sábado, 7 de septiembre de 2019

DOMINGO XIII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


XIII Domingo después de Pentecostés
(II clase, verde)
Gloria, Credo y prefacio de la Trinidad





Las virtudes que deben informar toda la vida  del cristiano, las que han de dirigirle, sostenerle y animarle en todos sus actos, no son otras que las virtudes teologales, cuyo aumento pedimos hoy en la Colecta de la santa Misa.  La fe es tan necesaria, que sin ella, como enseña San Pablo, no es posible agradar a Dios. De la esperanza está escrito en los Libros Santos, que es bienaventurado quien no ha decaído de ella y no la ha abandonado. Finalmente, nos asegura el Apóstol que sin la caridad nada somos delante de Dios.
En Abraham, de quien hace mención la Epístola, podemos ver reunidas las virtudes teologales. El creyó cuanto Dios le dijo aún cuando parecía imposible su realización; además, vivió, dice San Pablo, en la tierra que se le había prometido, como en tierra extraña, habitando en tiendas o cabañas, porque tenía puesta la mira y toda su “esperanza" en aquella ciudad de sólidos fundamentos, la celestial Jerusalén, cuyo fundador y arquitecto es el mismo Dios; y amó a Dios con todo su corazón estando dispuesto a sacrificar su propio hijo antes que desagradarle.

El Evangelio nos demuestra cuánto place al Señor que seamos agradecidos a sus favores. Y si debemos agradecerle  todos los beneficios, muy especialmente el haber infundido en nuestra alma la fe, esperanza y la caridad..(1)

TEXTOS DE LA SANTA MISA



Introito. Salm. 73, 19-23,1.-  Acuérdate, Señor, de tu pacto y no olvides por siempre la vida de tus pobres. Levántate, Señor, y defiende tu causa, no olvides las voces de los que te buscan. Salmo.- ¡Oh Dios!, ¿por qué nos has desechado para siempre, y se ha enojado tu furor contra las ovejas que apacientas? V/. Gloria al Padre, y al Hijo.
Colecta.- 
Oh Dios todopoderoso y eterno!, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la caridad; y para que merezcamos conseguir los bienes que nos prometes, haznos amar lo que nos mandas. Por nuestro Señor.
Epistola. Gál. 3.16-22.- Todo es gratuito en la salvación que nos ofrece Dios: la promesa, su realización en Cristo, su aplicación a cada uno de nosotros. Se requiere, en verdad, la observancia de la Ley; pero no es ella la que nos salva.
Hermanos: Las promesas se hicieron a Abraham y a su descendencia. No se dice: «Y a los descendientes», cual si se tratase de muchos, sino «y a tu descendencia», como si no hubiese más que uno, el cual es Cristo. Esto significa que un contrato hecho por Dios en debida forma, no lo abroga la Ley, que fue hecha cuatrocientos treinta años después, ni anula la promesa. Porque si la herencia se nos da por la Ley, ya no es por la promesa. Pero Dios por medio de la promesa hizo la donación a Abraham. ¿Para qué, pues, la Ley? Púsose en vista de las transgresiones hasta que viniese el descendiente a quien se había hecho la promesa. Ella ha sido promulgada por ángeles por medio de un mediador. Mas el mediador no es de uno solo, y Dios es solo. ¿Luego la Ley es contra las promesas de Dios? No. Si la Ley pudiese dar la vida, la justificación vendría verdaderamente de la Ley. Mas la Escritura todo lo dejó sujeto el pecado, para que la pro­mesa fuese dada a los creyentes por la fe en Jesucristo.
Gradual. Salm.73.20,19,22.- Recuerda, Señor, tu alianza y no olvides para siempre las vidas de tus pobres. V/ Levántate Señor, y defiende tu causa: acuérdate del ultraje que se ha hecho a tus siervos.
Aleluya. Salm. 89.1.- Aleluya, aleluya. V/ Señor, tu has sido nuestro refugio de generación en generación. Aleluya.
Evangelio. Luc. 17.11-19.- 
En aquel tiempo: Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba por medio de Samaria y de Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron diez leprosos, los cuales se pararon lejos y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, apiádate de nosotros. El, al verlos, dijo: Id y mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, quedaron sanos. Y uno de ellos, cuando vio que había quedado limpio, volvió glorificando a Dios a grandes voces, y se postró en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Era samaritano. Dijo entonces Jesús: ¿Pero no son diez los curados? ¿y los otros nueve, dónde están ? No ha habido quien volviese a dar gloria a Dios, sino este extranjero. Y le dijo: Levántate, vete, porque tu fe te ha salvado. CREDO.
Ofertorio. Salm. 30.15-16.- En ti Señor, he puesto mi esperanza; dije: Mi Dios eres tú, en tus manos están mis días.
Secreta.-  Mira, Señor, propicio a tu pueblo y acepta sus dones; para que, aplacado con esta oblación, nos concedas el perdón y cuanto te pedimos. Por nuestro Señor.
Prefacio de la Santísima Trinidad.- En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De suerte, que confe­sando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz. Santo...
Comunión.-  Nos diste, Señor, pan del cielo, que encierra en sí todo deleite y todo sabor de suavidad.
Poscomunión.- Recibidos, Señor, los sacramentos celestiales, sír­vannos de auxilio para adelantar en el camino de la salvación. Por nuestro Señor.


COMENTARIO
Como habitualmente, reproducimos el meduloso comentario del Padre Castellani. Luego citaremos varios comentarios de los Santos Padres sobre el Evangelio y por último algunas consideraciones muy generales sobre temas que nos parecen importantes.

COMENTARIO DEL PADRE CASTELLANI

DOMINGO DECIMOTERCERO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS [Lc17, 11-19] Lc 17,11-19

 El evangelio de este Domingo relata la curación de diez leprosos, y se podría llamar “el Evangelio de la Ingratitud”, tomando ese título de un gran sermón de San Bernardo, el XLm. Aparentemente no hay nada que comentar en él: el Salvador o Salud-Dador-que esto significa Salvador curó a los leprosos, uno de ellos dio la vuelta a darle las gracias y el Salvador reprendió la ingratitud de los otros nueve. El gran exégeta Maldonado dice: “el que quiera interpretaciones alegóricas, que lea San Agustín, Teofilacto o San Bernardo”; la interpretación literal no tiene dificultad ninguna, es un relato simple, uno de tantos entre los milagros que hizo Nuestro Señor... La gratitud y la ingratitud todos saben lo que son: al Samaritano curado que volvió a agradecer, Jesucristo le dijo: “Tu fe te ha sanado”, como lo hubiera dicho a los otros nueve judíos si hubieran venido; porque fe aquí (pastís en griego) significa simplemente confianza, fiarse de alguno, que es el significado primitivo de esa palabra, dice Maldonado. Y ellos tuvieron confianza en Cristo que les dijo: “Vayan a mostrarse a los sacerdotes”, que era lo que el Levítico, capítulo XIV, mandaba a los leprosos ya curados; ellos se pusieron en camino confiadamente: y en la mitad del camino se sintieron sanos...  No hay nada que comentar. No hay enseñanzas profundas... Listo.  En cualquier trozo del Evangelio hay una enseñanza profunda: sucede sin embargo que no la vemos: no somos capaces de desentrañarla a veces.  Lástima que Maldonado murió hace casi cuatro siglos: me gustaría hablar con el.  –¡Che, andaluz! –le diría–. ¿No te parece que Cristo hizo aquí una andaluzada? ¿Te parece tan sencillo lo que dijo Cristo? Dime un poco, gachó: los leprosos curados ¿fueron todos al sacerdote, recibieron su certificado que los restituía a la vida social, y entonces el Samaritano volvió a dar gracias a Cristo, y los demás se fueron a sus casas? ¿No es así?  –¡No! De ninguna manera. El Evangelio no dice eso...  –¡Qué lástima! Porque si lo dijera tendrías razón tú: no habría nada que comentar: menos trabajo para mí.  –El Evangelio dice expresamente que apenas se sintió curado, el Samaritano volvió grupas y vino a “magnificar a Dios con grandes voces”; de los demás no dice dónde fueron; pero es más que probable que fueron a presentarse a los Sacerdotes, como la Ley se los mandaba, y como a ellos les convenía tremendamente; porque has de saber que –diría Maldonado con su gran erudición– por la ley de Moisés –y muy prudente ley higiénicamente hablando– los leprosos eran separados (que es como todavía se dice “leproso” en lengua alemana Aussaetzige), eran denominados impuros y debían gritar esa palabra y agitar unas campanillas o castañetas cuando alguien se les acercaba; no podían vivir en los pueblos, y solían juntarse en grupitos para ayudarse unos a otros los pobres –cosas todas que se ven en este evangelio– y para ser liberados de estas imposiciones legales en caso de curarse –pues la lepra es curable en sus primeros pasos, y además existe la falsa lepra– debían ser reconocidos y testificados por los sacerdotes... De modo que es claro lo que pasó: uno volvió a Cristo y los demás siguieron su camino adonde debían y adonde además los había mandado el mismo Cristo..., me diría Maldonado.  –Por lo tanto –habría de decirle yo– si es así, aquí Cristo estuvo un poco mal, pues reprendió a los nueve judíos que no hacían sino lo que él les había dicho; y los reprendió antes de saberse si iban a volver o no después, a darle las gracias. Su conducta es bastante inexplicable. Parecería que pecó de apresurado en condenar de ingratos a los nueve judíos; y de presuntuoso en pretender le diesen las gracias a Él antes de cumplir con la Ley. Los que estaban allí debieron de haberse asombrado; y uno de ellos podía haberle dicho: “No te apresures, Maestro, en reprender a los otros; al contrario, éste es el que parece merecer reproche, porque ha obrado impulsivamente, irrefrenablemente...”.  –Yo soy un teólogo de gran fama, conocido en toda Europa, por lo menos en los dominios de la Sacra Cesárea Real Majestad de nuestro Amo y Señor Carlos V de Alemania y Primero de España; he enseñado en la Universidad de París, donde desbordaban mis aulas de alumnos, y de donde tuve que salir por la malquerencia y envidia de los profesores franceses, y retirarme a Bourges a componer mi Comentario a los Evangelios, que es lo mejor que ha producido la ciencia de la Contrarreforma; y a mi se me ha aparecido dos veces en sueños el Apóstol San Juan, como cuenta el Menologio de Varones Ilustres de la Compañía de Jesús. Tú eres un pobre cura, que no se sabe bien si pertenece al clero regular o irregular, de una nación ignorante y chabacana, sin educación, sin tradición y sin solera. De modo que es mejor que ni hablemos más –me figuro me diría Maldonado si estuviera vivo: que era bastante vivo de genio.  Por suerte está muerto. Si él ha visto en sueños al Apóstol San Juan, yo he visto al demonio innumerables veces; y si él tiene el derecho de no asombrarse del Evangelio, yo tengo el derecho de asombrarme todo cuanto puedo. No es exacto que Jesucristo es profundo, como dije arriba, me equivoqué. Platón es profundo, San Agustín es profundo; Jesucristo no dice nada más que lo que dice el seminarista Sánchez o el peor profesor de Teología; pero lo que dice es infinito, y hasta el fin del mundo encontrarán los hombres allí cosas nuevas. Platón tiene una teoría profunda sobre la inmortalidad del alma; Jesucristo no hace más que afirmar la inmortalidad del alma. Pero ...  La conducta con el Leproso Samaritano significa simplemente que, según Cristo, las cosas de Dios están primero y por encima de todos los mandatos de los hombres; una nota que resuena en todo el Evangelio continuamente; y que en realidad define al Cristianismo.  Dios está inmensamente por encima de todas las cosas. Delante de Él todo lo demás desaparece; la relación con Él invalida todas las otras relaciones. El leproso samaritano que en el momento de sentirse curado sintió el paso augusto de Dios y se olvidó de todo lo demás, hizo bien; los demás hicieron mal. Y la palabra con que Cristo cerró este episodio: “Levántate, tu fe te ha hecho salvo”, no se refiere solamente a la confianza común que tuvo al principio en Él –la cual no fue la que lo sanó, a no ser a modo de condicionamiento– sino también a otra divina confianza que nació en su alma al ser limpiado; y que limpió su alma con ocasión de ser limpiado su cuerpo; y que importa mucho más que la salud del cuerpo. Porque lo que hizo este forastero al volver a Cristo, no fue gritarle como antes desde lejos “¡Maestro!”, sino tirarse en el suelo con el rostro ante sus pies, postrarse panza a tierra, que es el gesto que en Oriente significa la adoración de la Divinidad. Por lo tanto: “levanta y vete tranquilo, tu Fe te ha salvado”, cuerpo y alma.  Dios está inmensamente por encima de todas las cosas. ¿Eso lo ensenó Cristo? Eso lo dijo mucho antes el Bhuda, Sidyarta Gautama. Sí, pero en Cristo hay una palabrita diferente, una palabrita terrible. “Por Dios debes dejarlo todo”, dijo el Bhuda. Cristo dijo lo mismo: “Por “Mí” debes dejarlo todo”.  Esa palabrita diferente resuena en todo el Evangelio:  “El que ama a su padre y a su madre más que a Mi, no es digno de mí”.  “El que deja por Mi, padre, madre, esposa, hijos y todos sus bienes”...  “Os perseguirán por Mi nombre”...  “Os darán la muerte por causa Mía”...  “Deja todo lo que tienes y sígueme”...  “Deja a los muertos que entierren a los muertos”...  “La vida eterna es conocerme a Mi”... Y así sucesivamente.  De manera que en este evangelio hay también una paradoja, que no vio Maldonado – lo cual no le quita nada al buen Maldonado– que es la eterna paradoja de la fe; y en la manera de obrar de Cristo con el leproso Samaritano está afirmada –como en cada una de las páginas de cada uno de estos cuatro folletos– lo que constituye la originalidad y por decirlo así la monstruosidad del cristianismo; que es una cosa sumamente simple por otro lado: “Dieu premier serví”, como decía Juana de Arco: Dios es el Absolutamente Primero; Dios es el Excluyente, el Celoso; y... Cristo es Dios.  Mas si pide de nosotros gratitud –o si quieren llamarla correspondencia–, no es porque El la necesite sino porque nosotros la necesitamos. La ingratitud seca la fuente de las mercedes, y hace imposible a veces los beneficios; como podemos constatar a veces en nuestra pequeña experiencia que a pesar de desearlo no podemos hacer bien a alguna persona; porque por su falta de disposición, no recibirá bien el bien; de modo que lo convertirá en mal.  –¿Por qué no viene usted más a visitarme?
 –Porque no le puedo hacer ningún bien.  –¿Y por qué no me puede hacer ningún bien?  –Porque una vez le hice un bien... y usted me tomó por sonso.  Dios a veces no nos hace nuevos beneficios, porque no le hemos agradecido bastante los beneficios pasados. No los hemos tomado como beneficios de Dios, sino como cosas que nos son debidas; lo cual es tomarlo a Dios por sonso. Hasta acá Castellani (2)

SANTOS PADRES

San Ambrosio
Después de la parábola antedicha, son reprendidos los ingratos. Dice pues: "Y aconteció que yendo Jesús a Jerusalén", etc.
Tito Bostrense
Para dar a conocer que los samaritanos son benévolos mientras los judíos son desagradecidos a los beneficios que se les había dispensado. Había enemistad entre los samaritanos y los judíos, la que el Señor se proponía disipar, pasando entre ellos para unirlos en un hombre nuevo.
San Cirilo
Después de la parábola manifiesta el Salvador su gloria para suscitar la fe de Israel. Prosigue: "Y entrando en una aldea salieron a El diez hombres leprosos", expulsados de las ciudades y de las aldeas y considerados como inmundos por la ley de Moisés.
Tito Bostrense, in Cat. graec. Patr
Ellos hablaban entre sí, porque los unía la desgracia común y se presentaron donde Jesús había de pasar, estando inquietos por verle venir. Y prosigue: "Que se pararon de lejos", porque la ley de los judíos considera a la lepra como enfermedad inmunda. Pero la ley del Evangelio no considera como inmunda la lepra externa, sino la interna.
Teofilacto
Esperan desde lejos como avergonzados por la impureza que tenían sobre sí. Creían que Jesucristo los rechazaría también, como hacían los demás. Por esto se detuvieron a lo lejos, pero se acercaron por sus ruegos. El Señor siempre está cerca de los que le invocan con verdad ( Sal 145,18). Prosigue: "Y alzaron la voz diciendo: Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros".
Tito, ut sup
Invocan el nombre de Jesús y obtienen lo que desean, porque Jesús quiere decir Salvador. Dicen: "Apiádate de nosotros", porque conocen la magnitud de su poder y no le piden oro ni plata, sino la salud y purificación de su cuerpo.
Teofilacto
Y no le piden sencillamente, ni le ruegan como mortal. Le llaman maestro, esto es, Señor, con lo que casi dan a entender que lo consideran como Dios. Pero El les manda que se presenten a los sacerdotes, por lo que sigue: "Cuando El los vio les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes", porque éstos veían si habían sido curados o no de la lepra.
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
La ley también mandaba que los curados de la lepra ofreciesen un sacrificio en acción de gracias por la curación.
Teofilacto
Al mandarles que fuesen a los sacerdotes ya les daba a conocer que debían ser curados. Por esto sigue: "Y aconteció que mientras iban quedaron limpios".
San Cirilo, ut sup
Los príncipes de los judíos, émulos de la gloria de Jesús, podían conocer que habían sido curados de una manera inesperada y admirable, siendo Jesucristo quien les había concedido la salud.
Teofilacto
Siendo ellos diez, nueve que eran israelitas fueron desagradecidos y el forastero, que era samaritano, volvió expresando su gratitud. Por esto sigue: "Y uno de ellos volvió glorificando a Dios a grandes voces".
Tito, ut sup
Le dio confianza para aproximarse la curación obtenida. Por esto sigue: "Y se postró en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias", manifestando así con su postración y sus ruegos su fe y su gratitud.
Prosigue: "Y éste era samaritano".
Teofilacto
De aquí se puede deducir que nada impide el que cualquiera agrade a Dios, aun cuando proceda de raza profana, con tal que obre con buen propósito. Y ninguno de los que nacen de padres santos se ensoberbezca, porque los nueve que eran israelitas fueron precisamente los desagradecidos. Por esto sigue: "Y respondió Jesús y dijo: ¿Por ventura no son diez?", etc.
Tito Bostrense
En esto se da a conocer lo prontos que estaban a aceptar la fe los extraños, mientras que Israel andaba en ello perezoso. Por esto sigue: "Y le dijo: Levántate; vete, que tu fe te ha hecho salvo".
San Agustín, De quaest Evang. 2,40
En sentido espiritual puede creerse que son leprosos los que, no teniendo conocimiento de la verdadera fe, admiten las diferentes doctrinas del error, no ocultan su ignorancia, sino que aparentan tener un grande conocimiento y muestran un lenguaje jactancioso. La lepra es un mal de color. La mezcla desordenada de verdades y de errores en la discusión o discurso del hombre, semejante a los diferentes colores de un mismo cuerpo, significa la lepra que mancha y hace distintos a los cuerpos humanos, como con tintes de colores verdaderos y falsos. Estos no deben ser admitidos en la Iglesia, de modo que colocados a lo lejos, si es posible, rueguen a Cristo con grandes voces. Respecto a que le llamaron maestro, creo que dieron a entender en ello, que la lepra es una doctrina falsa que el buen maestro hace desaparecer. No se sabe que el Señor mandase a los sacerdotes a otros, a quienes había concedido beneficios corporales, más que a los leprosos. Y es que el sacerdocio de los judíos figuraba el sacerdocio que está en la Iglesia. Los demás vicios los sana y corrige interiormente el Señor mismo, en la conciencia; mientras que el poder de administrar los Sacramentos y el de la predicación, ha sido concedido a la Iglesia. Cuando los leprosos iban, quedaron limpios, porque los gentiles, a quienes vino San Pedro, no habiendo recibido aún el sacramento del Bautismo, por el cual se viene espiritualmente a los sacerdotes, son declarados limpios por la infusión del Espíritu Santo. Por tanto, todo el que se asocia a la doctrina íntegra y verdadera de la Iglesia, aunque se manifieste que no se ha manchado con el error -que es como la lepra-, será, sin embargo, ingrato con el Señor, que lo cura, si no se postra para darle gracias con piadosa humildad, y se hará semejante a aquellos de quienes dice el Apóstol ( Rom 1,21), que, habiendo conocido a Dios, no le confesaron como tal, ni le dieron gracias. Estos tales, pues, como imperfectos, serán del número nueve, porque necesitan de uno más para formar cierta unidad y ser diez. Y aquel que dio gracias fue alabado porque representaba la unidad de la Iglesia. Y como aquéllos eran judíos, se declaró que habían perdido por la soberbia el reino de los cielos, en donde la unidad se conserva principalmente. En cambio, éste, que era samaritano, que quiere decir custodio, dando lo que había recibido a Aquel de quien lo recibió, según las palabras del Salmo ( Sal 58,10): "Guardaré mi fortaleza para ti", conservó la unidad del reino con su humilde reconocimiento.
Beda
Cayó con la faz sobre la tierra porque se acordó del mal que había hecho y se avergonzó. Y Jesús le mandó que se levantase y se fuese, porque al que se prosterna conociendo humildemente su debilidad, merece que la palabra divina le consuele y le mande adelantar en el camino de obras más santas. Si la fe salvó a aquel que se había postrado a dar gracias, la malicia perdió a los que no se cuidaron de dar gloria a Dios por los beneficios recibidos. Por estos hechos se da a conocer que debe aumentarse la fe por medio de la humildad, como se explica en la parábola anterior.

ALGUNAS CONSIDERACIONES GENERALES ENTRE LA ANTGUA LEY Y LA NUEVA LEY, ANTIGUO TESTAMENTO Y NUEVO TESTAMENTO,

Dada la Epístola de hoy y el Evangelio, dan vueltas sobre ciertos temas en la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; entre la Antigua y la Nueva Ley.
 Las relaciones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y entre la Ley Mosaica y la ley de la Nueva Alianza, no suelen ser bien entendidas.
En el aspecto práctico esto se nota en aquellos que citan un pasaje del A.T. y no solo lo toman literal crudo, sin pasarlo por el tamiz de la Tradición y el Magisterio, sino que lo extrapolan de manera automática y absoluta a cualquier situación.
Por poner un ejemplo, tenemos ciertos grupos dentro de la iglesia -por lo menos en el plano legal- que para justificar sus danzas delante del Santísimo citan el pasaje donde el Rey David baila semidesnudo delante del Arca del Señor. Bueno, ciertamente este tipo de lectura es un absoluto disparate. Este pasaje debe leerse a la luz del Nuevo Testamento; y este a su vez a la luz de la Tradición y el Magisterio. La celebración de Culto de la Nueva Alianza y definitiva es la Misa, en la cual se hace presente el Sacrificio Redentor de Cristo; por lo cual el comportamiento en el templo, delante del Señor, debe verse con la Tradición y el Magisterio de dos milenios; no usando la estulta estrategia protestante y modernista de saltarse Tradición y Magisterio e ir directamente a la Biblia e interpretar a piacere. Este tipo de interpretaciones manifiestan un desconocimiento notorio -intencional o no- de lo que es la Revelación.
El principio de que el Nuevo Testamento es la Revelación Definitiva y plena de la Palabra de Dios no es bien entendido.
No es que el Antiguo Testamento ha quedado anulado sin mas. El Antiguo Testamento ha sido, y es, una Palabra de Dios -si; de Dios- provisoria para un cierto período de la Historia de la Salvación, previo a la Venida de Cristo. Cristo es quien trae la Palabra Definitiva y Plena, que no anula el A.T. lo subsume y le da el verdadero sentido definitivo, pero siempre dentro de la Palabra del Nuevo.
Vemos en la Transfiguración que Moisés y Elías -la Ley y los Profetas- apuntan a, y dan testimonio de Cristo.

No he venido a abolir la ley, sino a dar cumplimiento..

Y ese cumplimiento actualiza, plenifica lo antiguo que ahora se renueva en lo Definitivo.

Los Diez Mandamientos no quedan anulados de ninguna manera, se plenifican en el Sermón de la Montaña; y no hay que pensar que se alivianan, que se hacen mas laxos; no! todo lo contrario; la Ley de Dios se interioriza, se espiritualiza, se profundiza.

«Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal .Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego."

Aquí Jesús apunta a la soberbia farisaica que se pretendía constructora y tripulante del Arca de Noe…

"Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio .Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehena. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna. También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio."
Vemos entonces como la Ley antigua se integra, mejorada, interiorizada, profundizada en la Nueva. Ahora en realidad, es mas exigente; exige ser vivida también en el interior y cumplida por la Gracia, con un mayor rigor, si cabe decir. Ahora la Gracia de la Redención de Cristo, en la plenitud del Espíritu Santo, permite cumplir las exigencias de Dios en la Nueva Ley, que ha dejado, si, todo el ritualismo exterior anterior; ahora hay Sacramentos, hay Culto Público sobre todo la Santa Misa (Eucaristía vinculada con el Sacrificio de Cristo, no Eucaristía sola, sin Sacrificio); han quedado superados todos los preceptos rituales anteriores; no porque estaban mal o eran púramente humanos, como llegan a creer y sostener ciertos desorientados modernistas o de distintas sectas extrañas que han sido aprobadas en el post concilio, sino porque eran necesarios en un período determinado hasta que llegase la Plenitud en Cristo.
Por esto también vemos el exquisito cumplimiento de la Ley antigua por parte de los Santos del A. T., de Zacarías, Isabel, María, José y el mismo Cristo. Es una locura modernista aquello de que Cristo repudió la Ley antigua.
Cuando Cristo se deja tocar por un leproso no contradice la Ley, la eleva a su estado definitivo, porque Él es El Legislador.
Cuando reprende a los Fariseos por su absurda interpretación del Sábado, en la que no se podía curar un enfermo, según ellos; no contradice la Ley, sino que le da el verdadero significado.  
En el Evangelio de hoy, Cristo manda a los leprosos a los Sacerdotes, cumpliendo la Ley. No está mal que uno haya vuelto a Él a agradecerle; ese fue inspirado y entendió la Ley Nueva y Plena: el Señor, el Legislador estaba delante de él, lo había restituido a la salud y a la sociedad, y se dirigió directamente a Él; fue un acto superior a ir a ver a los Sacerdotes, puesto que eso lo podía hacer después.
Solamente en la mente estulta y confusa de un progremodernista podemos ver un Cristo pisoteando la Ley que él mismo en cuanto Hijo de Dios y miembro de la Santísima Trinidad, inspiró en el pasado al pueblo de Israel.
Veamos otro ejemplo, interpretar el Rapto en Apocalipsis, como una especie de huída al Cielo, llevados por el Señor, de los elegidos, antes de la Parusía. Esto nunca tuvo cabida en la interpretación católica; es un error que proviene del protestantismo.
Hay una unidad, una continuidad -no una Reforma en la Continuidad, por favor!- entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Debe quedar absolutamente claro que el Antiguo es un proceso que el Nuevo plenifica y constituye en lo Definitivo. El Antiguo Testamento debe leerse a la luz del Nuevo; y este leerse con la Tradición y según la interpretación del Magisterio.
Abordar la Escritura sin estos criterios católicos lleva a todo tipo de disparates; la Escritura dice cualquier cosa.
La Escritura debe leerse con y en la Iglesia, en sus Fuentes: Escritura, Tradición y la instancia interpretativa del Magisterio. De allí se saca el significado salvador.
NOTAS


PUBLICADO EN ADORACIÓN Y LIBERACIÓN, ACÁ

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