San Lucas, autor de uno de los cuatro Evangelios y de la recopilación del libro de los Hechos de los Apóstoles, fue discípulo de San Pablo, a quien siguió a lo largo de sus viajes apostólicos durante veinticinco años. Originario de Antioquía, fue médico de profesión pero también se dedicó a la pintura.
Convertido por San Pablo, se dedicó a reunir los testimonios y tradiciones de los otros Apóstoles y de las primeras comunidades cristianas sobre la vida y enseñanzas de Cristo. San Pablo le dedica un emotivo elogio en la segunda epístola a los Corintios, donde el Apóstol de las Naciones saluda "al hermano que elogian todas las iglesias por su celo en la predicación del Evangelio (...), que fue elegido para ser nuestro compañero de viaje en esta obra de caridad que hacemos para gloria del mismo Señor..." (Cor. 8, 18-19).
Gracias al contacto que tuvo con la Madre de Dios, cuyo rostro pintó, San Lucas escribió los relatos de la infancia de Cristo. También hizo eco de las parábolas más conmovedoras que Nuestro Señor presentó a sus discípulos para enseñarles sobre el Reino de Dios, por ejemplo la parábola del Buen Samaritano o del Hijo Pródigo. Es por esto que Dante lo llama "el historiador de la mansedumbre de Cristo".
Después de la muerte de San Pablo, viajó a través de Italia, las Galias, Dalmacia y Macedonia. Se cree que murió como mártir en Bitinia, a la edad de 84 años.
El animal que lo distingue de los otros evangelistas es el buey o el toro, un animal destinado al sacrificio. De hecho, su Evangelio comienza por el relato de la historia de Zacarías, el sacerdote sacrificador, mientras este último oficia en el Templo. Esposo de Santa Isabel, Zacarías se convertiría en el padre de San Juan Bautista, el Precursor.
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