Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado.
Pueblos y naciones, con sus leyes y costumbres y estructuras políticas deben someterse, plegarse, al Reino de Cristo. El mundo entero, en la medida que fuera posible por la libertad bien usada de los hombres. El Reino Social de Cristo se encarna en un Estado o Reino que confiese a Cristo como Rey y configure sus leyes, sus instituciones, su cultura con la única Religión verdadera que da culto al Único Dios y Rey: Jesucristo Redentor.
La Iglesia siempre lo supo y lo sabe así.
Esto se había logrado, con sus mas y sus menos; Occidente había sido ganado en gran parte para el Reino de Cristo en la Edad Media y tiempos inmediatamente posteriores. Las sociedades estaban configuradas en su derecho de manera justa y sana, con la ley natural y el cristianismo.
Pero sabemos que el Mysterium Iniquitatis -que llamaremos Revolución Anticristiana: Revolución de ahora en adelante- actuaba ya desde la venida de Cristo, y atacó a la Iglesia en su superestructura de ideas, filosófica y teológica; el mal comienza en la corrupción de esta superestructura; averiada esta con ideas erróneas, la Fe, y la praxis se degenerarán también hasta las costumbres de la vida cotidiana en la iglesia y en la sociedad secular.
El nominalismo atacó el realismo objetivo de la escolástica en la Edad Media y comenzó su labor de corrupción; sin la ontología de los universales es difícil concebir a Dios. Luego ya con este veneno dentro, emergió el Protestantismo, intoxicado con subjetivismo y fideísmo, lo cual lo hizo desembocar en un naturalismo rabioso, puesto que lo sobrenatural de la Gracia en la naturaleza humana no existía; y Dios quedaba muy lejos del pobre hombre con una naturaleza totalmente corrompida: de ahí a concentrarse en la vida inmanente natural y empecinarse en una fe púramente subjetiva, y laicismo liberal para la vida en el mundo, hay solo un paso....
Con Descartes aparece la filosofía que da vuelta el sentido común: se parte de la subjetividad del individuo: pienso, luego existo. El Racionalismo hace su entrada en la historia y sus frutos pestilentes se verán pronto..
En 1789 explotó la autodeterminación de la razón humana endiosada y el liberalismo con todo su cortejo de ideas erróneas, naturalismo, humanismo antropocentrista, laicismo feroz....grito de autonomía luciferina del hombre y su ciudad respecto de Dios.
Este espíritu de laicismo, de pretensión de autonomía de la sociedad humana respecto de Dios, y sus connotaciones modernistas filosóficas y teológicas, recorrió transversalmente la historia y penetró en la Iglesia, en el modernismo, y fue advertido y condenado clára y vehementemente por los Papas, Gregorio XVI, Mirari Vos; Pío IX en el Syllabus, Leon XIII en Libertas, San Pío X en Pascendi; en Quas Primas de Pío XI, Humanis Géneris de Pío XII. Ver sobre liberalismo y libertad religiosa, Magisterio condenatorio acá.
En 1789 explotó la autodeterminación de la razón humana endiosada y el liberalismo con todo su cortejo de ideas erróneas, naturalismo, humanismo antropocentrista, laicismo feroz....grito de autonomía luciferina del hombre y su ciudad respecto de Dios.
Este espíritu de laicismo, de pretensión de autonomía de la sociedad humana respecto de Dios, y sus connotaciones modernistas filosóficas y teológicas, recorrió transversalmente la historia y penetró en la Iglesia, en el modernismo, y fue advertido y condenado clára y vehementemente por los Papas, Gregorio XVI, Mirari Vos; Pío IX en el Syllabus, Leon XIII en Libertas, San Pío X en Pascendi; en Quas Primas de Pío XI, Humanis Géneris de Pío XII. Ver sobre liberalismo y libertad religiosa, Magisterio condenatorio acá.
El Estado político debía defender la Ley Natural y la Ley de Dios, favoreciendo la Religión católica e impidiendo -con alguna tolerancia como gracia, no como Derecho- la difusión pública de cultos y religiones falsas. Esto es Doctrina Católica.
La infiltración y presión del modernismo y liberalismo, que sostienen la autonomía de la Ciudad del hombre -humanismo antropocéntrico- respecto a Dios, y en consecuencia, abdican del imperativo del Reino social de Cristo en la tierra, presionaron a la Iglesia ya desde dentro para que se pliegue, acepte la adecuación a la Revolución; de allí las advertencias y condenas de los Papas.
Pero en 1958 y morir el gran Pío XII accede al Papado Juan XXIII, de ideas innovadoras y permeable a las grandes líneas de la Revolución; ese buenismo confiado y optimista en el mundo, trágicamente prometeico y pelagiano, con cuyas ideas la Iglesia avanzaría y se pondría en su máximo punto de actualización, fusionándose con el espíritu liberal que venía desde 1789, convocó al II Concilio Vaticano para aggiornar, poner al día, actualizar a la Iglesia al momento de la historia del mundo, precisamente aplicando las ideas de la Revolución: la aceptación de la sana laicicidad: la aceptación de la autonomía de la Ciudad del Hombre; la aceptación del Estado liberal laico "neutro", -una utopía de buenismo estúpido, pues el Estado liberal es Nuevo Orden Mundial anticristiano: he ahí su confesionalidad solapada o no- bajo el cual la Iglesia sería una cosmovisión mas dentro del pluralismo, en igualdad de condiciones que otras cosmovisiones ideológicas y religiones adámicas erróneas que ahora tienen "derecho" basado en la "dignidad humana" a difundir públicamente su "culto". Esto no es otra cosa que la Abdicación del Imperativo de Establecimiento del Reino sociopolítico de Cristo en la tierra. La adecuación, la adhesión del magisterio de la Iglesia a la Revolución. Lo cual queda plasmado en los documentos del II Concilio: el humanismo antropocéntrico en Gaudium et Spes y la Reforma Litúrgica; el indiferentismo en Nostra Aetate y en la nueva eclesiología de Lumen Gentium, donde se pone en crisis el Dogma de Extra Ecclesiam Nulla Salus, ya que la Iglesia de Cristo deja de ser la Iglesia Católica y ahora subsiste en ella. Esto significa que también la Iglesia es otros diferentes desgajamientos cismáticos....
Pero sobre todo, la abdicación del imperativo de establecimiento del Reino sociopolítico de Cristo en el mundo se plasma en Dignitates Humanae, donde el II Concilio se rinde cláramente a la Revolución aceptando la Libertad Religiosa ya condenada por los Papas mencionados con toda claridad. Se acepta el laicismo tan presionado y buscado por la Revolución, con algún pequeño ungúento de moderación (inútil): se acepta la autonomía moral de la sociedad respecto de Cristo, que ya, entonces, no es mas su Rey: su reinado queda confinado a los corazones de los individuos: la Religión queda privatizada. A esto Monseñor Lefebvre con su poder de síntesis calificó del Destronamiento de Cristo, en su libro brillante y profético Le Destronaron: acá
Se pueden hacer piruetas alquimistas conceptuales neoconservadoras de todo tipo pero es imposible negar esta verdad diáfana. Se ha abdicado del Reino social de Cristo y se lo ha destronado de la Ciudad del Hombre. Cristo ya no es el Rey: ahora el soberano es el hombre: la Verdadera Religión queda en pie de igualdad a cualquier cosmovisión y religión adámica y errónea. Y estas tienen "derecho" a eso. El error y el mal no tienen derecho para Cristo.
Todos los Papas conciliares aceptaron este Destronamiento de Cristo; la rendición ante la Revolución. Que hayan, después de eso, hecho algunas advertencias y algunas encíclicas bastante bien hechas, no remite la situación: el mal ya está hecho, la entrega al enemigo ya está consumada. Lo que hacen con sus encíclicas algo ortodoxas y advertencias piadosas, es como abrir el corral de las ovejas, hacer entrar una manada de lobos y luego poner cartelitos de "cuidado con el lobo"...Es una incongruente y trágica iniquidad, mas allá de las intenciones, que no nos interesan -las juzgará Dios-; nos interesan los hechos objetivos. Y esos si los podemos juzgar católicamente para discernir donde está la Doctrina y la Verdad que hay que seguir y obedecer y donde no.
En estos últimos Domingos del Tiempo después de Pentecostés, donde nos acercamos a la Solemnidad de Cristo Rey, es necesario tomar conciencia y orar y contemplar, formarse y reflexionar, pero también difundir, aclarar, dilucidar la verdad de esta abdicación histórica de una jerarquía infiel que prefirió agradar al mundo antes que al Rey del Universo.
Obviamente, el II Concilio Vaticano no debe ser aceptado en aquello que contraviene la Verdad Revelada, porque no es un Concilio Dogmático, sino pastoral, sin intención de definir Doctrina, como lo han reconocido explícitamente Juan XXIII y Pablo VI. Sus títulos de "Constitución Dogmática" para GS por ejemplo, no son mas que títulos, porque la aclaración de los Papas deja limpio el carácter no Dogmático del Concilio. Sobre consideraciones rápidas sobre el II Concilio Vaticano, acá
Nuestro imperativo, el del Católico, tradicional -no debería hacer falta poner este epíteto, pero para que no haya confusiones- es bregar para volver a aceptar la Doctrina de siempre, la verdadera de la Iglesia, la que no abdica ni se rinde ante la Ciudad del Hombre; la que no abdica ante la Revolución, y mantiene en alto la Revelación, la Tradición y el Magisterio de siempre; la Doctrina de siempre, para no ceder al imperativo de bregar por el Reino social de Cristo. Hoy ciertamente muy difícil, ya que la Revolución ha penetrado en todo el tejido de la vida sociopolítica y cultural del mundo con una gran campaña conspirativa que viene desde hace mucho tiempo, y aún penetró desde el II Concilio Vaticano, como lo dijimos en un magisterio abdicante de una jerarquía infiel, débil, apóstata y deseosa de congraciarse con el mundo; que ha entregado al César lo que es de Dios.
Repasemos el verdadero Magisterio de la Iglesia, en la encíclica Quas Primas, de Pío XI, que condensa la Doctrina sobre el tema, acá, para renovar nuestra lucha por el establecimiento, en lo que sea posible, del Reino de Cristo en la sociedad humana, y que no quede miserablemente confinado a los corazones, privatizado según el espíritu liberal de la Revolución; que es ahí donde lo quiere, guardado dentro de la subjetividad del bautizado, pero que no se le ocurra emerger y transformar el mundo! Además, ya sabemos el final de esta historia: Cristo confinado a la privacidad del corazón, oprimido por una Ciudad del Hombre cada vez mas totalitaria e idolátrica, el Leviatán, terminará muerto inexorablemente también dentro de la privacidad del corazón.
No podemos aceptar esa claudicación miserable; la Fe católica debe emerger de los corazones y transformar la cultura, la sociedad y la política.
Viva Cristo Rey!
La infiltración y presión del modernismo y liberalismo, que sostienen la autonomía de la Ciudad del hombre -humanismo antropocéntrico- respecto a Dios, y en consecuencia, abdican del imperativo del Reino social de Cristo en la tierra, presionaron a la Iglesia ya desde dentro para que se pliegue, acepte la adecuación a la Revolución; de allí las advertencias y condenas de los Papas.
Pero en 1958 y morir el gran Pío XII accede al Papado Juan XXIII, de ideas innovadoras y permeable a las grandes líneas de la Revolución; ese buenismo confiado y optimista en el mundo, trágicamente prometeico y pelagiano, con cuyas ideas la Iglesia avanzaría y se pondría en su máximo punto de actualización, fusionándose con el espíritu liberal que venía desde 1789, convocó al II Concilio Vaticano para aggiornar, poner al día, actualizar a la Iglesia al momento de la historia del mundo, precisamente aplicando las ideas de la Revolución: la aceptación de la sana laicicidad: la aceptación de la autonomía de la Ciudad del Hombre; la aceptación del Estado liberal laico "neutro", -una utopía de buenismo estúpido, pues el Estado liberal es Nuevo Orden Mundial anticristiano: he ahí su confesionalidad solapada o no- bajo el cual la Iglesia sería una cosmovisión mas dentro del pluralismo, en igualdad de condiciones que otras cosmovisiones ideológicas y religiones adámicas erróneas que ahora tienen "derecho" basado en la "dignidad humana" a difundir públicamente su "culto". Esto no es otra cosa que la Abdicación del Imperativo de Establecimiento del Reino sociopolítico de Cristo en la tierra. La adecuación, la adhesión del magisterio de la Iglesia a la Revolución. Lo cual queda plasmado en los documentos del II Concilio: el humanismo antropocéntrico en Gaudium et Spes y la Reforma Litúrgica; el indiferentismo en Nostra Aetate y en la nueva eclesiología de Lumen Gentium, donde se pone en crisis el Dogma de Extra Ecclesiam Nulla Salus, ya que la Iglesia de Cristo deja de ser la Iglesia Católica y ahora subsiste en ella. Esto significa que también la Iglesia es otros diferentes desgajamientos cismáticos....
Pero sobre todo, la abdicación del imperativo de establecimiento del Reino sociopolítico de Cristo en el mundo se plasma en Dignitates Humanae, donde el II Concilio se rinde cláramente a la Revolución aceptando la Libertad Religiosa ya condenada por los Papas mencionados con toda claridad. Se acepta el laicismo tan presionado y buscado por la Revolución, con algún pequeño ungúento de moderación (inútil): se acepta la autonomía moral de la sociedad respecto de Cristo, que ya, entonces, no es mas su Rey: su reinado queda confinado a los corazones de los individuos: la Religión queda privatizada. A esto Monseñor Lefebvre con su poder de síntesis calificó del Destronamiento de Cristo, en su libro brillante y profético Le Destronaron: acá
Se pueden hacer piruetas alquimistas conceptuales neoconservadoras de todo tipo pero es imposible negar esta verdad diáfana. Se ha abdicado del Reino social de Cristo y se lo ha destronado de la Ciudad del Hombre. Cristo ya no es el Rey: ahora el soberano es el hombre: la Verdadera Religión queda en pie de igualdad a cualquier cosmovisión y religión adámica y errónea. Y estas tienen "derecho" a eso. El error y el mal no tienen derecho para Cristo.
Todos los Papas conciliares aceptaron este Destronamiento de Cristo; la rendición ante la Revolución. Que hayan, después de eso, hecho algunas advertencias y algunas encíclicas bastante bien hechas, no remite la situación: el mal ya está hecho, la entrega al enemigo ya está consumada. Lo que hacen con sus encíclicas algo ortodoxas y advertencias piadosas, es como abrir el corral de las ovejas, hacer entrar una manada de lobos y luego poner cartelitos de "cuidado con el lobo"...Es una incongruente y trágica iniquidad, mas allá de las intenciones, que no nos interesan -las juzgará Dios-; nos interesan los hechos objetivos. Y esos si los podemos juzgar católicamente para discernir donde está la Doctrina y la Verdad que hay que seguir y obedecer y donde no.
En estos últimos Domingos del Tiempo después de Pentecostés, donde nos acercamos a la Solemnidad de Cristo Rey, es necesario tomar conciencia y orar y contemplar, formarse y reflexionar, pero también difundir, aclarar, dilucidar la verdad de esta abdicación histórica de una jerarquía infiel que prefirió agradar al mundo antes que al Rey del Universo.
Obviamente, el II Concilio Vaticano no debe ser aceptado en aquello que contraviene la Verdad Revelada, porque no es un Concilio Dogmático, sino pastoral, sin intención de definir Doctrina, como lo han reconocido explícitamente Juan XXIII y Pablo VI. Sus títulos de "Constitución Dogmática" para GS por ejemplo, no son mas que títulos, porque la aclaración de los Papas deja limpio el carácter no Dogmático del Concilio. Sobre consideraciones rápidas sobre el II Concilio Vaticano, acá
Nuestro imperativo, el del Católico, tradicional -no debería hacer falta poner este epíteto, pero para que no haya confusiones- es bregar para volver a aceptar la Doctrina de siempre, la verdadera de la Iglesia, la que no abdica ni se rinde ante la Ciudad del Hombre; la que no abdica ante la Revolución, y mantiene en alto la Revelación, la Tradición y el Magisterio de siempre; la Doctrina de siempre, para no ceder al imperativo de bregar por el Reino social de Cristo. Hoy ciertamente muy difícil, ya que la Revolución ha penetrado en todo el tejido de la vida sociopolítica y cultural del mundo con una gran campaña conspirativa que viene desde hace mucho tiempo, y aún penetró desde el II Concilio Vaticano, como lo dijimos en un magisterio abdicante de una jerarquía infiel, débil, apóstata y deseosa de congraciarse con el mundo; que ha entregado al César lo que es de Dios.
Repasemos el verdadero Magisterio de la Iglesia, en la encíclica Quas Primas, de Pío XI, que condensa la Doctrina sobre el tema, acá, para renovar nuestra lucha por el establecimiento, en lo que sea posible, del Reino de Cristo en la sociedad humana, y que no quede miserablemente confinado a los corazones, privatizado según el espíritu liberal de la Revolución; que es ahí donde lo quiere, guardado dentro de la subjetividad del bautizado, pero que no se le ocurra emerger y transformar el mundo! Además, ya sabemos el final de esta historia: Cristo confinado a la privacidad del corazón, oprimido por una Ciudad del Hombre cada vez mas totalitaria e idolátrica, el Leviatán, terminará muerto inexorablemente también dentro de la privacidad del corazón.
No podemos aceptar esa claudicación miserable; la Fe católica debe emerger de los corazones y transformar la cultura, la sociedad y la política.
Viva Cristo Rey!
El II Concilio Vaticano es el Concilio del liberalismo de tercer grado; el peor y mas peligroso. Los bautizados liberales de tercer grado son peores que un ateo. Leon XIII dixit.
ResponderEliminarEl II Concilio Vaticano convirtió a la iglesia en lo peor que habían denunciado los Papas católicos.
ResponderEliminar