lunes, 27 de mayo de 2019

LA CANTIMPLORA

Tras las reverberaciones que el sol inclemente levanta del suelo del desierto de Nuevo México se ve venir a paso lento un jinete imponente, de alto, viejo sombrero de copa; se acerca sin prisa. Se lo ve desprolijo y sucio, con una vieja, sucia y raída chaqueta larga de color pardo, salpicada de antiguas condecoraciones y charreteras militares. Muestra una barba de muchos días; el ceño fruncido por la deslumbrante luz de la siesta del desierto. En su boca vive un cigarro mordido con abulia. Su aspecto es cansino, displicente.

El hombre con la cantimplora está a pie. Ve acercarse al hombre a caballo. Su expresión ceñuda, impenetrable, le produce inquietud.

Buenos días señor vaquero, le agradecería mucho si me puede cargar hasta El Paso; la mirada del jinete cobra cierta severidad y se clava en la cantimplora; que es lo que tiene el amigo en ella? Se escucha una voz suave y pacífica, que quizás contrasta con el aspecto amenazante, con el cigarro mágicamente pegado a los labios; pues agua, pero teme que es muy poca. El hombre a caballo lo mira fijo a los ojos con fastidio, y con parsimonia saca su revolver de la cartuchera derecha, pues lo poco que haya será para mí, tu ya has bebido y ya no necesitarás mas agua. Descerraja un balazo en la frente del infeliz, que cae violentamente hacia atrás soltando la cantimplora. El jinete lo mira con cierto fastidio mezclado con asco y menea lévemente la cabeza, largando humo de su cigarro por el costado de la boca. Con ese mismo costado de la boca sopla el caño de su Colt, lo vuelve a guardar en la cartuchera con un movimiento rápido y elegante y baja del caballo con calma pero con asombrosa destreza. Va directo a la cantimplora, la abre y vuelca desde lo alto en su boca…..nada…..la cachetea, mira por la boca de la cantimplora…..nada. Se acerca al cadáver y lo escupe, lo patea con su bota polvorienta. Maldito, me hizo gastar una bala. Vuelve caminando con parsimonia, chueco, hacia su caballo, lo monta con presteza. Siempre ceñudo, abúlico y continúa su camino. Su silueta se va perdiendo, delgada entre las reverberaciones que el sol inclemente levanta del desierto.


MUSICA

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