XIII Domingo después de Pentecostés
(II clase, verde)
Gloria, Credo y prefacio de la Trinidad
Las virtudes que deben informar toda la
vida del cristiano, las que han de dirigirle, sostenerle y animarle en
todos sus actos, no son otras que las virtudes teologales, cuyo aumento pedimos
hoy en la Colecta de la santa Misa. La fe es tan necesaria, que sin ella,
como enseña San Pablo, no es posible agradar a Dios. De la esperanza está
escrito en los Libros Santos, que es bienaventurado quien no ha decaído de ella
y no la ha abandonado. Finalmente, nos asegura el Apóstol que sin la caridad
nada somos delante de Dios.
En Abraham, de quien hace mención la
Epístola, podemos ver reunidas las virtudes teologales. El creyó cuanto Dios le
dijo aún cuando parecía imposible su realización; además, vivió, dice San
Pablo, en la tierra que se le había prometido, como en tierra extraña,
habitando en tiendas o cabañas, porque tenía puesta la mira y toda su
“esperanza" en aquella ciudad de sólidos fundamentos, la celestial
Jerusalén, cuyo fundador y arquitecto es el mismo Dios; y amó a Dios con todo
su corazón estando dispuesto a sacrificar su propio hijo antes que desagradarle.
El Evangelio nos demuestra cuánto place
al Señor que seamos agradecidos a sus favores. Y si debemos agradecerle
todos los beneficios, muy especialmente el haber infundido en nuestra alma la
fe, esperanza y la caridad..(1)
TEXTOS DE LA
SANTA MISA
Introito. Salm. 73, 19-23,1.- Acuérdate, Señor, de tu
pacto y no olvides por siempre la vida de tus pobres. Levántate, Señor, y
defiende tu causa, no olvides las voces de los que te buscan. Salmo.- ¡Oh Dios!, ¿por qué nos has desechado
para siempre, y se ha enojado tu furor contra las ovejas que apacientas? V/.
Gloria al Padre, y al Hijo.
Colecta.-
Oh Dios todopoderoso y eterno!, aumenta en nosotros la fe, la esperanza
y la caridad; y para que merezcamos conseguir los bienes que nos prometes,
haznos amar lo que nos mandas. Por nuestro Señor.
Epistola. Gál. 3.16-22.- Todo es gratuito en la salvación que nos ofrece Dios: la promesa, su realización
en Cristo, su aplicación a cada uno de nosotros. Se requiere, en verdad, la
observancia de la Ley; pero no es ella la que nos salva.
Hermanos: Las promesas se hicieron a Abraham y a su descendencia. No se
dice: «Y a los descendientes», cual si se tratase de muchos, sino «y a tu
descendencia», como si no hubiese más que uno, el cual es Cristo. Esto
significa que un contrato hecho por Dios en debida forma, no lo abroga la Ley,
que fue hecha cuatrocientos treinta años después, ni anula la promesa. Porque
si la herencia se nos da por la Ley, ya no es por la promesa. Pero Dios por
medio de la promesa hizo la donación a Abraham. ¿Para qué, pues, la Ley? Púsose
en vista de las transgresiones hasta que viniese el descendiente a quien se
había hecho la promesa. Ella ha sido promulgada por ángeles por medio de un
mediador. Mas el mediador no es de uno solo, y Dios es solo. ¿Luego la Ley es
contra las promesas de Dios? No. Si la Ley pudiese dar la vida, la
justificación vendría verdaderamente de la Ley. Mas la Escritura todo lo dejó
sujeto el pecado, para que la promesa fuese dada a los creyentes por la fe en
Jesucristo.
Gradual. Salm.73.20,19,22.- Recuerda, Señor, tu alianza y no olvides para siempre las vidas de tus
pobres. V/ Levántate Señor, y defiende tu causa: acuérdate del ultraje que se
ha hecho a tus siervos.
Aleluya. Salm. 89.1.- Aleluya, aleluya. V/ Señor, tu has sido nuestro
refugio de generación en generación. Aleluya.
Evangelio. Luc. 17.11-19.-
En aquel tiempo: Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba por medio de Samaria y
de Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron diez leprosos, los cuales se
pararon lejos y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, apiádate de nosotros.
El, al verlos, dijo: Id y mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras
iban, quedaron sanos. Y uno de ellos, cuando vio que había quedado limpio,
volvió glorificando a Dios a grandes voces, y se postró en tierra a los pies de
Jesús, dándole gracias. Era samaritano. Dijo entonces Jesús: ¿Pero no son diez
los curados? ¿y los otros nueve, dónde están ? No ha habido quien volviese a
dar gloria a Dios, sino este extranjero. Y le dijo: Levántate, vete, porque tu
fe te ha salvado. CREDO.
Ofertorio. Salm. 30.15-16.- En ti Señor, he puesto mi esperanza; dije: Mi Dios eres tú, en tus manos
están mis días.
Secreta.- Mira, Señor, propicio a tu pueblo y acepta sus dones; para que, aplacado
con esta oblación, nos concedas el perdón y cuanto te pedimos. Por nuestro
Señor.
Prefacio de la Santísima Trinidad.- En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en
todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu
unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios un solo Señor, no en
la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola
sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos
también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De
suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad
en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual
alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no
cesan de cantar a diario, diciendo a una voz. Santo...
Comunión.- Nos diste, Señor, pan del cielo, que encierra en sí todo deleite y todo
sabor de suavidad.
Poscomunión.- Recibidos, Señor, los sacramentos celestiales, sírvannos de auxilio
para adelantar en el camino de la salvación. Por nuestro Señor.
COMENTARIO
Como habitualmente, reproducimos el meduloso comentario del Padre
Castellani. Luego citaremos varios comentarios de los Santos Padres sobre el
Evangelio y por último algunas consideraciones muy generales sobre temas que
nos parecen importantes.
COMENTARIO DEL PADRE CASTELLANI
DOMINGO DECIMOTERCERO DESPUÉS DE
PENTECOSTÉS [Lc17, 11-19] Lc 17,11-19
El evangelio de este Domingo relata la
curación de diez leprosos, y se podría llamar “el Evangelio de la Ingratitud”,
tomando ese título de un gran sermón de San Bernardo, el XLm. Aparentemente no
hay nada que comentar en él: el Salvador o Salud-Dador-que esto significa
Salvador curó a los leprosos, uno de ellos dio la vuelta a darle las gracias y
el Salvador reprendió la ingratitud de los otros nueve. El gran exégeta
Maldonado dice: “el que quiera interpretaciones alegóricas, que lea San
Agustín, Teofilacto o San Bernardo”; la interpretación literal no tiene
dificultad ninguna, es un relato simple, uno de tantos entre los milagros que
hizo Nuestro Señor... La gratitud y la ingratitud todos saben lo que son: al
Samaritano curado que volvió a agradecer, Jesucristo le dijo: “Tu fe te ha
sanado”, como lo hubiera dicho a los otros nueve judíos si hubieran venido;
porque fe aquí (pastís en griego) significa simplemente confianza, fiarse de
alguno, que es el significado primitivo de esa palabra, dice Maldonado. Y ellos
tuvieron confianza en Cristo que les dijo: “Vayan a mostrarse a los
sacerdotes”, que era lo que el Levítico, capítulo XIV, mandaba a los leprosos
ya curados; ellos se pusieron en camino confiadamente: y en la mitad del camino
se sintieron sanos... No hay nada que
comentar. No hay enseñanzas profundas... Listo.
En cualquier trozo del Evangelio hay una enseñanza profunda: sucede sin
embargo que no la vemos: no somos capaces de desentrañarla a veces. Lástima que Maldonado murió hace casi cuatro
siglos: me gustaría hablar con el.
–¡Che, andaluz! –le diría–. ¿No te parece que Cristo hizo aquí una
andaluzada? ¿Te parece tan sencillo lo que dijo Cristo? Dime un poco, gachó:
los leprosos curados ¿fueron todos al sacerdote, recibieron su certificado que
los restituía a la vida social, y entonces el Samaritano volvió a dar gracias a
Cristo, y los demás se fueron a sus casas? ¿No es así? –¡No! De ninguna manera. El Evangelio no dice
eso... –¡Qué lástima! Porque si lo
dijera tendrías razón tú: no habría nada que comentar: menos trabajo para
mí. –El Evangelio dice expresamente que
apenas se sintió curado, el Samaritano volvió grupas y vino a “magnificar a
Dios con grandes voces”; de los demás no dice dónde fueron; pero es más que
probable que fueron a presentarse a los Sacerdotes, como la Ley se los mandaba,
y como a ellos les convenía tremendamente; porque has de saber que –diría
Maldonado con su gran erudición– por la ley de Moisés –y muy prudente ley
higiénicamente hablando– los leprosos eran separados (que es como todavía se
dice “leproso” en lengua alemana Aussaetzige), eran denominados impuros y
debían gritar esa palabra y agitar unas campanillas o castañetas cuando alguien
se les acercaba; no podían vivir en los pueblos, y solían juntarse en grupitos
para ayudarse unos a otros los pobres –cosas todas que se ven en este
evangelio– y para ser liberados de estas imposiciones legales en caso de
curarse –pues la lepra es curable en sus primeros pasos, y además existe la
falsa lepra– debían ser reconocidos y testificados por los sacerdotes... De
modo que es claro lo que pasó: uno volvió a Cristo y los demás siguieron su
camino adonde debían y adonde además los había mandado el mismo Cristo..., me
diría Maldonado. –Por lo tanto –habría
de decirle yo– si es así, aquí Cristo estuvo un poco mal, pues reprendió a los
nueve judíos que no hacían sino lo que él les había dicho; y los reprendió
antes de saberse si iban a volver o no después, a darle las gracias. Su
conducta es bastante inexplicable. Parecería que pecó de apresurado en condenar
de ingratos a los nueve judíos; y de presuntuoso en pretender le diesen las
gracias a Él antes de cumplir con la Ley. Los que estaban allí debieron de
haberse asombrado; y uno de ellos podía haberle dicho: “No te apresures,
Maestro, en reprender a los otros; al contrario, éste es el que parece merecer
reproche, porque ha obrado impulsivamente, irrefrenablemente...”. –Yo soy un teólogo de gran fama, conocido en
toda Europa, por lo menos en los dominios de la Sacra Cesárea Real Majestad de
nuestro Amo y Señor Carlos V de Alemania y Primero de España; he enseñado en la
Universidad de París, donde desbordaban mis aulas de alumnos, y de donde tuve
que salir por la malquerencia y envidia de los profesores franceses, y
retirarme a Bourges a componer mi Comentario a los Evangelios, que es lo mejor
que ha producido la ciencia de la Contrarreforma; y a mi se me ha aparecido dos
veces en sueños el Apóstol San Juan, como cuenta el Menologio de Varones
Ilustres de la Compañía de Jesús. Tú eres un pobre cura, que no se sabe bien si
pertenece al clero regular o irregular, de una nación ignorante y chabacana,
sin educación, sin tradición y sin solera. De modo que es mejor que ni hablemos
más –me figuro me diría Maldonado si estuviera vivo: que era bastante vivo de
genio. Por suerte está muerto. Si él ha
visto en sueños al Apóstol San Juan, yo he visto al demonio innumerables veces;
y si él tiene el derecho de no asombrarse del Evangelio, yo tengo el derecho de
asombrarme todo cuanto puedo. No es exacto que Jesucristo es profundo, como
dije arriba, me equivoqué. Platón es profundo, San Agustín es profundo;
Jesucristo no dice nada más que lo que dice el seminarista Sánchez o el peor
profesor de Teología; pero lo que dice es infinito, y hasta el fin del mundo
encontrarán los hombres allí cosas nuevas. Platón tiene una teoría profunda
sobre la inmortalidad del alma; Jesucristo no hace más que afirmar la
inmortalidad del alma. Pero ... La
conducta con el Leproso Samaritano significa simplemente que, según Cristo, las
cosas de Dios están primero y por encima de todos los mandatos de los hombres;
una nota que resuena en todo el Evangelio continuamente; y que en realidad
define al Cristianismo. Dios está
inmensamente por encima de todas las cosas. Delante de Él todo lo demás
desaparece; la relación con Él invalida todas las otras relaciones. El leproso
samaritano que en el momento de sentirse curado sintió el paso augusto de Dios
y se olvidó de todo lo demás, hizo bien; los demás hicieron mal. Y la palabra
con que Cristo cerró este episodio: “Levántate, tu fe te ha hecho salvo”, no se
refiere solamente a la confianza común que tuvo al principio en Él –la cual no
fue la que lo sanó, a no ser a modo de condicionamiento– sino también a otra
divina confianza que nació en su alma al ser limpiado; y que limpió su alma con
ocasión de ser limpiado su cuerpo; y que importa mucho más que la salud del
cuerpo. Porque lo que hizo este forastero al volver a Cristo, no fue gritarle
como antes desde lejos “¡Maestro!”, sino tirarse en el suelo con el rostro ante
sus pies, postrarse panza a tierra, que es el gesto que en Oriente significa la
adoración de la Divinidad. Por lo tanto: “levanta y vete tranquilo, tu Fe te ha
salvado”, cuerpo y alma. Dios está
inmensamente por encima de todas las cosas. ¿Eso lo ensenó Cristo? Eso lo dijo
mucho antes el Bhuda, Sidyarta Gautama. Sí, pero en Cristo hay una palabrita
diferente, una palabrita terrible. “Por Dios debes dejarlo todo”, dijo el
Bhuda. Cristo dijo lo mismo: “Por “Mí” debes dejarlo todo”. Esa palabrita diferente resuena en todo el
Evangelio: “El que ama a su padre y a su
madre más que a Mi, no es digno de mí”.
“El que deja por Mi, padre, madre, esposa, hijos y todos sus
bienes”... “Os perseguirán por Mi
nombre”... “Os darán la muerte por causa
Mía”... “Deja todo lo que tienes y
sígueme”... “Deja a los muertos que
entierren a los muertos”... “La vida
eterna es conocerme a Mi”... Y así sucesivamente. De manera que en este evangelio hay también
una paradoja, que no vio Maldonado – lo cual no le quita nada al buen
Maldonado– que es la eterna paradoja de la fe; y en la manera de obrar de
Cristo con el leproso Samaritano está afirmada –como en cada una de las páginas
de cada uno de estos cuatro folletos– lo que constituye la originalidad y por
decirlo así la monstruosidad del cristianismo; que es una cosa sumamente simple
por otro lado: “Dieu premier serví”, como decía Juana de Arco: Dios es el
Absolutamente Primero; Dios es el Excluyente, el Celoso; y... Cristo es Dios. Mas si pide de nosotros gratitud –o si
quieren llamarla correspondencia–, no es porque El la necesite sino porque
nosotros la necesitamos. La ingratitud seca la fuente de las mercedes, y hace
imposible a veces los beneficios; como podemos constatar a veces en nuestra
pequeña experiencia que a pesar de desearlo no podemos hacer bien a alguna
persona; porque por su falta de disposición, no recibirá bien el bien; de modo
que lo convertirá en mal. –¿Por qué no
viene usted más a visitarme?
–Porque no le puedo hacer ningún bien. –¿Y por qué no me puede hacer ningún
bien? –Porque una vez le hice un bien...
y usted me tomó por sonso. Dios a veces
no nos hace nuevos beneficios, porque no le hemos agradecido bastante los
beneficios pasados. No los hemos tomado como beneficios de Dios, sino como
cosas que nos son debidas; lo cual es tomarlo a Dios por sonso. Hasta acá Castellani (2)
SANTOS PADRES
San Ambrosio
Después de la parábola antedicha, son reprendidos los ingratos. Dice
pues: "Y aconteció que yendo Jesús a Jerusalén", etc.
Tito Bostrense
Para dar a conocer que los samaritanos son benévolos mientras los judíos
son desagradecidos a los beneficios que se les había dispensado. Había
enemistad entre los samaritanos y los judíos, la que el Señor se proponía
disipar, pasando entre ellos para unirlos en un hombre nuevo.
San Cirilo
Después de la parábola manifiesta el Salvador su gloria para suscitar la
fe de Israel. Prosigue: "Y entrando en una aldea salieron a El diez
hombres leprosos", expulsados de las ciudades y de las aldeas y
considerados como inmundos por la ley de Moisés.
Tito Bostrense, in Cat. graec. Patr
Ellos hablaban entre sí, porque los unía la desgracia común y se
presentaron donde Jesús había de pasar, estando inquietos por verle venir. Y
prosigue: "Que se pararon de lejos", porque la ley de los judíos
considera a la lepra como enfermedad inmunda. Pero la ley del Evangelio no
considera como inmunda la lepra externa, sino la interna.
Teofilacto
Esperan desde lejos como avergonzados por la impureza que tenían sobre
sí. Creían que Jesucristo los rechazaría también, como hacían los demás. Por
esto se detuvieron a lo lejos, pero se acercaron por sus ruegos. El Señor
siempre está cerca de los que le invocan con verdad ( Sal 145,18). Prosigue: "Y
alzaron la voz diciendo: Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros".
Tito, ut sup
Invocan el nombre de Jesús y obtienen lo que desean, porque Jesús quiere
decir Salvador. Dicen: "Apiádate de nosotros", porque conocen la
magnitud de su poder y no le piden oro ni plata, sino la salud y purificación
de su cuerpo.
Teofilacto
Y no le piden sencillamente, ni le ruegan como mortal. Le llaman
maestro, esto es, Señor, con lo que casi dan a entender que lo consideran como
Dios. Pero El les manda que se presenten a los sacerdotes, por lo que sigue:
"Cuando El los vio les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes", porque
éstos veían si habían sido curados o no de la lepra.
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
La ley también mandaba que los curados de la lepra ofreciesen un sacrificio
en acción de gracias por la curación.
Teofilacto
Al mandarles que fuesen a los sacerdotes ya les daba a conocer que
debían ser curados. Por esto sigue: "Y aconteció que mientras iban
quedaron limpios".
San Cirilo, ut sup
Los príncipes de los judíos, émulos de la gloria de Jesús, podían
conocer que habían sido curados de una manera inesperada y admirable, siendo
Jesucristo quien les había concedido la salud.
Teofilacto
Siendo ellos diez, nueve que eran israelitas fueron desagradecidos y el
forastero, que era samaritano, volvió expresando su gratitud. Por esto sigue:
"Y uno de ellos volvió glorificando a Dios a grandes voces".
Tito, ut sup
Le dio confianza para aproximarse la curación obtenida. Por esto sigue:
"Y se postró en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias",
manifestando así con su postración y sus ruegos su fe y su gratitud.
Prosigue: "Y éste era samaritano".
Teofilacto
De aquí se puede deducir que nada impide el que cualquiera agrade a
Dios, aun cuando proceda de raza profana, con tal que obre con buen propósito.
Y ninguno de los que nacen de padres santos se ensoberbezca, porque los nueve
que eran israelitas fueron precisamente los desagradecidos. Por esto sigue:
"Y respondió Jesús y dijo: ¿Por ventura no son diez?", etc.
Tito Bostrense
En esto se da a conocer lo prontos que estaban a aceptar la fe los
extraños, mientras que Israel andaba en ello perezoso. Por esto sigue: "Y
le dijo: Levántate; vete, que tu fe te ha hecho salvo".
San Agustín, De quaest
Evang. 2,40
En sentido espiritual puede creerse que son leprosos los que, no
teniendo conocimiento de la verdadera fe, admiten las diferentes doctrinas del
error, no ocultan su ignorancia, sino que aparentan tener un grande
conocimiento y muestran un lenguaje jactancioso. La lepra es un mal de color.
La mezcla desordenada de verdades y de errores en la discusión o discurso del
hombre, semejante a los diferentes colores de un mismo cuerpo, significa la
lepra que mancha y hace distintos a los cuerpos humanos, como con tintes de
colores verdaderos y falsos. Estos no deben ser admitidos en la Iglesia, de
modo que colocados a lo lejos, si es posible, rueguen a Cristo con grandes
voces. Respecto a que le llamaron maestro, creo que dieron a entender en ello,
que la lepra es una doctrina falsa que el buen maestro hace desaparecer. No se
sabe que el Señor mandase a los sacerdotes a otros, a quienes había concedido
beneficios corporales, más que a los leprosos. Y es que el sacerdocio de los
judíos figuraba el sacerdocio que está en la Iglesia. Los demás vicios los sana
y corrige interiormente el Señor mismo, en la conciencia; mientras que el poder
de administrar los Sacramentos y el de la predicación, ha sido concedido a la
Iglesia. Cuando los leprosos iban, quedaron limpios, porque los gentiles, a
quienes vino San Pedro, no habiendo recibido aún el sacramento del Bautismo,
por el cual se viene espiritualmente a los sacerdotes, son declarados limpios
por la infusión del Espíritu Santo. Por tanto, todo el que se asocia a la
doctrina íntegra y verdadera de la Iglesia, aunque se manifieste que no se ha
manchado con el error -que es como la lepra-, será, sin embargo, ingrato con el
Señor, que lo cura, si no se postra para darle gracias con piadosa humildad, y
se hará semejante a aquellos de quienes dice el Apóstol ( Rom 1,21), que, habiendo conocido a
Dios, no le confesaron como tal, ni le dieron gracias. Estos tales, pues, como
imperfectos, serán del número nueve, porque necesitan de uno más para formar
cierta unidad y ser diez. Y aquel que dio gracias fue alabado porque
representaba la unidad de la Iglesia. Y como aquéllos eran judíos, se declaró
que habían perdido por la soberbia el reino de los cielos, en donde la unidad
se conserva principalmente. En cambio, éste, que era samaritano, que quiere
decir custodio, dando lo que había recibido a Aquel de quien lo recibió, según
las palabras del Salmo ( Sal 58,10): "Guardaré mi fortaleza para ti", conservó la
unidad del reino con su humilde reconocimiento.
Beda
Cayó con la faz sobre la tierra porque se acordó del mal que había hecho
y se avergonzó. Y Jesús le mandó que se levantase y se fuese, porque al que se
prosterna conociendo humildemente su debilidad, merece que la palabra divina le
consuele y le mande adelantar en el camino de obras más santas. Si la fe salvó
a aquel que se había postrado a dar gracias, la malicia perdió a los que no se
cuidaron de dar gloria a Dios por los beneficios recibidos. Por estos hechos se
da a conocer que debe aumentarse la fe por medio de la humildad, como se explica
en la parábola anterior.
ALGUNAS
CONSIDERACIONES GENERALES ENTRE LA ANTGUA LEY Y LA NUEVA LEY, ANTIGUO
TESTAMENTO Y NUEVO TESTAMENTO,
Dada la Epístola de hoy y el Evangelio, dan vueltas sobre ciertos temas
en la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; entre la Antigua y la
Nueva Ley.
Las relaciones entre el Antiguo y
el Nuevo Testamento, y entre la Ley Mosaica y la ley de la Nueva Alianza, no
suelen ser bien entendidas.
En el aspecto práctico esto se nota en aquellos que citan un pasaje del
A.T. y no solo lo toman literal crudo, sin pasarlo por el tamiz de la Tradición
y el Magisterio, sino que lo extrapolan de manera automática y absoluta a
cualquier situación.
Por poner un ejemplo, tenemos ciertos grupos dentro de la iglesia -por
lo menos en el plano legal- que para justificar sus danzas delante del
Santísimo citan el pasaje donde el Rey David baila semidesnudo delante del Arca
del Señor. Bueno, ciertamente este tipo de lectura es un absoluto disparate. Este
pasaje debe leerse a la luz del Nuevo Testamento; y este a su vez a la luz de
la Tradición y el Magisterio. La celebración de Culto de la Nueva Alianza y
definitiva es la Misa, en la cual se hace presente el Sacrificio Redentor de
Cristo; por lo cual el comportamiento en el templo, delante del Señor, debe
verse con la Tradición y el Magisterio de dos milenios; no usando la estulta
estrategia protestante y modernista de saltarse Tradición y Magisterio e ir
directamente a la Biblia e interpretar a piacere. Este tipo de
interpretaciones manifiestan un desconocimiento notorio -intencional o no- de
lo que es la Revelación.
El principio de que el Nuevo Testamento es la Revelación Definitiva y
plena de la Palabra de Dios no es bien entendido.
No es que el Antiguo Testamento ha quedado anulado sin mas. El Antiguo
Testamento ha sido, y es, una Palabra de Dios -si; de Dios- provisoria para un
cierto período de la Historia de la Salvación, previo a la Venida de Cristo.
Cristo es quien trae la Palabra Definitiva y Plena, que no anula el A.T. lo
subsume y le da el verdadero sentido definitivo, pero siempre dentro de la
Palabra del Nuevo.
Vemos en la Transfiguración que Moisés y Elías -la Ley y los Profetas-
apuntan a, y dan testimonio de Cristo.
No he venido a abolir la ley, sino a
dar cumplimiento..
Y ese cumplimiento actualiza, plenifica lo antiguo que ahora se renueva
en lo Definitivo.
Los Diez Mandamientos no quedan anulados de ninguna manera, se
plenifican en el Sermón de la Montaña; y no hay que pensar que se
alivianan, que se hacen mas laxos; no! todo lo contrario; la Ley de Dios se
interioriza, se espiritualiza, se profundiza.
«Habéis oído que se dijo a los antepasados: No
matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal .Pues yo os digo: Todo
aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el
que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que
le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego."
Aquí Jesús apunta a la soberbia farisaica que se pretendía
constructora y tripulante del Arca de Noe…
"Habéis oído que se dijo: No cometerás
adulterio .Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió
adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de
pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus
miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehena. Y si tu mano
derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene
que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.
También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio. Pues yo
os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la
hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio."
Vemos entonces como la Ley antigua se integra, mejorada,
interiorizada, profundizada en la Nueva. Ahora en realidad, es mas exigente;
exige ser vivida también en el interior y cumplida por la Gracia, con un mayor
rigor, si cabe decir. Ahora la Gracia de la Redención de Cristo, en la plenitud
del Espíritu Santo, permite cumplir las exigencias de Dios en la Nueva Ley, que
ha dejado, si, todo el ritualismo exterior anterior; ahora hay Sacramentos, hay
Culto Público sobre todo la Santa Misa (Eucaristía vinculada con el Sacrificio
de Cristo, no Eucaristía sola, sin Sacrificio); han quedado superados todos los
preceptos rituales anteriores; no porque estaban mal o eran púramente humanos,
como llegan a creer y sostener ciertos desorientados modernistas o de distintas
sectas extrañas que han sido aprobadas en el post concilio, sino porque eran
necesarios en un período determinado hasta que llegase la Plenitud en Cristo.
Por esto también vemos el exquisito cumplimiento de la Ley
antigua por parte de los Santos del A. T., de Zacarías, Isabel, María, José y
el mismo Cristo. Es una locura modernista aquello de que Cristo repudió la Ley
antigua.
Cuando Cristo se deja tocar por un leproso no contradice la
Ley, la eleva a su estado definitivo, porque Él es El Legislador.
Cuando reprende a los Fariseos por su absurda interpretación
del Sábado, en la que no se podía curar un enfermo, según ellos; no contradice
la Ley, sino que le da el verdadero significado.
En el Evangelio de hoy, Cristo manda a los leprosos a los
Sacerdotes, cumpliendo la Ley. No está mal que uno haya vuelto a Él a agradecerle;
ese fue inspirado y entendió la Ley Nueva y Plena: el Señor, el Legislador
estaba delante de él, lo había restituido a la salud y a la sociedad, y se
dirigió directamente a Él; fue un acto superior a ir a ver a los Sacerdotes,
puesto que eso lo podía hacer después.
Solamente en la mente estulta y confusa de un
progremodernista podemos ver un Cristo pisoteando la Ley que él mismo en cuanto
Hijo de Dios y miembro de la Santísima Trinidad, inspiró en el pasado al pueblo
de Israel.
Veamos otro ejemplo, interpretar el Rapto en
Apocalipsis, como una especie de huída al Cielo, llevados por el Señor, de los
elegidos, antes de la Parusía. Esto nunca tuvo cabida en la interpretación
católica; es un error que proviene del protestantismo.
Hay una unidad, una continuidad -no una Reforma en la
Continuidad, por favor!- entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Debe
quedar absolutamente claro que el Antiguo es un proceso que el Nuevo plenifica
y constituye en lo Definitivo. El Antiguo Testamento debe leerse a la luz del
Nuevo; y este leerse con la Tradición y según la interpretación del Magisterio.
Abordar la Escritura sin estos criterios católicos lleva a
todo tipo de disparates; la Escritura dice cualquier cosa.
La Escritura debe leerse con y en la Iglesia, en sus Fuentes:
Escritura, Tradición y la instancia interpretativa del Magisterio. De allí se
saca el significado salvador.
NOTAS
PUBLICADO EN ADORACIÓN Y LIBERACIÓN, ACÁ
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