jueves, 29 de agosto de 2019

DEGOLLACIÓN DE SAN JUAN BAUTISTA

San Juan Bautista es el único santo, después de Cristo y la Virgen, del cual la Iglesia celebra su martirio, su muerte, y también su Nacimiento. Su Nacimiento es celebrado con una Fiesta Solemne de Primera Clase. Este privilegio lo tiene por aquellas palabras de Cristo en el mayor elogio hecho a un hombre que conste explicitamente en los Evangelios: 

Mas que un Profeta
 y 
No ha nacido entre los hijos de mujer otro como Juan el Bautista 

entre otros dichos del Señor que exaltan al Profeta.

En la Misa, (la Católica) en el acto penitencial, -en el inicial, y también antes de la Comunión- Juan el Bautista es nombrado después de la Bienaventurada Siempre Virgen María y el Beato San Miguel Arcángel, como Beato Juan Bautista; después vienen los Apóstoles y los Santos.

En ciertos escritos de revelación privada (Cf. Ana Catalina Emmerick) Juan el Bautista está en lo mas alto del Reino eterno, con San José y los Apóstoles Pedro y Juan.

El gran Precursor fue predestinado por Dios como el último de los Profetas; el que señalaría con el dedo al Mesías y le prepararía un pueblo bien dispuesto para recibirlo, por medio de la exhortación a la conversión, el arrepentimiento; con el Bautismo de agua en el Jordán.

Tuvo el raro privilegio de bautizar a Cristo mismo y presenciar la Teofanía: vió al Espíritu Santo descender sobre Él y escuchó la voz del Padre que lo declaró su Hijo. 

Su importancia es tan grande que fue profetizado por Isaías: 

Voz que clama en el desierto! preparen el camino del Señor; allanen sus sendas!

Ya su nacimiento, milagroso, de padres ancianos y madre estéril, estuvo rodeado de signos portentosos que todo el pueblo conoció, como lo relata San Lucas.

Profetizó ya desde antes de nacer,, cuando la Santísima Virgen la fue a visitar a Isabel y la saludó, el pequeño Juan saltó de gozo en el vientre de su madre.

Dice el Catecismo de San Pío X que allí recibió de Cristo -que también estaba en el vientre de su Madre- una bendición extraordinaria que lo libró del Pecado Original, por lo cual Juan ya nació inmaculado. Algo apropiado a su misión extraordinaria.
 

Vivió en el desierto desde muy pequeño, de manera austera y libre de todo condicionamiento cultural humano que lo enturbiase como canal limpio de la Palabra. Era la Voz de la Palabra; la voz por la que fluía la Palabra con mayor Verdad, fidelidad y fuerza entre los profetas; su vida austera y desapegada del mundo posibilitaba eso. Fue el único profeta que señaló al Hijo de Dios con el dedo: 

Este es el Cordero de Dios...

Tuvo intuiciones extraordinarias sobre Cristo y la Justicia Final. Detrás de él venía Uno que lo precedía, porque era anterior a él.

Su humildad fue perfecta y pura: no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias, dijo respecto de Cristo. Pero a su vez, y justamente por esa humildad, poseía una autoestima de hombre de Dios -verdadero hombre de Dios - gigantesca: Yo soy El Amigo del Esposo....
Todas estas virtudes eran reflejos de su verdadero, auténtico amor a Dios, a su Cristo, a la Verdad y al Bien y al prójimo, a quien obsequiaba con el mejor regalo, que es indicador de, y que va de mano del amor: la Verdad.

Decía la Verdad sin miramientos ni atenuantes; íntegra, sin medrosos ni sistemáticos ocultamientos, en la cara de todos; poderosos políticos, militares o religiosos; sin cobardía, sin mísera mendicación de ser aceptado por el mundo; sin abyectos compromisos con la realidad del mal, el pecado, el error o la confusión. Tal como dice San Pablo a Timoteo que deben hacer los pastores: proclama, exhorta, reprende, corrige, a tiempo y a destiempo....Actuaba así porque confiaba verdaderamente en la Palabra, que le llegaba de Dios, como Palabra de Dios.

Obviamente, un personaje así, sacudía profundamente la paz y la quietud de la corrupción, la tibieza y la mediocridad de los cristalizados y anestesiados en el mal. En un mundo como este, como muchos otros santos y profetas y el mismo Cristo, no sería mieles lo que recibiera de los resortes de poder del status quo, del mundo....el odio de los que viven en la mentira decretaría su martirio, con el permiso de Dios para su propia gloria y la del gran Juan, por supuesto.


Ofreció al Señor su muerte con ocasión de una frívola fiesta del Rey, fascinado por la carne de su hijastra. Una prueba mas de las innumerables sobre la verdad de que quien no aprovecha la Gracia a tiempo, termina haciendo las peores cosas. Herodes, vacilante y presa de las circunstancias, terminó haciendo lo que no quería hacer.



Hoy en día, mas que nunca, Juan el Bautista es un ejemplo para los miembros de la Iglesia, de que la fidelidad y la integridad del contenido del Mensaje de Cristo es capital para poder hacer algún bien a la Iglesia, al mundo y a uno mismo.
Un mensaje licuado, degradado, mutilado, light, políticamente correcto, funcional a las desviaciones aberrantes de la cultura contemporánea y a modo de vida de hoy; funcional al Sistema, atraerá la aprobación y los aplausos del mundo -y el agrado del Demonio; pero orientará muchas almas a la perdición, además de la propia, y obviamente atraerá la reprobación y la condena de Dios.
A nadie se le puede hacer bien predicando un mensaje que contenga las mismas degradaciónes del Paradigma anticristiano actual. A nadie puede ayudar un mensaje funcional al Nuevo Orden Mundial...

Juan el Bautista es un ejemplo de coherencia, de confianza en la Palabra de Dios; de valentía, de fidelidad a Dios; de desprecio del deleznable respeto humano, convertido en Sacro por el progremodernismo conciliar y post conciliar.

Juan el Bautista es el ícono hacia donde debemos mirar para ver cláramente lo abyecto, traidor y mísero de un período; un espíritu de la Iglesia (Cf. Ap 3) cuyo objetivo es coquetear con el Enemigo y hacer contubernio con él para funcionalizarse.


Roguemos al Señor, por intercesión de su Madre , la Virgen María, y por San Juan Bautista, que seamos fieles, valientes y eficaces en la vivencia y la proclamación del Mensaje de Cristo.


1 comentario:

  1. Excelente exposición de la vida, misión y muerte del gran san Juan el Bautista, quien sacudió profundamente la falsa paz y quietud de los que no gustaban de la verdad, tal como sucede en estos tiempos. Allanemos los caminos, seamos esa voz que sigue clamando la Palabra de Dios, a tiempo y a destiempo, en el desierto.

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