viernes, 22 de octubre de 2021

LA NUEVA MISA NOVUS ORDO Y LA PRESENCIA REAL

 Una de las verdades más asentadas en el corazón de todo católico, e íntimamente ligada a la realidad del sacrificio de la Misa, esla referente a la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Eucaristía, sacramentado bajo las especies de pan y vino, e inmolado por nosotros en la Misa mediante la consagración en el altar de ambas especies por separado. Por este motivo se inculca con cierta insistencia al niño, en su preparación a la primera Comunión: • que «la Eucaristía es el Sacramento que contiene verdadera, real y substancialmente el cuerpo,sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo»; • que «en la Sagrada Comunión recibimos a Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre»; • que «la hostia antes de la consagración es pan», pero «después de la consagración no hay en la hostia pan ni en el cáliz vino, sino únicamente los accidentes o apariencias de pan y vino, como el olor, el color y el sabor». Pues bien, esta verdad brillaba con poderosa luz en la liturgia de la Misa tradicional, a través de una serie de actitudes y de gestos, tales como: • la genuflexión que todos hacen al entrar en una iglesia –dado que en el lugar central del santuario reside Nuestro Señor Jesucristo–, y la reverencia y silencio que se guarda por ello en el lugar santo; • las actitudes de reverencia del sacerdote, que mantiene los dedos juntos después de la Consagración, hace la genuflexión cada vez que ha de manipular la Hostia santa –antes y después–, y distribuye la comunión a los fieles con la bandeja de comunión para que no se pierda una sola partícula; • las actitudes de reverencia de los fieles, que comulgan en la boca y de rodillas, y acuden previamente al sacramento de la confesión en caso de hallarse en faltas graves. En cambio, en la Misa nueva, toda referencia a la presencia real queda difuminada y casi del todo eliminada, a causa del nuevo concepto de la Eucaristía como cena memorial del Señor. En efecto, si la Misa es un sacrificio, es necesario que la Víctima esté presente; mientras que, si la Misa pasa a ser una simple cena o memorial del Señor, no hace falta ninguna presencia real, y basta una presencia puramente espiritual, como la que sugieren las Nuevas normas de la Misa en su famoso nº 7, al decir que «cuando se habla de la asamblea local de la Santa Iglesia, es eminentemente válida aquella promesa de Cristo: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos (Mt. 18 20)». Hojitas de Fe nº 328 – 2 – DEFENSA DE LA FE Fácil es probar esta atenuación y silenciamiento, con citas de las Nuevas normas de la Misa y de los comentarios que de las mismas hace el Padre Martín Patino en la edición de la Biblioteca de Autores Cristianos, 1969. 1º Cristo está presente en el seno de la Iglesia. Empecemos señalando que las nuevas rúbricas, en vez de insistir en la presencia real de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, hacen más bien hincapié en la presencia de Cristo en medio de los fieles, o en la Palabra, o en el sacerdote que preside la celebración. Y así nos dicen: «El sacerdote, por medio de un saludo, manifiesta a la asamblea reunida la presencia del Señor» (nº 28). «Cuando se leen en la iglesia las Sagradas Escrituras, es Dios mismo quien habla a su pueblo, y Cristo, presente en su Palabra, quien anuncia el Evangelio» (nº 9). «En las lecturas… Dios habla a su pueblo… y le ofrece el alimento espiritual; y el mismo Cristo, por su Palabra, se hace presente en medio de los fieles» (nº 33). «Los fieles… con sus aclamaciones reconocen y profesan la presencia de Cristo que les habla» (nº 35). «El presbítero que celebra… manifiesta a los fieles, en el mismo modo de comportarse y de enunciar las divinas palabras, la presencia viva de Cristo» (nº 60). No se sabe, pues, a ciencia cierta, cuál es la presencia de Cristo que se realiza en la Eucaristía, ya que parece presente en todas partes: en la Palabra, en el celebrante, en la asamblea, en la Eucaristía. El Padre Martín Patino, al comentar las Nuevas normas, apunta siempre en el mismo sentido: «Los primeros cristianos se reunían en las casas, conscientes de que la presencia de Jesús se acentuaba cuando dos o más estaban reunidos en su nombre» (p. 61). «La liturgia del rito de entrada tiene por fin descubrir la presencia de Dios en la asamblea» (p. 34). «El saludo del celebrante, el Kyrie y el Gloria actualizan la fe en la presencia del Señor en la asamblea» (p. 103). «Las otras partes presidenciales… tienen la misma finalidad de subrayar la estructura de la Iglesia como cuerpo de Cristo y la presencia del Señor en elseno de la Iglesia en oración» (p. 87). «Una conciencia más viva de la presencia del Señor en la asamblea debe animar ahora la celebración eucarística» (p. 173). Se llega hasta el punto de comparar varias veces la presencia de Cristo en la Comunión con su presencia espiritual en la Palabra; comparación ambigua, por cuanto parece sugerir que la presencia de Nuestro Señor en el Sacramento no es de un orden distinto al de su presencia en la Palabra: «La Misa consta… de dos partes: la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística, tan estrechamente unidas entre sí, que constituyen un solo acto de culto, ya que en la Misa se dispone la mesa, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, en la que los fieles encuentran formación y refección» (nº 8). 2º Supresión de gestos y signos de la presencia real. No deja de sorprender también que se hayan suprimido o alterado gravemente los signos y gestos con que se expresaba espontáneamente la fe en la presencia DEFENSA DE LA FE – 3 – Hojitas de Fe nº 328 real. Y así las genuflexiones, signos expresivos más que otros de la fe católica, han desaparecido como tales. Para dar un ejemplo, aunque se ha conservado la genuflexión después de la elevación, puede comprobarse que ha perdido su significado peculiar de adoración de la presencia real de Jesucristo. En la Misa tradicional, después de las palabras de la Consagración, el sacerdote hace inmediatamente una primera genuflexión, que significa –sin ningún equívoco posible– que Cristo se halla en el altar, realmente presente, en virtud de las palabras de la Consagración que acaba de pronunciar. Después de la elevación hace una segunda genuflexión, que tiene el mismo sentido que la primera y añade la insistencia en la presencia real. En la nueva Misa, en cambio,se ha suprimido la primera genuflexión, pero se ha conservado la segunda. Y aquí está la trampa para las personas poco avezadas en las astucias del progresismo. En efecto, esta segunda genuflexión, separada de la primera, puede ahora ser interpretada en sentido protestante, ya que, aunque el protestante no admite la presencia física y real de Cristo en la Eucaristía, sí reconoce una cierta presencia espiritual del Señor, debida a la fe de los creyentes allí presentes. Así, en la Misa nueva, el celebrante no adora en primer lugar la Hostia que acaba de consagrar, sino que la eleva y la presenta a la asamblea de los fieles, para que éstos con su fe hagan espiritualmente presente a Cristo; sólo luego se arrodilla y adora. Esto lo puede aceptar cualquier protestante, interpretándolo de una presencia de Cristo puramente espiritual. El rito exterior se adapta así a la fe de cada uno y tiene, por lo tanto, un significado equívoco. Puede acomodarse a una fe exclusivamente subjetiva, aun negando el dogma católico de la presencia real. Es evidente que un rito semejante ya no es la expresión clara de la fe católica. En el mismo sentido cabe señalar: • la reducción de las genuflexiones a tres: «después de la elevación de la hostia, después de la elevación del cáliz, y antes de la comunión» (nº 233), mientras que en la Misa tradicional el sacerdote hace genuflexión antes y después de manipular la sagrada Forma, porque en ella está Cristo;• y la disminución de lasincensaciones, que sólo se hacen «en la procesión de entrada, al inicio de la Misa para incensar el altar, en la proclamación del Evangelio y en el ofertorio para incensar las ofrendas» (nº 235), pero no ya en el momento augusto de la elevación, para incensar a Nuestro Señor, como señal inequívoca de su presencia real. 3º Alteraciones del rito que disminuyen el respeto y adoración debidos a la presencia real. Hay otras alteraciones del rito tradicional que, aunque sean menos graves que las mencionadas, afectan sin embargo al corazón mismo de la Misa y apuntan todas en una misma dirección, esto es, a disminuir el respeto debido a la sagrada presencia de Jesucristo. En este orden deben mencionarse las siguientes supresiones que, tomadas aisladamente, parecen carecer de importancia, pero que, consideradas en su conjunto, indican el espíritu que inspira estas reformas. Se han suprimido: Hojitas de Fe nº 328 – 4 – DEFENSA DE LA FE • la purificación de los dedos del sacerdote sobre y dentro del cáliz; • la obligación del sacerdote de mantener juntos los dedos que han tocado la Hostia, después de la Consagración, para evitar cualquier contacto profano; • la palia que protegía el cáliz, para preservar la preciosísima sangre de cualquier insecto o impureza; • el dorado obligatorio del interior de los vasos sagrados, que deben contener a Nuestro Señor Sacramentado; • la consagración del altar, si éste era fijo, por ser clara y expresa figura deCristo;•la piedra sagrada con lasreliquias de los mártires en el altar, si éste era fijo, y también en el ara, si el altar era móvil; • los manteles del altar –cuyo número ha sido reducido de tres a uno–, para que puedan absorber la preciosísima sangre si viene a derramarse el cáliz; • las prescripciones para purificar el lugar en que hubiese caído por accidente una Hostia consagrada. Todos estos requisitos de la Iglesia estaban inspirados en la grandísima reverencia debida a la presencia real de Nuestro Señor, y su supresión lleva a disminuir y perder el respeto y la noción de la presencia real de Jesucristo. Añádanse a estas supresiones otras actitudes que apuntan en el mismo sentido, aprobadas por todas las Conferencias episcopales, y que prácticamente han sido impuestas a los fieles: • la comunión de pie y con frecuencia en la mano; • la acción de gracias, muy breve por cierto, que se invita a hacer sentados; • la postura de pie después de la consagración. Todas estas alteraciones, agravadas aún por el alejamiento del Sagrario, frecuentemente relegado a un rincón del santuario –«el altar no es un soporte para elsagrario,sino la mesa del convite eucarístico», explica el Padre Martín Patino (p. 256)–, van dirigidas en un mismo sentido: poner «en retirada» el dogma de la presencia real. Conclusión. No puede negarse que muchísimos fieles siguen creyendo en la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía; pero tampoco puede negarse que, después del Concilio, un vendaval de descreimiento en la presencia real ha cundido en la Iglesia. Son indicios o manifestaciones de ello: • el número cada vez más elevado de sacerdotes que ya no creen en la presencia real, reduciéndola a un puro símbolo o entendiéndola como la presencia espiritual de Cristo entre los suyos; • las celebraciones conjuntas de los católicos con luteranos u otras sectas protestantes; • la «hospitalidad eucarística», porla que los católicos administran la comunión a protestantes –que no creen en la presencia real– y la reciben de pastores protestantes; • la profanación de las iglesias, convertidas ocasionalmente en salas de concierto o de exposición, o en comedores para pobres. Pues bien, a este descreimiento no se le puede señalar otra causa que la Misa nueva y el silenciamiento1de la presencia real en sus ritos y rúbricas.

FUENTE: FSSPX





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