domingo, 26 de mayo de 2019

V DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA


V DOMINGO DESPUES DE PASCUA

II clase

Gloria, Credo, Prefacio Pascual







En este último domingo después de Pascua, los cánticos de la misa continúan siendo como todo el Tiempo Pascua, cánticos de triunfo y de alegría. La Iglesia no se cansa de celebrar la resurrección de Cristo y las gracias redentoras que han transformado nuestra vida. Pero el hombre se olvida de lo mejor que hay en sí mismo con una facilidad desconcertante. Por eso nos exhorta la epístola a practicar con seriedad nuestros deberes de cristianos y pide la colecta, con la gracia de pensar rectamente, la de conformar nuestra conducta al ideal que se  nos ha enseñado. Esta doble invitación a un constante esfuerzo personal, al mismo tiempo que a la oración, llevan a un justo equilibrio de la ascesis cristiana. Por su parte, también loa evangelios nos inculcan durante este tiempo de oración frecuente, a la que ponen en  relación con el envío del Espíritu Santa y la plegaria del mismo Cristo por los suyos. Los tres días de rogativas de esta semana insisten todavía mas.
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Las palabras de Isaías que leemos en el Introito, contienen una agradable invitación dirigida a todos los pueblos para que celebren la victoria de Jesucristo y nuestro rescate y verdadera libertad, mediante la gracia que nos mereció. En la Colecta confesamos la necesidad de la gracia sobrenatural para que nuestras obras sean meritorias delante de Dios. Por eso rogamos al Señor que nos inspire santos pensamientos, y auxilie nuestras debilidades con su gracia para ponerlas por obra. El Apóstol Santiago nos recuerda en la Epístola una de las más importantes verdades del Cristianismo, a saber: que la fe, sin las buenas obras, no basta para conseguir nuestra salvación. Si nos contentásemos con oír solamente la palabra de Dios, sin ponerla en práctica, ciertamente no podríamos esperar  la eterna recompensa. El medio más poderoso y eficaz para obtenerla nos lo indica Jesucristo en el Evangelio. No es otro que la oración. Debemos orar, ya que a ello nos obligan nuestras propias necesidades, el precepto de Cristo y sus promesas. Pero, para poder orar debidamente, hemos de hacerlo en nombre de Cristo, es decir, con recta intención, pidiendo la salud de nuestra alma, y cuánto necesitamos para conseguir la eterna felicidad. Si en nuestras oraciones nos unimos con Cristo por la fe, la esperanza, la confianza y la perseverancia podemos estar seguros de que siempre serán oídas. El mismo Cristo es quien nos ha dicho: Pedid y recibiréis.





TEXTOS DE LA SANTA MISA



Introito. Is.48,20.- Con voz de júbilo anunciadlo, y que se oiga, aleluya, que lle­gue hasta el fin de la tierra: el Señor ha re­dimido a su pueblo, aleluya, aleluya. Sal. 65, 1-2. - Aclama al Señor, tierra entera, tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria. V/.Gloria al Padre.



Oración. - Oh Dios, fuente de todo bien, escucha sin cesar nuestras súplicas: concédenos, inspirados por Ti, pensar lo que es recto y cumplirlo con tu ayuda. Por nuestro Señor Jesucristo.



Epístola. Sant.1, 22-27. - Queridos hermanos: Llevad a la práctica la Palabra. Y no os limitéis a escucharla. Engañándoos a vosotros mismos. Pues el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a aquel que se miraba la cara en el espejo; y apenas se miraba, daba media vuelta, y se olvidaba de cómo era. Pero el que se concentra en el estudio de la Ley perfecta (la ­que hace libres) y es constante, no como oyente olvidadizo: sino para ponerla por obra, éste encontrará la felicidad en practicarla. Hay quien se cree hombre religioso y no frena su lengua: pero se engaña a sí mismo; su religión no es auténtica. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.



Aleluya, aleluya. Jn. 16, 28. Cristo ha resucitado, Él nos ilumina, a nosotros, los redimidos con su sangre. Aleluya. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre. Aleluya.



Evangelio. Juan, 16, 23-30. - En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Yo os aseguro: Si pedís algo al Padre, en mi nombre os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre: Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones: viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre clara­mente. Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por voso­tros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre. Dicen sus discípulos: Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios.



Ofertorio. Sal. 65, 8-9 y 20. - Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, haced resonar sus alabanzas: porque Él nos ha devuelto la vida, y no dejó que tropezaran nuestros pies. Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica, ni me retiró su favor, aleluya.



Secreta. - Con estas ofrendas, Señor, re­cibe las súplicas de tus hijos: para que esta liturgia, celebrada con amor, nos lleve a la gloria del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.



Prefacio de Pascua.- En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, que en todo tiempo, Señor, te alabemos; pero con más gloria que nunca en este día (en este tiempo), en que se ha inmolado Cristo, nuestra Pascual. El cual es el verdadero Cordero que quitó los pecados del mundo y que, muriendo, destruyó nuestra muerte, y, resucitando, reparó nuestra vida. Por eso, con los Ángeles y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejército celestial, cantamos un himno a tu gloria, diciendo sin cesar: Santo.



Comunión. Sal. 95, 2.- Cantad al Señor, ­aleluya; cantadle, bendecid su nombre; proclamad día tras día su victoria,  aleluya, aleluya. 



Comunión. - A quienes has saciado en tu mesa santa, concédenos, Señor, desear lo que es recto y conseguir lo que así hemos deseado. Por Nuestro Señor Jesucristo.



TEXTOS DE LA MISA


Dominica Quinta post Pascha
II Classis





 Introitus: Isai: xlviii: 2

Vocem jucunditátis annuntiáte, et audiátur allelúja: annuntiáte usque ad extrémum terræ: liberávit Dóminus pópulum suum, allelúja, allelúja. [Ps. lxv., 1-2]. Jubiláte Deo, omnis terra, psalmum dicite nómini ejus: date glóriam laudi ejus. Glória Patri. Vocem jucunditátis.


Oratio:

Deus, a quo bona cuncta procédunt , largíre supplícibus tuis: ut cogitémus, te inspiránte, quæ recta sunt; et, te gubernánte, éadem faciámus. Per Dóminum.




Jac. i: 22-27

Léctio Epístolæ beáti Jacóbi Apóstoli.
Fratres: Estóte factóres verbi, et non auditóres tantum: falléntes vosmetipsos. Quia si quis audítor est verbi, et non factor: hic conparábitur viro consideránti vultum nativitátis suæ in spéculo: considerávit enim se, et ábiit, et statim oblítus est qualis fuérit. Qui autem perspéxerit in legem perféctam libertátis et permánserit in ea, non audítor obliviósus factus, sed factor óperis: hic beátus in facto suo erit. Si quis autem putat se religiósum esse, non refrǽnans linguam suam, sed sedúcens cor suum, hujus vana est relígio. Relígio munda et inmaculáta apud Deum et Patrem, hæc est: Visitáre pupíllos et víduas in tribulatióne eórum, et immaculátum se custodíre ab hoc sǽculo.
Allelúja, allelúja. [V] Surréxit Christus, et illúxit nobis, quos redémit sánguine suo. [V] Exívi a Patre, et veni in mundum, íterum relínquo mundum, et vado ad Patrem Allelúja. Allelúja.


 + Joann. xvi: 23-30
Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem.

In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis: «Amen, amen, dico vobis: si quid petiéritis Patrem in nómine meo, dabit vobis. Usque modo non petístis quidquam in nómine meo. Pétite et accipiétis. ut gáudium vestrum sit plenum. Hæc in provérbiis locútus sum vobis. Venit hora cum jam non in provérbiis loquar vobis. sed palam de Patre adnuntiábo vobis. In illo die, in nómine meo petétis: et non dico vobis quia ego rogabo Patrem de vobis: ipse enim Pater amat vos, quia vos me amástis, et credidístis quia ego a Deo exívi. Exívi a Patre, et veni in mundum: íterum relínquo mundum, et vado ad Patrem.» Dicunt ei discípuli eius: «Ecce nunc palam loquéris et provérbium nullum dicis. Nunc scimus quia scis ómnia et non opus est tibi ut quis interroget: in hoc crédimus quia a Deo exísti.
Credo.


Offertorium: Ps. lxv: 8,9, 20.

Benedícite, gentes, Dóminum Deum nostrum, et obaudíte vocem laudis ejus: qui pósuit ánimam meam ad vitam, et non dedit commovéri pedes meos: benedíctus Dóminus, qui non amóvit deprecatiónem meam, et misericórdiam suam a me. allelúja.


Secreta:

Súcipe, Dómine, fidélium preces cum oblatiónibus hostiárum: ut per hæc piæ devotiónis offícia, ad cæléstem glóriam transeámus. Per Dóminum.



Communio: Ps. vc: 2

Cantáte Dómino, allelúja: cantáte Dómino, et benedícite nomen ejus: bene nuntiáte de die in diem salutáre ejus, allelúja, allelúja.


 Postcommunio:

Tríbue nobis, Dómine cæléstis mensæ virtúte satiátis: et desideráre quæ recta sunt, et desideráta percípere. Per Dominum.





COMENTARIO



La organización de este comentario es la siguiente: Introducción Litúrgica, Comentario del Padre Castellani, Algunas pocas consideraciones de Santos Padres sobre el Evangelio de hoy, y luego nuestro perspectiva sobre la oración en relación con el Ser y el Hacer, las prioridades de la vida cristiana y de la Iglesia con relación a Dios.

INTRODUCCIÓN LITÚRGICA

Libres del pecado por virtud de la Preciosísima Sangre de Jesús, es menester escuchemos y pongamos por obra la ley perfecta de la libertad contenida en su Evangelio (Epístola). Para eso, pidamos a Dios, por los méritos de Jesús (Evangelio), a Dios de quien todo bien procede (oración colecta), que nos dé a participar, por su gracia, de la vida nueva de Jesús.

La oración es tan necesaria al hombre y al bautizado como lo es el agua al pez. “El que ora se salva, el que no ora se condena”, dice San Alfonso María de Ligorio y con él todos los santos Padres y Doctores. Tal es la necesidad, tal la efi cacia de la oración cuando reune las cuatro condiciones de atención, humildad, confianza y perseverancia.

Y se comprende facilmente que así sea; pues el hombre nada puede por sí solo y abandonado a sus propias fuerzas en orden a conseguir la vida eterna. Dios, por otra parte, ha empeñado su palabra. Dios es fi el, y su palabra de vida eterna no falla, no puede fallar, antes pasará el cielo y la tierra. Lo cual es para infundir confianza, y más sabiendo que “el Padre mismo nos ama, porque hemos amado a Jesús”.

Pero la oración es infalible y consigue sus deseados efectos cuando pedimos bienes espirituales para nosotros mismos, no tanto cuando los pedimos para otros, pudiendo ellos oponer impedimento. Ni tampoco se logran siempre de Dios los bienes temporales que pedimos, porque, como quiera que “no sabemos orar cual conviene”, a las veces y sin percatarnos de ello, pedimos cosas contra nuestra salvación (S. Agustín), pedimos lo que nos parece un alimento, y es un veneno; pedimos aniñados, lo que creemos ser una preciosa joya, porque reluce, y es un carbón ardiendo; y Dios, precisamente, porque nos quiere, no nos lo da, como no pone una madre en manos de su niño un arma blanca, ni un arma de fuego, por más que el niño se empeñe en ello. Otras veces sucede que Dios quiere darnos lo que le pedimos pero tarda para que reconozcamos nuestra nada y adquiramos mayor mérito en la demanda; y si Dios no nos da lo que pedimos, nos da otras cosas que no le pedimos y que son de mayor precio (Maitines).

En el Introito de la Misa sigue dominando el claro júbilo pascual. No nos cansamos de ensalzar al Señor por las grandezas que ha obrado en nosotros, al redimir nuestras almas. Pero nuestro canto no basta; tenemos que comprender la grandeza de nuestro estado de cristianos y debemos vivir de acuerdo con él (Oración). Como un espejo, debemos tenerlo constantemente delante de nosotros, para reproducir en todo momento los rasgos de heroísmo y de virtud que él nos imprime (Epístola).  Aquí está la piedra de toque de la verdadera fe. ¡Amor al prójimo y ruptura con el mundo, con el pecado! Cristo nos da el ejemplo en el Evangelio del día. Nos anuncia que se va al Padre; pero no va a vivir y a gozar sólo para Sí. Quiere ser allí nuestro Mediador; quiere que le presentemos nuestras necesidades y que le pidamos el remedio de ellas. No olvidemos que dentro de unos momentos se va a presentar entre nosotros en el altar. (1)

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COMENTARIO DEL PADRE CASTELLANI

Como es costumbre, reproducimos el comentario del Padre Castellani, siempre muy contextualizador e instructivo. Vemos la admiración que tiene el Padre por el existencialista Kierkegaard -a quien llama Kirkegor-; lo perdonamos; todos tenemos debilidades.

Luego del comentario de Castellani haremos nuestras propias consideraciones.



 Final del capítulo XVI de San Juan, el Sermón de Despedida, que continúa inmediatamente al evangelio de “Un poquito me veréis...” leído el Domingo tercero de Pascua. Después de él sigue en el capítulo XVII lo que llaman la Oración Sacerdotal de Cristo.  El lugar donde se verificó este Testamento-Plegaria es ciertamente desde el Cenáculo al Monte de los Olivos. Muchos piensan que la Oración Sacerdotal tuvo lugar en el Huerto, y la Parábola de la Vid y los Sarmientos en el camino, a la par de las vides ralas que iban dejando atrás. A nosotros nos parece más probable que todo este largo Coloquio tuvo lugar en el Cenáculo, a pesar de que en medio de él se lee esta frase: “Pero para que conozca el mundo que amo a mi Padre... levantaos, vamos de aquí.”  Como ya vimos, Cristo terminó su despedida con la Promesa de la Oración Eficaz; y con ella comienza el evangelio de hoy. Después de decirles: “Lo que pediréis a mi Padre en mi nombre, os lo dará; hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre”, Cristo insiste más encarecidamente, les ruega que rueguen; y les dice que “el Padre los ama, que no hay ni siquiera necesidad ahora de que Él interceda por ellos”. Son las características de la oración de los perfectos; cuando ya están perdonados los pecados.  ¿Cómo se abrevió Cristo a prometer que todo lo que pidiésemos en su nombre nos sería concedido? No tiene gracia; porque El sabe que le pediremos, movidos por el Espíritu, lo mismo que El quiere darnos mucho más que nosotros recibirlo. Así que el temor de los impíos (67), que dicen que si esto fuera verdad el mundo se descompondría todo, es vano.  Cristo quiere en definitiva salvarnos; es decir, darnos un Bien que contiene todos los bienes. No hay nada que sea un verdadero bien, nada que podamos rectamente desear que no esté de alguna manera, tarde o temprano, contenido en el Bien Supremo; ni las riquezas, ni la salud ni la alegría. Pero el que nos creó sin nosotros, no nos salvará sin nosotros: y por medio de la oración, nosotros nos incorporamos al gran movimiento creador, conservador y salvador de la Providencia. Si Dios quiere tendrás buena cosecha, y si siembras. Como me decía la vieja andaluza: “Si estás melito, paré llamar al méico, y eso depende de ti; pero el méico paré errar la cura, y eso depende de Dios.”  Pero una voz se levanta insidiosamente dentro de nosotros que dice: “A veces uno pide y pide y no obtiene lo que pide. ¿A veces? Casi siempre...  Es un error. La oración verdadera obra en el alma infaliblemente, disponiéndola por lo menos a los dones que pide si no está dispuesta, y a veces concediéndoselos invisiblemente. El ejemplo máximo es la Oración en el Huerto que va a seguir a esta promesa: “Padre, yo te pido que pase de mí este horrible cáliz de dolores si es posible y si puede hacerse; pero no se haga como yo quiero sino como Tú quieres.” La voluntad de Cristo superficial fue rechazada; pero su voluntad profunda era de padecer y morir por nosotros: “Para que conozca el mundo que amo a mi Padre y lo que Él quiere hago, levantaos, vamos...” adónde El sabía le esperaba la Pasión. El cáliz pasó con la Resurrección. Cuando habla resucitado con los Apóstoles, ni se acuerda más de la Crucifixión, a no ser como de un motivo de alegría.  Tomemos un ejemplo actual. El filósofo danés Kirkegor pidió toda su vida a Dios que le sacase lo que él llama, con una frase de San Pablo, el “aguijón” o “la espina en la carne”. ¿Qué fue eso? Él no lo dijo, antes trató de ocultarlo cuidadosamente. Muy probablemente fue su melancolía. La melancolía de Kirkegor fue una cosa tremenda, que le agarraba cuerpo y alma, le creaba toda clase de dificultades, le ocasionó grandes desdichas, hizo de él un hombre aislado y separado, una “Excepción”, e incluso lo ponía en peligro de perder la fe y desesperar: era una tentación perpetua y como una verdadera maldición. Hasta el fin de su vida –murió hace un siglo, en 1855– él pidió y esperó de Dios que lo curara. Todavía en 1852 escribe en su Diario: “Cristo me curará de mi melancolía y podré ser párroco.” Pero en 1853 escribe:  Mi oración. Hubo sin tiempo –era tan natural, yo era tan niño– en que yo creía que el amor de Dios se expresaba en esto, que Él enviaba dones terrenos, Felicidad, Suceso. ¡Cómo era mi alma atrevida en deseos, en exigencias!; sí, porque yo pensaba: a un Todopoderoso no debe el hombre achicarlo: todo, aun lo más atrevido, debo osar pedir, exceptuando solamente una cosa, la liberación de un profundo mal, que he sufrido desde mis primeros tiempos; pero que me parecía pertenecía a mi relación con Dios [Gottesverharltnis]. Pero en todo lo demás, aun lo más atrevido hubiera osado pedir. Y cuando todo lo demás –porque este mal era lo Excepcional– hubiera sucedido, ¡cómo era mi alma rica en reconocimiento, en acción de gracias!; porque esto era firme en mí, que el amor de Dios se expresa enviando dones terrenos                                                          

 NOTA 67Kant, Renouvier, Vacherot.

 Ahora es diferente. ¿Cómo sucedió? Muy simplemente, pero poco a poco. Paulatinamente fui hecho más y más atento a esto: que todos aquellos a quienes realmente Dios amó, todos los Modelos, han debido sufrir en este mundo. Más aún, que ésta es la enseñanza del Cristianismo: ser amado de Dios y amar a Dios es sufrir...



 Sufrir para superar el sufrimiento, se entiende; puesto que no hay otra manera de vencerlo que digerirlo.  Al fin de su vida Kirkegor vio que ese sufrimiento era la condición de su obra; y que su obra genial era un grandísimo don divino; la cual no es otra cosa que una continuada oración, como nota el gran crítico Theodor Haecker. “Kierkegaard war ein grosser unaufhocrlicher Beter... Meine Genialitaet ist mein Beten” (“Kirkegor fue un gran incesante Orante. Su genialidad es su oración.”) Puesto que como dijo Cristo al final de este evangelio: “En el mundo tendréis apretura; pero sed animosos, yo he vencido al mundo.”  Cuando terminó la despedida de Cristo interrumpieron los Apóstoles; y la interrupción es un poco graciosa. Cinco veces interrumpieron los Apóstoles este coloquio, y las interrupciones muestran cómo estaban los pobres de boleados y abatatados. San Pedro fue el primero, naturalmente: “–Señor ¿adónde vas a ir? –Donde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás después. –¿Por qué no? Yo te sigo adonde sea, aunque sea a la muerte...”.



 Después Tomás Dídymo: “–Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino? –Tomás, yo soy el Camino.”



 Después Felipe: “–Señor, haz que veamos al Padre, y ya no pedimos nada más. –Felipe, el que me ve a mí, ve también al Padre.”



 Después Judas el Otro, no el Iscariote: “–Señor, ¿qué diablo es esto, que a nosotros te vas a manifestar y al mundo no?”.



 Por último, al final del coloquio, los que vieron la promesa de la Oración Eficaz, que todo lo que ellos pidieran sería hecho, todos alborozados salieron con una ingenua pata de gallo: “–Ahora sí que hablas claro y no dices ningún proverbio. Ahora sí conocemos que sabes todo y no hay necesidad de preguntarte: por esto creemos que has venido de Dios...”.



 Cristo respondió rápidamente: “–¿Ahora creéis? ¡Era hora! He aquí que viene la hora y ya ha venido, que vais a disparar todos, cada uno a su casa, y me dejaréis solo...”.



 Y para aliviar este golpe seco, añadió en seguida: “–No solo; mi Padre está conmigo. Todo esto he dicho para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis apretura, pero yo he vencido al mundo. (Hasta acá Castellani) (2)



ALGUNAS CITAS DE LOS SANTOS PADRES SOBRE EL EVANGELIO DE HOY

Vamos a citar dos comentarios de los Santos Padres sobre la oración y la mediación de Cristo, relacionados con el Evangelio de hoy, después de lo cual vienen nuestras consideraciones:

San Hilario, De Trin., 1, 6

Así, pues, es innecesaria la mediación con el Padre cuando se tiene del Hijo la perfecta creencia de que salió del Padre y se le ama; y merece ser oído y amado el que confiesa que el Hijo salió de Dios y fue enviado por El. Por esto dice: "Y creísteis que de Dios salí". Esto lo dice de su nacimiento y de su venida, y así añade: "Salí del Padre y vine al mundo". Lo uno se refiere a su encarnación, y lo otro a su naturaleza divina. Porque el venir del Padre y salir del Padre no significa lo mismo, pues una cosa es salir de Dios en la substancia de su origen, y otra venir del Padre al mundo para consumar los misterios de nuestra redención. Y como el salir de Dios es poseer la sustancia de su nacimiento, ¿qué otro puede ser sino Dios?



San Agustín, in Ioannem, hom. 78

La expresión "Si alguna cosa", no se entiende cualquier cosa, sino aquello que con relación a la vida eterna sirva de algo. Pues no debe pedirse en nombre del Salvador nada contrario a nuestra salvación, y la expresión "en mi nombre" no se ha de entender simplemente como suenan las letras o las sílabas, sino en el recto y verdadero sentido; porque el que no piensa de Cristo como Hijo Unigénito de Dios, no pide en su nombre, aunque pronuncie su nombre. Pues en su nombre pide quien le confiesa cuando pide y recibe lo que pide si no es contrario a su eterna salvación. Recibirá, pues, cuando deba recibir, porque hay cosas que no se niegan, pero se difieren hasta el tiempo oportuno. Así deben entenderse estas palabras, "Os dará", aquellos beneficios que convienen propiamente a los que piden. Son oídos por sí mismos todos los santos; pero no para todos, porque no se ha dicho de una manera indeterminada "dará" sino "El os dará", cuando usó de las siguientes palabras: "Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre". Esto puede entenderse de dos modos: o bien porque no pedisteis en mi nombre (porque no le conocíais como se debe), o porque pedisteis cosa que en comparación de lo que debisteis pedir, debe considerarse nada. Para que, pues, en su nombre no se pidan naderías, sino pleno gozo, añade: "Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo". Esto que dice de "pleno gozo" no se refiere a lo temporal, sino a lo espiritual; y cuando tan grande fuere que ya no sea posible añadirse nada, entonces será lleno.





ORACIÓN Y CONTEMPLACIÓN, SER Y HACER, DOCTRINA Y PASTORAL, MARÍA Y MARTA



La oración, el encuentro con el Señor, tiene importancia fundamental en la vida del cristiano. No es un mero adicional piadoso: es necesaria como el oxígeno para el cuerpo. Sin oración el alma va perdiendo la Gracia y al final muere, aunque de manera indolora y con una agonía quizás insensible. El cristiano apóstata es un verdadero zombie; un walking dead.

Es innecesario recopilar citas de la Escritura, de la Tradición, de los dichos de Santos y Doctores de la Iglesia y su teología, del Magisterio, sobre la oración. Toneladas y toneladas de volúmenes y papel impreso hay sobre la oración. Tratemos de contextualizar su relevancia central teniendo el subtítulo como referencia.

Recordemos por ejemplo, la Parábola de la Vid y los Sarmientos: (Jn 15 5-7)



" Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.  Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.  Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis."



Para no secarse, morir espiritualmente, hay que estar en el ramaje de la vid  Cristo, que su savia corra por nosotros; hay que estar conectados con Él íntimamente y tener comunión con Él; nuestra voluntad configurada con la suya, en la Fe, la Esperanza y el Amor. Esto es permanecer. Permanecer en la Verdad, en su Palabra. Y esta conexión con Cristo como miembros de él, como ramaje, como Sarmientos de su Vid, se logra con la oración primeramente. Huelga decir que la mayor oración es el Culto Público de la Santa Misa, con el cual nos configuramos con Cristo en su Santo Sacrificio Redentor. En la Misa se actualiza, se hace presente nuevamente, el Sacrificio de Cristo que nos renueva y nos configura con Él; nos introduce en la comunión con él; comulgamos con Él…

La Eucaristía es el centro y cima de la vida cristiana, sin ella, es difícil, o quizás imposible, sobrevivir espiritualmente sin caer en la Apostasía y la perdición. Que Dios pueda revivir un agonizante con gracias actuales, es algo extraordinario; pero precisamente no es lo habitual. Sin Misa y con sola oración privada, la salvación está en peligro.

La oración entonces, y la oración por antonomasia del Culto público donde se actualiza el Sacrificio de Cristo, es el aire para la respiración del alma del cristiano. Vale la pena insistir que la Misa tridentina de San Pío V, declarada universal e incambiable bajo anatema, es la Misa Católica hasta el fin del mundo. En ella no se inventa nada, sino que se recopila, se codifica el culto verdadero que se hallaba un tanto disperso en costumbres y usos particulares de distintas tradiciones, y se unifica universalmente, dejando válidos como excepción aquellos cultos piadosos que se celebraban de manera ligeramente distinta pero conservando la esencia, que venían fieles a Tradiciones antiguas. (3) y (4)

Volviendo al tema de la oración, hoy, después de mas de medio siglo del II Concilio Vaticano, ha caído abruptamente la noción absolutamente esencial de que el Ser está antes que el Hacer. Que la contemplación, la oración y la comunión con Cristo están antes que la acción. Que para poder dar algo de Dios, hay que tenerlo antes.

El problema central de esto es la concepción progremodernista vágamente panteísta, que pretende que Dios está a priori de toda Gracia sacramental y acción trascendente de Dios, dentro del hombre de manera inmanente. No puede desaparecer de dentro de él. El modernismo en su crasa y letal concepción, no acepta la verdad de la trascendencia de Dios y su Gracia, por lo cual los Sacramentos y la misma oración no son absolutamente necesarios. Con actitudes humanas el sentido religioso aflora a la conciencia del hombre habitualmente según ellos.

Sumado a esto, esa misma aberrante concepción panteísta solapada, hace que la divinidad se traslade a la inmanencia del Mundo, -Dios es el Mundo- por lo cual, en el fondo, la verdadera y auténtica oración es la inserción en la ciudadanía del mundo, la inserción en la Historia: eso es la comunión con Dios, con Cristo Señor de la Historia. Hablamos de un progremodernismo de cierta radicalización.

Naturalmente en esta visión, no hay soteriología. Como consecuencia lógica, cae en picada el impulso a la soledad para orar en profundidad, el ayuno, la penitencia, la austeridad -todo lo cual favorece la oración- y cae el respeto debido al culto público, a la Misa. El Novus Ordo conciliar, con sus cambios de oraciones esenciales del ofertorio y otras, nos da la pauta de esto. (5)

Dios no está en la trascendencia para el modernista, Dios está confinado a la vida del mundo, por lo tanto, el culto, sin un Dios trascendente, distinto de la Creación, infinitamente Otro, que merece santo temor y temblor reverente además de amor, ese culto decíamos, debe humanizarse y hacerse entretenido, cercano…

El Novus Ordo es ya una celebración infectada de naturalismo y modernismo, y vaciada de contenido sacrificial en oraciones esenciales (ver nota 5), pero las ambigüedades de los Documentos conciliares sobre el tema, dan pie además para ulteriores creatividades y modificaciones….El Espíritu del Concilio -ese Metamagisterio metatextual constituido en Dogma de facto- exhorta a la creatividad sin límite…a hacer cercano a Dios, -en la Iglesia preconciliar el Dios Trascendente era duro e inhumano- a humanizar…a la participación..en la peor acepción posible de este término con relación al culto. Los laicos deben hacer algo como si se tratara de una obra de teatro…

El resultado previsible de todo este nefasto engendro fraude cultual es lo que vemos hoy: Falta de respeto a Dios; profanación, sacrilegio, procacidad, teatralización, infantilismo, payasada, imbecilidad, grosería…

Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza; el post concilio le ha devuelto el favor y se ha hecho un dios a su imagen y semejanza: pueril, estúpido, procaz, grotesco, sensiblero…

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Volvamos a la perspectiva que antes  mencionamos: El Ser debe estar antes que el hacer; la contemplación-oración sobre la acción; María sobre Marta. Recordemos este pasaje capital del Evangelio: (Lc 10 38-42)



"Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa.  Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas;  y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»"

La mejor parte, la parte buena, la contemplación, el encuentro con el Señor, la escucha de su Palabra. La única cosa necesaria…dice el Señor lapidariamente.

Como la única cosa? No nos manda a poner en práctica la palabra, anunciar? a hacer obras buenas? Como entonces la contemplación-oración-escucha la única cosa necesaria?

Si, porque haciendo esta, (la contemplación-oración-escucha) la mejor, la otra (la acción, la praxis) surge, emerge naturalmente, sale como por un tubo, diríamos en jerga popular argentina.

De lo contrario, se cae en el activismo de Marta, reprendida por el Señor. Marta representa gran parte de la iglesia moderna: pastoral sin Doctrina; acción sin Verdad; correr tras el viento…activismo vacío, estúpido y pecaminoso…

El genial y clarividente San Juan de la Cruz, ya nos alertaba contra el activismo vacuo, la pastoral sin verdad:

Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñír al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más progreso harían […] si gastasen siquiera la mitad de este tiempo en estarse con Dios en oración… Cierto entonces harían más y con menos trabajo con una hora que con mil, mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales con ella; porque de otra manera, todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aún a veces daño.

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Se ha dicho con gran agudeza que el II Concilio Vaticano ha invertido el orden de la prioridad cristiana Doctrina-Pastoral; ha puesto la pastoral antes que la Doctrina. Fue un Concilio pastoral…

Lo que ha hecho en el fondo es poner la acción en primer lugar, dejando atrás en prioridad la Contemplación, la escucha de la Palabra, la oración, el Culto mismo.

Ha puesto, llevado de la filosofía moderna, con la cual quiso fusionarse, el Hacer sobre el Ser.

Hoy vemos en la iglesia neoparadigmática francisquista el fruto de esto: la Pastoral sin Verdad….

Se objetará que los Papas conciliares en ciertos documentos han remarcado la verdadera ordenación de las prioridades. Si, es verdad. Pero en la medida que se entusiasmaron con la fusión de la Iglesia con el espíritu del mundo y su filosofía, han apoyado el rumbo contrario e incurrido en una crasa incoherencia, incongruencia, contradicción. Ya citamos el Domingo pasado a Ratzinger en su encendida promoción de la reconciliación-fusión de la Iglesia con el espíritu de la modernidad.

Es como un capitán de barco, que parece cuidadoso en barrer y limpiar la cubierta y el baño, pero guía al barco con timón firme hacia el Maelstrom….


Para ir redondeando entonces, la oración es fundamental en la vida cristiana; aire del alma; savia del espíritu, vitalidad de la eternidad en el hombre en este mundo. Sin ella se pierde el contacto con el Señor; somos sarmientos que se secan y serán quemados, porque no sirven para otra cosa…

No extingáis el Espíritu!



Nos alerta San Pablo.



Se puede perder el Espíritu Santo? San Pablo, dirigiéndose a los cristianos de Roma, nos contesta en el Capítulo 8:



"4. a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu. 5. Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual. 6. Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz, 7. ya que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden; 8. así, los que están en la carne, no pueden agradar a Dios. 9. Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece;"



Hay bautizados que ya no pertenecen a Cristo porque no tienen el Espíritu Santo…..apostasía…falta de atención a Dios, rebelión, falta de oración...



La vida cristiana se basa en la oración, en la contemplación, en el Culto verdadero de la Misa, en la escucha-lectura de la Palabra y la Doctrina, de allí surge la acción naturalmente….De la Verdad y el encuentro con el Señor, surge la pastoral verdadera. De lo contrario es activismo vacuo, absurdo, babélico…correr tras el viento, vanidad, vanidad titánica extremadamente pecaminosa, luciferina al fin y al cabo, aunque parezca exagerado….hacer todo y engrandecerse sin Dios, de espaldas a Dios, y finalmente contra Dios, aunque se lo siga nombrando….

El Ser antes que el Hacer, María antes que Marta, la Contemplación-oración-Culto antes que la Acción; la Verdad-Doctrina antes que la Pastoral, son las prioridades de Cristo.


























NOTAS









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