sábado, 30 de noviembre de 2019

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO


PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
I clase, morado
Se omite el Gloria. Credo. Prefacio del Adviento  o, en su defecto, de la Santísima Trinidad


INTROITO– Salm.24.1-4.- A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío; no sea avergonzado, ni se burlen de mí mis enemigos; pues cuantos en ti esperan, no quedarán confundidos. Salmo. Muéstrame, Señor, tus caminos, y enséñame tus sendas. y. Gloría al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.-
Introitus: Ps. xxiv: 1-3
Ad te levávi ánimam meam: Deus meus, in te confído, non erubéscam neque inrídeant me inimíci mei: étenim univérsi qui te exspéctant, non confundéntur. [Ps. ibid.] Vias tuas Dómine demónstra mihi: semitas tuas édoce me. V. Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in sǽcula sæculorum. Amen.

COLECTA.- Despierta, Señor, tu potencia y ven; para que con tu protección merezcamos ser libres de los peligros que nos amenazan por nuestros pecados, y ser salvos con tu gracia. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. R/. Amén.
Collect:
Excita, quæsumus, Dómine, poténtiam tuam, et veni: ut ab imminéntibus peccatórum nostrórum perículis, te mereámur protegénte éripi, te liberánte salvári: Qui vivis….

ESPISTOLA. Rom, 13,11-14.-
Hermanos: Hora es ya de despertar. Ahora está más cerca nuestra salud que cuando empezamos a creer. Ha pasado la noche y llega el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos de las armas de la luz. Caminemos, como de día, honestamente: no en glotonerías y embriagueces, ni en sensualidades y disoluciones, ni en pendencias y envidias; antes bien, revestíos de nuestro Señor Jesucristo.
Léctio Epistolæ beáti Pauli Apstóli ad Romanos:
Fratres: Sciéntes quia hora est jam nos de somno súrgere. Nunc enim própior est nostra salus quam cum credídimus. Nox præcéssit, dies autem appropinquávit. Abjiciámus ergo ópera tenebrárum, et induámur arma lucis.
Sicut in die honéste ambulémus: non in comesatiónibus et ebrietátibus, non in cubílibus et inpudicítiis, non in contentióne et æmulatióne: sed induímini Dóminum Jesum Christum.

GRADUAL. Salm. 24.3,4.- Cuantos en ti esperan no quedarán confundidos, Señor. V/. Muéstrame, Señor, tus caminos, y enséñame tus sendas.
Aleluya. Salm. 84.8.- Aleluya, aleluya. V/. Muéstranos, Señor, tu miseri­cordia y danos tu salvación.
Graduale: Ps. xxiv: 3 et 4.
Univérsi, qui te expéctant, non confundéntur, Dómine. Vias tuas, Dómine, notas fac mihi: et sémitas tuas édoce me.
Allelúia, allelúia. [Ps. lxxxiv: 8] Osténde nobis, Dómine, misericórdiam tuam: et salutáre tuum da nobis. Allelúia

EVANGELIO. Luc.21.25-33.-
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

† Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam:
In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis: Erunt signa in sole, et luna, et stellis, et in terris pressúra gentium præ confusióne sónitus maris, et flúctuum: arescéntibus homínibus præ timóre et expectatióne quæ, supervénient univérso orbi: nam virtútes cælórum movebúntur.
Et tunc vidébunt Fílium hóminis veniéntem in nube cum potestáte magna, et majestáte. His autem fieri incipiéntibus, respícite, et leváte cápita vestra: quóniam appropínquat redémptio vestra. Et dixit illis similitúdinem: Vidéte ficúlneam, et omnes ábores: cum prodúcunt jam ex se fructum, scitis quóiam prope est æstas. Ita et vos cum vidéritis haec fieri scitóte quóniam prope est regnum Dei. Amen dico vobis quia non præteríbit generátio hæc donec ómnia fiant. Cælum et terra transíbunt: verba autem mea non transíbunt.

OFERTORIO. Salm.24.1-3.- A ti levanto mi alma; Dios mío, en ti confío; no sea avergonzado, ni se burlen de mi mis enemigos; pues ninguno de los que en ti esperan, quedará confundido.
Offertorium: Ps xiv: 1-3
Ad te Dómine levavi animam meam: Deus meus, in te confido, non erubéscam neque inrideant me inimici mei: étenim universi qui sustinent te non confundéntur.

SECRETA.- Que estos sagrados misterios, a nosotros, purificados por poderosa virtud, nos hagan llegar más puros, Señor, a ti, que eres su principio. Por nuestro Señor.
Secreta:
Hæc sacra nos, Dómine, poténti virtúte mundátos, ad suam fáciant purióres veníre princípium.

PREFACIO DE ADVIENTO: Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias en todo tiempo y lugar, Señor Santo, Padre todopoderoso y eterno Dios, por Jesucristo nuestro Señor; él es, Dios misericordioso y fiel, el Salvador que habías prometido al género humano perdido por el pecado, para que la Verdad instruyese a los ignorantes, la Santidad justificara a los impíos, la Fortaleza ayudase a los débiles. Mientras está cerca aquel a quién tú nos envías, -ya viene-, y el día de nuestra liberación ya brilla, llenos de confianza en tus promesas, nos llenamos de piadosos gozos.Y por eso, con los Ángeles y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejército celestial, entonamos a tu gloria un himno, diciendo sin cesar:
COMUNION. Salm.84.13.- EL Señor nos colmará de su benignidad, y nuestra tierra dará su fruto.
Communio: Ps. lxxxiv: 13
Dóminus dabit benignitátem: et terra nostra dabit fructum suum.

POSCOMUNIÓN. Recibamos, Señor, tu misericordia en medio de tu templo, para que preparemos con los debidos honores la solemnidad venidera de nuestra redención. Por nuestro Señor Jesucristo.
Postcommunio:
Suscipiámus, Dómine, misericórdiam tuam in médio templi tui: ut reparatiónis nostræ ventúra solémnia congruis honóribus præcedámus. Per Dóminum.
PROEMIO LITÚRGICO
En este primer día y domingo del Año eclesiástico y primera evocación, podría decirse de la Creación, la Iglesia nos pone en contacto con el último día del mundo y de las cosas.  Antes de llevarnos al pesebre de Belén, nos lleva al tribunal del Juicio final, para encarecernos de antemano, con el pensamiento de la cuenta, la correspondencia de la gracia soberana de la Redención, que ese Niño Divino, cuya silueta se dibuja ya en lontananza, viene a realizar. Es una fuerte sacudida que la Iglesia da a nuestra conciencia de cristianos, para despertarnos, o del letargo del pecado, si desgraciadamente estuviésemos sumidos en él, o de la modorra de la indiferencia y de la tibieza espiritual. Es decirnos: Si no estás limpio para presentarte ante el Divino Juez, tampoco lo estás para salir al encuentro de tu Salvador, que es tu mismo y único Dios y Señor: "despójate, por tanto, de las obras de las tinieblas y revístete de las armas de la Luz".
La liturgia del Adviento se abre con un grito de llamada: ¡Ven! Es el grito de los profetas de Israel al Mesías Redentor, cuya venida esperan con ansiedad.
Dios no se hace el sordo a la voz de su pueblo. Cumpliendo la promesa de salvación que hizo a nuestros primeros padres a raíz de su caída, envía a su Hijo al mundo. Y la aplicación a todas las generaciones humanas de la redención, que nos ha adquirido con su pasión el Hijo de Dios hecho hombre, continúa hasta el fin de los tiempos; no se terminará sino con la consumación del mundo, cuando vuelva el Mesías para coronar su obra y trasladarnos a su reino. Así, pues, la historia de la Iglesia se sitúa entre estos dos grandes acontecimientos.
En la Misa del domingo se evoca toda esta obra de la redención, desde su preparación en la esperanza de Israel y su resonancia en nuestra vida presente (epístola) hasta su última consumación (evangelio). Al prepararnos para celebrar en Navidad el nacimiento del que ha venido a rescatar nuestras almas del pecado y hacerlas semejantes a la suya, invoca la Iglesia sobre nosotros y sobre todos los hombres la plena realización de la misión salvadora que Cristo ha venido a cumplir en la tierra.
...
La iglesia ha querido iniciar el año litúrgico con la Estación en la augusta Basílica de Santa María la Mayor, en donde se guarda la Cuna del Redentor del mundo. No podía, en verdad, escoger lugar más propio para celebrar el suspirado advenimiento de Jesucristo. La venida de Cristo, según nos indica la liturgia de esta primera domínica, es doble. El primero, humilde para redimirnos; el segundo, glorioso para juzgarnos. Y aún, si bien lo consideramos, es triple el advenimiento de Cristo; uno cercano, en Belén; otro actual, a nuestros corazones, y en el futuro en el último día de los tiempos. Este último día, esta venida de Cristo, es también doble; pues hay también un último día de nuestra vida en que se hará nuestro juicio particular y se llama en lenguaje bíblico: adviento del Señor; y hay otro día último del mundo, en el que se verificará el juicio universal; este día es el adviento del Señor en su más elevado sentido. La colecta de la Santa misa nos presenta a Cristo como Salvador del mundo. ”¡Señor, haced ostentación de vuestro poder, y venid!”. La Epístola nos recuerda que Cristo viene como Salvador a nuestros corazones: “Revestíos de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Estamos más cerca de nuestra salud!. Finalmente el Evangelio nos le describe como Juez y Salvador; al fin de mundo:” Al ver que comienzan a suceder estas cosas, abrid los ojos y alzad la cabeza, porque vuestra redención se acerca”.
El sentimiento dominante de la Liturgia en este primer domingo de Adviento es de temor al juez, y, por efecto de él, de recurso al Salvador.
Este pensamiento tiene toda la Liturgia y se muestra con especial belleza en la Misa. Levantemos los ojos al Salvador (Introito). Miremos a nuestro propio corazón (Epístola). Miremos al Juez, que ha de venir (Evangelio). Si no levantamos los ojos al Redentor, y no los fijamos en nuestro propio corazón habremos de ver un día el rostro terrible del Juez divino. (1)

EL ADVIENTO (del latín ADVÉNTUS, "advenimiento") es un tiempo de preparación para el Nacimiento de Jesucristo, en Belén, y representa los cuatro mil y más años que estuvieron los del Antiguo Testamento aguardando la venida del Mesías. Por eso es un tiempo de ansiedad y de santa impaciencia. Comienza el Adviento el domingo más cercano a la fiesta de San Andrés (30 de Noviembre) o sea, entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre, y abarca tres semanas completas y parte de la cuarta. Por asociación de ideas la Iglesia une a la PRIMERA venida de Jesucristo a la tierra el pensamiento de la SEGUNDA, al fin del mundo, y en consecuencia, el Adviento viene a resultar una preparación para ese doble advenimiento del Salvador: el del Nacimiento y el del Juicio Final.
Domingo I de Adviento (1ª clase - Ornamentos morados) ¡Cosa extraña! En este primer día y domingo del Año Eclesiástico y primera expectación, podría decirse, de la Creación, la Iglesia nos pone en contacto con el último día del mundo y de las cosas. Antes de llevarnos al pesebre de Belén, nos lleva al tribunal del Juicio final, como para encarecernos de antemano, con el pensamiento de la cuenta, la correspondencia de la gracia soberana de la Redención, que ese Niño Divino, cuya silueta se dibuja ya en la lontananza, viene a realizar. Es como una fuerte sacudida que la Iglesia da a nuestra conciencia de cristianos, para despertarnos, o del letargo del pecado, si desgraciadamente estuviésemos sumidos en él, o de la modorra de la indiferencia y de la tibieza espiritual. Es como decirnos: Si no estás limpio para presentarte ante el Divino Juez, tampoco lo estás para salir al encuentro de tu Salvador, que es tu mismo y único Dios y Señor; ·despójate, por tanto, de las obras de las tinieblas y revístete de las armas de la luz. (2)

COMENTARIO

Reproducimos como habitualmente el comentario meduloso y erudito del Padre Castellani. Luego compilamos comentarios de los Santos Padres sobre el Evangelio de hoy. Por último, nuestro propio comentario, ya publicado en audio en Adoración y Liberación en el canal de Youtube. Aquí: https://www.youtube.com/watch?v=X632MWVW-RI&t=972s



PADRE CASTELLANI

DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO31 [Lc 21, 25-3 3] La 21, 25-28. 34-36 Hay cosas que no pueden saberse sin volverse loco, antes de saberlas o después de saberlas. Imaginemos por ejemplo que un sanjuanino hubiese conocido de antemano el terremoto de San Juan ¿no era como para volverse loco? ¿Y si hubiese tenido que anunciarlo? Pobre de él... Cuenta el historiador Josefo, en La Guerra Judaica, que antes de la destrucción de Jerusalén apareció en sus callejas uno que no se sabía si estaba loco o inspirado, venido nadie sabe de dónde, que tenía el mismo nombre de Nuestro Señor (Ieshua), el cual recorría la ciudad sagrada –y deicida– gritando sin cesar “¡Ay de Jerusalén! ¡Ay del Templo!...”. Fue detenido, interrogado, reprendido, amenazado, castigado y azotado, como “derrotista” y sacrílego; y todo fue inútil; nadie pudo hacerle abandonar su estéril tarea, hasta que un día fue (31)Comienzo del ano litúrgico. herido en la frente por un proyectil arrojado de una catapulta; y cayó muerto gritando: “¡Ay de mí!”. Es un ejemplo de lo que decimos: este cuitado había visto la realidad antes que los demás. El que tiene razón un día antes, veinticuatro horas es tenido por irrazonante –dice un proverbio alemán–. Hay muchas palabras en el Evangelio que son o de un Dios o de un loco; y que no pueden ser de un hombre común; y el Discurso Esjatológico es una de ellas. Sobrecoge el ánimo imaginarse a ese grupo de pescadores y labradores galileos sobre el borde Norte de la ciudad (sobre el Templo y mirando a Jericó); rodeando a Ieshua-ben-Nazareth y escuchando salir de sus labios, a manera de relámpagos que rompen la noche del futuro, palabras desmesuradas como éstas: “Será la tribulación más grande que ha existido desde el principio del mundo; más grande que el Diluvio... Se secarán los hombres de miedo y de expectativa ante las convulsiones del Universo... Las fuerzas cósmicas se descompaginarán... Habrá signos en el sol, en la luna y en las estrellas; y gran presión entre los pueblos... Entonces alegraos [!] porque está cerca vuestra redención... Verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo con gran majestad y poderío... El cielo y la tierra, pasarán; mis palabras no pasarán”. Hay muchos lugares en el Evangelio en que Cristo pronuncia palabras que a ningún puro hombre serían lícitas, palabras que rompen el equilibrio humano y muestran como en un relámpago los abismos de la Eternidad; y sin embargo no están pronunciadas con énfasis ni ahuecando la voz, como hacen los poetas humanos que se tienen por “os magna sonaturum”–y Olegario Andrade y su maestro Hugo en esto de hacerse los “bíblicos” llegan muy lejos– sino más bien atenuadas y como puestas en sordina. Estas palabras sobrehumanas fueron notadas desde el primer momento: “¿Quién es Éste? Éste no habla como los demás rabbies. “Nadie ha hablado jamás como este hombre!...”. Efectivamente. El apokalypsis de Lucas, cuya perícopa final se lee en este Domingo primero del ano litúrgico, es el más breve de todos; y aquel en que está en cierto modo indicada la división de la doble profecía; de los signos de la cuida de Jerusalén hasta el versillo 25; y los de la agonía del Universo del 25 al 32; puesto que lo que hay que decir, como vimos, de esta dificultosa escritura, es que predice a la vez el fin de una época de la historia del mundo y el fin de toda la historia del mundo: en dos planos subordinados, que se llaman typo y antitypo. Pero en este evangelio esos signos se pueden distinguir más o menos en dos secciones, de las cuales la primera mira más bien el fin de Jerusalén y el Templo, y como fondo al fin de la Cristiandad y el mundo; y la segunda más bien el fin del mundo. Cosa análoga sucede, como ya hemos notado, en el discurso de la Promesa de la Eucaristía (Jn VI, 22-58): trata del “Pan de vida”, es decir, a la vez de la Fe y del Sacramento; y primeramente la fe está delante como figura y el sacramento detrás como fondo; y luego paulatinamente el Sacramento de la Fe ocupa sin solución de continuidad el primer plano. El año 1941 este mismo Domingo primero de Adviento, prediqué este evangelio en la Iglesia de Don Bosco de la ciudad de San Juan; tengo todavía los apuntes: el evangelio de los Terremotos. Si hubiese sabido que poco después San Juan iba a ser probado por la Calamidad y la Catástrofe, ciertamente no hubiese podido ni nombrarlo al terremoto. Mas Nuestro Señor dice aquí que habrá “entonces terremotos grandes por varios lugares, y pestilencias y hambre, y terrores desde el cielo, y grandes renales...”. Enseguida después de la tribulación de aquellos días –especifica San Mateo– el sol se oscurecerá, la luna se pondrá sangrienta y las estrellas caerán del cielo –sol en la Escritura es el símbolo de la verdad religiosa; luna, de la ciencia humana; estrellas son los sabios y doctores– porque “las fuerzas cósmicas se desquiciarán” que así se traduce mejor lo que la Vulgata vierte: “las virtudes del cielo se conmoverán”; pues el texto griego dice literalmente “las energías uránicas” (“dinámeis toon ouranoón”). Los intérpretes se preguntan si estos signos en el cielo tan extraordinarios serán físicos o metafóricos; si hay que tomar esas palabras del Profeta como símbolos de grandes desórdenes y perturbaciones morales, o si realmente las estrellas caerán y la luna se pondrá de color de sangre; en cifra, si los “terremotos” profetizados serán los terremotos de San Juan visibles o bien los invisibles –y mucho peores– terremotos de Buenos Aires. Probablemente las dos cosas; porque al fin y al cabo, el universo físico no está separado del mundo espiritual –los ángeles mueven los mundos, decían los antiguos filósofos– y estas dos realidades, materia y espíritu, que a nosotros aparecen como separadas y aun opuestas, en el fondo no son sino como dos rostros de la misma realidad fundamental. Esas “fuerzas del Cielo” de que hablamos, para los filósofos griegos eran espíritus, para los científicos modernos son vibraciones del éter; y esas “energías cósmicas”, que somos advertidos “se desquiciarán”, el hombre ya les ha encontrado el quicio, porque ha penetrado en ese éther (áitheer) que los griegos tenían por el alma del fuego o el fuego esencial; y Santo Tomás ensenó es el dominio propio de los ángeles. El hombre moderno ha penetrado en este dominio de los ángeles guiado quizá por uno de ellos ¿chi lo sí? Lo cierto es que los grandes astrólogos, alquimistas y hechiceros de nuestros días han realizado un enorme progreso: han inventado el instrumento con el cual se puede destruir el mundo; o por lo menos “la tercera parte de él”, como dice el Apokalypsis. “Las energías uránicas se desquiciarán...”. Bien, la bomba atómica la fabrican hoy con un metal llamado uranio, al cual lo desquician o desintegran. Lo que tiene que ser, será. El tiempo no vuelve atrás. La creación madura. El drama de la Humanidad pecadora, redimida y predestinada, tiene que tener su desenlace. El Bien y el Mal han ido creciendo en tensión desde el principio del mundo, como dos campos eléctricos; y algún día tendrá que saltar la chispa. Ese día no es un día perdido en la lejanía de lo ilimitado, porque Cristo por San Juan pronunció categóricamente que seria – relativamente– pronto; y por San Lucas y los otros Sinópticos recomendó que estemos ojos abiertos para verlo venir. “Mirad la higuera: cuando reverdece vosotros sabéis que está cerca el verano; así cuando veáis que comienzan estas cosas, sabed que está cerca vuestra redención.” Las primeras generaciones cristianas vivieron en la ansiosa expectativa de la Parusía, conducidas a ello por el versículo oscuro y ambivalente de cuya dificultad hemos hablado; mas no es verdad lo que dicen los racionalistas actuales, que se “han equivocado” propiamente, pues una cosa es temer, otra es afirmar; y así vemos, por ejemplo, que San Pablo reprende a los de Tesalónica los cuales temerariamente “afirmaban”; declara y reitera que “él no sabe”, ni nadie, cuándo será el Advenimiento; reta a los temerarios o perezosos que arreglaban su vida sobre la base de esa afirmación; y les notifica que no puede aparecer el Anticristo mientras no sea retirado el “Obstáculo” –ese misterioso “katéjon-katéjos” que está una vez en género neutro y otra en masculino– y que el “Obstáculo” todavía está allí “¿No recordáis que os lo dije?”, reprende el Apóstol. “A ellos se lo dijo, a nosotros no”, se queja San Agustín. A pesar de eso, este eco del versículo difícil se dilató y resuena aún en la Epístola CXXI, § 11, de San Jerónimo, siglo V; cuando vencido y muerto el “Imperator” Estilicón por el vándalo Alarico, los reyes bárbaros desbordaron la frontera de Milán y tomaron y saquearon a Roma, haciendo temer al solitario de Belén que había sido retirado el “Obstáculo”; el cual para él no era otra cosa que el Imperio y la Civilidad Romana; lo mismo que para Agustín (32) y la mayoría de los Santos Padres antiguos.
 Solamente cuando los sucesos mismos mostraron que aquella raya de Esta Generación no pasará” se aplicaba solamente a la Pre-Parusía (el fin de la Sinagoga) y no a la Parusía, repararon bien los cristianos en los varios rasgos que en el Evangelio indican el Intersticio; como por ejemplo el patente versillo de Lucas XXI, 24, donde se predice la matanza y la dispersión de los judíos por todo el mundo, y que “Jerusalén será pisoteada por los Gentiles hasta que llegue el tiempo (del Juicio) de las naciones”. Luego uno fue el Juicio de Israel, otro será el Juicio de las Naciones: dos sucesos separados contemplados como en uno.
Este versillo dice con claridad un intersticio o intervalo entre los dos sucesos (PreParusía y Parusía), claridad que resulta meridiana si se repara en que el versillo alude a la Profecía de las 70 Semanas de Daniel, donde paladinamente se predice la destrucción de Salen y su Santuario por un Príncipe y su ejército, y después la “Abominación de la desolación que durará sobre la Ciudad Santa y Deicida hasta que el mismo Devastador [el Imperio Romano, la Romanidad] sea a su vez devastado”; que es lo que se diría está pasando o por pasar ahora; a 1.900 años de la devastación de Salen por Tito César.
Del Libro de las Instituciones Divinas de Lactancio, libro XII, capítulo 15.

Título<<Que la submersión del lagartón y los Egipcios, y la liberación de los Hebreos de la servidumbre egipcia prefigura la liberación de los elegidos y la reprobación de los condenados que ha de ser en el fin del mundo. Y que muchas señales precederán a la liberación ésta, igual que aquella. Y que antes desaparecerá el Imperio Romano. Y que la hegemonía total retornará al Asia... Tenemos en los arcanos de las Sacras Letras [escribe Lactancio y traduzco en el mismo tono retórico del autor] que el Patriarca de los Hebreos pasó al Egipto con toda su familia y parentela apremiado por la carestía de alimentos; y que su posteridad, habiendo habitado mucho tiempo en Egipto y crecido en sector numeroso, siendo oprimida con yugo de esclavitud grave e intolerable, hirió Dios a Egipto con llaga insanable y libertó a su pueblo sacándolo por el medio del mar, rasgadas las aguas y apartadas a una y otra parte, para que el pueblo caminara por lo seco; mas tentando el Rey de los Egipcios seguir a los fugitivos, volvió el piélago a sus cauces, y el Rey fue atrapado con todo su ejército. Prodigio tan claro y tan asombroso, aunque por el momento mostró el poder de Dios a los hombres, sin embargo fue principalmente signo y prefiguración de una cosa mayor, la cual parecidamente Dios ha de hacer en la última consumación de los tiempos. Pues liberó a su gente de la pesada esclavitud del mundo. Pero como entonces era uno solo el pueblo de Dios, y estaba en una sola nación, entonces sólo Egipto fue golpeado. Mas ahora, porque el pueblo de Dios congregado de entre todas las lenguas, habita entre todas las gentes, y es dominado y oprimido por ellas, ocurre que todas las naciones, es decir, el orbe entero, sea azotado con justo flagelo, para librar al pueblo santo y cultor de Dios. Y como entonces acontecieron prodigios con que la futura derrota de Egipto se mostrara, así en el final sucederán portentos asombrosos en todos los elementos, por los cuales se entienda por todos el final inminente. Aproximándose pues el término de este ciclo, es forzoso que se inmute el estado de las cosas humanas y caiga más abajo aún, a causa de la maldad creciente; de tal modo que aun estos tiempos nuestros en que la injusticia y la malignidad creció al sumo grado, en comparación con aquel mal extremo e insanable, se podrían tener como felices y realmente áureos. Pues de tal manera escaseará la justicia; y crecerán de tal modo la codicia y la lascivia, que si algunos entonces fueren buenos, serán presa de los malevos y atropellados de todos modos por los injustos; sólo los malos serán opulentos, y los buenos se debatirán la pobreza y en las velaciones. Se contusionará todo el derecho y perecerán las leyes. Ninguno entonces poseerá nada si no fuere adquirido o defendido malamente: la audacia y la fuerza lo poseerán todo. No habrá confianza en los hombres ni paz ni humanidad ni pudor; ni verdad. Y así tampoco habrá seguridad ni gobierno derecho, ni refugio contra los males. Toda la tierra se alborotará, y rugirán guerras por doquiera; todas las gentes andarán en armamentos y se resistirán mutuamente. Las naciones fronterizas pelearán entre sí. Y Egipto el primero de todos pagará el castigo de sus estúpidas supersticiones y será cubierto de un río de sangre. Entonces la espada recorrerá la tierra, segándola toda y postrando las cosas como mies madura(33) . Y de esta confusión y devastación, la causa será que el nombre Romano, por el cual hoy se rige el orbe (me horroriza el decirlo, pero lo diré porque ha de suceder) será quitado de la tierra y el dominio.

(32)De Civitate Dei, XX, 19.

(33)Egipto figura de la capital opresora, sea cual fuere. Ver Apokalypsis XI, 8. volverá al Asia, y de nuevo mandará el Oriente; y el Occidente servirá. Ni debe extrañar a nadie que un reino tan potentemente cimentado, tanto tiempo y por tan magnos varones valido, y con tan grandes munimentos confirmado, todo no obstante un día caerá. Nada hay creado por fuerzas humanas que las mismas fuerzas humanas no puedan destruir: porque mortales son las obras de los mortales; pues los otros reinos anteriores, habiendo luengamente florecido, sin embargo también murieron”...>>

 No sabemos de dónde sacó el insigne predecesor y maestro de San Agustín en el siglo m esta descripción y predicción de unos tiempos que, en nuestra opinión, se dan un aire a los del siglo XX... Pero allí está ella; y yo la he copiado al pie de la letra. Cristo quizá advirtió a sus oyentes –como algunos quieren creer– que los dos Grandes Sucesos no eran Uno sino en reflejo; pero no así el Evangelista a sus lectores. San Pablo dijo a los de Tesalónica cuál era el “Obstáculo” que impedía la manifestación del Anticristo; “pero no a nosotros”, exclama dolido San Agustín. La Primera Venida de Cristo fue marcada por Daniel profeta con una cifra exacta de años34; pero no así la Segunda. Varias veces la Cristiandad (siglo IV, siglo X, siglo XIV) ha temido ya estar delante de “la Hora temida y el Día definitivo” como decía San Jerónimo el ano 409; y se ha equivocado; pero algún día no se equivocara. Yo sé decir que si todos mis conciudadanos supieran algo que yo sé, habría más golpes de pecho y menos risotadas en la República Argentina. Desdichado del que ha sido escogido para saber cosas que no se pueden decir; pero feliz en definitiva el que ha sido escogido para saber cosas; y mil veces feliz si esas cosas son “las que te van a salvar” (“ea quae sunt ad pacem tibi”, Lc 19, 42). Como el pobre loco Ieshua de Jerusalén, que las paso muy malas; pero al fin y al cabo, él sabía, y los demás estaban ciegos. (Hasta acá Castellani)

SANTOS PADRES
 Evangelio según san Lucas, 21:25-27 

"Y habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y se abatirán las naciones en la tierra, por la confusión del rugido del mar y de las olas; quedando los hombres yertos por el temor y expectación de lo que sobrevendrá a todo el universo; porque las virtudes de los cielos se conmoverán, y entonces verán al Hijo del hombre que vendrá sobre una nube con gran poder y majestad". (vv. 25-27)
Beda
Anuncia después lo que sucederá cuando se cumpla el tiempo de las naciones, diciendo: "Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas".
San Ambrosio
Estas señales son expresadas con más claridad por San Mateo de este modo: "Entonces se oscurecerá el sol, no dará luz la luna y caerán del cielo las estrellas" ( Lc 24,29 ).
San Eusebio
Entonces, pues, cuando se consuma la vida corruptible, y pase, según el Apóstol, la especie de este mundo y suceda un nuevo siglo en el que en vez de astros luminosos brillará Cristo como el lucero y rey de un siglo nuevo, será tanto el brillo de su poder y de su gloria, que el sol que brilla ahora, y la luna y las demás estrellas, se eclipsarán a la venida de mayor luz.
Crisóstomo
Así como en este siglo desaparecen la luna y las estrellas en cuanto sale el sol, así en la gloriosa aparición de Cristo se oscurecerá el sol y no dará luz la luna, y caerán las estrellas del cielo, el cual se despojará de su manto primitivo para vestirse otro de luz mucho mejor.
San Eusebio
Manifiesta a continuación lo que sucederá al orbe después que se oscurezcan los astros, y cuál será la angustia de las gentes, diciendo: "Y se abatirán las naciones en la tierra por la confusión del rugido del mar", etc., en donde parece enseñar que el principio de la trasmutación del universo habrá de venir por la falta de la sustancia húmeda. Esta será, pues, consumida o helada, de modo que no se oirá ya el ruido del mar, ni sus olas tocarán la arena a causa de la extremada sequía, y las demás partes del mundo sufrirán una transformación, no recibiendo ya el vapor que constantemente le enviaba la sustancia húmeda. Y así, como la aparición del Salvador debe combatir los prodigios opuestos a Dios, esto es, el Anticristo, tomarán principio sus venganzas de la sequía, de suerte que no se oirá ya la tempestad ni el ruido del mar, y entonces será el momento de la angustia de los hombres que sobrevivan. Continúa, pues: "Y los hombres estarán sedientos: es decir, se consumirán por el temor y la expectación de lo que debe suceder en todo el universo". Manifiesta luego lo que sucederá, diciendo: "Porque las potestades de los cielos se conmoverán".
Teofilactus
O de otro modo, cuando se trastorne el orbe superior, los elementos inferiores sufrirán el mismo trastorno. Así dice: "Y se abatirán las naciones de la tierra", etc. Como si dijera: Bramará terriblemente el mar y la tempestad agitará sus costas, de tal suerte que se abatirán los pueblos, esto es, la miseria será común, hasta que se consuman por el temor y la expectación de los males que asaltarán al mundo. Y continúa: "Y los hombres se abatirán por el temor y la expectación de lo que va a suceder en todo el universo".
San Agustín, ad Hesychium epist 80
Pero diréis: estos males nos obligan a reconocer que ha llegado ya el fin, puesto que se cumple lo predicho. Porque es cierto que no hay nación ni lugar que no se halle hoy en la aflicción y la tribulación. Pero si los males que sufre ahora el género humano son indicios ciertos de que ha de venir el Señor, ¿por qué dice el Apóstol: "Cuando dijeren: paz y seguridad?" ( 1Tes 5,3). Veamos, pues, si debe entenderse más bien que no se cumplirá de este modo lo predicho en estas palabras, sino que sucederá cuando la tribulación se extienda sobre la Iglesia, que será afligida en todo el universo; no sobre los que la afligirán, puesto que ellos son los mismos que han de decir: Paz y seguridad. Ahora bien, estos males, que se creen como sumos y extremos, vemos que son comunes a uno y otro reino, al de Cristo y al del diablo. Los buenos y los malos los sufren igualmente, y en medio de tanta calamidad se entregan por todas partes a escandalosas orgías. ¿Es esto, por ventura, amilanarse por el temor, o más bien arder en apetitos de lujuria?
Teofiactus
No sólo temblarán los hombres cuando se altere el mundo, sino que hasta los ángeles quedarán pasmados de espanto por tan terribles alteraciones del mundo. Dice, pues: "Porque las virtudes de los cielos se conmoverán".
San Gregorio, in evang. hom. 1
¿Y a qué se llama virtudes de los cielos, sino a los ángeles, dominaciones, principados y potestades? Ellos aparecerán visiblemente a nuestros ojos a la llegada del severo juez, para exigirnos rigurosamente lo que ahora nos pide con misericordia nuestro invisible Creador.
San Eusebio
Y como el Hijo de Dios ha de venir en gloria y ha de confundir la soberbia tiranía del hijo del pecado, sirviéndole los ángeles del cielo, se abrirán las puertas cerradas en el siglo para que aparezca lo excelso.
Crisóstomo, ad Olympian epistola 2
O bien, se conmoverán las fortalezas de los cielos, aunque inconscientes; y al ver las infinitas muchedumbres que se condenan, no podrán estar allí tranquilas.
Beda
Por esto se dice en el libro de Job que tiemblan las columnas del cielo y se amedrentan a su mandato ( Job 26,11). Y ¿qué sucederá a las tablas, cuando tiemblan las columnas? ¿qué no sufrirán los arbustos del desierto cuando el cedro del paraíso es desgajado?
San Eusebio
Las potestades de los cielos son las que rigen las partes materiales del universo. Las cuales entonces se conmoverán para adquirir un estado más perfecto, por lo tanto, quedarán libres en la nueva vida del servicio que vienen prestando a Dios respecto de los cuerpos sensibles en cuanto a su estado de corrupción.
San Agustín, ut sup
Pero el Señor, para que no parezca que exageró todo esto que predijo acerca de la aproximación de su segunda venida, lo cual ya acostumbraba a suceder en este mundo antes de su primera venida, y no nos burlemos de lo mucho que todo esto que dijo se lee ya en la historia de los pueblos, creo que debe entenderse mejor respecto de la Iglesia; pues la Iglesia es el sol, la luna y las estrellas ( Cant 6,9), a quien se ha llamado hermosa como la luna, escogida como el sol, la cual no brillará entonces por la furiosa persecución.
San Ambrosio
También se oscurecerá la brillante antorcha de la fe por la nube de la perfidia para muchos que se separen de la religión; porque aquel sol de justicia se aumenta o se disminuye para mí, según mi fe. Y así como en las fases periódicas de la luna, esto es, en las menguantes de cada mes, la luna se oscurece porque tiene la tierra en frente, así la Iglesia santa, cuando se le oponen los vicios de la carne a la luz del cielo, no puede reflejar el resplandor de la luz divina, de los rayos de Cristo. Y en las persecuciones apaga también el brillo del sol divino el amor de esta vida. Caen también las estrellas, esto es, la gloria del hombre que resplandece, cuando prevalece el furor de la persecución, lo que conviene que suceda hasta que se llene el número de los elegidos. Así se prueban los buenos y se manifiestan los débiles.
San Agustín, ut sup
Respecto de lo que se ha dicho: "y en la tierra consternación de las gentes", quiso designar con la palabra gentes, no las que serán benditas en la descendencia de Abraham, sino las que estarán a la izquierda.
San Ambrosio
Y será tan abrasadora la angustia de las almas por el recuerdo de la multitud de sus delitos (y el temor del juicio que ha de venir) que secará en nosotros el rocío de la fuente divina. A la manera, pues, que se espera la venida del Señor para que todo lo llene su presencia, ya en el mundo respecto del hombre, ya respecto del mundo, lo cual sucede en cada uno de nosotros cuando recibimos a Cristo con todo amor, así también las virtudes de los cielos alcanzarán aumento de gracia a la venida del Señor y se conmoverán por la plenitud de la divinidad que las penetrará más de cerca. Hay también virtudes de los cielos, que cantan la gloria de Dios, y que también por mayor comunicación se conmoverán al ver a Jesucristo.
San Agustín, ut sup
También se conmoverán las potestades de los cielos, porque los fieles más fuertes se turbarán por la persecución de los impíos.
Prosigue: "Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube".
Teofiactus
Lo verán tanto los fieles como los infieles. Brillará entonces más que el sol, tanto El como su cruz, por lo que será conocido de todos.
San Agustín, ad Hesychium epist 80
En cuanto a lo que dice que vendrá sobre una nube, puede entenderse de dos maneras: o viniendo en su Iglesia como en una nube, como ahora no cesa de venir, pero en ese entonces lo hará con gran poder y majestad por la gran fortaleza que brillará en los santos para que no sean vencidos en tan grande persecución, y así realzará su majestad; o bien porque vendrá en el mismo cuerpo con que está sentado a la diestra del Padre, y con razón es de creer que vendrá no sólo en el mismo cuerpo, sino también en la nube; porque así vendrá como se subió al cielo, pues una nube lo arrebató de la vista de sus discípulos ( Hch 1,9).
Crisóstomo, in cat. graec. Patr
El Señor siempre se aparece en la nube según lo del salmo ( Sal 96,12): "La nube y la oscuridad en su derredor". Por lo que el Hijo del hombre vendrá en las nubes como Dios y Señor, no ocultamente, sino en la gloria digna de Dios; y por esto añade: "Con gran poder y majestad".
San Cirilo
Conviene entender las palabras "con grande poder y majestad". En su primera venida apareció con nuestra humilde flaqueza; pero en la segunda lo verificará con todo su poder.
San Gregorio, in evang. hom. 1
Los que no quisieron oírlo en su abatimiento tendrán que contemplarlo en su poderío y majestad para que sientan entonces tanto más su fortaleza cuanto más resistieron doblar su cerviz y su corazón ante su misericordia.

 Evangelio según san Lucas, 21:28-33 

"Cuando comenzaren, pues, a cumplirse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas, porque cerca está vuestra redención". Y les dijo una semejanza: "Mirad la higuera y todos los árboles: Cuando ya producen de sí el fruto, entendéis que está cerca el estío. Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sean hechas. El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán". (vv. 28-33)
San Gregorio, ut sup
Como todo lo que va dicho se refiere a los réprobos, habla ahora para consuelo de sus escogidos. Por esto añade: "Cuando comenzaren, pues, a cumplirse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas, porque cerca está vuestra redención". Como diciendo: Cuando las plagas abruman al mundo, levantad vuestras cabezas, esto es, alegrad vuestros corazones, porque mientras el mundo (de quien en realidad no sois amigos) se acaba, se aproxima vuestra redención, que tanto habéis buscado. En la Sagrada Escritura se toma muchas veces la cabeza en vez de la inteligencia; porque así como los miembros son gobernados por la cabeza, los pensamientos se rigen por la inteligencia. Por tanto, levantar nuestras cabezas equivale a levantar nuestra inteligencia hacia los goces de la patria celestial.
San Eusebio
Cuando hayan pasado todas las cosas materiales aparecerán las inteligibles y celestiales, a saber: el reinado de aquel siglo que nunca habrá de concluir, y entonces se concederán las promesas ofrecidas a los dignos. Por esto dice: "Cuando comenzaren, pues, a cumplirse estas cosas, mirad", etc. Una vez recibidas las promesas que esperamos del Señor, seremos reanimados los que antes andábamos abatidos, y levantaremos nuestras cabezas, en otro tiempo humilladas, porque viene nuestra redención que tanto esperábamos; esto es, aquella que toda criatura desea.
Teofiactus
Esto es, la perfecta libertad del cuerpo y del alma, así como la primera venida del Salvador tuvo por objeto la reforma de nuestras almas, la segunda tendrá lugar para la reforma de nuestros cuerpos.
San Eusebio
Dice todo esto también a sus discípulos, no porque ellos hubiesen de durar en este mundo, hasta su término, sino (como subsistiendo en un solo cuerpo) no sólo para ellos sino para nosotros y para todos los demás, que habrán de creer en Jesucristo hasta la consumación de los siglos.
San Gregorio, ut sup
En cuanto a que el mundo deba ser destruido y despreciado, manifiesta su oportuna comparación cuando dice: "Mirad la higuera y todos los árboles: cuando ya producen de sí el fruto, entendéis que está cerca el estío", etc. Como diciendo: Así como se conoce que está próximo el verano por el fruto del árbol, así se conocerá la proximidad del Reino de Dios por la destrucción del mundo. En esto se manifiesta que la ruina es el fruto del mundo. Para esto produce; porque así como alimenta a todos con sus semillas, así los consumirá con sus mortandades. Se compara el Reino de Dios con el verano, porque entonces han pasado las nieblas de nuestras riquezas y empiezan a brillar con gran claridad los días del sol eterno.
San Ambrosio
San Mateo, pues, sólo habló de la higuera, pero San Lucas habla de todos los árboles. Mas la higuera tiene doble significación: o cuando se enternecen las cosas duras, o cuando complacen los pecados. Y así, cuando los frutos reverdecen en todos los árboles y la higuera aparece fecunda, esto es, cuando toda lengua confiese al Señor y le haya confesado el pueblo judío, debemos esperar la venida del Señor, porque entonces se cogerán los frutos de su resurrección, como en tiempo de verano. O cuando el hombre pecador se vista del orgullo veleidoso y pasajero de la sinagoga, como los árboles de sus hojas, debemos deducir que se aproxima el juicio. Porque Dios se apresura a premiar la fe y a concluir con el pecado.
San Agustín, ad Hesychium epist 80
Y cuando dice: "Cuando veáis que suceden estas cosas", ¿qué podremos entender sino aquellas de que ya hemos hecho mención? Entre ellas se encuentra lo siguiente: "Y entonces verán al Hijo del hombre que viene" ( Lc 24,33 ). Por tanto, cuando se vea esto no habrá llegado ya el Reino de Dios, sino que estará cerca. ¿Y acaso debe decirse que no todas las cosas ya mencionadas deben comprenderse en estas palabras: "Cuando veáis que esto sucede", sino algunas de ellas, a excepción de lo que se ha dicho, "y entonces verán al Hijo del hombre"? San Mateo ha declarado que no debía exceptuarse nada, diciendo: "Así, vosotros, también cuando viereis todas estas cosas" entre las que se comprende la venida del Hijo de Dios, de modo que entendamos que ahora se verifica en sus miembros como en nubes, o en la Iglesia como en una grande nube.
Tito
Cerca está el Reino de Dios porque cuando sucede esto todavía no ha llegado el último fin de las cosas; pero ya se prepara, porque la venida del Señor eliminando todos los principados y potestades preparará el Reino de Dios.
San Eusebio
Así como en esta vida el sol (cuando después del invierno vuelve la primavera) fomenta y vivifica con el calor de sus rayos las semillas ocultas en la tierra, transformándolas en su primera forma, de modo que al brotar toman su antigua forma y producen infinitas plantas de variado color, así la gloriosa venida del unigénito de Dios, iluminando al nuevo siglo con sus rayos vivificadores, hará nacer a la luz las semillas sepultadas largo tiempo en el mundo, esto es, las que dormían bajo el polvo de la tierra, produciendo cuerpos mejores que antes; y vencida la muerte, reinará después la vida del siglo nuevo.
San Gregorio, ut sup
Todo lo predicho recibe el sello de la mayor certidumbre cuando añade: "En verdad os digo que", etc.
Beda
Recomienda mucho lo que anuncia de esta manera; y (si es permitido decirlo) estas palabras, "En verdad os digo" son un juramento, porque "amén" quiere decir verdad. Por tanto es la Verdad quien dice: En verdad os digo; y aunque no se expresara así, no puede mentir de ningún modo. Llama generación a todo el género humano, o en especial la raza de los judíos.
San Eusebio
También llama así a la generación nueva de la Iglesia santa, manifestando que habrá de durar el pueblo de los fieles hasta el tiempo en que habrá de ver todas estas cosas y contemplará con sus propios ojos el cumplimiento de las palabras del Salvador.
Teofiactus
Como les había predicho perturbaciones, guerras y trastornos, tanto de los elementos como de las demás cosas, para que no se sospechase que la misma cristiandad habría de perecer añade: "El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán"; como diciendo: y si se conmueven todas las cosas, mi fe no faltará; en lo cual da a entender que la Iglesia será preferida a toda criatura, porque la criatura sufrirá alteración y la Iglesia de los fieles y las predicaciones del Evangelio subsistirán.
San Gregorio, ut sup
"El cielo y la tierra pasarán", etc. Como diciendo: Todo aquello que para nosotros es durable no lo es eternamente sin mudanza; y todo lo que parece pasar conmigo será fijo y permanente; porque mi palabra que pasa expresa sentencias inmutables y permanentes.
Beda
El cielo que pasará no es el etéreo de las estrellas, sino el aire del que toman el nombre las aves del cielo. Pero si la tierra ha de pasar, ¿cómo dice el Eclesiastés: "Mi tierra subsiste eternamente?" ( Ecle 1,4). Pero por una clara razón, el cielo y la tierra pasarán en cuanto a la forma que ahora tienen, pero en cuanto a la esencia subsistirán siempre.

COMENTARIO
(Reiteramos que ya está publicado en audio en nuestro canal de youtube: https://www.youtube.com/watch?v=X632MWVW-RI&t=972s)

Comienza hoy un nuevo ciclo Litúrgico con el Tiempo de Adviento. Del latín Adventus: Advenimiento, Venida. Venida de Cristo, del Mesías esperado, del Redentor.
Jesucristo, Hijo de Dios y Dios mismo; vino hecho hombre al mundo hace dos mil años. Vino en humildad, en misteriosa vulnerabilidad; sometido a la muerte, como Cordero de Dios a quitar el pecado del mundo. Es el acontecimiento gozoso de la Encarnación. El Amor de Dios se presenta en el mundo en su Hijo para salvar a los hombres.
Pero también vendrá de nuevo al final del mundo, Resucitado, en Gloria y Majestad, con gran Poder y rodeado de miríadas de ángeles, en el acontecimiento capital y gozoso para el fiel católico, llamado PARUSÍA, esta vez del griego παρουσία: también Advenimiento, llegada. Esta vez vendrá no como Cordero, sino como León; no ya a perdonar, sino como Juez que asigna destinos eternos definitivos.
El Tiempo de Adviento es tiempo de preparación para la Venida del Señor. Para su Venida en la Encarnación y en la Liturgia de la próxima Navidad, pero también para su Venida en la Parusía final.
Como tiempo de preparación la Iglesia siempre ha vivido el Adviento, con diferencias través del tiempo, sí, pero con espíritu de austeridad, arrepentimiento y penitencia. El color litúrgico es el Morado. Ese espíritu de austeridad y arrepentimiento está mezclado con esperanza y alegría por la Venida del Salvador. Por esto, aunque se omite el Gloria, se mantiene el alegre Aleluya.
En tiempos antiguos el Adviento se vivió con especial intensidad, Misa, mucho ayuno y oración, austeridad, buenas obras, lectura de la Palabra, meditación; y hasta duró cuarenta días como la Cuaresma. De hecho se vivió como una Cuaresma. Por ejemplo, las disposiciones de San Perpetuo Obispo de Tours al respecto. Ver Segundo Concilio de Tours, año 567; Primer Concilio de Macón, año 581. 
Las oraciones tomadas del Antiguo Testamento, del Introito, el Gradual, el Ofertorio y la Comunión, están tomadas en gran parte de Isaías y los Salmos, y son una expresión elocuente del ansia de las naciones por la llegada del Mesías, el Redentor.
Los textos bíblicos de la Misa durante las cuatro semanas de Adviento nos remarcan la Ausencia de Cristo.
Por otro lado, las Colectas no terminan con la fórmula: Por Nuestro Señor Jesucristo…..como lo hacen durante el resto del año litúrgico.
Esperamos al Mesías, al Liberador, con espíritu de penitencia y santo anhelo, por eso está ausente en las oraciones.
Es de notar la oración urgente y repetida por la llegada del Cristo: ¡Ven ya y no tardes!
Las Cartas de San Pablo nos exhortan a disponernos convenientemente para el acontecimiento.
El Evangelio nos presenta los sucesos escatológicos del fin del mundo, y la cercanía de la Parusía del Señor. La exhortación a prepararnos es hasta dramática. Hoy tenemos el Discurso escatológico de San Lucas. Ya abordamos el de San Mateo, mas completo, la semana pasada, el último Domingo del Año; remitimos a él para el comentario puntual sobre su contenido.

ESTE ES EL EVANGELIO DE HOY:
EVANGELIO. Luc.21.25-33.-
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. HASTA ACÁ SAN LUCAS  laus tibi Christi

En el Adviento la iglesia griega celebra particularmente los antepasados de Nuestro Señor: Todos los patriarcas y profetas del A.T. , pero especialmente Abraham, Isaac y Jacob.
La iglesia latina también los menciona frecuentemente durante este período. En el Breviario se encuentran muchos textos tomados de Isaías (Introito del 2do. Domingo o Comunión del 3er. Domingo).
No hay nada mejor para prepararnos para la Venida del Mesías, que compartir las oraciones anhelantes que entonaban Patriarcas y Profetas.
El Señor viene en Navidad en la Liturgia especialmente, y recibiremos las mismas gracias que Pastores y Magos; y nos preparará con nuestra colaboración para vivir su Parusía final como Juez, para salvación eterna.
Recibido y bien vivido como Cordero de Dios, será recibido con Gloria y Salvación como León y Juez.
Llegado el tiempo establecido, según los signos del Señor, Juan el Bautista abandonó el desierto y se apostó en la orilla del Jordán. Allí exhortaba al arrepentimiento, a la conversión, al Bautismo de penitencia para preparar las almas a la Venida del Mesías.
¡Yo soy la voz que clama en el desierto! ¡Preparen el camino del Señor allanen sus sendas! Respondió el Bautista a los que lo confundían con el Cristo.
Nos preparamos, entonces, en el Adviento, para recibir al Señor que nacerá en nuestros corazones, traído de una manera especial por la Liturgia; pero también nos preparamos para la Parusía final, teniendo en cuenta que nuestro juicio es la muerte, si ocurre antes de la Parusía.

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Hoy en día es común notar una gran incomprensión por el ansia y la alegría que suscitaba la Venida del Mesías en Israel; ese santo anhelo, intenso y profundo que se notaba en patriarcas y profetas, y aún en el pueblo piadoso. Es verdad que el pueblo de Israel ha estado oprimido muchas veces por enemigos terrenos (egipcios, filisteos, asirios, babilonios, romanos), pero no es solo por eso que el pueblo deseaba al Mesías. El hombre religioso, el hombre profundo, desea la plenitud de la paz; la verdadera alegría indeficiente que solo da Dios. No se conforma con las alegrías siempre provisorias, incompletas y efímeras de este mundo, siempre contaminadas con la incertidumbre y la muerte que espera al final.
Muchos escritores incluso católicos e incluso teólogos de renombre, nos han legado una visión idílica del paganismo, casi achacando a la Iglesia haber hecho muy pesado y estructurado el mensaje de Cristo, y echado un peso innecesario sobre los hombros de estos «bons sauvages», tan frescos, felices e inocentes. La semilla del Verbo ya estaba en ellos…solo había que palmearlos y dejarlos solos….ya eran cristianos anónimos…
Pero la realidad es muy distinta; los dioses paganos, demonios al fin y al cabo, exigentes, opresivos, crueles, exigían constantes sacrificios y ofrendas, muchas veces humanas, a los pueblos, para ayudarlos contra sus opresores, en la guerra, en las cosechas, en la caza, en los adelantos tecnológicos. Tal es así que hoy sabemos bien, los que buscamos con rectitud y no cedemos a la estupidez de las leyendas negras y la corrección política, como era la aciaga, satánica religiosidad de los pueblos exitosos, Incas, Aztecas, Mayas (sí, también) Babilonios, Asirios…..con profusión de ritos oscuros y sacrificios humanos. Hasta llegaban a hacer guerras con la mera intención de tener contenido humano para sus sacrificios. Y si no tenían una Religión tan diabólica, la crueldad la ejercían en sus conquistas: Mogoles, Hunos, Vikingos.
Ultimamente se encontraron en unos fosos de la antigua ciudad de Teotihuacán, pre-azteca en México, aterradoras multitudes de esqueletos de hombres destinados a sacrificios humanos.
Vivían en un estado de ansiedad por la exigencia de sus dioses, la incertidumbre de no poder complacerlos y el consiguiente terror del castigo….todo esto en un marco, mas allá de lo literalmente endiablado, de superstición alienante, enloquecedora. Todo muy lejos del poético e idílico «bon sauvage» rousoniano, o el cristiano anónimo rhaneriano. (2)
El Demonio dominaba los pueblos y vivían en angustia y opresión, en un permanente terror a los dioses y los espíritus.
Cuando un toma conciencia de esto, toma conciencia también de la liberación que vino a traer Cristo: liberar a los cautivos, no es principalmente liberar clases sociales o de opresores humanos.
Cristo liberó al mundo evangelizado del terror de los demonios y espíritus. El espíritu calmo, racional, inteligente y científico de la cristiandad occidental proviene de esta liberación y no de otra cosa. No hay comparación con los logros artísticos, científicos y tecnológicos de la civilización cristiana con otras civilizaciones. Hoy Occidente se ha olvidado de la gran liberación que Cristo había traído, y se la adjudica él mismo; es máss, tiene por liberación la Apostasía.
En la medida que se pierde la verdadera Fe en Cristo, como hoy en día en Occidente, vuelve el terror, vuelven la supersticiones, los cultos extraños, las angustias por los cataclismos, por las pestes, por el terrorismo; el miedo por la inseguridad en las ciudades, el miedo a la vejez, a la muerte. Vuelve el Satanismo, el ocultismo, la brujería y el culto a los demonios de manera más grave que en el antiguo paganismo. Recordemos este Evangelio:
Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos en busca de reposo, pero no lo encuentra. Entonces dice: «Me volveré a mi casa, de donde salí.» Y al llegar la encuentra desocupada, barrida y en orden. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio. Así le sucederá también a esta generación malvada. (San Mateo 12 43-45)
Esto sucede a los hombres y civilizaciones apóstatas. Me viene a la mente, como dato anecdótico, aquella vieja balada desempolvada por el grupo de rock Guns and Roses, «Since I don’t have you», que dice en una estrofa:
La felicidad y yo, supongo
que nunca volverá,
Cuando tú me abandonaste (saliste de mí)
entró la vieja miseria
y ha estado aquí desde entonces.
Es importantísimo recobrar la conciencia de quién es Cristo y de que nos libera su Venida; que significa su Advenimiento.
Entonces recobraremos aquella ansia profunda, que en sí misma ya es liberación y sanación, que tenían los antiguos piadosos de Israel, de la Venida del Mesías, a nuestra alma y al Mundo.
Que entre en mas corazones y que estos corazones, estos hombres, aunque no puedan cambiar todo, retengan lo que queda con ardor y valentía, como dice Apocalipsis, sabiendo que mas adelante está Él en su Parusía. El que Era, el que Es y el que Viene.
Tomemos conciencia del infinito valor para nosotros de la Venida del Señor.
Repetimos finalmente la conclusión ya antes dicha:
Nos preparamos, entonces, en el Adviento, para recibir con gozo al Señor que nacerá en nuestros corazones, traído de una manera especial por la Liturgia; pero también trabajando para su Reino acá en la tierra; y además nos preparamos para la Parusía final, teniendo en cuenta que nuestro juicio es la muerte, si ocurre antes de la Parusía.

NOTAS


PUBLICACIÓN EN ADORACIÓN Y LIBERACIÓN

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