jueves, 17 de octubre de 2019

EL ESPÍRITU SANTO Y EL "ESPÍRITU DEL CONCILIO VATICANO II"



El domingo de hoy celebramos la fiesta de Pentecostés, esto es, de la venida del Espíritu Santo, que Nuestro Señor Jesucristo prometió enviar a sus Apóstoles, para completar la obra que, según los designios del Padre celestial, El debía dejar incompleta, para que la culminara la tercera persona de la Santísima Trinidad. Pues bien, es importante observar el modo como el Espíritu Santo se manifiesta en este misterio, y las principales señales de este divino Espíritu, sobre todo hoy en día, en que hemos de tener un criterio para discernir si el concilio Vaticano II es obra del Espíritu Santo, como toda la jerarquía de la Iglesia no deja de repetirlo. 1º Verdadera acción del Espíritu Santo. El Espíritu Santo, al venir sobre los Apóstoles, tiene una misión concreta. Así como Cristo, al presentarse a este mundo, se encontró con todo un plan de vida ya trazado de antemano, que El debía cumplirsin apartarse de él ni una tilde, a fin de manifestarse como el Mesías prometido, como el Hijo de Dios, como el Salvador anunciado; del mismo modo el Espíritu Santo tiene unas señales distintivas, que serán las de toda su obra. ¿Cuáles son? Nuestro Señor Jesucristo las dejó claramente indicadas a los Apóstoles. 1º Ante todo, el Espíritu Santo animará toda la Iglesia católica, estará dentro de ella, y sólo obrará a través de ella. «Yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito, [otro Consolador], para que esté vosotros eternamente: el Espíritu de la Verdad, que el mundo no puede aceptar, porque ni lo ve ni lo conoce; vosotros, sin embargo, lo conocéis, porque reside entre vosotros y está en vosotros» (Jn. 14 16-17). Así como el Espíritu Santo animó todos los actos de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, del mismo modo debe animar ahora a la Iglesia, que es su Cuerpo místico. Y así como en Pentecostés el Espíritu Santo llenó toda la casa donde estaban congregados los Apóstoles, del mismo modo el Espíritu Santo llenará la Iglesia católica, y fuera de ella no se lo podrá encontrar: hay que acudir al Cenáculo para recibir de los Apóstoles los dones de este Espíritu, hay que acudir a la Iglesia católica para recibir de su jerarquía los sacramentos y las gracias del Espíritu Santo. Hojitas de Fe nº 248 – 2 – DEFENSA DE LA FE 2º En segundo lugar, el Espíritu Santo viene con la misión específica de glorificar a Cristo Nuestro Señor. «Cuando venga el Paráclito, que Yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, El dará testimonio de Mí… El me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo anunciará» (Jn. 15 26; 16 15). Es decir, el Espíritu Santo no se saldrá jamás de la doctrina enseñada por Cristo, ni de la religión fundada por Cristo, del mismo modo que Cristo no se salió jamás de las voluntades de su Padre; y la razón de ello es que procede de Cristo, al igual que Cristo procede del Padre. La finalidad del Espíritu Santo es, pues, la de exaltar a Cristo, mostrando, a través de la Iglesia y a la faz de todoslos pueblos, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, su realeza sobre las almas, familias y sociedades; la de manifestar su inocencia, su santidad, su carácter de único Salvador y Mediador. Y eso mismo es lo que predican los Apóstoles, bajo la luz y la caridad del Espíritu Santo: «A Jesús Nazareno, hombre aprobado por Dios ante vosotros por los portentos y señales que realizó Dios a través de él entre vosotros, a ése lo matasteis clavándolo por manosimpías… Pues bien, a ese Jesús al que vosotros crucificasteis, Dioslo resucitó, desatando los lazos de la muerte, y lo constituyó Señor y Mesías… Arrepentíos, pues, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para la remisión de sus pecados… El es la piedra despreciada por vosotros los constructores, que llegó a ser Piedra angular. Y en ningún otro está la salvación, pues no se nos ha dado bajo el cielo ningún otro nombre por el que podamos ser salvos» (Act. 2 22, 36, 38; 4 11-12). El Espíritu Santo, pues, centra a las almas en el misterio de Nuestro Señor Jesucristo, las santifica por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, las incorpora a la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo. 3º En tercer lugar, el Espíritu Santo ilumina a los Apóstoles sobre la verdad que Cristo les había enseñado, no sobre otra cosa. «Todavía tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no tenéis capacidad para escucharlas. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, El os guiará en el camino de la verdad total, pues no hablará porsu cuenta, sino que expondrá lo que oiga y os anunciará lo venidero… El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre os enviará en mi nombre, El os enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os he dicho» (Jn. 16 12-14; 14 26). En otras palabras, el Espíritu Santo, en su misión de asistir a la Iglesia, sólo puede recordar, explicar, defender y custodiar la verdad enseñada por Nuestro Señor Jesucristo. 4º Finalmente, el Espíritu Santo condenará al mundo y a todos los que no hayan aceptado a Nuestro Señor Jesucristo. «Cuando venga el Paráclito, acusará al mundo en materia de pecado, de justicia y de condenación. En materia de pecado, porque no ha creído en Mí; en materia de justicia, porque voy al Padre y ya no me veréis; en materia de condenación, porque el jefe de este mundo ya está condenado» (Jn. 16 8-11). DEFENSA DE LA FE – 3 – Hojitas de Fe nº 248 Por eso el Espíritu Santo, a través de la Iglesia, siempre ha condenado las falsas religiones, y las ha considerado como inicuas, como instrumentos de pecado, como obras de demonios; y ha condenado igualmente al mundo, al hombre ateo, al que se hace Dios y levanta contra Dios los ideales de independencia total: igualdad, libertad, fraternidad. Este es, pues, el Espíritu Santo tal como se manifiesta en Pentecostés, y tal como se seguirá manifestando siempre a lo largo de la Iglesia que El mismo anima. Veamos ahora, pues, si ese Espíritu es el mismo que presidió al Concilio Vaticano II. 2º El «espíritu» del Vaticano II. Ya es muy común hablar del Vaticano II como de un nuevo Pentecostés de la Iglesia. Ahora bien, Pentecostés, estrictamente hablando, es el momento de la fundación o al menos de la promulgación de la Iglesia. Por eso, hablar del Vaticano II como de un nuevo Pentecostés, es afirmar que se trata de una nueva promulgación de la Iglesia, de una nueva Iglesia. Así pareció entenderlo el papa Juan Pablo II. Para él, en el Vaticano II se dio comienzo, o al menos se empezó a preparar, la era del Espíritu Santo. El Antiguo Testamento fue la era del Padre, la era del temor; el Nuevo Testamento fue la era del Hijo, la era de la Iglesia jerárquica; faltaría ahora la era del Espíritu Santo, la era del amor, y esta es la que se iniciaba, o al menos se preparaba, con el Vaticano II, en la que el mismo Espíritu estaría promulgando una Iglesia más espiritual, más libre de todas las estructuras. En esta nueva Iglesia, fruto del Nuevo Pentecostés, el Espíritu Santo habría acrecentado el depósito revelado con nuevos conocimientos. El Papa no podía hacerlo, ciertamente, pues no fue prometido el Espíritu Santo al sucesor de Pedro para hacer nuevas revelaciones. Pero nada impide que las haga el mismo Espíritu en persona, bajando sobre los Padres conciliares. Con esto, el Espíritu Santo llevó a la Iglesia católica a tener conciencia de sí misma: «Iglesia, ¿qué dices de ti misma?». Y en esa conciencia de sí misma, la Iglesia vio cómo se renovaban sus relaciones con el mundo moderno, con las demás religiones. 1º En efecto, el «espíritu» que obró en el Vaticano II es un «espíritu» que ya no obra sólo en la Iglesia católica, sino también en las demás religiones: «El Espíritu Santo no deja de valerse de las demás religiones como de medios de salvación». 2º Por eso mismo, este «espíritu» ya no glorifica a Nuestro Señor Jesucristo, sino que considera dignas de respeto a todas las demás religiones, y sabe ver en ellas elementos de salvación. Ya no se arguye a losjudíos de infidelidad,sino que se los llama «hermanos mayores en la fe»; ya no se arguye a los protestantes de herejía, ni a los ortodoxos de cisma,sino que se losllama «hermanosseparados», y se les reconocen elementos de salvación. El concilio va más lejos, y aprecia la Hojitas de Fe nº 248 – 4 – DEFENSA DE LA FE profunda «espiritualidad» budista, que tanto hincapié dice hacer en la oración y en el desprendimiento de las cosas de este mundo. 3º Este «espíritu» ya no recuerda las verdades enseñadas por Cristo, sino que enseña directamente nuevas verdades: la libertad religiosa, el ecumenismo, el valor salvífico de toda religión tradicional, la salvación de los creyentes de todo credo, fuera de la Iglesia católica. Es un «espíritu» de innovación total y radical, que todo lo ha hecho nuevo: nuevo Pentecostés, y por lo tanto nueva Iglesia, nuevo catecismo, nueva liturgia, nueva misa, nuevos sacramentos, nuevo derecho canónico, nueva evangelización, nueva mirada sobre las demás religiones, nuevo dogma, nueva moral, nuevo todo… Una Iglesia que se renueva en todo, eso sería lo que el «espíritu» habría producido en el Concilio. 4º Finalmente, ese «espíritu» ya no condena al mundo, sino que lo ama profundamente, y adopta sus ideales. «Todo el trabajo del concilio –reconocía por ese entonces el cardenal Ratzinger– consistió en asimilar los valores nacidos en dos siglos de cultura liberal… La igualdad, la libertad y la fraternidad de los derechos humanos, de la revolución francesa, debían ser incorporados a la doctrina de la Iglesia; y eso es lo que se ha hecho». Conclusión. No podemos negar que el «espíritu» que actuó en el Concilio anda demasiado desorientado como para ser el Espíritu Santo, el cual no puede sufrir ninguna «crisis de identidad». Y así, sólo queda que sea otro «espíritu», el «espíritu que disuelve a Cristo» (I Jn. 4 3), y sobre el cual San Juan nos amonesta, por ser el espíritu de apostasía, el espíritu diabólico, que ha recibido el permiso de Dios de hacer entrada en la Iglesia católica, así como en otro tiempo obtuvo el permiso de torturar a la Cabeza. Y por eso: 1º Hemos de pedirle al Espíritu Santo que nos mantenga fieles a la verdad que siempre enseñó la Iglesia, sin alteración. El es el Espíritu de la Verdad: que El nos ilumine. 2º Hemos de pedirle también que nos santifique por los medios que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo: su gracia, sus dones, sus sacramentos. 3º Hemos de pedirle que, como a los Apóstoles, nos centre en la persona de Nuestro Señor Jesucristo; que noslo dé a conocer, noslo haga amar e imitar, nos transforme en él, y le someta todo lo que nos concierne. Que esta fiesta de Pentecostés nos renueve en nuestra fidelidad y amor a la Santa Iglesia Católica, y a todo lo que ella significa; para que así estemos seguros de contar con la presencia del Espíritu Santo entre nosotros y dentro de nosotros, y lleguemos así un día a la verdad total, a la visión beatífica.1 © Seminario Internacional Nuestra Señora Corredentora C. C. 308 – 1744 Moreno, Pcia. de Buenos Aires FOTOCÓPIAME – DIFÚNDEME – PÍDEME a: hojitasdefe@gmail.com

FUENTE: FSSPX

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