sábado, 3 de agosto de 2019

VIII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


VIII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

II clase, verde

Gloria, Credo y Prefacio de la Santísima Trinidad



PROEMIO



La enseñanza del evangelio de hoy apunta a una lección de prudencia cristiana y de celo sobrenatural. Sólo importa el cielo, y a él debemos tender utilizando las situaciones transitorias de aquí abajo, para caminar con más ímpetu.

Deberíamos mostrarnos tan hábiles en procurar nuestro porvenir futuro, como los hijos de las tinieblas en sus negocios temporales.

En la epístola se encontrará la razón profunda de este despego de las cosas de la tierra y el secreto de esta aspiración poderosa hacia las cosas del cielo. Es la gracia, la cual transforma nuestras vidas y las prepara a entrar en el reino celestial.

Es el Espíritu Santo quien nos da un alma de hijos y nos hace gritar: «!Abba  Padre!»
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En la Oración de la presente Domínica pedimos al Señor una gracia que es para nosotros manantial perenne de los más saludables bienes: la de pensar siempre lo que es más recto y santo.

¿Por qué tantos viven sumergidos en los más abominables vicios, esclavos de las más degradantes pasiones? Porque su entendimiento jamás se eleva a la consideración de aquellas verdades que les harían conocer su dignidad de cristianos, su origen nobilísimo, su fin sublime. El fin de los que viven según la carne, nos lo indica el Apóstol en la Epístola dos: Si viviereis según la carne, dice, moriréis.

Nada debemos amar tanto como la vida sobrenatural, la vida de la gracia. Esta exige la mortificación. Mortificando nuestros deseos desordenados, elevándonos a la consideración de las verdades cristianas, conservaremos la verdadera vida de nuestras almas, que es la vida de la gracia. Cuando nuestras pasiones quieran apartarnos de la práctica de nuestros deberes cristianos, recordemos la cuenta que algún día nos pedirá Dios de todos nuestros actos, de cuanto hemos recibido de El.



Esta verdad nos inculca el Evangelio de la presente Domínica. Si siempre la tuviéramos presente, nuestra vida sería santa, perfecta. (1)






RECIBIÓ LA IGLESIA en las solemnidades de Pentecostés las efusiones del Espíritu Santo, y la liturgia de hoy nos demuestra los benéficos resultados de las mismas. Uno de ellos, y no el menor, es la gracia de la divina adopción, en virtud de la cual podemos llamar Padre a nuestro Dios, con derecho a la herencia del cielo (Ep.).   Mas si vivimos por Dios, preciso es que vivamos también para Dios (Or.) y que en todo nos dejemos guiar por el Espíritu de Dios (Ep.) y así pueda acogernos algún día en sus eternos tabernáculos (Ev.). He aquí la verdadera sabiduría, que pide la Iglesia en la oración y que alaba el Evangelio, porque ella sabe prevenir con prudencia y sagacidad nuestro recibimiento en los “eternos tabernáculos”. Al evocar la liturgia en estos domingos la figura de Salomón y de su magnífico Templo, podemos dirigir la mirada a ese otro templo que somos nosotros mismos, dedicado a Dios por el bautismo y convertido tal vez por nosotros en guarida de ladrones y de mil siniestras alimañas de pecados, que lo ensucian y profanan. Pues si así fuere por desgracia nuestra, habría que limpiarlo con la escoba de Lázaro, con una condigna penitencia. Además, el Templo salomónico es figura del grandioso Templo del cielo, en donde Dios mora con sus Santos y en que los regala con sus delicias sin fin y sin medida. En ese mismo templo entraremos también nosotros si es que vivimos según el espíritu, y matamos las obras de la carne; entonces, y sólo entonces seremos verdaderos hijos de Dios, herederos suyos y coherederos de Cristo; el cielo será nuestra rica herencia (Ep.). Para ingresar en los eternos tabernáculos, conviénenos también allegar riquezas y méritos, de ésos que el ladrón no roba y la   polilla no carcome, hacernos amigos, tener como amigos a los Santos moradores de aquel templo en que todos dicen: ¡Gloria!; imitando así a aquel mayordomo previsor, a quien alaba Jesús en el Evangelio, no tanto por sus malas artes y su deslealtad para con el amo, cuanto por su intuición clara del futuro. Porque sucede, por desgracia, que los hijos de la luz somos menos despiertos que los de las tinieblas, y eso que nuestros negocios son de harto mayor cuantía que los suyos, yendo en ello nada menos que nuestro bienestar eterno.   Uno de los medios más aptos para conseguir que Dios nos reciba en sus eternas moradas es dar limosna al que la hubiere menester, limosna espiritual, como un buen consejo, una justa reprensión, un cariñoso consuelo; limosna material, como un poco de pan al hambriento, un trapo para el harapiento y desnudo. Si practicáramos esta virtud, poco o nada tendremos que temer cuando el Señor universal nos venga a pedir cuentas de la administración de nuestra alma, y de los bienes y gracias que en nosotros depositó para granjear con ellos (Ev.). (2)




TEXTOS DE LA SANTA MISA

Introito. Salm. 47.10-11,2.- Hemos recibido, ¡oh Dios!, tu misericordia en medio de tu tem­plo; como tu nombre, ¡oh Dios!, así tu gloria llega hasta los confines de la tierra; tu diestra da la salvación. Salmo.-. Grande es el Señor y dig­nísimo de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo. V/. Gloria.

Colecta.-  Te rogamos, Señor, nos concedas propicio la gracia de pensar y obrar siempre con rectitud; y, pues sin ti no podemos subsistir, lle­vemos una vida conforme a tu voluntad. Por ntro. Sr. Jxto.

Epístola. Rom 8.12-17.-

Hermanos: Nada debemos a la carne, para que vivamos según la carne. Si vivís según la carne, moriréis; mas si con el espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Todos cuantos se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. No habéis recibido el espíritu de servidumbre para obrar todavía con temor, habéis recibido el Espíritu de adopción de hijos, en virtud del cual clamamos: ¡Abba, Padre! El mismo Espíritu testifica,  a una con nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Hijos, luego herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo.

Gradual. Salm. 30.3; 70.1.- Sé para mí el Dios que protege y un lugar de refugio, para que me salves.  V/. En ti, Señor, he buscado amparo; no sea jamás confundido.

Aleluya. Salm. 47.2.- Aleluya, aleluya. V/. Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo. Aleluya.

Evangelio. Luc. 16.1-9.-.

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Érase un hombre rico, que tenía un mayordomo, y éste le fue acusado como dilapidador de sus bienes. Llamóle, pues, y le dijo ¿Qué es esto que oigo de ti?  Rinde cuentas de tu gestión; en adelante ya no podrás ser mi mayordomo. Entonces el mayordomo se dijo: ¿Qué haré, pues mi señor me quita la gerencia? Para cavar no valgo, mendigar me causa vergüenza. Mas ya sé lo que he de hacer, para que, una vez removido de mi gerencia, halle quienes me reciban en su casa. Llamó, pues, a cada uno de los deudores de su amo; y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? Y éste le respondió: Cien barriles de aceite. Díjole: Toma tu escritura; siéntate luego, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él respondió: Cien cargas de trigo. Díjole: Toma tu obligación y escribe ochenta. Y alabó el amo a este mayordomo infiel por su previsión, porque los hijos de este siglo son en sus negocios más sagaces que los hijos de la luz. Así os digo yo a vosotros: Haceos amigos con el inicuo dinero para que cuando él os faltare, aquellos os reciban en las eternas moradas.  CREDO.

Ofertorio. Salm. 17.28.32.- Tú salvas al pueblo humilde, y humillas los ojos de los soberbios, porque ¿qué otro Dios hay fuera de ti, Señor?

Secreta.-  Te rogamos, Señor, aceptes propicio los dones que recibidos de tus manos, te ofrecemos, para que, mediante la operación de tu gracia, nos santifiquen estos sacrosantos misterios en la presente vida, y nos conduzcan a los goces eternos. Por nuestro Señor.

Prefacio de la Santísima Trinidad.-  En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos tam­bién de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna  Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz. Santo ...

Comunión. Salm. 33.9.- Gustad y ved cuán suave es el Señor; dichoso el varón que en él confía.

Poscomunión.-  Sírvanos, Señor, este celestial misterio para repa­ración de alma y cuerpo; pa­ra que al celebrarlo, experimentemos sus saludables efectos. Por nuestro Señor.




COMENTARIO



Como habitualmente, reproducimos primero el comentario del Padre Castellani y luego haremos algunas consideraciones sobre temas actuales vinculados con el Evangelio de hoy.



COMENTARIO DEL PADRE CASTELLANI

DOMINGO OCTAVO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS [Lc 16, 1-19] Lc 16, 1-13



 Esta es la parábola del “Mayordomo Infiel” como dice nuestros Evangelios castellanos: no fue infiel. Mucho menos fue “inicuo”, como dice la Vulgata latina: “villicum iniquitatis”, (“granjero de iniquidad”). Ni fue granjero ni fue de iniquidad. El texto griego dice “ecónomo” o sea, “administrador o gerente”; y en cuanto al genitivo “íes adikías”, Cristo lo usa irónicamente, como se ve por todo el contexto.  La traducción exacta y argentina sería: el Capataz Camandulero; o el Apoderado Pícaro.  Cuanto más leo las parábolas de Cristo, más veo que son un género literario único, que no tuvo precedentes ni continuadores. Son más sencillas que el más sencillo de los                                                     

(NOTA 2: Paul Claudel. )

géneros literarios, las fábulas de Esopo; y al mismo tiempo más atrevidas y extrañas que el género moderno que los españoles llaman esperpento. Son naturalísimas porque se trata de una simple comparación; son brevísimas, porque no hay un solo rasgo que sobre; y sin embargo tienen un contenido tal que nos deja bizcos: hay que ver el lío que se han hecho con esta parábola los más doctos intérpretes, incluso el doctísimo cardenal Cayetano, el famoso comentador de Santo Tomás: el cual declara netamente que a esta parábola él no la entiende ni la puede explicar. Menos mal que tuvo esa humildad, que otros menores que él no la tuvieron.  Cristo fue mucho más que un genio literario; pero fue también un genio literario. Lo lírico está contenido en el material de las parábolas –que son en conjunto 120 contando grandes y chicas– material tomado de la naturaleza, del campo, de las plantas y animales y de las costumbres del animal más sorprendente que existe. Lo patético está suministrado por la profundidad enorme del sentimiento, conectado con las cosas más graves de la vida humana. Lo dramático, en la viveza y originalidad de los cortos diálogos. Lo humorístico en la mirada aguda y maliciosa con que el autor capta las costumbres de los hombres. Lo filosófico en la súbita trasposición de planos, y una especie de descoyuntamiento, que apunta a un sentido escondido. Lo teológico, en los emblemas y figuras de Dios: en este caso, Dios es el Patrón, el dueño de todo el Universo, de quien se dijo: “Si tuviese hambre, no te lo voy a decir a ti, porque mía es la redondez de la tierra y cuanto en ella hay” (Ps XLIX, 12), y también: “Mía es la plata y el oro, dice el Señor” (Ageo II, 8).  Cristo contó aquí simplemente, para incitarnos a la limosna, ¡una historia de ladrones! Las historias de ladrones siempre han gustado al pueblo, y han corrido entre él: hoy día las nóvelas policiales:



 “–Abuelita, cuéntanos un cuento...  –¿Un cuento de hadas?  –No, un cuento de ladrones.  –Bueno: había una vez un administrador.”



 Y así comienza también esta parábola:



 “Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de que robaba...”.  El Hombre Rico es Dios; el Administrador son los ricos de este mundo; los deudores son los pobres. Es simple. ¿Cómo te enredas en esto, oh doctísimo Cayetano? Probablemente porque eras un ricote de este mundo. O porque tu mucha ciencia te había idiotizado. Cristo siempre habló de los que tienen muchos bienes de este mundo como de administradores: administradores de Dios, no del Estado. Hoy día sí: al paso que vamos, los que tienen bienes se convertirán en meros administradores del Estado. Es que cuando Dios ya no es más el Patrón, entonces el Patrón ineludible es el Estado, notó hace muchos siglos ya Tomás de Aquino.  El Patrón mandó un aviso al Administrador: “que ya no podrás más administrar”... El aviso es la Muerte. “Ven a darme cuenta de tu administración.” Los bienes que tenemos, no podemos llevarlos al sepulcro; y más allá del sepulcro, está la rendición de cuentas.



 “–¿Que haré? –dijo el Administrador–. Estoy viejo ya para hacer de peón; mendigar me da vergüenza... Ya sé lo que haré.” Llamó a los deudores todos, y al primero le dijo:  “–¿Cuánto debés?  –Cien barricas de aceite.  –Aquí está tu recibo; tomá, rápido: escribí cincuenta. Listo.” Y al segundo:

 “–¿Qué debés?  –Cien arrobas de trigo.  –Tomá tu recibo y escribí ochenta.”



 Y así siguió con los demás deudores, que eran más de dos sin duda, por las palabras que usa el narrador: “llamó a todos los deudores, uno a uno”. Los deudores no sabían lo que les pasaba. “Vea amigo: esto que ha hecho usted hoy, no lo vamos a olvidar nunca.” Y así dijo el Administrador: “El día que no tenga nada, tendré amigos.” Y el Patrón cuando lo supo, se rió como un caballero, se dio una palmada en el muslo, y dijo: “Este hombre es vivísimo. ¿Por qué me voy a privar de un tipo inteligente? El imbécil soy yo, que me dejo llevar de habladurías...”. Y Cristo dijo: “Así también vosotros, haceos amigos en la otra vida por medio del Inicuo Idolillo”; esos papelitos roñosos que sirven para tantas cosas malas y también buenas, si se quiere: esos billetes maculados, que antes eran como idolillos o curundúes de oro y plata, pero que ahora son un verdadero símbolo de las riquezas, por lo sucios que andan, y lo ajados y maculados que son. Y sin embargo... son un ídolo: “mammonae iniquitatis”, el Idolillo Inicuo. “Mammón” era el capitalismo, el dios de las riquezas, para los sirios; quizá, porque es: “capaz, de puro mamón, de mamar hasta con freno”.  Los intérpretes tropiezan aquí: ¡Cristo aprobó un robo, alabó a un ladrón, fomentó la infidelidad de los empleados y... la “lucha de clases”! “¿También vosotros estáis sin inteligencia?”, les habría respondido el Señor. ¡Como si todo el que cuenta un caso, aprobase el caso! Uno cuenta lo que pasa. Pero lo que más hay que notar, es que en ningún lado del relato consta que el Gerente haya sido un ladrón: “que fue acusado de ladrón”, lo cual es cosa distinta. Y las quitas que hizo a las deudas, podía tener atribuciones para hacerlas; y leyendo atentamente se ve que las tenía, como ustedes lo verán si leen atentamente. Si los deudores aceptaron y el amo aprobó, es que las tenía.  Cristo concluyó con una observación irónica: “los hijos de este mundo son más videntes en sus negocios que los hijos de la luz”. Esta frase de Cristo también ha sido tuertamente entendida por los católicos mistongos, los cuales están íntimamente persuadidos que cualquier cosa que emprendan los católicos les tiene que salir mal, en virtud de esta palabra de Cristo; consecuencia de lo cual sería que debemos dejar el campo libre a la canallería porque “los católicos tenemos que fracasar siempre”, como me decía ayer no más Doña Herminia Bas de Cuadrero. Los católicos como ella, sí.  Cristo no afirmó que todo les tiene que salir mal a “los hijos de la luz”; entonces apaga y vámonos ¿para qué viniste al mundo?, ¡oh Luz del Mundo! Cristo exhortó irónicamente a los que se llaman “buenos” a tener por lo menos tanta prudencia en sus negocios como los llamados por ellos “malos”; y si la tienen, no hay ninguna razón porque no les sucedan a ellos también sus negocios, tanto los del cielo como los de la tierra. Lo que pasa es que había en los tiempos de Cristo –y no faltan en los nuestros– unos tipos que eran unos incapaces y creían que podían ocultar, justificar y reparar su incapacidad con la capa de ser religiosos. Si ven por ahí una “Tienda de objetos de goma Sagrado Corazón de Jesús”, o “Cervecería Santa Teresita” o “Cabaré Católico”, les aconsejo no se hagan socios, ni les compren acciones. Esos son, son ésos. Fracaso... seguro.  Es una vergüenza y una cosa que hace dudar hasta de San Martín que no haya en la Argentina una gran editorial católica, un gran diario católico, una gran revista intelectual católica, una filmadora católica, por no hablar de la Universidad Católica. Es una vergüenza nacional que los judíos dominen el cine, el periodismo, la radio, la enseñanza oficial y la edición de libros en un país “católico”. Jesucristo dijo a los Apóstoles: “Id y enseñad a todas las gentes.” Los judíos son los que realmente enseñan en la Argentina; y no van a enseñar cristianismo, ni es justo pedirles eso. ¿Dónde están los apóstoles?

 La Argentina, por ejemplo, está inundada de libros estúpidos, malos y perversos; y un escritor argentino religioso, que sea de veras escritor, no puede publicar sus libros... sobre todo si son libros religiosos... bien escritos. Es un hecho (3).  Esto es lo que temió y predijo el santo obispo Mamerto Esquiú. Esquiú dejó encargado al morir que se luchara contra los malos libros. ¿Qué es lo que impide que se obedezca al testamento de Esquiú? De suyo, nada; solamente que los sucesores de Esquiú perdieron el testamento de Esquiú. Hacer una gran editorial decente no es más difícil a los judíos que a los cristianos; a no ser que sean cristianos mistongos. Se puede editar libros buenos y ganar plata encima. Sólo que hay que ser por lo menos tan prudentes como los hijos de este siglo. Esto enseñó Jesucristo. Jesucristo no amó a los imbéciles ni a los pazguatos.  Fíjese: Dios podía haber dispuesto los sucesos de este mundo de tres maneras: 1) Que a los buenos les fuese siempre bien y a los malos siempre mal; 2) al revés: siempre mal a los buenos, siempre bien a los malos; 3) mezclando bienes y males a buenos y malos; con una preferencia de males a los santos y a los idiotas. Dios prefirió el plan 3; y si ustedes lo piensan un momento, verán que está muy bien.  Si a los buenos siempre les fuese bien y mal a los malos (plan 1) simplemente no habría buenos, porque todos serían buenos a la fuerza: se suprimirían el mérito, la bondad, la virtud, la santidad y hasta el mismo libre albedrío. Sería imposible ser malo. Ese es el estado de los animales: no pueden ser malos... ni buenos tampoco. Son animales. Si al revés, a los buenos siempre les fuese mal (plan 2) la bondad se volvería imposible, porque no habría ser humano capaz de soportarla; habría que ser ángel.  Dios escogió el tercer plan: hacer salir el sol sobre los buenos y los malos y llover sobre los justos y los injustos; y que cada cual procure tomar el solcito y aprovechar el agua lo mejor que pueda. Y si a un católico, por idiota o descuidado, se le rompen las acequias, que no le eche la culpa a Dios y que no ande diciendo que “bien dijo Cristo que los hijos de este siglo son necesariamente más felices en sus negocios que los hijos de la luz”. Cristo no dijo eso. (Hasta acá Castellani) (3)





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SANTOS PADRES


Y decía también a sus discípulos: "Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes. Y le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo decir de ti? Da cuenta de tu mayordomía porque ya no podrás ser mi mayordomo. Entonces el mayordomo dijo entre sí: ¿Qué haré porque mi señor me quita la mayordomía? Cavar no puedo, de mendigar tengo vergüenza. Yo sé lo que he de hacer, para que cuando fuere removido de la mayordomía me reciban en sus casas. Llamó, pues, a cada uno de los deudores de su señor, y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? Y éste le respondió: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu escritura, y siéntate luego, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él respondió: Cien coros de trigo. El le dijo: Toma tu vale y escribe ochenta". (vv. 1-7)
Beda
Después que el Salvador reprendió en tres parábolas a los que murmuraban porque daba buena acogida a los penitentes, ahora añade la cuarta y después la quinta para aconsejar la limosna y la moderación en los gastos, porque la buena doctrina enseña que la limosna debe de seguir a la penitencia. Por esto continúa: "Decía a sus discípulos: Había un hombre rico", etc.
Crisóstomo
Una opinión errónea, agravada en los hombres, que aumenta sus pecados y disminuye sus buenas obras, consiste en creer que todo lo que tenemos para las atenciones de la vida debemos poseerlo como señores y, por consiguiente, nos lo procuramos como el bien principal. Pero es todo lo contrario, porque no hemos sido colocados en la vida presente como señores en su propia casa, sino que somos huéspedes y forasteros llevados a donde no queremos ir y cuando no pensamos. El que ahora es rico, en breve será mendigo. Así que, seas quien fueres, has de saber que eres sólo dispensador de bienes ajenos y se te ha dado de ellos uso transitorio y derecho muy breve. Lejos, pues, de nosotros el orgullo de la dominación y abracemos la humildad y la modestia del arrendatario o casero.
Beda
El arrendatario es el que gobierna la granja o caserío, por lo que toma el nombre de ella. El ecónomo es el administrador, tanto del dinero como de los frutos y de todo lo que tiene el Señor.
San Ambrosio
En esto conocemos que no somos los dueños, sino más bien arrendatarios de bienes ajenos.
Teofilacto
Ahora bien, cuando en vez de administrar a satisfacción del Señor los bienes que nos han sido confiados, abusamos de ellos para satisfacer nuestros gustos, nos convertimos en arrendatarios culpables. Y prosigue: "Y éste fue acusado delante de él", etc.
Crisóstomo
Entonces se le quita la administración, conforme a lo que sigue: "Y le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo decir de ti? Da cuenta de tu administración, porque ya no podrás ser mi mayordomo". Todos los días nos dice lo mismo el Señor, poniéndonos como ejemplo al que gozando de salud a mediodía muere antes de la noche y al que expira en un festín. Así es como dejamos la administración de varios modos. Pero el buen administrador, que tiene confianza debida a su administración, desea ser separado de este mundo y estar con Cristo, como San Pablo ( Flp 3,20), mientras que el que se fija en los bienes de la tierra, se encuentra lleno de angustia a la hora de su salida de este mundo. Por tanto, se dice de este mayordomo: "Entonces el mayordomo dijo entre sí: ¿Qué haré yo, porque mi señor me quita la administración? Cavar no puedo, de mendigar tengo vergüenza". Cuando falta fuerza para trabajar es porque se lleva una vida perezosa. Nada hubiera temido en esta ocasión si se hubiese acostumbrado al trabajo. Si tomamos esta parábola en sentido alegórico, comprendemos que después que hayamos salido de esta vida, no será ya tiempo de trabajar. La vida presente es para el cumplimiento de los mandamientos y la venidera para el consuelo. Si aquí no hacemos nada, en vano esperamos merecer en la otra vida, porque ni el mendigar nos servirá. Prueba de esto son las vírgenes imprevisoras que en su necedad pidieron a las que eran prudentes, pero nada alcanzaron ( Mt 25). Cada uno, pues, se reviste de sus obras como de una túnica y no puede quitársela, ni cambiarla por otra. Pero el mayordomo infiel perdona a los deudores, sus compañeros, lo que deben, para tener en ellos el remedio de sus males. Sigue, pues: "Yo sé lo que he de hacer para que cuando fuere removido de la mayordomía me reciban en sus casas"; porque todo el que, previendo su fin, alivia el peso de sus pecados con buenas obras (perdonando al que debe o dando a los pobres buenas limosnas) y da generosamente los bienes del señor, se granjea muchos amigos, que habrán de dar buen testimonio de él delante de su juez, no con palabras sino manifestando sus buenas obras. Y habrán de prepararle además con su testimonio, la mansión del consuelo. Nada hay que sea nuestro, pues todo es del dominio de Dios. Prosigue: "Llamó, pues, a cada uno de los deudores de su señor y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? Y él le respondió: Cien barriles de aceite".
Beda
Un barril es entre los griegos el ánfora que contenía dos cántaros 1. Prosigue: Y le dijo: "Toma tu escritura y siéntate luego y escribe cincuenta", perdonándole así la mitad. Prosigue: "Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él respondió: Cien coros de trigo". Un coro tiene treinta modios o celemines. "El le dijo: Toma tu vale y escribe ochenta", perdonándole la quinta parte. Este pasaje da a entender que al que alivia la miseria del pobre en la mitad o en la quinta parte, se le recompensará por su misericordia.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,34
Respecto a lo que dice que de cien barriles de aceite hizo que el deudor escribiese sólo cincuenta y que al que debía cien coros de trigo le hizo escribir sólo ochenta, creo que debe entenderse en el sentido de que lo que cada judío daba a los sacerdotes y a los levitas debe aumentarse en la Iglesia de Cristo. Es decir, que si aquéllos daban la décima parte, éstos den la mitad, como hizo de sus bienes Zaqueo ( Lc 19), quien daba dos décimas partes (o una quinta) para superar a los judíos.


"Y loó el señor al mayordomo infiel, porque lo hizo cuerdamente; porque los hijos de este siglo, más sabios son en su generación, que los hijos de la luz. Y yo os digo: Que os ganéis amigos de las riquezas de iniquidad, para que cuando falleciereis, os reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo menor, también lo es en lo mayor; y el que es injusto en lo poco, también es injusto en lo mucho. Pues en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os fiará lo que es verdadero? Y si no fuisteis fieles en lo ajeno, lo que es vuestro, ¿quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o al uno se llegará y al otro despreciará: no podéis servir a Dios y a las riquezas". (vv. 8-13)
San Agustín, ut sup
El señor alabó al mayordomo a quien despedía de su administración, porque había mirado al porvenir. Prosigue: "Alabó el señor al mayordomo infiel, porque lo hizo prudentemente". No debemos, sin embargo, imitarlo en todo, porque no debemos defraudar a nuestro señor para dar limosnas de lo que le quitemos.
Orígenes
Pero como los gentiles dicen que la prudencia es una virtud y la definen como el conocimiento de lo bueno, de lo malo y de lo indiferente, o el conocimiento de lo que se debe hacer o dejar de hacer, es preciso considerar si esta definición significa muchas cosas o una sola. Se dice, pues, que Dios dispuso los cielos con prudencia. Entonces es cierto que es buena la prudencia, porque con ella dispuso el Señor los cielos. Se dice también en el libro del Génesis ( Gén 3,1) según los Setenta, que la serpiente era prudentísima, y no se llama virtud a esta prudencia, sino astucia que se inclina a obrar mal. En este sentido, pues, se dice que el amo alabó al mayordomo porque obró con prudencia, esto es, con astucia y ligereza. Y acaso se usó por error la palabra alabó y no en su verdadera significación; como cuando decimos que alguno se deja llevar por cosas mediocres e indiferentes y que deben admirarse las disputas y agudezas en que brilla el vigor del ingenio.
San Agustín, ut sup
Estas parábolas se llaman contradictorias para que comprendamos que si pudo ser alabado por su amo aquél que defraudó sus bienes, deben agradar a Dios mucho más los que hacen aquellas obras según sus preceptos.
Orígenes
Los hijos de este siglo se dice que no son más sabios, pero sí más prudentes que los hijos de la luz esto no en sentido absoluto ni sencillamente, sino en su generación. Sigue pues: "Porque los hijos de este siglo son más prudentes en su generación".
Beda
Se llaman hijos de la luz e hijos de este siglo, como hijos del reino e hijos de la perdición, porque cada uno se llama hijo de aquél cuyas obras hace.
Teofilacto
Llama hijos de este siglo a los que piensan en adquirir las comodidades de la tierra, e hijos de la luz a los que obran espiritualmente, mirando sólo al amor divino. Sucede, pues, que en la administración de las cosas humanas disponemos con prudencia de nuestros bienes y andamos solícitos en alto grado para tener un refugio en nuestra vida si llega a faltarnos la administración, pero cuando debemos tratar las cosas divinas, no meditamos lo que para la vida futura nos conviene.
San Gregorio, Moralium 18,11 super Iob 27,19
Para que los hombres encuentren algo en su mano después de la muerte, deben poner antes de ella sus riquezas en manos de los pobres. Prosigue: "Y yo os digo que os ganéis amigos de la mammona de la iniquidad", etc.
San Agustín, De verb. Dom. serm. 35
Llaman mammona los hebreos, a lo que los latinos llaman riquezas. Como si dijese: "Haceos amigos de las riquezas de la iniquidad". Interpretando mal estas palabras, roban algunos roban lo ajeno y de ello dan algo a los pobres y creen que con esto obran según está mandado. Esta interpretación debe corregirse. Dad limosna de lo que ganáis con vuestro propio trabajo. No podréis engañar al juez, que es Jesucristo. Si de lo que has robado al indigente das algo al juez para que sentencie a tu favor, es tanta la fuerza de la justicia, que, si lo hace así el juez, te desagradará a ti mismo. No quieras figurarte a Dios así, porque es fuente de justicia. Por tanto, no des limosna del logro y de la usura. Me dirijo a los fieles, a quienes distribuimos el cuerpo de Jesucristo. Pero si tales riquezas tenéis, lo que tenéis es malo. No queráis obrar más de este modo. Zaqueo dijo ( Lc 19,8): "Yo doy la mitad de mis bienes a los pobres". He aquí cómo obra el que se propone hacerse amigos con la riqueza de la iniquidad y para no ser considerado como reo, dice: "Si he quitado algo a otro, le daré el cuádruple". También puede entenderse así: Riquezas de la iniquidad son todas las de este mundo, procedan de donde quiera. Por esto, si quieres la verdadera riqueza, busca aquella en que Job abundaba cuando, a la vez que estaba desnudo, tenía su corazón lleno de Dios. Se llaman riquezas de iniquidad las de este mundo porque no son verdaderas, estando llenas de pobreza y siempre expuestas a perderse, pues si fuesen verdaderas te ofrecerían seguridad.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,34
También se llaman riquezas de iniquidad, porque no son más que de los inicuos y de los que ponen en ellas la esperanza y toda su felicidad. Mas cuando son poseídas por los justos, son ciertamente las mismas, pero para ellos no son riquezas más que las celestiales y espirituales.
San Ambrosio
Llama inicuas las riquezas, porque sus atractivos tientan nuestros afectos por la avaricia, para que nos hagamos esclavos suyos.
San Basilio
Si heredases un patrimonio, recibirás lo acumulado por los injustos, porque entre tus antepasados necesariamente debe encontrarse alguno que las haya adquirido por usurpación. Supongamos que ni aun vuestro padre lo haya robado, ¿de dónde tienes el dinero? Si dices de mí, desconoces a Dios no teniendo noticia del Creador. Si dices que de Dios, dinos la razón por qué las has recibido. Por ventura ¿no es de Dios la tierra y cuanto en ella se contiene? ( Sal 23,1). Luego si lo que nosotros tenemos pertenece al Señor de todos, todo ello pertenecerá también a nuestros prójimos.
Teofilacto
Se llaman riquezas de la iniquidad, todas las que el Señor nos ha concedido para satisfacer las necesidades de nuestros hermanos y semejantes pero que reservamos para nosotros. Debíamos, por tanto, entregarlas a los pobres desde el principio. Pero, como en verdad fuimos administradores de iniquidad, reteniendo inicuamente todo aquello que se nos ha concedido para la necesidad de los demás, no debemos continuar de ningún modo en esta crueldad, sino dar a los pobres para que seamos recibidos de ellos en los tabernáculos celestiales. Prosigue, pues: "Para que cuando falleciereis os reciban en las eternas moradas".
San Gregorio, Moralium 21,24
Si adquirimos las eternas moradas por nuestra amistad con los pobres, debemos pensar, cuando les damos nuestras limosnas, que más bien las ponemos en manos de nuestros defensores que en las de los necesitados.
San Agustín, De verb. Dom. serm. 35
¿Y quiénes son los que serán recibidos por ellos en las mansiones eternas, sino aquellos que los socorren en su necesidad y les suministran con alegría lo que les es necesario? Estos son los menores de Cristo, que todo lo han dejado por seguirlo y todo lo que han tenido lo han distribuido entre los pobres, para poder servir a Dios desembarazados de los cuidados de la tierra y, libres del peso de los negocios mundanos, levantarse como en alas hacia el cielo.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,34
No debemos entender que aquellos por quienes queremos ser recibidos en los eternos tabernáculos, son deudores de Dios, puesto que son los santos y los justos a quienes se alude en este lugar y que serán los que introduzcan a aquellos de quienes recibieron en la tierra remedio para sus necesidades.
San Ambrosio
Haceos amigos de la riqueza de la iniquidad, con el fin de que, dando a los pobres, podamos conseguir la gracia de los ángeles y de los demás santos.
Crisóstomo, hom. 33 ad pop. Antioch
Obsérvese que no dijo: para que os reciban en sus mansiones, porque no son ellos mismos los que admiten. Por esto cuando dice: "haceos amigos", añade "con las riquezas de la iniquidad", para manifestar que no nos bastará su amistad si las buenas obras no nos acompañan y si no damos en justicia salida a las riquezas amontonadas injustamente. El arte de las artes es, pues, la limosna bien ejercida. No fabrica para nosotros casas de tierra, sino que nos procura una vida eterna. Todas las artes necesitan unas de otras, pero cuando conviene hacer obras de misericordia, no es necesario otro auxilio que la sola obra de la voluntad.
San Cirilo
Así, enseñaba Jesucristo a los ricos que estimasen sobre todo la amistad de los pobres, y que atesorasen en el cielo. Conocía también la pereza de la humanidad, que es causa de que los que ambicionan riquezas no hagan ninguna obra de caridad con los pobres. Manifiesta, por tanto, con ejemplos claros, que éstos no obtendrán ningún fruto de los dones espirituales, añadiendo: "El que es fiel en lo menor, también lo es en lo mayor; y el que es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho". En seguida nos abre el Señor los ojos del corazón aclarando lo que había dicho antes, diciendo: "Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo que es verdadero?". Lo menor son, pues, las riquezas de iniquidad, esto es, las riquezas de la tierra, que nada son para los que se fijan en las del cielo. Creo, por tanto, que es fiel alguno en lo poco cuando hace partícipes de su riqueza a los oprimidos por la miseria. Además, si en lo pequeño no somos fieles, ¿por qué medio alcanzaremos lo verdadero, esto es, la abundancia de las mercedes divinas, que imprime en el alma humana una semejanza con la divinidad? Que sea éste el sentido de las palabras del Señor, se conoce claramente por lo que sigue: "Y si no fuisteis fieles en lo ajeno, lo que es vuestro, ¿quién os lo dará?", etc.
San Ambrosio
Son para nosotros ajenas las riquezas, porque están fuera de nuestra naturaleza y no nacen y mueren con nosotros. Jesucristo es nuestro porque es la vida de los hombres y vino a lo que es suyo.
Teofilacto
Así, pues, nos enseñó hasta aquí con cuánta caridad debemos distribuir las riquezas. Pero como la distribución de ellas no puede verificarse, según Dios, más que por la impasibilidad del alma, desprendida de ellas, añade: "Ningún siervo puede servir a dos señores".
San Ambrosio
No porque haya dos señores, siendo uno el Señor, pues aun cuando hay quien se esclaviza por las riquezas, sin embargo no da a éstas derecho ninguno de dominio, siendo él mismo el que se impone el yugo de la esclavitud. El Señor es uno sólo, porque sólo hay un Dios en lo que se manifiesta que el Padre y el Hijo tienen el mismo poder. Y explica la razón de ello cuando añade: "Porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o al uno se llegará y al otro despreciará".
San Agustín, De quaest. Evang. 2,36
No habla así casualmente o sin reflexión, porque a nadie a quien se le pregunte si ama al demonio contestará que lo ama, sino más bien que le aborrece, mientras que casi todos dicen que aman a Dios. Así, pues, o aborrecerá al uno (esto es, al diablo) y amará al otro (esto es, a Dios), o se unirá con uno (esto es, con el diablo, buscando sus recompensas temporales) y despreciará al otro, esto es, a Dios, como acostumbran a hacerlo aquellos que, lisonjeándose con que su bondad los deje impunes, no hacen consideración de sus amenazas por satisfacer sus pasiones.
San Cirilo
Da fin a este discurso con lo que sigue: "No podéis servir a Dios y a las riquezas". Renunciemos, pues, a las riquezas y consagrémonos a Dios con todo celo.
Beda
Oiga esto el avaro y vea que no puede servir a la vez a Jesucristo y a las riquezas. Sin embargo, no dijo: quien tiene riquezas, sino el que sirve a las riquezas, porque el que está esclavizado por ellas las guarda como su siervo, y el que sacude el yugo de esta esclavitud, las distribuye como señor. Pero el que sirve a las riquezas sirve también a aquel que por su perversidad es llamado con razón dueño de las cosas terrenas y el príncipe de este siglo ( Jn 12; 2Cor 4).


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NUESTRO COMENTARIO

NECEDAD Y PRUDENCIA: Parábola de las Vírgenes de San Mateo

Esta parábola de la sección ya escatológica de San Mateo contribuye a aclarar el significado de nuestra difícil parábola de este Domingo:

"1. «Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. 2. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. 3. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; 4. las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. 5. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. 6. Mas a media noche se oyó un grito: "¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!" 7. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. 8. Y las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan." 9. Pero las prudentes replicaron: "No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis." 10. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. 11. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!" 12. Pero él respondió: "En verdad os digo que no os conozco." 13. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora."  (Mt 25)



En el sentido que lo ven los Santos Padres y que menciona Castellani, la astucia, sagacidad, prudencia mejor dicho, del cristiano, y porqué no Sabiduría, va dirigida a consolidar su salvación haciendo lo necesario para conservar su lámpara encendida; manteniendo su combustible siempre a mano. Por el contrario, la necedad, estulticia, es descuidar los medios para lograr la salvación eterna. Cuales son estos medios? Obviamente el conocimiento de la Palabra, su vivencia e interpretación por la Iglesia (Fuentes: Biblia y Tradición, y Magisterio que interpreta); vivencia de los Sacramentos con la Eucaristía como centro; oración personal; testimonio de vida coherente con buenas obras…Sacramentales…

Como viene a cuento reproducimos casi textualmente un comentario ya hecho para este Domingo el año pasado en Adoración y Liberación (4): 


Muchos bautizados han internalizado la idea de que hay que ser vivo, astuto, sagaz y previsor en el mundo, para lograr riquezas y escalar posiciones; mientras que Dios se complace en que seamos unos idiotas consumados en el Reino de Dios. Por otro lado piensan que hay que ser crédulos y generosos con el mundo y prevenidos con Dios y su revelación. El progremodernismo (Rhaner con su desconfianza al “Triunfalismo Doctrinal”; la fenomenología de ciertos personalistas con su alergia a la Tradición) ha infectado de esto la cristiandad del postconcilio.
Y esta nefasta concepción la abonan con el Sean como niños! de Cristo a los discípulos….
Si!: Dios quiere que seamos como niños en cuanto a nuestra confianza ciega en Él, nuestro Padre Providente; en nuestra falta de malicia con respecto a él; en no atribuirle intenciones perversas…en nuestra dependencia de Él que todo lo puede…
Sean niños en cuanto a la malicia, pero en cuanto a la Fe sean hombres maduros! dice San Pablo, aclarando la cuestión.
Dios alaba al Administrador camandulero (Castellani) por su ASTUCIA, por su sagacidad en implementar medios adecuados para lograr sus fines propuestos. No, obviamente, por su posible corrupción.
Sean sencillos como palomas, pero prudentes como serpientes!
Así debe ser el cristiano, astuto, sagaz, utilizando los medios adecuados para lograr los fines propuestos. Sin derrochar recursos.
Nuestras aptitudes, nuestros carismas, capacidades, dones naturales y sobrenaturales, la Gracia de Dios, los que están a nuestro cuidado, nuestra misión en el Reino, nuestros afectos, deben ser administrados por nosotros con sagacidad, sin derroches, sin tontería, sin pérdida teleológica, sin pérdida del Fin.
Algún modernista enseguida dirá: por eso yo retoco y acomodo al mundo la Palabra, para que llegue mejor y sea aceptada…NO!!! no es lícito degradar las cosas de Dios para fines precisamente, -supuestamente- del Reino de Dios, eso jamás. Un absoluto disparate, además de Pecado y Profanación. Eso no es la astucia que Dios quiere, eso es sacrilegio de los dones, justamente lo contrario. Siempre el uso de la inteligencia y la razón, deben ir detrás de la Gracia y el respeto de los dones de Dios!
Buscar medios inteligentes para lograr los fines con el máximo cuidado de la integridad de los dones recibidos; sin derroche, con fidelidad.
Caridad, pero Prudencia en el trato con las cosas del mundo. Esa es la astucia que Dios quiere.
Acaso Cristo necesita tontos trabajando para su Reino y luchando contra Satanás?
Como sintetizó el gran Chesterton: Dios quiere que nos saquemos el sombrero al entrar a la Iglesia, no la cabeza!

También sirve este otro pequeño escrito en A. y L. sobre el Ser como niños, que tiene conexión con nuestro asunto. Donde se repiten ciertos conceptos ya vertidos; pero que creemos que vale la pena reiterarlos.



SER COMO NIÑOS

¡Cuidado! ¡Jesús no quiere tontos inveterados; ineptos espirituales!
¡No quiere ingénuos zombies suicidas que se crean todo lo que les dice el Mundo; que confíen en el Sistema como si fuera su Padre y desconfíen de Él, de Dios!
Quiere niños en el sentido de no tener malicia, como dice San Pablo: en cuanto a la malicia sean niños, pero en cuanto a la Fe sean hombres maduros
¡Mansos como palomas y prudentes como serpientes! Manda el Señor
¡Los hijos de las tinieblas son mas sagaces en su accionar que los hijos de la Luz! – nos dice apenado Jesús.
¡Despertemos, que la ingenuidad y la tontería no tienen premio de parte de Dios, sino todo lo contrario, porque implican desconfianza y desconocimiento de Él; desinterés y desamor hacia Él; tibieza, mediocridad!
El bautizado que no conoce bien a Dios y deposita su confianza en el Enemigo, el Sistema, es aquel  a quien  Cristo vomita de su boca en Apocalipsis…(5)

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CARIDAD NO ES INGENUIDAD NI CREDULIDAD EN EL MUNDO


La caridad verdadera está vinculada al conocimiento del amado. No se puede amar lo que no se conoce. El que ama a Cristo lo conoce en su Palabra, y por tanto conoce lo suficiente del Enemigo como para no confundirlo con Cristo.

El que ama a Cristo tiene conocimiento para discernir al Enemigo. Ergo: el ingénuo que se abre con confianza ante el Enemigo, traiciona a Cristo….

Podríamos ejemplificar esto con la apertura imprudente, temeraria, suicida de la Iglesia conciliar al mundo? Si, seguramente, ya que el mismo Pablo VI empezó a ver los frutos trágicos en aquel gran discurso sobre el Diablo:

El humo de Satanás ha entrado por algún resquicio al templo de Dios….

Era absolutamente lógico. Uno se pregunta como pudieron no darse cuenta….


EL CRISTIANO ANÓNIMO RHANERIANO, EL CANDOROSO, Y ESTÚPIDO BON SAUVAGE

El aciago, nefastísimo hallazgo rhaneriano del Cristiano Anónimo es -a nuestro juicio- uno de los tópicos y enfoques teológicos que mas daño ha hecho a la teología, a la praxis y a la salvación de las almas quizás en toda la historia de la Iglesia.

El hombre, por el solo hecho de serlo, -Rhaner dixit- participa de la Encarnación y la Redención de Cristo: esta es endógena a su naturaleza.

Por la Encarnación, la Redención estaría naturalmente ínsita en la naturaleza humana, valga la redundancia: la necesidad de la Fe para agradar a Dios y salvarse;  Gracia Sobrenatural, y no solo ella, sino hasta el libre albedrío, quedan abolidos sutilmente

Es decir, cualquier hombre, entonces, aunque no tenga Fe, ni conozca nada de la Iglesia y sus Sacramentos, aunque ni rece, ni haga buenas obras, es cristiano por el solo hecho de ser hombre: es un cristiano anónimo..y por tanto, ya está redimido…

No hay perdición: se ha anulado la soteriológica de la Iglesia Católica revelada por Cristo. Si existe un Infierno, no puede estar sino vacío…

Las nefandas y trágicas consecuencias de esto se derivan directa y naturalmente:

De que sirve la Iglesia, la Palabra de Dios, con sus Mandamientos, sus Preceptos, su Catequesis, su Misión de llevar el Evangelio a otros pueblos?

De que sirve el esfuerzo de la vida cristiana, la ascesis, el negarse a sí mismo y tomar la cruz?

De que sirve el no acomodarse al mundo y ser signo de Contradicción como Cristo?

De que puede servir los consejos evangélicos y el esfuerzo y sacrificio?

De que puede servir el celibato sacerdotal?

De poco menos que nada, o de nada, digámoslo de una.

Entonces, la Fe, los Mandamientos, los preceptos, la ascesis, el esfuerzo moral, la negación de si mismo, son un lastre innecesario y absurdo que empantana la feliz vida del hombre, que puede ser redimido y bueno sin nada de esto, ya que la Redención la tiene metida en su propia naturaleza…

Entonces también, es mas auténtico, bello, candoroso, espontáneo y humano, un hombre que vive sin todo ese artificioso lastre cultual y religioso innecesario en el fondo (aunque Rhaner trate de mitigar lo categórico y claro de  esta consecuencia)…Se ve aquí la influencia de la fenomenología de Hüsserl…

Es mas bello, auténtico, humano, espontáneo, un cristiano anónimo, ignorante y gandul en todo tema religioso, que vive su vida natural y auténticamente, un bon sauvage….

El poético y bucólico -y naturalmente, ficticio- pierrot de Rousseau ha hecho su entrada en la teología progremodernista conciliar.

Convengamos que al dios rhaneriano le resulta mucho mas amable, querible y tierno un bon sauvage, auténtico, natural, ignorante religioso y estúpido que un Católico en serio, profundo, que ama y cumple todo lo que la Iglesia y Dios mismo exige. Este último tiene un tufillo farisaico…rígido…

Tenemos entonces en el cristianoanónimo-bonsauvage rhaneriano justamente lo contrario de lo que Dios pide en la parábola del Administrador Camandulero: Tenemos un sujeto que ni siquiera sabe que tiene que luchar por su salvación, que Dios le da determinados recursos para ello: que debe poner medios con inteligencia para alcanzar fines que van mas allá de su vida natural.

Tenemos entonces, en el bon sauvage rhaneriano, un hombre que se pierde..un pésimo administrador, porque ni siquiera sabe que tiene algo muy importante que administrar…

ADMINISTRAR

Debemos entonces, no como si fuéramos el bon sauvage o cristiano anónimo rhaneriano, sino como Católicos con nombre, administrar nuestra vida con sabiduría, prudencia, sagacidad, inteligencia, -esto entra también en, y hace  al Amor- buscando todos los medios mas adecuados para lograr el fin de la vida eterna.

NOTAS:



















4 comentarios:

  1. BELLISIMOS TEXTOS Y EXEPCIONALES ESCRITOS .
    AMÉN AMÉN

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  2. Administrar seriamente, adultamente, buscando los mejores medios para lograr los fines propuestos. Economía al fin y al cabo. Sin dejar de ser como niños en el nivel que corresponde.

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