sábado, 17 de agosto de 2019

X DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


X DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

II clase, verde

Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad



PROEMIO



Hay humildades de que Dios nos libre -decía Santa Teresa-, porque tan sólo tienen de tales el disfraz, ocultando bajo la máscara un orgullo refinado.

Pues el domingo de hoy en su liturgia nos enseña a distinguir la humildad postiza de la que es auténtica y verdadera. Ésta consiste en atribuir al Espíritu Santo y no a nosotros mismos nuestra santidad, ya que los actos del hombre, si llegan a ser sobrenaturales y a valer algo en orden a la vida eterna, es merced a la gracia del Espíritu Santo, que desde el día de Pentecostés sigue obrando la santidad en la tierra, en aquellos que no le desechan, ni le contristan, ni le extinguen, según la gráfica expresión del Apóstol.

Pero sucede que la primera disposición del alma para que en ella obre libre y eficazmente ese divino Espíritu Santo y santificador, es la humildad, es encontrarla vacía, porque si la encuentra llena de sí misma, no hay lugar para Él, y se queda afuera, si bien junto a sus puertas para llamar a ellas a menudo, mediante sus santas inspiraciones. Además, la primera condición para conseguir el perdón de los pecados es la humildad, que reconoce la propia miseria y pide a Dios limpie al alma con su gracia.

En esta semana tenemos en el Breviario varios tipos de humildes y de orgullosos. Humilde fue el profeta Elías, y humilde el niño Joás, contrastando sus figuras con las de la impía Jezabel, la de Acab y la de su hija, la infame Atalla, tipos todos ellos repugnantes por su misma arrogancia.

Vemos a Joás humillado y después ensalzado por Dios. Pero este fenómeno, tan frecuente, está aún mejor retratado en el Evangelio del día. No hay cosa que más asquee a Dios que la soberbia; y sobre todo la soberbia redomada del fariseo, al cual ni sus mismas obras buenas le aprovechan, toda vez que las convierte en ponzoña, a causa de su dañada intención de lucir y aparentar ante el mundo.

Hay dos clases de hombres, dice Pascal: los pecadores que se tienen por culpables de todo, y los pecadores que nada de reprensible encuentran en sí. Pero, a la corta o a la larga, Dios humillará a éstos y ensalzará a aquellos; porque es ley que jamás deja de cumplirse: el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado (Ev.).

Verdad que Dios es indulgente, y que amenaza más de lo que suele castigar. imitando en esto a las madres; pero sepamos que " Dios no es burlado ". y que se han dado ya muchos castigos y pavorosos escarmientos.

Aprendamos, pues, a ser mansos y humildes de corazón. Ésta es la gran, casi la única lección que quiso Jesús aprendiésemos de Él. No nos dijo: Aprended a crear mundos, como Yo los creé, o a resucitar muertos y obrar estupendos milagros. En nada de eso quiso le imitásemos, sino en la mansedumbre y humildad, pero humildad de corazón, que no consiste en fingimientos ni en melindrosos encogimientos, sino en la verdad, porque la humildad es verdad (Sta. Teresa), ya que nos convence de lo poco que somos y de cómo seríamos todavía peores si el Señor misericordioso no nos tuviera siempre de su mano.

Guardemos en nuestra imaginación, profundamente grabada, la lección de humildad que se desprende de la parábola del Fariseo y el Publicano.

...

La virtud más necesaria al cristiano, la más agradable a Dios, la que atrae las bendiciones del cielo, es sin duda la humildad. En la Misa de hoy se nos recomienda en gran manera esa virtud. En la parábola del Evangelio, que nos describe el orgullo del fariseo y la humildad del republicano, ¿quién no conoce qué designios del Señor al proponerla fue para enseñarnos que sin la humildad no es posible la justicia, ni virtud cristiana alguna?

La Epístola es como el preludio razonado de esta parábola. San Pablo recuerda a los fieles de Corinto el lastimoso estado en que estaban antes de su conversión. Las gracias que actualmente poseían no debían engreírlos, pues eran puros dones del Espíritu Santo.



El Introito está íntimamente relacionado con esta virtud. Nos inspira una humilde confianza en la bondad de Dios, quien es a un tiempo nuestro Creador, nuestro Padre y Redentor.  (1)





TEXTOS DE LA SANTA MISA



Introito. Salm. 54,17-23,2-3.- Yo llamo al Señor, y él oye mi voz; me libra de los que marchan contra mí; él, que reina desde toda la eternidad, los humilla. Pon tu suerte en las manos del Señor; él te sustentará.  Salmo.- Da oídos, Señor, a mis ruegos y no te escondas ante mis plegarias; atiéndeme y escúchame. V/ Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Colecta.- 
Oh Dios!, que haces brillar sobre todo tu omnipotencia por el perdón y la clemencia, multiplica sobre nosotros tu gracia; para que, corriendo tras de tus promesas, nos hagas participar de los bienes celestiales. Por nuestro Señor Jesucristo.

Epístola. I Cor. 12.2-11
Hermanos: Bien sabéis que cuando erais paganos, marchabais sin reflexionar tras de los ídolos mudos. Ahora, pues, yo os declaro: nadie que hable inspirado de Dios maldice de Jesús y nadie puede decir que Jesús es el Señor, sino por moción del Espíritu Santo. Hay, sí, diversidad de dones espirituales, mas es el mismo Espíritu; diversidad de ministerios, pero un solo Señor; diversidad de opera­ciones, mas el mismo Dios obra todo en todos. La manifestación del Espíritu se da a cada cual con miras al bien común. Así uno recibe del Espíritu una palabra de sabiduría; otro recibe del mismo Espíritu una palabra de ciencia; a éste le da el mismo Espíritu fe; al otro, el don de curación por el mismo Espíritu; a quién, el don de hacer milagros; a quién, la profecía; a éste, discreción de espíritus; a uno, diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretación. Mas todo esto lo obra el mismo y único Espíritu, repartiéndolo a cada cual según le place.

Gradual. Salm. 16.8,2, Guárdame, Señor, como a la niña de tus ojos: al abrigo de tus alas ampárame. V/ Tu boca falle en mi favor y vean tus ojos mi rectitud.

Aleluya. Salm. 64.2.- Aleluya, aleluya. V/ A ti, ioh Dios!, se deben himnos de alabanza en Sión, y a ti se ofrecerán votos en Jerusalén. Aleluya.

Evangelio. Luc.18.9-14.- 
En aquel tiempo: Dijo Jesús a ciertos hombres que presumían de justos y despreciaban a los demás esta parábola: Dos hombres subieron al templo para orar, uno fariseo y otro publicano. El fariseo, en pie, oraba en su interior de esta manera: ¡Dios!, gracias te doy porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; o como este publicano. Ayuno dos veces por semana; pago los diezmos de cuanto poseo. El publicano, puesto allá lejos, ni se atrevía a levantar los ojos al cielo; se golpeaba el pecho diciendo: ¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador! Os digo que éste volvió justificado a su casa, mas no el otro; porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado. CREDO.

Ofertorio. Salm. 24.1-3.-
 A ti, Señor, levanto mi espíritu; en ti, Dios mío, busco mi refugio, no quede avergonzado, ni se burlen de mí mis enemigos; nadie que espere en ti será con­fundido.

Secreta.- A ti, Señor, se debe rendir el tributo de estos sacrificios; tu eres también el que nos permites ofrecerlos en tu honor y también para nuestra propia curación, Por nuestro Señor.

Prefacio de la Santísima Trinidad.En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz. Santo...

Comunión. Salm. 50.21.- Aceptarás, Señor, los sacrificios santos, el holocausto y la oblación perfecta sobre tu altar.

Poscomunión.- Te rogamos, Señor y Dios nuestro, no prives de tus auxilios a los que te dignas, be­nigno, reparar con tus divinos sacramentos. Por nuestro.







COMENTARIO



Como habitualmente, reproducimos el comentario del Padre Castellani. Luego haremos nuestras propias consideraciones sobre temas de actualidad del Evangelio de hoy.



COMENTARIO DEL PADRE CASTELLANI



Este Domingo décimo después de Pentecostés se lee la conocida parábola del Fariseo y el Publicano, conocida incluso por los poetas, que la han glosado en diversas formas – recuerdo ahora una novela amarga y heterodoxa de John Galsworthy llamada El primero y el último, de la que sacaron un film los yanquis–



<< Lejos del tabernáculo, que ceñían de un velo de humo espeso, diez lámparas de cobre desde el suelo lejos del tabernáculo que ceñían de un velo; estaba el paralítico y estaba el Publicano y el hidrópico estaba y el buen samaritano estaba el paralítico y estaba el Publicano... Más allá, sobre un lecho de mullidas alfombras y entre un brillo de sedas y lejos de las sombras más allá, sobre un lecho de mullidas alfombras, estaba el Fariseo que ante el Señor se exalta rezando los versículos de David en voz alta estaba el Fariseo, que ante el Señor se exalta....>>



 Esto es de un poeta argentino, Horacio Caillet-Bois. Como está colocada después de la parábola de la Viuda Molesta, San Agustín y otros muchos dicen que versa sobre la oración, y que recomienda la humildad al orar. Es eso; hay eso desde luego; pero hay otra cosa: hay un retrato de la soberbia religiosa, que había de ser, y ya era, el principal enemigo de Cristo; retrato breve pero enérgicamente incisivo, como un medallón o un aguafuerte. Jesucristo no vaciló en contraponer entre sí a la clase social más respetada con la más repelida, ni en nombrar por su nombre a esa clase social eminente, al denunciarla como infatuado religiosamente: Fariseo y Publicano. Si nos preguntaran cómo habría que traducir hoy día esas palabras para que sonaran parecido a aquellos tiempos, habría que decir la parábola del Sacerdote y el Ciruja, o algo por el estilo: o, hablando con perdón, la parábola del Sacristán y la Prostituta. La palabra fariseo no significaba entonces lo que significó después de Cristo, así como la palabra sofista no significaba en el siglo de Platón lo mismo que significó después – y por obra– de Platón. Los fariseos eran los separados –eso significa la palabra en arameo–, los puros, los distinguidos. No existe hoy un grupo social enteramente idéntico a los fariseos –aunque existe mucho fariseísmo desde luego–, por lo cual no se pueden definir con una sola palabra. Si digo que los fariseos eran el alto clero, los clericales, los jesuitas, los nazis, los oligarcas, los devotos, los puritanos, los ultramontanos, miento: aunque tenían algo de todo eso. Algunos los han comparado con los Sinn-feiners de Irlanda; otros con los Puritanos de Oliver Cromwell. Eran a la vez una especie de cofradía religiosa, de grupo social y de poder político; es todo lo que se puede decir brevemente; pero lo formal y esencial en ellos era lo religioso: el culto, el estudio y el celo de la Torah, de la Ley de Moisés, que había proliferado entre sus manos, como un pedazo de gorgonzola. Preguntado un ham-haréss (hombre del pueblo) israelita, hubiera dicho: “Son unos hombres muy religiosos, muy sabios y muy poderosos”, más o menos lo que cree el pueblo hoy día de los frailes. El Evangelista al principio de la parábola los define: “Unos hombres que se tenían a sí mismos por santos y despreciaban a los demás”; es decir, soberbia religiosa. Queda entendido que no siempre fueron así los fariseos: fue un estrato social que se corrompió. En tiempo de Jesucristo eran así. Antes de Jesucristo habían sido la fracción política que mantuvo la tradición nacionalista y antihelenística de los Macabeos. Después de Cristo, fueron el espíritu que inspiró el Talmud y organizó la religión judaica actual: puesto que la destrucción y la Diáspora, que acabó con los Saduceos, no acabó con los fariseos. Éstos son indestructibles. Los Publicanos eran receptores de rentas o cobradores de impuestos, pero no como los nuestros. Los romanos ponían a subasta pública los impuestos de una Provincia; y el “financiero” que ganaba el remate quedaba facultado para cobrar a la gente como pudiera –y, bajo mano, lo más que pudiera–; lo cual hacía por medio de cobradores terribles, los publicanos, cordialmente odiados, como todo cobrador: y mucho más por servir en definitiva a los romanos, los odiosos extranjeros. En suma, decir publicano era peor que decir ladrón; prácticamente era decir traidor o vendepatria... “Palabra de honor os digo –dijo Cristo– que el Publicano volvió a su casa justificado, y el otro no”..(.5) . El que se llamó a sí mismo pecador, volvió a su casa justo; el que se llamó santo volvió con un pecado más. El fariseo se tenía a sí por santo y al otro por miserable; y Dios no fue de la misma opinión. La oración del fariseo, proferida en voz alta, de pie, cerca del santuario es una obra maestra. Cristo no exagera ni se queda corto: la oración parece no contener nada malo; pero está penetrada del peor mal que existe, que es el orgullo religioso: “Gracias te doy, oh Dios, de que no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros –ni como este publicano...–; ayuno dos veces cada Sábado, pago los diezmos de todo lo que poseo...”. ¿Acaso es un pecado conocer que uno no hace crímenes y dar gracias a Dios por ello?, dice el reverendo George Herbert Box M A., profesor de Estudios Bíblicos y Rector del Templo de Southton Bede, en el artículo “Pharisee” de la Enciclopedia Británica, donde se halla una curiosa defensa de los fariseos que prueba que su raza no ha desaparecido del mundo. ¡Dichoso el que tiene un hijo que lo defienda después de muerto!



Toda la biografía de Jesús de Nazareth como hombre se puede resumir en esta fórmula: fue el Mesías y luchó contra el fariseísmo; o quizás más brevemente todavía: luchó con los fariseos. Ése fue el trabajo que personalmente se asignó Cristo como hombre: su Empresa. Todas las biografías de Cristo que recuerdo (Luis Veuillot, Grandmaison, Ricciotti, Lebreton, Papini) construyen su vida sobre otra fórmula: Fue el Hijo de Dios, predicó el Reino de Dios, y confirmó su prédica con milagros y profecías. Sí, pero ¿y su muerte? Esta fórmula amputa su muerte, que fue el acto más importante de su vida. El drama de Cristo queda así escamoteado. La vida de Cristo no fue un idilio ni un cuento de hadas ni una elegía, sino un drama. No hay drama sin antagonista. El antagonista de Cristo fue el fariseísmo, vencedor en apariencia, derrotado en realidad. Sin el fariseísmo, toda la historia de Cristo fuera cambiada; y también la del mundo entero. Su Iglesia no hubiera sido como es ahora; y el mundo todo hubiese seguido otro derrotero, con Israel a la cabeza: triunfante y no deicida y errante; derrotero enteramente inimaginable para nosotros. Sin el fariseísmo, Cristo no hubiera muerto en la cruz; y la Humanidad no sería esta Humanidad; ni la Religión, esta Religión. El fariseísmo es el gusano de la religión; y parece ser un gusano ineludible, pues no hay en este mundo fruta que no tenga gusano, ni institución sin su corrupción específica. Todo lo que es mortal muere; y antes de morir, decae. El fariseísmo es la degradación de la religión, míster George Box... perdone usted, profesor de religión. Es la soberbia religiosa, es la corrupción más grande de la verdad más grande: la verdad de que los valores religiosos son los más grandes. Eso es verdad; pero en el momento en que nos los adjudicamos, los perdemos; en el momento en que hacemos nuestro lo que es de Dios, deja de ser de nadie, si es que no deviene propiedad del diablo. El gesto religioso, cuando toma conciencia de sí mismo, se vuelve mueca. No quiere decir que uno debe ignorar que es un gesto religioso; quiere decir que su objeto debe ser Dios y no yo mismo. El publicano decía: “Oh Dios, apiádate de mí, pecador.” El fariseo pensaba: “Estoy rezando: conviene que rece bien porque yo soy yo; y hay que dar buen ejemplo a toda esta canalla.” “No oréis a gritos, como los fariseos, ni digáis a Dios muchas cosas, como los paganos; vosotros cerrad la puerta y orad en lo escondido; y vuestro Padre, que está en lo escondido, os escuchará.” Decía don Benjamín Benavides que el fariseísmo, tal como está escrito en los Evangelios, tiene como siete grados: 1) La religión se vuelve exterior y ostentatorio; 2) la religión se vuelve rutina y oficio; 3) la religión se vuelve negocio o “granjería”; 4) la religión se vuelve poder o influencia, medio de dominar al prójimo; 5) aversión a los que son auténticamente religiosos; 6) persecución a los que son religiosos de veras; 7) sacrilegio y homicidio. Esto me fue dicho, ahora recuerdo, en San Juan, la noche de Navidad de 1940, tres o cuatro años antes del Terremoto, cuando yo sabía teóricamente que existía el fariseísmo, pero todavía no me había topado con él en cuerpo y alma. De modo que en suma, el fariseísmo abarca desde la simple exterioridad (añadir a los 613 preceptos de la Ley de Moisés como 6.000 preceptos más y olvidarse de lo interior, de la misericordia y la justicia) hasta la crueldad (es necesario que Éste muera, porque está haciendo muchos prodigios y la gente lo sigue; y que muera del modo más ignominioso y atroz, condenado por la justicia romana), pasando por todos los escalones del fanatismo y la hipocresía. Éste es el pecado contra el Espíritu Santo, el cual de suyo no tiene remedio. Aquel que no vea la extrema maldad del fariseísmo –que realmente es fácil de ver–, que considere solamente esto: la religión suprimiendo la misericordia y la justicia. ¿Puede darse algo más monstruo? Yo le envidio a Jesucristo el coraje que tuvo para luchar contra los fariseos. Yo, excepto en un solo caso, cada vez que me topé con un fariseo grande, me he quedado alelado y yerto, como un estúpido; es decir, estupefacto. Sin embargo, siento simpatía por el fariseo Simón, Simón el Leproso, aquel a quien Cristo le reprochó: “No me besaste”, el que invitó a comer a Cristo y al final de la comida se le colaron sin billete ¡la Magdalena y Judas! No todos los fariseos eran malos: algunos eran santulones, pero no hipócritas. De entre ellos salieron algunos buenos cristianos: San Pablo, por ejemplo. La parábola termina con esta frase: “Todo el que se exalta será humillado y todo el que se humilla será exaltado”, cuyo sentido es obvio. Pero ella comienza con otra frase, que es misteriosa: “Cuando vuelva el Hijo del Hombre ¿creéis que encontrará fe sobre la tierra?”. Cristo conecta proféticamente su Primera y Segunda Venida, indicando que el estado de la religión será parecido en ambos momentos, el Primero y el Ultimo. Aquí hay que corregir otra vez con todo respeto a San Agustín; el cual, viendo en el siglo IV “las iglesias llenas” (sermón 115) y la fe creciendo día a día, no se podía imaginar una crisis de la fe como, por ejemplo, la nuestra; y en consecuencia dice: “¿De qué fe habla el Salvador? Habla de la fe plena, de la fe que hace milagros, de la fe que mueve las montañas, de la fe perfecta, de la fe que es siempre muy rara y de muy pocos”... No. Cristo habla de la fe en seco. Viendo el estado de la religión en su tiempo en que por causa del fariseísmo, en los campos la gente andaba “como ovejas que no tienen pastor”; y en las ciudades “con pastores que eran lobos con piel de oveja” –los cuales iban a derramar la sangre del buen Pastor–, se acordó repentinamente del otro período agónico de la religión, en que la situación religiosa habría de ser parecida o peor; y exhaló ese tremendo gemido. Con razón anota monseñor Juan Straubinger comentando este versículo: “Obliga a una detenida meditación este impresionante anuncio que hace Cristo, no obstante haber prometido su asistencia a la Iglesia hasta la consumación del siglo. Es el gran “Misterio de Iniquidad” y la “gran apostasía” que dice San Pablo en II Tesalonicenses 2, y que el mismo Señor describe varias veces, sobre todo en su discurso escatológico.” Hay pues dos profecías en el Evangelio que parecen inconciliables: una es que “las Puertas del Infierno no prevalecerán contra ella”; otra es que cuando vuelva Cristo “apenas encontrará fe sobre la tierra”. Y la conciliación debe de estar en el principio o norma que dio Cristo a los suyos respecto a la Sinagoga ya desolada y contaminada: “En la cátedra de Moisés se sentaron y enseñaron los Escribas y Fariseos: vosotros haced todo lo que os dijeren, pero no hagáis conforme a sus obra.” La Iglesia no fallará nunca porque nunca enseñará mentira; pero la Iglesia será un día desolada, porque los que enseñan en ella hablarán y no harán, mandarán y no servirán; y mezclando enseñanzas santas y sacras con ejemplos malos o nulos, harán a la Iglesia repugnante al mundo entero, excepto a los poquísimos heroicamente constantes. Los cuales tendrán, sí, oh Agustín, una fe más grande que las montañas. Hasta acá Castellani (2)



NOTAS PROPIAS DE CASTELLANI

5) Hay un error de traducción en la Vulgata y en muchos evangelios castellanos que dan la siguiente frase absurda: “Volvió a su casa más justificado que el otro”, o bien: “justificado en parangón con el otro”; frases con las cuales luchan inútilmente San Agustín y Maldonado, por no poseer entonces un texto griego críticamente depurado.

FARISAÍSMO Y PROGREMODERNISMO

HUMILDAD O AGNOSTICISMO?   SOBERBIA O VERDADERA FE? LA INVERSIÓN ONTOLÓGICA CONCILIAR



El período post Vaticano II fue un período de oscurecimiento y derrotismo en la Fe Católica. Varios puntos de la Doctrina y la cosmovisión católicas que la Iglesia, la Revelación siempre tuvo claros, se volvieron inaceptables o puestos en duda….Esa duda tan odiosa a Nuestro Señor Jesucristo. Recordemos el entusiasmo notable que a Él le suscita la Fe fuerte y la desazón, malestar e incluso ira que le produce la Falta de Fe; son tan fuertes y violentas sus reacciones sobre la falta de Fe que a muchos los deja perplejos y escandaliza; no así precisamente al que tiene fe…Mencionemos solamente aquel enojo con los discípulos que no pudieron expulsar un demonio, en (Mt 17,17):

Oh raza incrédula y perversa! Hasta cuando deberé estar con ustedes! Hasta cuando tendré que soportarlos! 

Pues bien, decíamos, este derrotismo, esta actitud de desconfianza hacia la Revelación, al Poder de la Palabra de Dios, de la Doctrina, de la inspiración divina existente en la Iglesia; hacia el Sacerdocio también, que está en los períodos conciliar y post conciliar, proviene esencialmente de Rhaner; recordemos su “Critica al Triunfalismo Doctrinal” (3)…del cual recopilamos algunas afirmaciones que creemos suficientemente aclaratorias de su posición declinatoria, derrotista, abdicante:

Los triunfalistas doctrinales:

«creen en una Iglesia que conoce el Derecho natural y que aspira a someter a la ley del Evangelio no sólo los sentimientos de nuestro corazón, sino también la realidad concreta de la vida y de la historia» (pg 121)

«Ni la Iglesia docente ni los fieles “oyentes” deben sobrevalorar la posibilidad de esa toma de posición de la Iglesia con respecto a las necesidades y problemas concretos de la situación terrena (Ibíd., p.122)»

«los terrenos de la historia, de la cultura, de la economía, de la política y de la convivencia de los pueblos en nuestros días (Ïb., p.122)»

«Aquí se trata solamente de la posibilidad de que los representantes oficiales de la Iglesia sobrevaloren el alcance y la significación de la doctrina recta que presentan e inculcan […] De aquí nace ese triunfalismo clerical que el Concilio ha deplorado y combatido» (Ib. p.122-123)

Pertinente artículo sobre el tema, aquí (4)

Veamos también que del Triunfalismo Doctrinal rhaneriano (Fe para la Iglesia), deriva injustificadamente a un Triunfalismo Clerical

En su escrito (Karl RAHNER, Peligros en el catolicismo, Cristiandad, Madrid 1964, p. 121 ss) es escéptico sobre el poder de la Palabra y la Doctrina para transformar el mundo, la vida social: esto es ni mas ni menos que falta de Fe; que laicismo liberal y personalismo, confinando la Religión a la intimidad y aboliendo y decretando la imposibilidad, y la indeseabilidad si se quiere, de la instauración del Reino sociopolítico de Cristo en el mundo. Esto es ni mas ni menos que el núcleo de la Libertad Religiosa laicista de Dignitates Humanae, que pone a la Iglesia bajo el Estado liberal (supuestamente neutro, lo cual es una estupidez: nunca es neutro: profesa los Dogmas de la Corrección Política del Nuevo Orden Mundial, y presiona y catequiza, y legisla con ellos), en un indiferentismo nunca visto; libertad religiosa laicista liberal  que ya está condenada en Quanta Qura de Pío IX, y también por Leon XIII; mientras que lo que se niega en esta libertad religiosa; aquello de lo cual se declina y abdica, es la instauración del Reino sociopolítico de Cristo en la Tierra, imperativo católico confirmado en Quas Primas, de Pío XI.

Este derrotismo y falta de Fe en el poder de la Palabra de Dios e incluso en el sacerdocio, impregnaron el Concilio -como Rhaner lo reconoce- y el Espíritu del Concilio -esa suerte de metamagisterio progremodernista e hipercrítico de la Fe y la Tradición de 1962 años, que envolvía a la Iglesia y le demandaba subirse a los vientos del progreso del mundo y a la modernización y acomodamiento a la historia, a la funcionalización al Sistema, diríamos nosotros-; al Leviatán; al César…- y conducen a la Abdicación, la Renuncia, la Declinación de instaurar en el mundo el Reino sociopolítico de Cristo….

La consecuencia de esto, es que el hombre de Fe verdadera en la Palabra de Dios, en su poder, en el poder de Cristo, por la Iglesia para transformar el mundo, es tomado como un triunfalista doctrinal, quijotesco, soberbio…y porqué no, loco y anacrónico…fanático, fundamentalista, prepotente, y utópico…

En cambio una actitud progremodernista agnóstica y de apistía, es tomada como algo muy aggiornado, moderno, conveniente, a la altura de los vientos del mundo, bien acomodado para la funcionalidad al mundo de hoy…

Verificamos entonces una inversión de la Verdad; una inversión de la Realidad: una inversión ontológica: lo bueno se vuelve malo, y lo malo se vuelve bueno. Las virtudes se vuelve vicios y pecados; los vicios y pecados se vuelven virtudes…

Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien!

Se asombra Isaías del destino lúgubre que les espera; la condenación divina.

El resultado final de esto es un bautizado modernista,  liberal, laicista, que no tiene la menor intención de que la sociedad esté bajo Cristo; su religiosidad se confina al corazón, a sentimientos buenos…

En una Palabra, Rhaner y el Concilio devolvieron el mundo al Leviatán; y porqué no, le dieron también a la Iglesia, poniéndola bajo su bota.

Un hombre valiente y fiel ha dicho: Ellos le destronaron!

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Hoy se puede observar como el católico fiel, tradicional, que sigue sosteniendo la importancia de los Sacramentos, del cumplimiento de los Mandamientos; de imperativo de transformar la sociedad convirtiendo sus instituciones a Cristo, es tomado, volvemos a insistir, como fanático, utópico, prepotente, quijotesco, y sobre todo, soberbio, porque enarbola algo que afirma ser la Verdad Absoluta.

El relativismo, el agnosticismo -abominable para Cristo- se toman como Humildad y fraternidad, incluso como Caridad…

El cristiano fiel y respetuoso de Sacramentos, Culto, Mandamientos y Revelación, es llamado fariseo rígido; (Recordemos que el Papa Francisco ha llamado miedosos, o cobardes, a los que cumplen los Mandamientos. Tenemos acá el fruto del rhaner-conciliarismo…)

 mientras se cree que es un imperativo el relativismo, el irenismo claudicante, el hoy llamado “diálogo”, que reemplaza aquello que tan claro definió Cristo:

Todo poder me ha sido dado en el Cielo y en la tierra. Ahora vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado..

Hoy, esto que es el Anuncio mandado por Cristo, recibe el nombre peyorativo de Proselitismo, y está visto como un pecado de leso-diálogo, leso-pacifismo y leso-ecumenismo. Como algo violento, prepotente, agresivo, intolerante…

Veamos hasta donde se ha invertido todo….No se nos ocurre otro epíteto que Diabólico

Se ve al cristiano verdadero como Fariseo, y al tibio, ignorante, despreocupado por Dios y la salvación, como un excelente y buenísimo publicano,..pero sin contrición de corazón; su propia estulticia es una virtud…Esto viene del Cristiano Anónimo-Bon Sauvage rhaneriano. Ya hemos hablado suficientemente en escritos de anteriores Domingos sobre este punto.

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Ya también hemos hablado en Domingos anteriores sobre la poco tratada cercanía y semejanza del progremodernista actual con el fariseo, pero volvamos brevemente sobre esto.

El progremodernista comparte con el fariseo la búsqueda de la gloria que dan los hombres….No tiene celo por Dios y su Gloria, puesto que su dios dejó de ser el verdadero Dios y se ha centrado en la manifestación en el Mundo, en la Historia, en ese Todo de Historia, naturaleza y humanidad que evoluciona…Panteísmo hegeliano, spinoziano…Donde no hay dualidades antiguas y arcaicas, todo es Uno….No hay mas dualidad entre Natural y Sobrenatural, Naturaleza y Gracia, Inmanente y Trascendente, Creación y Dios…

Lo que le interesa es el reconocimiento del Mundo, del Sistema: esta es La Realidad. Ya que Dios y su naturaleza se vuelve inasible; incognoscible finalmente. Está mas allá de todo fenómeno; todo lo que podamos decir de él, en realidad no lo toca; son meras palabras; manotazos en el aire que nunca lo alcanzan…Acá está el Kant Ranheriano nuevamente. Los Sacramentos no tienen verdadero poder sobrenatural divino. Son como ritos iniciatícos inmanentes, horizontales, configuradores de socialización religiosa….Todo es inmanencia; todo está acá abajo…

La gloria que dan los hombres…

La figuración, el ser tomados como Maestros, el ansia de aceptación, reconocimiento mundano y aplauso….El trepado hacia el poder mundano…El acomodamiento con el Poder real; el del mundo, obviamente para ellos…El amor al dinero….la hipocresía…la apariencia de piedad. Hoy ya no es el legalismo de aquellos arcaicos fariseos, hoy es la funcionalidad al Sistema; la inmersión en la Historia; el surfeo en los vientos del Mundo; de las últimas upgrades y updates….El Humanismo….ya hemos hablado de la coincidencia entre el fariseo y el progremodernista en el Humanismo:

En vano me rinden culto, pues enseñan doctrinas que no son mas que mandamientos humanos…

El Legalismo del progremodernista no es el mismo que el del fariseo: el fariseo era legalista y casuista con la Ley de Dios; el progremodernista es legalista fanático -a `pesar de su aire de apertura y tolerancia- a la Corrección Política del Sistema; a los Dogmas intocables del Paradigma actual. Legalista al fin, igual o peor que su arcaico antecesor. Cuando tiene las riendas del poder, Stalin empalidece a su lado…

Volvamos sobre la nota característica principal del fariseo y del progremodernista: la Hipocresía.

El progremodernista tiene apariencia de piedad, pero desprecia la Revelación cristiana y la Ley de Dios: su Ley, lo volvemos a decir, es la Corrección Política del Sistema. Es relativista; no cree en la Verdad Absoluta de Cristo: por eso tergiversa, amaña, licúa, mutila, vacía, agua, la Palabra de Dios para adaptarla a las demandas y funcionalidades del Sistema y agradar al auditorio mundano y al Poder del Sistema. El mismo es una Mentira…

Está dentro de la Iglesia como clérigo, pero no cree en Cristo, ni en la Retribución eterna;  ni en la Iglesia, ni en la Revelación, ni en los Sacramentos: solo cree en la Inmanencia de la Realidad del Mundo y los premios de la funcionalidad al Sistema. Se hace pasar por Católico, pero es un Enemigo…

Recordemos la amplia caracterización que hace de él San Pío X, y también sobre su discurso, Pío IX en el Syllabus, donde condena sus errores doctrinales, que hoy lamentablemente se toman como Catolicismo.

Hipócritas! Bien profetizó sobre ellos la Escritura..

En vano me rinden culto, pues lo que enseñan no es mas que Mandamientos humanos…



Vendrán muchos falsos maestros y doctores, ávidos de novedades….que engañarán a muchos…

El progremodernista mezcla verdad y mentira: su discurso tiene que tener algún brillo. Precisamente afirmaciones mentirosas con un núcleo de verdad son las que mas engañán la masa mundana. Esa es la especialidad del progremodernista…la mezcla, la media verdad, la ambigüedad, la vaguedad, donde se introduce como caballo de Troya, la Mentira, la Herejía…el veneno de las almas…Es un Demagogo consumado…experto en predicar lo que el mundo quiere oír….



El progremodernista odia la Verdad y su mismo concepto filosófico.

Yo soy la Verdad….dice el Señor!

Satanás es el Padre de la Mentira…

La semejanza final entre fariseo y progremodernista brota de esto último:

Ustedes son hijos de su padre (el Diablo) dijo Cristo a los fariseos…

Los discípulos de los fariseos, los progremodernistas, han refutado, permítasenos decir humorísticamente, la afirmación del Señor de que

El discípulo no es mas que el Maestro..

Pues los progremodernistas superan a los fariseos en filiación diabólica..porque los fariseos no tuvieron su Pentecostés: el progremodernista ha recibido los Sacramentos y toda la potencia de la Nueva Alianza, las primicias del Espíritu, e incluso los clérigos, toda la potencia del Orden Sagrado y sus dones y carismas especiales; pero aún así, sigue siendo enemigo de Dios y de todo lo bueno…Es un neutralizador del poder salvador de la Palabra de Dios: es lo peor.



AUTOESTIMA….CONFIANZA EN LA DIVINIDAD INTRÍNSECA A LA NATURALEZA HUMANA?

Volvamos al tema de la humildad y la soberbia.

El pecado original ha herido al hombre; sin la Gracia de Dios, externa a él, nada bueno se puede sacar del hombre en orden a la Salvación. Los impulsos naturales buenos que quedan en su naturaleza, necesitan ser elevados por la Gracia para que sean eficaces en cuanto a su salvación eterna.

Precisamente por eso se catequiza, por eso el Cristiano debe tomar los Sacramentos, santificarse por el Culto: la Palabra de Dios y Cristo mismo y su Gracia en los Sacramentos y el Culto, le vienen de fuera. De Dios: dentro de sí no tiene nada suficiente en orden a la salvación.

Pero el Modernismo no cree en el Pecado original; ha sido enriquecido en su poder intoxicante por la fenomenología y el existencialismo heideggeriano, e incluso por Freud: Primero, el Ser no es Inmutable ni objetivo: en realidad el hombre es parte del Ser y este se encuentra actuando y procurando que el fenómeno conectado con su Ser interior surja auténticamente, sin ofuscaciones ni oscurecimientos externos, de la Tradición, tradiciones y cosas como la Revelación Cristiana. En el fondo el hombre es dios mismo en este oscuro y vago panteísmo difuminado. Por lo tanto, todo énfasis en una culpa que ni siquiera es personal, es un atentado a la autoestima auténtica y a la búsqueda del Ser que se encuentra actuando. La autoestima es lo propio del progremodernista. Autoestima del hombre que en sí mismo posee la divinidad, podríamos decir; aunque esto el progremodernista no lo admita siempre explícitamente, para no provocar escándalo. Sabemos de la característica disimulada, solapada, ambigua, vaga, oscura, borrosa, oscilante, meandrosa, serpentina, contradictoria del progremodernista. Esto además de ser verificable en la realidad, fue claramente enunciado por los Papas Pío IX y San Pío X.

El Pecado original no existe, es una locura entonces. Pero tampoco en realidad existe el Pecado a secas….sencillamente es una falta de conciencia o de funcionalidad a una vida con mejor bienestar en el tren de la Historia…

Entonces, lo que la moral cristiana llama Vanagloria, Soberbia, Vanidad, etc., para el progremodernista en realidad es algo positivo: Autoestima, hablando a grandes rasgos y en cierto sentido. Y lo que la moral cristiana tiene en lo alto de las virtudes, como la tuvo el mismo Cristo y la Santísima Virgen la han tenido y actuado, la Humildad, para el progremodernista es falta de autoestima. Para él la humildad, como ya lo dijimos, es ser agnóstico, relativista, y no ser triunfalista doctrinal….de esta humildad progremodernista vienen la tolerancia y el ecumenismo irenista…

El pecado para el progremodernista, si existe, es la fidelidad a la Verdad revelada y la Fe convencida en el Dios eterno, Inmutable, Trascendente y distinto de la Creación.

Verificamos nuevamente la inverosímil inversión de valores y virtudes…Lo bueno se ha vuelto malo, y lo malo se ha vuelto bueno…

Ay de los que llaman Bien al Mal, y Mal al Bien! Nos repite Isaías..

La culpa es algo oscuro y dañino, diría Freud, hay que sofocarla, expulsarla. Pero el sentimiento de culpa es manifiestación de un espíritu que está contrito y necesita confesión, nos dirían los Santos y Doctores de la Iglesia; la moral y espiritualidad cristiana, y el mismo Cristo. El tema de ciertos escrúpulos no anula esta verdad.

La construcción humana de una autoestima, es una imbecilidad, una locura y un pecado para Cristo. La única autoestima válida, legítima y necesaria, el legítimo orgullo de ser cristiano es ser portador de la Verdad -no dueño- y ser Amigo de Cristo. Teniendo en claro, que esto también lo recibimos de Él

Recordemos palabras de verdadera humildad, sin modernismo, freudismo ni fenomenología tóxicas:

Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra.

Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias…Es necesario que Él crezca y yo disminuya….

Esta humildad verdadera de la Virgen y el Bautista, llevan a la verdadera autoestima, no la construcción estúpida y pecaminosa moderna y modernista:

El Señor ha hecho en mí maravillas…todas las generaciones me llamarán bienaventurada….

Yo soy el Amigo del Esposo…

Lo mismo podemos encontrar en San Pablo:

Yo soy como un aborto, porque he perseguido a la Iglesia de Dios…

`pero por otro lado:

Sean imitadores míos como yo de Cristo…

Yo soy mas en todo, que aquellos superapóstoles…(cito de memoria la Defensa de Pablo frente a sus acusadores)

Existe si, una autoestima púramente humana legítima y sana, por ejemplo del profesional que sabe su trabajo y está seguro de su capacidad, etc. Pero esto no entra en el tema que estamos tratando, de orden espiritual.

El dejarse contaminar por las desviaciones progremodernistas, sencillamente nos aleja de Dios. La Fe necesita de la humildad; la Fe nos hace agradables a Dios: la hinchazón, la soberbia, entonces, nos vuelve a la enemistad con Dios anterior al Bautismo.

El que que se exalta, será humillado: el que se humilla, será exaltado.

No tenemos derecho a ninguna autoestima humana en este ámbito: somos miserables pecadores necesitados de redención; y una vez incluídos en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia por los Sacramentos, nuestra condición de heridos por el pecado sigue requiriendo el perdón y la reconstitución por parte de Cristo. Todo lo bueno lo recibimos de Él, todo lo malo está en nosotros. No hay motivo de vanagloria. Sino de legítima autoestima cristiana, como la detallamos anteriormente.

El que se gloría, gloríese en el Señor…





SANTOS PADRES

Algunos cortos comentarios de los Santos Padres sobre el Evangelio de hoy.

Soberbia y falta de Fe van juntas

San Agustín, De verb. Dom. serm. 36

Como la fe no es propia de los soberbios, sino de los humildes, añadió a todo lo dicho anteriormente la parábola de la humildad en contra de la soberbia. Por esto dice: "Y dijo también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos", etc.



Teofilacto

Como la soberbia atormenta las mentes de los hombres más que las otras pasiones, aconseja respecto de ella con el mayor interés. La soberbia es el menosprecio de Dios. Cuando alguno se atribuye las buenas acciones que ejecuta y no a Dios, ¿qué otra cosa hace más que negar a Dios? La causa que tienen para confiar en sí mismos, consiste en no atribuir a Dios lo bueno que hacen, por cuya razón el Señor propone esta parábola, para los que le menosprecian por los demás. Así queda claro la justicia, aun cuando aproxime los hombres a Dios, si va acompañada de la soberbia, arroja al hombre al abismo, por lo que sigue: "Dos hombres subieron al templo a orar", etc.



Autoatribución de méritos



San Gregorio, Moralium 23,7

De cuatro maneras suele demostrarse la hinchazón con que se da a conocer la arrogancia. Primero, cuando cada uno cree que lo bueno nace exclusivamente de sí mismo; luego cuando uno, convencido de que se le ha dado la gracia de lo alto, cree haberla recibido por los propios méritos; en tercer lugar cuando se jacta uno de tener lo que no tiene y finalmente cuando se desprecia a los demás queriendo aparecer como que se tiene lo que aquéllos desean. Así se atribuye a sí mismo el fariseo los méritos de sus buenas obras.



Contrición



Teofilacto

Aun cuando se dice que el publicano estaba de pie, se diferenciaba del fariseo no sólo en las palabras y en su actitud, sino también en la contrición de su corazón. Porque se avergonzaba de levantar sus ojos al cielo, creyendo que eran indignos de ver lo de lo alto, aquellos ojos que prefirieron buscar y mirar las cosas de la tierra. Por esta razón se daba golpes de pecho. Sigue, pues: "Sino que hería su pecho", como para castigar su corazón por sus malos pensamientos y despertarle de su sueño, por lo que no pedía que otro se apiadase de él sino Dios. Por esto sigue: "Diciendo: Dios mío, muéstrate propicio a mí, pecador".



Orgullo laudable



San Basilio

También existe un orgullo laudable, que consiste en que, no pensando en lo vil, se haga el alma magnánima, elevándose en la virtud. Tal elevación del alma consiste en dominar las tristezas y en soportar las tribulaciones con noble fortaleza, en el menosprecio de las cosas terrenas y el aprecio de las del cielo y se observa que esta grandeza de alma se diferencia de la arrogancia que nace del orgullo, como se diferencia la robustez de un cuerpo sano de la obesidad del que está hidrópico.



Fariseo judío, publicano gentil



Beda

El fariseo, en realidad, es el que representa al pueblo judío, el cual ensalzaba sus méritos por la justicia de la ley; y el publicano al pueblo gentil, que estando lejos de Dios, confiesa sus pecados. El uno se retira humillado por su orgullo y el otro mereció acercarse y ser ensalzado por lamentar sus faltas.









NOTAS



    3)  (Karl RAHNER, Peligros en el catolicismo, Cristiandad, Madrid 1964, p. 121 ss)





PUBLICACIÓN EN ADORACIÓN Y LIBERACIÓN, ACÁ












2 comentarios:

  1. La semejanza entre el progresista y el fariseo es poco abordada. Y lo mismo el tema del cristiano anónimo-bon sauvage. Una fusión verdaderamente tóxica de las dos RR. Rousseau-Rhaner.

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