viernes, 19 de junio de 2020

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. HISTORIA DE LA DEVOCIÓN, COMENTARIO Y MISA COMPLETA

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús


He aquí unas palabras de Dom Columba Marmion sobre las ventajas de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Diversidad de aspectos con los cuales las almas pueden considerar a Dios

Tal como el Espíritu Santo no llama a todas las almas a brillar de igual manera por las mismas virtudes, igualmente, en materia de devoción particular, les deja una santa libertad, que nosotros mismos debemos respetar cuidadosamente. Hay almas que se sienten empujadas a honrar especialmente los misterios de la infancia de Jesús; otros, son atraídos por los encantos interiores de su vida oculta; otros no pueden desprenderse de la meditación de la Pasión.

La devoción al Corazón Sagrado de Jesús

Sin embargo, la devoción al Corazón Sagrado de Jesús es una de las que debieran sernos más queridas. ¿Por qué? Porque honra al Cristo Jesús no tanto en uno de sus estados o de sus misterios particulares, sino en la generalidad y en la totalidad de su amor, de ese amor en el que todos los misterios encuentran su explicación más profunda. Aunque esté especial y netamente caracterizada, esta devoción reviste, pues algo de universal: honrando al corazón de Cristo, no es al Jesús Niño, adolescente o víctima que se dirigen nuestros homenajes, sino a la persona de Jesús en la plenitud de su amor.
Además, la practica general de esta devoción, tiende, en último análisis, a volver al Señor amor por amor: Movet nos ad amandum mutuo; a coger toda nuestra actividad para penetrarla de amor con el fin de complacer a Cristo Jesús; los ejercicios particulares no son sino proyectos para expresar a nuestro divino maestro esta reciprocidad de amor.
Éste es un efecto preciosísimo de esta devoción. Porque toda la religión cristiana se orienta para nosotros hacia ese punto: entregarnos por amor al servicio de Cristo y, por él al Padre y su común Espíritu. Este punto es de una importancia capital, y quiero, para terminar esta meditación hacer algunos comentarios.

Tener una idea verdadera de Dios

Es una verdad, confirmada por la experiencia de las almas, que nuestra vida espiritual depende, en gran parte, de la idea que nos hacemos habitualmente de Dios.
Hay entre nosotros y Dios relaciones fundamentales, basadas en nuestra naturaleza de criatura; existen relaciones morales que resultan de nuestra actitud hacia él y ésta actitud es, la mayor parte del tiempo, condicionada por la idea que tenemos de Dios.
Si nos hacemos de Dios una idea falsa, nuestros esfuerzos para avanzar serán a menudo vanos y estériles, porque se producirán fuera del camino; si tenemos una idea incompleta, nuestra vida espiritual estará llena de lagunas y de imperfecciones; si nuestra idea de Dios es verdadera, tan verdadera como sea posible aquí abajo a una creatura que vive de la fe, nuestra alma se abrirá, con toda certeza a la luz.
Esta idea habitual que nos hacemos de Dios es, pues, la llave de nuestra vida interior, no sólo porque regula nuestra conducta hacia Él, sino también porque, a menudo, determina la actitud de Dios mismo respecto de nosotros; en muchos casos, Dios nos trata como lo tratamos.
Pero, me dirán, la gracia santificante no hace de nosotros hijos de Dios? Ciertamente, sin embargo, en la práctica, hay almas que no actúan como hijos adoptivos del Padre eterno. Se diría que esta condición de hijos de Dios no tiene para ellos sino un valor nominal; no comprenden que ese es un estado fundamental que requiere manifestarse sin cesar mediante actos que correspondan, y que toda la vida espiritual debe ser el desarrollo del espíritu de adopción divina, espíritu que hemos recibido en el bautismo por la virtud de Cristo Jesús.
Beato Columba Marmion
Traducido del francés por José Gálvez Krüger

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS



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“Anuncia y haz saber al mundo entero que yo no pondré límites a mis beneficios cuando éstos me serán solicitados por mi Corazón”
El Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque.
El Señor en estos últimos siglos quiso dar a los hombres la prueba suprema de amor y proponerles un objeto muy adaptado para animarlos a amarle siempre más.
Abrió los tesoros infinitos de su Corazón para enriquecer todos aquellos que le hubiesen tributado todo el honor y el amor posible.
Para manifestar su corazón, e incendiar al mundo entero de amor, eligió una humilde Religiosa de la Visitación de Paray-le-Monial, ciudad francesa. Esta alma privilegiada, nació el 22 de julio de 1647 en Laut Lecourt hacia Verosvies en la Borgoña. Después de haber superado muchas pruebas, en el 1671 ingresó en el Monasterio de la Visitación y en 1672 emitió sus votos religiosos. Poco después de su profesión religiosa, Jesús Maestro le manifestó muchas maravillas e hizo promesas tan extraordinarias a las cuales no se hubiese prestado fe si no hubiesen sido convalidadas por un hecho incontestable y palpable.
Tres son las apariciones con las cuales N. Señor quiso consolar a su elegida.
La primera sucedió el 27 de diciembre de 1673. En ella la joven virgencita fue por el mismo Jesucristo consagrada su apóstol; llamada a difundir y propagar el culto a su adorable Corazón; a manifestar a los hombres su voluntad; y hacerles conocer lo que el Sacratísimo Corazón de Jesús promete a quien hace conocer y propaga su culto.
La segunda sucedió en la octava de Corpus Christi en el año 1674. En ella Jesús manifestó las inexplicables maravillas de su amor y el exceso a que, su Corazón, lo había llevado hacia los hombres, de cuyos no recibía más que abandono y ultrajes. Después añadió: “El abandono en el cual me dejan me es mucho más doloroso de lo que sufrí en mi pasión, tanto que si los hombres me contracambiaran amor, yo estimaría poco, todo lo que hice por ellos y quisiera si fuere posible hacer aún más; pero los hombres no tienen más que frialdades y repulsas por todas mis solicitudes. Tú a lo menos dame este consuelo, de suplir cuanto puedas a su ingratitud”.
La tercera sucedió el 16 de junio de 1675, igualmente en la octava de Corpus Christi. Apareciéndole resplandeciente como las demás veces, y mostrándole su Corazón, se quejó de los continuos ultrajes y sacrilegios que recibe en el Sacramento de amor; y agregó con más dolor, que los recibía de corazones a Él consagrados.
Por esto le confió la misión de hacer conocer y amar su adorable Corazón y hacer establecer en la Iglesia una fiesta especial de reparación. “Es esto lo que yo te pido: que el primer viernes después de la octava de Corpus Christi, sea dedicado a una fiesta particular para honrar a mi Corazón, participando en aquel día a la Santa Comunión y haciéndole con digna reparación por los indignos tratamientos que recibe en el Santo Altar. Y Yo te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir con abundancia las riquezas de su Amor sobre todos los que rendirán dicho honor y procurarán que otros hagan los mismo”.
En esta tercera revelación se halla todo lo que se refiere a la devoción del Sagrado Corazón; o sea su principio, que no es otra cosa que amor; su fin, que es de ofrecer a Dios un culto de reparación, de consuelo; su carácter, que es el de ser un culto público, después de haber sido por mucho tiempo, una devoción íntima; y por último sus efectos, que consisten en una nueva efusión de amor divino sobre la Iglesia y particularmente sobre aquellas almas piadosas que serán de esta devoción promotoras y apóstoles, puesto que Jesús dijo a la Santa: “Anuncia y haz saber al mundo entero que yo no pondré límites a mis beneficios cuando éstos me serán solicitados por mi Corazón”.
Las promesas hechas por el Sagrado Corazón de Jesús en estas varias apariciones a la Santa, son las siguientes:
1º A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.
2º Daré paz a sus familias.
3º Las consolaré en todas sus aflicciones.
4º Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.
5º Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.
6º Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano de la misericordia.
7º Las almas tibias se harán fervorosas.
8º Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
9º Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón se exponga y sea honrada.
10º Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más empedernidos.
11º Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.
Estas promesas expresan, mejor que otra cosa, el deseo ardiente que N. Señor tiene de ser amado; que se conozcan los tesoros de su Corazón y las gracias que con abundancia derrama sobre los que trabajan por su gloria.
Santa Margarita María escribió: “Si se entendiese como Jesucristo desea que se propague esta devoción, todos los cristianos, por muy poco piadosos que fuesen, la practicarían. Puesto que inmensos son los tesoros que el Sagrado Corazón derrama sobre aquellos que se ocupan en hacer conocer esta devoción. Yo no conozco ejercicio de devoción más apto para elevar en breve tiempo a un alma a la más alta perfección que el culto del Sagrado Corazón.
Dulce será morir después de haber practicado una tierna y constante devoción al Sagrado Corazón.
Condición general para participar de todas estas promesas es la de ser verdaderos devotos del Sagrado Corazón, o sea amarle, honrarle y trabajar cuanto fuese posible, para glorificarle, ensalzarle, teniendo aún expuesta su imagen.
Las seis primeras promesas son eficaces para atraer al amor de Jesús y a comunicar las gracias que se refieren particularmente a esta vida. Con estas promesas Jesucristo acuerda sus bendiciones a las familias en las cuales se honrará a su Adorable Corazón con plegarias especiales o donde se tuviere expuesta su imagen.
Las otras cinco se refieren a las gracias de orden superior, o sea a las gracias espirituales.
En las promesas los tesoros de gracias están asegurados a todos los devotos del Sagrado Corazón cualquiera sea su estado; puesto que Jesús quiere ser amado por todos los hombres, ninguno está excluido se aquel océano de Misericordia.
Ahora bien ya que el Maestro bueno nos ha hecho tantas y tan preciosas promesas, qué empeño no debíamos tener para acercarnos a ellas, y cambiar el amor que Jesús nos tiene. ¡Con qué cuidado debemos propagar, difundir su culto, tener expuesta y venerar en nuestras casas su imagen, participar a todas sus promesas!
  Además de estas once promesas muy queridas al cristiano, hay una más, hecha en el 1674. Es la duodécima y es la comúnmente llamada la “Gran Promesa” porque es un resumen de todas las demás. Y precisamente de ésta debemos hablar. Mientras la piadosa Religiosa experimentaba dulcísima éxtasis, recogida e inmóvil, con los brazos cruzados sobre el pecho, su rostro irradiado por una llama interior, una luz celestial, vista por ella solamente, sombreó el altar y ella vio al Adorable Salvador en el acto de mostrarle su Corazón. Estaba este divino Corazón revestido por llamas, rodeado por una corona de espinas, traspasado por una profunda herida goteando sangre, sobrepujado por una cruz.
Margarita... –así le habló Jesús– Yo te prometo en el exceso de misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos... la gracia de la Penitencia final; ellos no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, siéndoles mi Corazón refugio seguro en aquella hora postrera.
  SIGNIFICADO DE LA GRAN PROMESA
  Como dice el Vermeersch, el texto de la “Gran Promesa” tuvo varias explicaciones, pero no todas en su justo sentido. En efecto algunos aprueban sólo la práctica recomendada y anulan la promesa.
Otros, mirando a la inmensidad del beneficio, sienten la necesidad de atenuarlo y que entienden decir, que no morirán en su desgracia, los que no cayeron en ella; y que la Santa Comunión da sólo una mayor esperanza; pero éstos quitan por completo la especialidad de la promesa.
Otros, después creen en el sentido literal que es como sigue: “Los que comulgaren el primer Viernes del mes, por nueve meses seguidos, con las debidas disposiciones, obtendrán con seguridad la gracia de la perseverancia final”. Por lo tanto, los que se esforzaren en satisfacer las condiciones requeridas, están moralmente seguros de su eterna salvación.
Ahora esta sentencia debe ser preferida a cualquier otra, porque ésta sola demuestra el valor infinito de la Gran Promesa como ella tiene en el texto de la Santa.
Del mismo modo queda explicado por qué N. Señor hable de la Gran Promesa como de un exceso de su misericordia y de un triunfo de su amor omnipotente.
Sin la gracia de Dios, no podemos perseverar en la justicia; y aunque Dios conceda a todos las gracias suficientes para salvarse, no quiere decir que Él no pueda conceder aquellas más eficaces, y hacer esto en virtud de una promesa.
Como la promesa de Jesucristo de conducir la Iglesia al triunfo final, nos asegura tal cosa, así la Gran Promesa puede garantizar la buena muerte. Puesto que la gracia puede triunfar de la debilidad y de la obstinación humana, así puede evitar la presunción futura y el endurecimiento en el pecado. Al decir de Milani no se sabe explicar cómo esta promesa tan extraordinaria, haya quedado oculta hasta el 1869, en que el P. Franuori empezó a difundirla. Se temía quizás no poderla sostener teológicamente o que los fieles abusaran de ella. Se pudo comprobar que no había razón de temer, puesto que los fieles logran siempre nuevo fervor; mientras los más sabios teólogos la demuestran conforme a los principios de la doctrina católica.
N. Señor después de haber revelado a su sierva lo que se refería al culto de su Divino Corazón, quiso que las distintas partes de esta Devoción se desarrollaran según las necesidades. En efecto las revelaciones sucedieron entre el año 1673 y 1691; y la fiesta del Sagrado Corazón fue concedida a la Francia en el año 1765, y sólo Pío XI concedió mayor desarrollo litúrgico. Así la práctica del primer Viernes del mes fue introducida en seguida después de las primeras revelaciones; mientras aquella de los nueve primeros Viernes, “La Gran Promesa” empezó al terminar el siglo XIX, tiempo en que reinaba la incredulidad y se quería destruir la Iglesia y el Papado, y era necesario dar nuevo fervor a la vida cristiana e inflamar los corazones de puro amor; infundiéndoles mayor fuerza y confianza. Precisamente en ese tiempo, Jesucristo recordó al mundo su Gran Promesa.
Después de las revelaciones a Sta. Margarita María Alacoque, en el corazón de personas pías y generosas, relumbró como un incendio de amor, que, con toda la energía de sus almas y desafiando el escarnio, los insultos y las persecuciones del mundo, de este enemigo de Dios y de los Santos, empezaron a predicar el amor de Jesús, el culto debido a su Sacratísimo Corazón, y con palabras llenas de amor divino estigmatizaron la ingratitud humana...
Su voz fue escuchada, y el Corazón de Jesús vio aumentar cada año más, fiel y generosa correspondencia en siempre mayor número de corazones; y ahora es el objeto de los deseos, de las aspiraciones, del amor de todo buen cristiano.
FUNDAMENTO DE LA GRAN PROMESA
  No obstante, no se debe creer que la devoción al Sagrado Corazón se apoye exclusivamente en las revelaciones hechas a Santa Margarita Alacoque. Ya existía en el seno de la Iglesia; era el culto de Jesucristo, Hombre–Dios. Se apoya sobre bases aún más firmes y sólidas, o sea sobre la misma infalibilidad de la Iglesia, que nos la propone. Las revelaciones particulares que Dios hace a los Santos, no pueden de ordinario admitirse prudentemente sino después del juicio de la Iglesia. Pero, cuando ella ha pronunciado este juicio, nada más nos debe detener en creer; porque la Iglesia, por una parte nos enseña (y en esto su juicio es infalible), que nada hay en ella que se oponga a la doctrina católica; y por otra aunque no nos obligue a admitirlas, como cosas divinas, nos asegura poderlas acoger prudentemente; y esto sólo después de haber examinado extenso, minuciosa y rigurosamente, después de haber buscado y hallado las pruebas más auténticas y seguras.
Esta Maestra infalible estableció realmente un riguroso proceso también para la devoción al Sagrado Corazón, y después de haber reconocido las revelaciones como auténticas se sirvió de ellas para suscitar mayor devoción hacia el Sagrado Corazón, e inculcar con mayor eficacia a la que ya existía del Hombre–Dios dándole nueva forma.
Así con su autoridad la confirmó solemnemente asegurándonos al mismo tiempo de la estabilidad y excelencia de esta devoción.
La forma dudosa en que fue expresada por la Santa, no puede poner en duda la promesa, porque ella no manifiesta más que su perfecta obediencia a la Superiora que le impuso no hablara de sus revelaciones que en forma dudosa.
La canonización de una persona prueba la integridad de la persona y el juicio de aprobación atestigua que en sus escritos no hubo nada de contrario a la fe, a la moral y a la piedad. La Gran Promesa fue examinada por teólogos sumos y fue aceptada, tanto que Benedicto XV el 13 de mayo de 1920 quiso insertarla en la Bula de canonización de la Santa. Y esta inserción, es cierto la prueba más hermosa de la autenticidad de la Gran Promesa.
LO QUE PROMETE EL SAGRADO CORAZÓN
N. Señor a todos los que comulgaren el primer viernes del mes, por nueve meses seguidos, y con las debidas disposiciones, promete:
1) La gracia de no morir en pecado mortal, o sea de morir en estado de gracia y por lo tanto salvarse.
2) La gracia de la perseverancia final, o sea de borrar con la penitencia los propios pecados, y a complemento de esto siguen las palabras: “ellos no morirán en mi desgracia”.
3) Que no morirán sin recibir los Sacramentos, esto debe entenderse que no morirán sin los Sacramentos, si tendrán de ellos absoluta necesidad; por lo tanto si se hallasen en estado de pecado mortal, asegura que les proporciona medios para hacer una buena confesión; y en caso de muerte repentina, cuando sea necesario, sabrá a lo menos inducirlos a un acto de contrición perfecta para devolverle la amistad de Dios.
4) De ser su seguro refugio en los últimos momentos de la vida. A fin de que los hombres no debiesen temer por la inmensidad del favor, y no dijeran que una causa tan pequeña no puede producir un efecto tan extraordinario, Jesucristo dijo que se indujo a esta promesa por la infinita misericordia y amor omnipotente que lleva a los hombres! Por lo tanto se interpone el exceso de la misericordia y el amor de Jesucristo, y esto debe alcanzar para desvanecer todo temor.
A menudo los hombres prometen a personas amigas, más de lo que les pueden proporcionar; no así Jesucristo; Él ama infinitamente a las almas y les puede dar cuanto desean.
Les quiere dar la gracia de una buena muerte, la promete con su bondad y con su omnipotencia la concede. Quien pues, comprende el valor de una Comunión, y sabe que nueve Comuniones son nueve íntimas uniones del alma con Dios, y sabe que alcanza una Comunión para santificar un alma, no se maravillará que Jesús, pidiendo nueve, haga tan gran promesa.
Quien, pues, ejecuta cuanto Jesucristo manda, puede estar moralmente seguro de salvarse.
CONDICIONES NECESARIAS
  Para conseguir el fin de la Gran Promesa es necesario:
1) Hacer nueve Comuniones, y para quien está seguro de hallarse en estado de gracia, no son necesarias nueve Confesiones, pero sólo nueve Comuniones bien hechas. Quien hiciere o hubiese hecho solamente cierto número de Comuniones no podría alcanzar el fin.
2) En los primeros viernes del mes. No se puede diferir para otro día de la semana, por ej. el Domingo o en otro viernes que no sea el primer viernes del mes. Ninguna condición nos puede dispensar de esto. No el olvido, no la imposibilidad de confesarnos; no porque impedidos por la enfermedad u otra causa. Ni el mismo Confesor no puede cambiar el día o permitir su interrupción, porque la Iglesia no ha concedido esta facultad a nadie.
3) De hacerse por nueve meses consecutivos, y quien la dejara por tan solo un mes, no estaría en regla; y si la hubiese dejado aún involuntariamente debería empezar nuevamente.
Aunque teólogos autoritarios digan que tratándose de causa realmente grave, se pueda considerar la interrupción como si no hubiera sucedido, nosotros decimos que quien ama verdaderamente al Corazón de Jesús y quiere asegurarse su suerte eterna, cumple generosamente lo que el Divino Maestro pide, sin ir en busca de muchas dispensas.
4) Con las debidas disposiciones. Aquí el Catecismo nos dice que para hacer una buena Comunión son necesarias tres cosas: 1ª, estar en gracia de Dios; 2ª, estar en ayunas desde una hora antes de comulgar; 3ª, saber lo que se va a recibir y acercarse a comulgar con devoción, y añade que: quien recibe un Sacramento de los vivos sabiendo de no estar en gracia de Dios, comete pecado gravísimo de sacrilegio, porque recibe indignamente una cosa sagrada. Pues la Comunión sacrílega antes bien que honrar, desprecia al Corazón de Jesucristo; y no consigue con toda seguridad el fin. Puesto que no sea necesario un fervor extraordinario, precisa que las Comuniones honren al Divino Corazón, o sea que sean hechas en gracia de Dios.
Otra disposición es la intención de reparar al Corazón de Jesucristo por las continuas injurias que recibe en el Santísimo Sacramento de amor y de conseguir el fruto de la Gran Promesa.
  FACILIDADES
  La intención necesaria para conseguir el fin de la Gran Promesa alcanza formularla una vez al principio para las nueve Comuniones, con tal que siga con la misma intención hasta el fin.
Es pues, cosa muy buena renovar la intención cada vez. La práctica de los nueve primeros viernes, puede empezarse en cualquier mes.
Para los estudiantes sería conveniente el mes de abril, para terminar con diciembre; mientras para los demás puede convenir otro mes, según las personas y empleos que se tengan. Para los Sacerdotes y las personas que comulgan diariamente, alcanza poner la intención de hacer también ellos las nueve Comuniones reparadoras a este fin.
Para el Sacerdote no es necesario aplicar la Misa en honor al Sagrado Corazón; puede aplicarla para quien desee, con tal que haga la Santa Comunión también para asegurarse la Gran Promesa, honrar y reparar al Divino Corazón por la continua soledad en que es dejado.
Asimismo los fieles pueden ofrecer la Comunión para quienes deseen, con tal que tengan también esa intención.
Con estas Comuniones se pueden aún aplicar las indulgencias que se ganan para las almas del Purgatorio, especialmente la plenaria concedida a quien en el primer viernes del mes medita brevemente antes y después de la Comunión, en la bondad infinita del Sagrado Corazón de Jesús y ruega según las intenciones del Sumo Pontífice (S. C. de las Indulgencias, 7 de setiembre de 1897).
Terminada esta piadosa práctica, es excelente cosa repetirla para toda la vida. Para esto alcanza poner la intención, una vez para siempre, de volver a empezar como se haya terminado.
LA CONSAGRACIÓN DIARIA AL SAGRADO CORAZÓN.
(Acto de Consagración que hizo de sí Santa Margarita María al Divino Corazón de Jesús)
  Yo, N. N., me dedico y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo; le entrego mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no querer ya servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Ésta es mi irrevocable voluntad: pertenecerle a Él enteramente y hacerlo todo por amor suyo, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda disgustarle.
Te tomo, pues, Corazón divino, como único objeto de mi amor, por protector de mi vida, seguridad de mi salvación, remedio de mi fragilidad y mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida, y mi asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y desvía de mí los rayos de su justa indignación. Corazón amorosísimo, en ti pongo toda mi confianza, porque, aun temiéndolo todo de mi flaqueza, todo lo espero de tu bondad. Consume, pues, en mí todo cuanto pueda disgustarte o resistirte. Imprímase tu amor tan profundamente en mi corazón, que no pueda olvidarte jamás, ni verme separado de ti. Te ruego encarecidamente, por tu bondad que mi nombre esté escrito en ti. Ya que quiero constituir toda mi dicha y toda mi gloria en vivir y morir llevando las cadenas de tu esclavitud. Así sea.

NOVENA DE CONFIANZA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
La confianza es un acto de la voluntad por el que esperamos conseguir de Dios nuestra salvación y los medios necesarios para ello. Es una virtud que encierra fe, esperanza y caridad. El fundamento de la confianza está en que Dios es nuestro Padre, que cuida de nosotros más que de los cuervos y los lirios (Lc. 12, 24-27).
Nadie disfruta más de la bondad del Corazón de Jesús que el que tiene mayor confianza en Él. El peor y mayor mal que el demonio nos hace después del pecado, es hacernos desconfiar. "Lo que más le agrada es la confianza en Él" (Santa Margarita).
Necesitamos la confianza y la mejor manera de alcanzarla es pedirla a Dios.
Podemos pedir la confianza y todas las gracias y bienes que necesitamos con "la novena de confianza".
"Vayamos con confianza al trono de la gracia". (Hb. 4, 16).
Modo de hacer la Novena de Confianza:
Oh Jesús, a tu Corazón confío (esta alma, esta pena, este negocio), míralo, después haz lo que tu Corazón te diga; deja obrar a tu Corazón.
Oh Jesús, yo cuento contigo, yo me fío de Ti, yo me entrego a Ti, yo estoy seguro de Ti.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío (nueve veces).
Oh dulce Jesús, que has dicho: "Si quieres agradarme, confía en Mí; si quieres agradarme más, confía más; si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente; las almas confiadas son las robadoras de mis gracias". Yo confío inmensamente en Ti. En Ti, Señor, espero; no sea yo confundido eternamente. Amén.

ORACIONES
ACTO DE CONFIANZA EN EL CORAZÓN DE JESÚS 
¡Oh Corazón de Jesús!, Dios y hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Vos confían; Vos nos decíais amablemente: “Venid a mí”; y nos repetís las palabras que dijisteis al paralítico: “Confía, hijo mío; tus pecados te son perdonados”, y a la mujer enferma: “Confía, hija; tu fe te ha salvado”, y a los Apóstoles: “Confiad, yo soy, no temáis”. Animado con estas vuestras palabras, acudo a Vos con el corazón lleno de confianza, para deciros sinceramente y de lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús, en Vos confío.
(A cada invocación decimos “CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO”)
En mis alegrías y tristezas,
En mis negocios y empresas,
En mis prosperidades y adversidades,
En las necesidades de mi familia,
En las tentaciones del demonio,
En las instigaciones de mis propias pasiones,
En las persecuciones de mis enemigos,
En las murmuraciones y calumnias,
En mis enfermedades y dolores,
En mis defectos y pecados,
En la santificación y salvación de mi alma,
Siempre y en toda ocasión,
En vida y muerte,
En tiempo y eternidad, 
Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en vuestra bondad; y, por el Corazón de vuestra Madre, os pido que no desfallezca nunca esta mi confianza en Vos, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Vos quisierais enviarme, para que, habiendo sido mi consuelo en vida, seáis mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén. 
Oración final. 
¡Oh, Señor Jesús!, vuestros santos misterios infundan en nosotros un fervor divino, con el que, recibida la suavidad de vuestro dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar lo terreno y amar lo celestial. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén. 
ACTO DE CONFIANZA DEL BEATO CLAUDIO DE LA COLOMBIÈRE 
Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en ti esperan y de que nada puede faltar a quien de ti aguarda todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz y descansaré, porque Tú, solo Tú has asegurado mi esperanza.
Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor, ha quedado frustrado en su confianza. Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de ti, Dios mío, es de quien lo espero. En ti esperaré, Señor, y jamás seré confundido.
Bien conozco, y demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de ti y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de ti. Así, espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos y que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amarás siempre y que yo te amaré sin interrupción; y para llegar de una vez con toda mi esperanza tan lejos como puede llegarse, te espero a ti mismo, Creador mío, para el tiempo y para la eternidad. Así sea. 
A LA LLAGA DEL SAGRADO COSTADO Y CORAZÓN DE JESUCRISTO. 
Benignísimo Jesús, la llaga de tu Sagrado Corazón sea para mí refugio, fortaleza y defensa contra tu ira, y remedio de todos los pecados, especialmente los mortales, de los engaños del demonio, mundo, carne y amor propio; de todos los peligros del cuerpo, y, sobre todo, me sirva para evitar la condenación eterna. Sea también abismo donde desaparezcan todos mis pecados, al cual con perfecto aborrecimiento y dolor de corazón arrojo todas mis imperfecciones, para no volverlas a cometer jamás. Dignaos concederme, amabilísimo Jesús, aunque no sea más que una gotita de sangre de la llaga de vuestro misericordiosísimo Corazón, en prenda y señal de que me perdonáis para siempre todos mis pecados. Encerradme en lo más íntimo de vuestro Corazón, y allí guardadme, aquilatadme, abrasadme, purificadme, encendedme hasta convertirme y sublimarme a vuestra perfecta semejanza en fuego divino, haciéndome lo más semejante a Vos, de modo que, desapareciendo yo en cuanto sea posible, sólo busque en todas mis acciones el gusto y voluntad de vuestro purísimo Corazón. Amén.
(Puede descargar las meditaciones para hacer el mes del Sagrado Corazón, o leer el hermoso texto de la Consagración al Sagrado Corazón. Y al final de esta página vea la Novena de la Confianza al Sagrado Corazón y las Oraciones)
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MISA
Viernes después del II domingo después de Pentecostés
FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
I clase, blanco
Gloria, Credo y Prefacio del Sagrado Corazón de Jesús.
En el Siglo XVI, el calvinismo, y en el siglo XVII, el jansenismo, habían predicado un cristianismo desfigurado. En lugar del amor universal de Dios que entrega a su Hijo para la salvación de los hombres, no había más que temor y angustia ante el pensamiento de la exclusión inexorable para una gran parte de la humanidad.  A estas negaciones opuso siempre la Iglesia el amor infinito del Salvador muerto en la cruz por todos los hombres. La institución de la fiesta del Sagrado Corazón debía contribuir muy pronto a crear entre los fieles una poderosa corriente de devoción que desde entonces no ha cesado de desarrollarse.  San Juan Eudes había compuesto ya un primer oficio con su misa. Pero fue en el año 1675 a raíz de las apariciones de nuestro Señor a Santa María Margarita cuando se instituyó la fiesta. En 1856 Pio IX la extendió a la Iglesia Universal y en 1928 Pio XI la elevó al rango de 1ra clase. “He ahí el Corazón que tanto ha amado a los hombres” había dicho nuestro Señor. Los textos de la misa evocan magníficamente la profundidad y la extensión de este amor del Salvador.
...
A la fiesta del Corpus la sagrada liturgia añade, como una prolongación de la misma, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. El objeto de esta fiesta es el Corazón de Jesús, es decir, el Corazón físico del Hombre Dios, junto con la humanidad y la divinidad de Jesús, considerado como un miembro vivo y unido al todo orgánico. El Corazón corpóreo de Jesús como símbolo y expresión del amor de Cristo a los hombres, manifestado sobre todo en la Redención por la cruz y en el misterio de la Santísima Eucaristía: he aquí el verdadero objeto de la fiesta. En el Corazón de Jesús, pues, vemos, en último término, la misma persona de Jesús, la persona divina que, bajo el símbolo de su Corazón de carne, nos muestra el amor, divino y humano, de Jesús hacia nosotros. Los misterios de la Encarnación, de la resurrección y de nuestra eterna posesión y goce de la vida divina, se fundan, en último resultado, en el único misterio del Amor del Salvador hacia nosotros. Y con la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús no pretendemos otra cosa que honrar este Amor divino-humano, y sumergirnos en él.

INTROITO Salmo 32, 11. 9. 1
Cogitatiónes Cordis ejus in generatióne et generatiónem: ut éruat a morte ánimas eórum et alat eos in fame. (T.P. Alleluia, alleluia). V/Exsultáte, justi, in Dómino, rectos decet collaudátio. V/. Glória Patri et Filio et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amén
Los designios misericordiosos de su Corazón se cumplen perpetuamente, para librar sus almas de la muerte y sustentarlos en tiempo de ham­bre. (T.P. Aleluya, aleluya). V/Alegraos, justos, en el Señor; cae bien la alabanza en los de recto corazón.  V/.  Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén.

COLECTA
Deus qui nobis, in Corde Fílli tui, nostris vulneráto peccátis, infinítos dilectiónis thesáuros misericórditer largíri dignáris; concéde, quǽsumus, ut illi devótum pietátis nostræ præstántes obséquium, dignæ quoque satisfactiónis exhibeámus offícium. Per eúmdem Dominum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.
Oh Dios que os dignasteis otorgarnos bondadosamente los infinitos tesoros de vuestro amor, en el Corazón de vuestro Hijo, herido por nuestros pecados; concedednos, os suplicamos, que, al ofrecerle el devoto obsequio de nuestra piedad, le ofrezcamos también el obsequio de una digna reparación. Por el mismo nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

EPÍSTOLA Efesios 3, 8-19
Léctio Epístolæ beáti Pauli Apóstoli ad Ephésios.
Fratres:Mihi ómnium sanctórum mínimo data est grátia hæc, in géntibus evangelizáre investigábiles divítias Christi: et illumináre omnes, quæ sit dispensátio sacraménti abscónditi a sǽculis in Deo qui ómnia creávit: ut innotéscat principátibus et potestátibus in cæléstibus per ecclésiam multifórmis sapiéntia Dei: secúndum præfinitiónem sæculórum quam fecit in Christo Jesu Dómino nostro, in quo habémus fidúciam et accéssum in confidéntia per fidem eius…. Hujus rei grátia flecto génua mea ad Patrem Dómini nostri Jesu Christi, ex quo omnis patérnitas in cælis et in terra nominátur: ut det vobis secúndum divítias glóriæ suæ, virtúte corroborári per Spíritum ejus in interiórem hóminem: Christum habitáre per fidem in córdibus vestris: in caritáte radicáti et fundáti: ut possítis comprehéndere, cum ómnibus sanctis, quæ sit latitúdo, et longitúdo, et sublímitas, et profúndum: scire étiam supereminéntem sciéntiæ caritátem Christi, ut impleámini in omnem plenitúdinem Dei.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los Efesios.
Hermanos: A mí, el más insignificante de todo el pueblo santo, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo; e iluminar la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios; según el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios por la fe en Él. Por eso doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, os conceda por medio de su Espíritu: robusteceros en lo profundo de vuestro ser; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento y así, con todo el pueblo de Dios, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la Plenitud total de Dios.

GRADUAL Salmo 24, 8-9
Dulcis et rectus Dóminus, propter hoc legem dabit delinquéntibus in via. V/Diriget mansuétos in judício, docébit mites vias suas.
El Señor es bueno y recto, señala el camino a los descarriados. V/ Guía en la justicia a los humildes, enseña su camino a los afligidos.

ALELUYA Mateo 11, 29. 28
Allelúja, allelúja. V/. Tóllite jugum meum super vos et díscite a me, quia mitis sum, et húmilis Corde, et inveniétis réquiem animábis vestris. Allelúja.
Aleluya. aleluya. V/Cargad con mi yugo y aprended de mí, que tengo un corazón amable y sencillo, y encontraréis la paz del alma. Aleluya.

TRACTO. Salmo 102, 8-10.
En Septuagésima, omitido el Aleluya, se dice:
Miséricors et miserátor Dóminus, longánimis et multum miséricors. V/. Non in perpétuum irascétur, neque in ætérnum comminábitur. V/. Non secúndum peccáta nostra fecit nobis, neque secúndum iniquitátes nostras retríbuit nobis.
El Señor es com­pasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. V/No está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo. V/ No nos trata como merecen nuestros pecados, no nos paga según nuestras culpas.

ALELUYA PASCUAL. Mt. 11, 29 Y 28.
En Pascua, omitido el gradual, se dice:
Allelúja, allelúja. V/Tóllite jugum meum super vos et díscite a me, quia mitis sum, et húmilis Corde, et inveniétis réquiem animábis vestris. Allelúja. V/Veníte ad me, omnes qui laborátis et oneráti estis, et ego refíciam vos. Allelúja.
Aleluya, aleluya. V/Cargad con mi yugo y aprended de mí, que tengo un corazón amable y sencillo, y encontraréis la paz del alma. Aleluya. V/Venid a mí los fatigados, los agobiados, que yo os aliviaré. Aleluya.

EVANGELIO Juan 19, 31-37
Sequéntia sancti Evangélii secundum Joánnem.
In illo témpore: Judǽi ergo quóniam Parascéve erat, ut non remanérent in cruce córpora sábbato, erat enim magnus dies ille sábbati, rogavérunt Pilátum ut frangeréntur eórum crura et tolleréntur. Venérunt ergo mílites, et primi quidem fregérunt crura et altérius qui crucifíxus est cum eo. Ad Jesum autem cum veníssent, ut vidérunt eum jam mórtuum, non fregérunt ejus crura: sed unus mílitum láncea latus ejus apruit, et contínuo exívit sanguis et aqua. Et qui vidit testimónium perhíbuit: et verum est testimónium ejus. Et ille scit quia vera dicit, ut et vos credátis. Facta sunt enim hæc ut Scriptúra implerétur: «Os non comminuétis ex eo.» Et íterum alia scriptúra dicit: «Videbunt in quem transfixerunt.»
Lectura del Santo Evangelio según san Juan. 
En aquel tiempo los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con Él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado  y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero, y Él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: "No le quebrarán  un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron."
Se dice Credo

OFERTORIO Salmo 68, 21
Impropérium exspectávit Cor meum misériam, et sustínui qui simul mecum contristarétur et non fuit: consolántem me quæsívi et non invéni.
Desprecios e in­gratitudes recibió mi Corazón: y esperé,  por si alguno se condoliese conmigo, y no lo hubo. Busqué quién me consolase y no lo hallé.
En las Misas del Tiempo Pascual, se dice este ofertorio: Salmo 39, 7-9
Holocáustum et pro peccáto non postulásti: tunc dixi: «Ecce vénio. In cápite libri scriptum est de me ut fácerem voluntátem tuam: Deus meus, vólui et legem tuam in médio Cordis me.» Allelúja.
No pediste víctimas por el pecado; y entonces dije Yo: Aquí estoy: al principio del libro está escrito de Mí, para que se cumpla vuestra voluntad. Sí, así lo quise, Dios mío, y vuestra Ley está escrita en medio de mi corazón. Aleluya.

SECRETA
Respice, quǽsumus, Dómine, ad ineffábilem Cordis dilécti Fílli tui caritátem: ut quod offérimus sit tibi munus accéptum et nostrórum expiátio delictórum.  Per eundem Dominum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus,
Os rogamos, Señor. Que miréis al inefable amor del Corazón de vuestro amado Hijo; para que lo que os ofrecemos os sea así un obsequio agradable y expiación por nuestros pecados. Por el mismo nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios

PREFACIO DEL CORAZÓN DE JESÚS
Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui unigénitum tuum, in Cruce pendéntem, láncea mílitis transfígi voluísti, ut apértum Cor, divínæ largitátis sacrárium, torréntes nobis fúnderet miseratiónis et grátiæ, et quod amóre nostri flagráre numquam déstitit, piis esset réquies et pœniténtibus patéret salútis refúgium. Et ideo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia cæléstis exércitus, hymnum glóriæ tuæ cánimus, sine fine dicéntes:
.- Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque has querido que tu Hijo Único, clavado en la Cruz, fuera traspasado por la lanza del soldado, para que su corazón abierto, santuario de la generosidad divina, derramara sobre nosotros torrentes de gracia y de perdón; y ya que nunca cesó de arder por amor nuestro, fuera descanso para los que te aman y, para los que se arrepienten, refugio siempre abierto de salvación. Por eso con los Ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

COMUNIÓN Juan 19,34
Unus mílitum láncea latus ejus apéruit, et contínuo exívit sanguis et aqua.
Uno de los soldados abrió su costado con la lanza, y al instante salió sangre y agua.
En las Misas votivas del Tiempo Pascual se dice esta comunión: Juan 7,37
Si quis sitit, véniat ad me et bibat, allelúja, allelúja.
Si alguno tiene sed, venga a Mí, y beba, aleluya, aleluya.

POSCOMUNIÓN
Prǽbeant nobis, Dómine Jesu, divínum tua sancta fervórem: quo dulcíssimi Cordis tui suavitáte percépta, discámus terréna despícere, et amáre cæléstia: Qui vivis et regnas cum Deo Patre in unitate Spritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. Amén.
Señor Jesús, infundan vuestros Misterios en nuestras almas un divino fervor, con el cual, gustada la suavidad de vuestro dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar lo terreno y amar lo celestial. Que vives y reinas con Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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