viereis hacerse
estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no
pasará esta generación hasta que todas estas cosas sean hechas. El cielo y la
tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán". (vv. 28-33)
San Gregorio, ut sup
Como todo lo que va dicho se refiere a los réprobos, habla ahora para
consuelo de sus escogidos. Por esto añade: "Cuando comenzaren, pues, a
cumplirse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas, porque cerca está vuestra
redención". Como diciendo: Cuando las plagas abruman al mundo, levantad
vuestras cabezas, esto es, alegrad vuestros corazones, porque mientras el mundo
(de quien en realidad no sois amigos) se acaba, se aproxima vuestra redención,
que tanto habéis buscado. En la Sagrada Escritura se toma muchas veces la
cabeza en vez de la inteligencia; porque así como los miembros son gobernados
por la cabeza, los pensamientos se rigen por la inteligencia. Por tanto,
levantar nuestras cabezas equivale a levantar nuestra inteligencia hacia los
goces de la patria celestial.
San Eusebio
Cuando hayan pasado todas las cosas materiales aparecerán las
inteligibles y celestiales, a saber: el reinado de aquel siglo que nunca habrá
de concluir, y entonces se concederán las promesas ofrecidas a los dignos. Por
esto dice: "Cuando comenzaren, pues, a cumplirse estas cosas, mirad",
etc. Una vez recibidas las promesas que esperamos del Señor, seremos reanimados
los que antes andábamos abatidos, y levantaremos nuestras cabezas, en otro
tiempo humilladas, porque viene nuestra redención que tanto esperábamos; esto
es, aquella que toda criatura desea.
Teofiactus
Esto es, la perfecta libertad del cuerpo y del alma, así como la primera
venida del Salvador tuvo por objeto la reforma de nuestras almas, la segunda
tendrá lugar para la reforma de nuestros cuerpos.
San Eusebio
Dice todo esto también a sus discípulos, no porque ellos hubiesen de
durar en este mundo, hasta su término, sino (como subsistiendo en un solo
cuerpo) no sólo para ellos sino para nosotros y para todos los demás, que
habrán de creer en Jesucristo hasta la consumación de los siglos.
San Gregorio, ut sup
En cuanto a que el mundo deba ser destruido y despreciado, manifiesta su
oportuna comparación cuando dice: "Mirad la higuera y todos los árboles:
cuando ya producen de sí el fruto, entendéis que está cerca el estío",
etc. Como diciendo: Así como se conoce que está próximo el verano por el fruto
del árbol, así se conocerá la proximidad del Reino de Dios por la destrucción
del mundo. En esto se manifiesta que la ruina es el fruto del mundo. Para esto
produce; porque así como alimenta a todos con sus semillas, así los consumirá
con sus mortandades. Se compara el Reino de Dios con el verano, porque entonces
han pasado las nieblas de nuestras riquezas y empiezan a brillar con gran
claridad los días del sol eterno.
San Ambrosio
San Mateo, pues, sólo habló de la higuera, pero San Lucas habla de todos
los árboles. Mas la higuera tiene doble significación: o cuando se enternecen las
cosas duras, o cuando complacen los pecados. Y así, cuando los frutos
reverdecen en todos los árboles y la higuera aparece fecunda, esto es, cuando
toda lengua confiese al Señor y le haya confesado el pueblo judío, debemos
esperar la venida del Señor, porque entonces se cogerán los frutos de su
resurrección, como en tiempo de verano. O cuando el hombre pecador se vista del
orgullo veleidoso y pasajero de la sinagoga, como los árboles de sus hojas,
debemos deducir que se aproxima el juicio. Porque Dios se apresura a premiar la
fe y a concluir con el pecado.
San Agustín, ad Hesychium epist 80
Y cuando dice: "Cuando veáis que suceden estas cosas", ¿qué
podremos entender sino aquellas de que ya hemos hecho mención? Entre ellas se
encuentra lo siguiente: "Y entonces verán al Hijo del hombre que
viene" ( Lc 24,33 ). Por tanto, cuando se vea esto no habrá llegado ya el Reino de Dios,
sino que estará cerca. ¿Y acaso debe decirse que no todas las cosas ya
mencionadas deben comprenderse en estas palabras: "Cuando veáis que esto
sucede", sino algunas de ellas, a excepción de lo que se ha dicho, "y
entonces verán al Hijo del hombre"? San Mateo ha declarado que no debía
exceptuarse nada, diciendo: "Así, vosotros, también cuando viereis todas
estas cosas" entre las que se comprende la venida del Hijo de Dios, de
modo que entendamos que ahora se verifica en sus miembros como en nubes, o en
la Iglesia como en una grande nube.
Tito
Cerca está el Reino de Dios porque cuando sucede esto todavía no ha
llegado el último fin de las cosas; pero ya se prepara, porque la venida del
Señor eliminando todos los principados y potestades preparará el Reino de Dios.
San Eusebio
Así como en esta vida el sol (cuando después del invierno vuelve la
primavera) fomenta y vivifica con el calor de sus rayos las semillas ocultas en
la tierra, transformándolas en su primera forma, de modo que al brotar toman su
antigua forma y producen infinitas plantas de variado color, así la gloriosa
venida del unigénito de Dios, iluminando al nuevo siglo con sus rayos
vivificadores, hará nacer a la luz las semillas sepultadas largo tiempo en el
mundo, esto es, las que dormían bajo el polvo de la tierra, produciendo cuerpos
mejores que antes; y vencida la muerte, reinará después la vida del siglo nuevo.
San Gregorio, ut sup
Todo lo predicho recibe el sello de la mayor certidumbre cuando añade:
"En verdad os digo que", etc.
Beda
Recomienda mucho lo que anuncia de esta manera; y (si es permitido
decirlo) estas palabras, "En verdad os digo" son un juramento, porque
"amén" quiere decir verdad. Por tanto es la Verdad quien dice: En
verdad os digo; y aunque no se expresara así, no puede mentir de ningún modo.
Llama generación a todo el género humano, o en especial la raza de los judíos.
San Eusebio
También llama así a la generación nueva de la Iglesia santa,
manifestando que habrá de durar el pueblo de los fieles hasta el tiempo en que
habrá de ver todas estas cosas y contemplará con sus propios ojos el
cumplimiento de las palabras del Salvador.
Teofiactus
Como les había predicho perturbaciones, guerras y trastornos, tanto de
los elementos como de las demás cosas, para que no se sospechase que la misma
cristiandad habría de perecer añade: "El cielo y la tierra pasarán; pero
mis palabras no pasarán"; como diciendo: y si se conmueven todas las
cosas, mi fe no faltará; en lo cual da a entender que la Iglesia será preferida
a toda criatura, porque la criatura sufrirá alteración y la Iglesia de los
fieles y las predicaciones del Evangelio subsistirán.
San Gregorio, ut sup
"El cielo y la tierra pasarán", etc. Como diciendo: Todo
aquello que para nosotros es durable no lo es eternamente sin mudanza; y todo
lo que parece pasar conmigo será fijo y permanente; porque mi palabra que pasa
expresa sentencias inmutables y permanentes.
Beda
El cielo que pasará no es el etéreo de las estrellas, sino el aire del
que toman el nombre las aves del cielo. Pero si la tierra ha de pasar, ¿cómo
dice el Eclesiastés: "Mi tierra subsiste eternamente?" ( Ecle 1,4). Pero por una clara razón,
el cielo y la tierra pasarán en cuanto a la forma que ahora tienen, pero en
cuanto a la esencia subsistirán siempre.
COMENTARIO
(Reiteramos que ya está publicado
en audio en nuestro canal de youtube: https://www.youtube.com/watch?v=X632MWVW-RI&t=972s)
Comienza
hoy un nuevo ciclo Litúrgico con el Tiempo de Adviento. Del latín Adventus:
Advenimiento, Venida. Venida de Cristo, del Mesías esperado, del Redentor.
Jesucristo, Hijo de Dios y Dios mismo; vino hecho hombre al mundo hace dos mil años. Vino en humildad, en misteriosa vulnerabilidad; sometido a la muerte, como Cordero de Dios a quitar el pecado del mundo. Es el acontecimiento gozoso de la Encarnación. El Amor de Dios se presenta en el mundo en su Hijo para salvar a los hombres.
Jesucristo, Hijo de Dios y Dios mismo; vino hecho hombre al mundo hace dos mil años. Vino en humildad, en misteriosa vulnerabilidad; sometido a la muerte, como Cordero de Dios a quitar el pecado del mundo. Es el acontecimiento gozoso de la Encarnación. El Amor de Dios se presenta en el mundo en su Hijo para salvar a los hombres.
Pero también vendrá de nuevo al
final del mundo, Resucitado, en Gloria y Majestad, con gran Poder y rodeado de
miríadas de ángeles, en el acontecimiento capital y gozoso para el fiel
católico, llamado PARUSÍA, esta vez del griego παρουσία: también Advenimiento,
llegada. Esta vez vendrá no como Cordero, sino como León; no ya a perdonar, sino
como Juez que asigna destinos eternos definitivos.
El Tiempo de Adviento es tiempo
de preparación para la Venida del Señor. Para su Venida en la Encarnación y en
la Liturgia de la próxima Navidad, pero también para su Venida en la Parusía
final.
Como
tiempo de preparación la Iglesia siempre ha vivido el Adviento, con diferencias
través del tiempo, sí, pero con espíritu de austeridad, arrepentimiento y
penitencia. El color litúrgico es el Morado. Ese espíritu de austeridad y
arrepentimiento está mezclado con esperanza y alegría por la Venida del
Salvador. Por esto, aunque se omite el Gloria, se mantiene el alegre Aleluya.
En tiempos antiguos el Adviento se vivió con especial intensidad, Misa, mucho ayuno y oración, austeridad, buenas obras, lectura de la Palabra, meditación; y hasta duró cuarenta días como la Cuaresma. De hecho se vivió como una Cuaresma. Por ejemplo, las disposiciones de San Perpetuo Obispo de Tours al respecto. Ver Segundo Concilio de Tours, año 567; Primer Concilio de Macón, año 581.
En tiempos antiguos el Adviento se vivió con especial intensidad, Misa, mucho ayuno y oración, austeridad, buenas obras, lectura de la Palabra, meditación; y hasta duró cuarenta días como la Cuaresma. De hecho se vivió como una Cuaresma. Por ejemplo, las disposiciones de San Perpetuo Obispo de Tours al respecto. Ver Segundo Concilio de Tours, año 567; Primer Concilio de Macón, año 581.
Las oraciones tomadas del Antiguo
Testamento, del Introito, el Gradual, el Ofertorio y la Comunión, están tomadas
en gran parte de Isaías y los Salmos, y son una expresión elocuente del ansia
de las naciones por la llegada del Mesías, el Redentor.
Los textos bíblicos de la Misa
durante las cuatro semanas de Adviento nos remarcan la Ausencia de Cristo.
Por otro lado, las Colectas no
terminan con la fórmula: Por Nuestro Señor Jesucristo…..como lo hacen durante
el resto del año litúrgico.
Esperamos al Mesías, al Liberador,
con espíritu de penitencia y santo anhelo, por eso está ausente en las
oraciones.
Es
de notar la oración urgente y repetida por la llegada del Cristo: ¡Ven ya y no
tardes!
Las Cartas de San Pablo nos exhortan a disponernos convenientemente para el acontecimiento.
Las Cartas de San Pablo nos exhortan a disponernos convenientemente para el acontecimiento.
El Evangelio nos presenta los
sucesos escatológicos del fin del mundo, y la cercanía de la Parusía del Señor.
La exhortación a prepararnos es hasta dramática. Hoy tenemos el Discurso
escatológico de San Lucas. Ya abordamos el de San Mateo, mas completo, la
semana pasada, el último Domingo del Año; remitimos a él para el comentario
puntual sobre su contenido.
ESTE
ES EL EVANGELIO DE HOY:
EVANGELIO.
Luc.21.25-33.-
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. HASTA ACÁ SAN LUCAS laus tibi Christi
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. HASTA ACÁ SAN LUCAS laus tibi Christi
En
el Adviento la iglesia griega celebra particularmente los antepasados de
Nuestro Señor: Todos los patriarcas y profetas del A.T. , pero especialmente
Abraham, Isaac y Jacob.
La iglesia latina también los menciona frecuentemente durante este período. En el Breviario se encuentran muchos textos tomados de Isaías (Introito del 2do. Domingo o Comunión del 3er. Domingo).
La iglesia latina también los menciona frecuentemente durante este período. En el Breviario se encuentran muchos textos tomados de Isaías (Introito del 2do. Domingo o Comunión del 3er. Domingo).
No hay nada mejor para
prepararnos para la Venida del Mesías, que compartir las oraciones anhelantes
que entonaban Patriarcas y Profetas.
El Señor viene en Navidad en la
Liturgia especialmente, y recibiremos las mismas gracias que Pastores y Magos;
y nos preparará con nuestra colaboración para vivir su Parusía final como Juez,
para salvación eterna.
Recibido y bien vivido como
Cordero de Dios, será recibido con Gloria y Salvación como León y Juez.
Llegado
el tiempo establecido, según los signos del Señor, Juan el Bautista abandonó el
desierto y se apostó en la orilla del Jordán. Allí exhortaba al
arrepentimiento, a la conversión, al Bautismo de penitencia para preparar las
almas a la Venida del Mesías.
¡Yo soy la voz que clama en el desierto! ¡Preparen el camino del Señor allanen sus sendas! Respondió el Bautista a los que lo confundían con el Cristo.
¡Yo soy la voz que clama en el desierto! ¡Preparen el camino del Señor allanen sus sendas! Respondió el Bautista a los que lo confundían con el Cristo.
Nos preparamos, entonces, en el
Adviento, para recibir al Señor que nacerá en nuestros corazones, traído de una
manera especial por la Liturgia; pero también nos preparamos para la Parusía
final, teniendo en cuenta que nuestro juicio es la muerte, si ocurre antes de
la Parusía.
……………………………………………………………………………………………………
Hoy en día es común notar una
gran incomprensión por el ansia y la alegría que suscitaba la Venida del Mesías
en Israel; ese santo anhelo, intenso y profundo que se notaba en patriarcas y
profetas, y aún en el pueblo piadoso. Es verdad que el pueblo de Israel ha
estado oprimido muchas veces por enemigos terrenos (egipcios, filisteos,
asirios, babilonios, romanos), pero no es solo por eso que el pueblo deseaba al
Mesías. El hombre religioso, el hombre profundo, desea la plenitud de la paz;
la verdadera alegría indeficiente que solo da Dios. No se conforma con las
alegrías siempre provisorias, incompletas y efímeras de este mundo, siempre
contaminadas con la incertidumbre y la muerte que espera al final.
Muchos escritores incluso
católicos e incluso teólogos de renombre, nos han legado una visión idílica del
paganismo, casi achacando a la Iglesia haber hecho muy pesado y estructurado el
mensaje de Cristo, y echado un peso innecesario sobre los hombros de estos
«bons sauvages», tan frescos, felices e inocentes. La semilla del Verbo ya
estaba en ellos…solo había que palmearlos y dejarlos solos….ya eran cristianos
anónimos…
Pero la realidad es muy distinta;
los dioses paganos, demonios al fin y al cabo, exigentes, opresivos, crueles,
exigían constantes sacrificios y ofrendas, muchas veces humanas, a los pueblos,
para ayudarlos contra sus opresores, en la guerra, en las cosechas, en la caza,
en los adelantos tecnológicos. Tal es así que hoy sabemos bien, los que
buscamos con rectitud y no cedemos a la estupidez de las leyendas negras y la
corrección política, como era la aciaga, satánica religiosidad de los pueblos
exitosos, Incas, Aztecas, Mayas (sí, también) Babilonios, Asirios…..con
profusión de ritos oscuros y sacrificios humanos. Hasta llegaban a hacer
guerras con la mera intención de tener contenido humano para sus sacrificios. Y
si no tenían una Religión tan diabólica, la crueldad la ejercían en sus
conquistas: Mogoles, Hunos, Vikingos.
Ultimamente
se encontraron en unos fosos de la antigua ciudad de Teotihuacán, pre-azteca en
México, aterradoras multitudes de esqueletos de hombres destinados a
sacrificios humanos.
Vivían en un estado de ansiedad por la exigencia de sus dioses, la incertidumbre de no poder complacerlos y el consiguiente terror del castigo….todo esto en un marco, mas allá de lo literalmente endiablado, de superstición alienante, enloquecedora. Todo muy lejos del poético e idílico «bon sauvage» rousoniano, o el cristiano anónimo rhaneriano. (2)
Vivían en un estado de ansiedad por la exigencia de sus dioses, la incertidumbre de no poder complacerlos y el consiguiente terror del castigo….todo esto en un marco, mas allá de lo literalmente endiablado, de superstición alienante, enloquecedora. Todo muy lejos del poético e idílico «bon sauvage» rousoniano, o el cristiano anónimo rhaneriano. (2)
El Demonio dominaba los pueblos y
vivían en angustia y opresión, en un permanente terror a los dioses y los
espíritus.
Cuando un toma conciencia de
esto, toma conciencia también de la liberación que vino a traer Cristo: liberar
a los cautivos, no es principalmente liberar clases sociales o de opresores
humanos.
Cristo liberó al mundo
evangelizado del terror de los demonios y espíritus. El espíritu calmo,
racional, inteligente y científico de la cristiandad occidental proviene de
esta liberación y no de otra cosa. No hay comparación con los logros
artísticos, científicos y tecnológicos de la civilización cristiana con otras
civilizaciones. Hoy Occidente se ha olvidado de la gran liberación que Cristo
había traído, y se la adjudica él mismo; es máss, tiene por liberación la
Apostasía.
En la medida que se pierde la verdadera
Fe en Cristo, como hoy en día en Occidente, vuelve el terror, vuelven la
supersticiones, los cultos extraños, las angustias por los cataclismos, por las
pestes, por el terrorismo; el miedo por la inseguridad en las ciudades, el
miedo a la vejez, a la muerte. Vuelve el Satanismo, el ocultismo, la brujería y
el culto a los demonios de manera más grave que en el antiguo paganismo.
Recordemos este Evangelio:
Cuando
el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos en busca
de reposo, pero no lo encuentra. Entonces dice: «Me volveré a mi casa, de donde
salí.» Y al llegar la encuentra desocupada, barrida y en orden. Entonces va y
toma consigo otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y
el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio. Así le sucederá
también a esta generación malvada. (San Mateo 12 43-45)
Esto sucede a los hombres y
civilizaciones apóstatas. Me viene a la mente, como dato anecdótico, aquella
vieja balada desempolvada por el grupo de rock Guns and Roses, «Since I don’t
have you», que dice en una estrofa:
La
felicidad y yo, supongo
que nunca volverá,
Cuando tú me abandonaste (saliste de mí)
entró la vieja miseria
y ha estado aquí desde entonces.
que nunca volverá,
Cuando tú me abandonaste (saliste de mí)
entró la vieja miseria
y ha estado aquí desde entonces.
Es importantísimo recobrar la
conciencia de quién es Cristo y de que nos libera su Venida; que significa su
Advenimiento.
Entonces recobraremos aquella
ansia profunda, que en sí misma ya es liberación y sanación, que tenían los
antiguos piadosos de Israel, de la Venida del Mesías, a nuestra alma y al Mundo.
Que entre en mas corazones y que
estos corazones, estos hombres, aunque no puedan cambiar todo, retengan lo que
queda con ardor y valentía, como dice Apocalipsis, sabiendo que mas adelante
está Él en su Parusía. El que Era, el que Es y el que Viene.
Tomemos conciencia del infinito
valor para nosotros de la Venida del Señor.
Repetimos finalmente la
conclusión ya antes dicha:
Nos
preparamos, entonces, en el Adviento, para recibir con gozo al Señor que nacerá
en nuestros corazones, traído de una manera especial por la Liturgia; pero
también trabajando para su Reino acá en la tierra; y además nos preparamos para la Parusía final, teniendo en cuenta que nuestro
juicio es la muerte, si ocurre antes de la Parusía.
NOTAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario