Se ha dicho con agudeza que el II Concilio Vaticano, fusionado con el humanismo de la Revolución deliberadamente, adoptando junto con Doctrina Católica herejías viejas, pelagianismo, ideologías y filosofías modernas como liberalismo, modernismo, existencialismo, es el Concilio de la praxis sobre la Doctrina; del Hombre sobre Dios; del hacer sobre el Ser; de la Libertad sobre la Verdad.
Pero también hubo la intención de conservar lo esencial de Cristo, el amor, fusionando y adaptando lo demás del catolicismo a la presunta evolución del mundo y el espíritu antropocentrista de la modernidad.
Pero resulta que esas doctrinas y convicciones -y Culto también- de las cuales se ha abdicado para fusionarse con el espíritu moderno, forman parte de la Verdad Revelada: La Inmutabilidad de Dios y su Revelación; La Iglesia Católica como única religión divina y salvadora; la autonomía de la Iglesia respecto del mundo; la centralidad de Dios y no del hombre; la distinción infinita entre Dios y Creación; la primacía del Ser sobre el hacer; de la Doctrina sobre la praxis...
Por lo tanto, se ha desconectado al amor de la Verdad; cosa que no se puede hacer sin arruinar el amor y anularlo. Cristo es la Verdad; sin Verdad no hay ningún amor. No hay amor verdadero sin Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario