<<La libertad religiosa no se puede aplicar a las religiones falsas. Esa libertad no puede compartirse entre la Verdad y el error.
En la sociedad civil la Iglesia proclama que el error no tiene derechos y que el Estado solo debe reconocer a los ciudadanos el derecho a practicar y difundir la religión de Cristo.>> (MONS. LEFEBVRE)
Esta es la Doctrina Católica de siempre, que después de seis décadas de nueva religión liberal y modernista -con la libertad religiosa condenada ya proclamada en DH del II CV- escandaliza a los bautizados liberales y modernistas, ya indiferentistas y relativistas, que por lo general no tienen ni idea de la Doctrina.
Y también escandaliza a neoconservadores conciliares "formados" y los progresistas radicalizados, que están hoy en la cúpula de la Iglesia.
Para los primeros, neocones liberales, el indiferentismo político laicista liberal masónico, corrige y a la vez continúa la Doctrina de siempre, sin ruptura.
Para los progresistas radicalizados, sí hay ruptura -coincidiendo con el Catolicismo Tradicional, el único- pero esta ruptura es buena y deseable.
Obviamente, ambas posiciones son aberraciones. Pretender que hay cambio y "corrección" de lo anterior, y a la vez continuidad es una locura contradictoria hegeliana. Ratzinger fue el legitimador de esta posición.
Y pretender que el abandono y el repudio confeso de la verdad ya consolidada en este punto es algo bueno y deseable, es aberración herética de una concepción confesadamente destructiva. Acá están el extinto Martini y el mismo Bergoglio, con contradicciónes y disimulos a veces este último.
Vemos que la revolución liberal y modernista -Mysterium Iniquitatis; digámoslo sin vueltas- tiene dos fases:
El progre radical jacobino: Kung, Rhaner, Congar, Chenu, Danielou, De Lubac, Balthasar, Kasper, Wojtyla y Ratzinger -con matices y disimulos varios de ellos y los dos últimos antes de ser Papas y Prefectos de la Fe. Estos proponen y presionan y hacen los cambios revolucionarios. Léase "destrucción".
El neoconservador liberal, modernista moderado y disimulado, Girondino: De Lubac, Balthasar, Juan Pablo II y Benedicto XVI en sus fases de "moderados". Estos moderan, dosifican, legitiman los cambios revolucionarios (destrucción) para que sean aceptados por todos; los cubren de una pátina de restauracionismo, que obviamente es una ficción, pues tratan de moderar el ímpetu progresista y ponerle cierto freno, pero NUNCA desde la Doctrina Católica y la Tradición, sino desde el neomodernismo moderado.
Ambos, progres jacobinos y conservadores liberales girondinos, pertenecen a la Revolución anticristiana. Ambos estaban a la izquierda y a la derecha respectivamente en el recinto de la Asamblea revolucionaria. La Tradición era el Enemigo, que naturalmente no estaba allí.
Análogamente a Lefebvre, que quedó "fuera" de la Nueva Iglesia conciliar -de lo cual probáblemente debamos dar gracias a Dios-; esa iglesia nueva y revolucionaria que el teólogo de la nouvelle, muy influyente en el II Concilio, E. Schillelbeecks, dió en llamar, en una eufórica y estupenda confesión, el 1789 de la Iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario