3º DOMINGO DE ADVIENTO
I CLASE, ROSADO
(Comentario después de los textos y oraciones de la
Misa)
Vinculado con el audio de Adoración y Liberación en
Youtube:
TEXTOS DE LA SANTA MISA
Introito. Fil. 4.4-6;
Salm.84-2.- Gozaos siempre en el Señor; otra vez digo,
gozaos. Vuestra modestia sea patente a todos los hombres. El Señor está cerca.
No tengáis solicitud de cosa alguna; mas en toda circunstancia, por la oración,
manifestad vuestras peticiones a Dios. S. Bendijiste, Señor, a tu tierra;
apartaste la cautividad de Jacob. V/. Gloria.
Colecta.- Te
rogamos, Señor, apliques tu oído a nuestras súplicas, e ilumines las tinieblas
de nuestra inteligencia con la gracia de tu visita. Tú que vives…
Epístola.
Fil. 4.4-7.- La seguridad de la salvación que se acerca debe
dar al cristiano, frente a las contingencias de este mundo, una gran calma y
una gran moderación, sostenidas por una alegría profunda.
Hermanos: Gozaos siempre en el
Señor; otra vez digo, gozaos. Vuestra modestia sea manifiesta a todos los
hombres. El Señor está cerca. No andéis solícitos de cosa alguna; mas en
toda circunstancia por la oración y ruegos, con hacinamiento de gracias,
manifestad vuestras peticiones a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepuja a todo pensamiento,
guarde vuestros corazones e inteligencias, en .nuestro Señor Jesucristo.
Gradual.
Salm. 79.2-3.- Tú, Señor, que estás
sentado sobre los Querubines, excita tu poder, y ven. V/. Tú, que gobiernas a
Israel, atiende; tú, que guías a José como a una ovejuela.
Aleluya.
Salm. 79.3.- Aleluya, aleluya. V/.
Despierta, Señor, tu poder, y ven para que nos salves. Aleluya.
Evangelio.
Juan 1.19-28
En aquel tiempo, los judíos
enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan para que le preguntaran:
«¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías».
Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres
tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos
dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él
contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del
Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y
le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías,
ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de
vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy
digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la
otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando. CREDO.
Ofertorio.
Salm. 84.2-3.- Bendijiste, Señor, a tu
tierra; pusiste fin a la cautividad de Jacob; perdonaste la maldad de tu
pueblo.
Secreta.- Que
sin cesar, Señor, os sea ofrecido el sacrificio de nuestra religión, a fin de
que produzca el efecto para el que fue instituido y obre maravillosamente en
nosotros tu salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.
Prefacio de la Santísima Trinidad.- En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz. Santo…
Prefacio de la Santísima Trinidad.- En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz. Santo…
Comunión.
Is. 35.4.- Decid a los pusilánimes: Animaos, y no temáis;
mirad que viene nuestro Dios, y nos salvará.
Poscomunión.- Imploramos,
Señor, tu clemencia para que estos divinos auxilios, al purificarnos de los
pecados nos dispongan para las fiestas venideras. Por nuestro Señor…
COMENTARIO
Como habitualmente, comenzamos con un pequeño Proemio
Litúrgico; posteriormente reproducimos el comentario del Padre Castellani,
luego citas de los Santos Padres sobre el Evangelio de hoy y finalmente nuestro
propio comentario enfocado hacia la relación de la Palabra con temas de la
actualidad.
Recordamos que este escrito se relaciona con el video de
Adoración y Liberación en su canal de Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=5AvPmjc_7V0&list=PLQnsAqxpBzG2YcEBckC_2S8JhYKLA3bCa&index=11
PROEMIO LITÚRGICO
DOMINGO DE LA ALEGRÍA O DOMINGO
GAUDETE
El
Señor está cerca. El santo anhelo se hace más intenso en los verdaderos fieles.
La alegría espiritual pura de la cercanía de la Venida del Señor aumenta. Este
Domingo se llama Gaudete, y el color litúrgico
hoy es el Rosado. ¡Alegraos!, por la primera palabra de su Introito, tomado de
la Epístola de hoy, de San Pablo a los Filipenses. El contenido de este gozo
intenso no es otro que el Señor mismo, mas que alguna cosa que pueda traer.
Trae la Salvación obviamente; pero la Salvación también es Él mismo
principalmente, como autor-dador pero también como contenido. Es verdad que Él
hará de nuevo todas las cosas; hará nuevos Cielos y nueva Tierra para nosotros,
pero lo importante es Él y su compañía por la eternidad. Luego la compañía de
la Santísima Virgen, de San Miguel Arcángel, San Juan Bautista y San José; los
Apóstoles San Pedro y San Pablo; todos los santos y nuestros familiares y
amigos que se hayan salvado.
COMENTARIO DEL PADRE CASTELLANI
Tengo algunas diferencias con él en cuanto a
consideraciones que hace al final sobre Juan Bautista. Pero no vale la pena
aventarlas porque nos vamos del tema central. Siempre Castellani, a pesar de
algunas posibles exageraciones -Chesterton también las tiene- es un comentario
meduloso del cual se aprende.
<<[Jn
1, 19-28] Jn 1, 6-8. 19-28 El evangelio del tercer Domingo de Adviento (Jn 1,
19), trae el segundo testimonio de Juan Bautista acerca de Jesucristo, el que
dio a las autoridades religiosas oficiales. Está puesto al principio del
Evangelio del otro Juan después del solemne prefacio en que el Evangelista
declara que “el Verbo era Dios”. Juan el Aguila conecta su propio testimonio de
que Cristo era Dios (objeto del cuarto Evangelio) con el testimonio de Juan el
Lobo de que Cristo era el Mesías; completándolo. Este testimonio del Bautista a
los fariseos acerca de Cristo y de sí mismo, tuvo lugar más o menos en la mitad
de su corta carrera, que fue más corta aun que la de Cristo. Juan sobrevino
repentinamente como un meteoro, iluminó lo que tenía que iluminar, y se apagó
bruscamente. San Lucas tarja cuidadosamente el principio y el fin de su corta
tarea, como si esos dos topes tuviesen notable importancia. Al principio de su
misión predicó simplemente, aunque con fuerza extraordinaria “penitencia
urgente porque el Tiempo llegó”. Sus oyentes sabían perfectamente qué cosa
significaba “el Tiempo”, que era entonces objeto de las más ardientes
discusiones: las Setenta Semanas de Daniel ya cumplidas, la esperanza de Israel
y las Naciones a punto de realizarse, la plenitud de los tiempos. A los que
daban muestras de arrepentimiento de sus faltas –hasta confesarlas públicamente
algunos– Juan los bautizaba por inmersión, advirtiéndoles que era bautismo
“provisorio”, y les imponía una regla de conducta sencilla, tomada de la moral
natural; porque para reconocer al Mesías había que disponerse, quitando las
lagañas de los ojos interiores. Con esto, su trabajo estaba listo. Sus
imprecaciones contra el fariseísmo no empezaron sino después de la
investigación oficial que narra el evangelio de hoy. Juan sabía perfectamente
quiénes eran los fariseos –era de familia sacerdotal– sobre todo si fue
essenio, como creemos; pero era como una onza de plata en rectitud y humildad;
y lo mismo que Cristo, no iba a empezar su misión religiosa con un levante a
las autoridades religiosas, que no es la manera de empezar de los santos;
aunque a veces es la manera de acabar; y de que lo acaben a uno. Véase por
ejemplo el acabamiento del filósofo Soren Kirkegor. Cuando se presenta en el
remanso solitario de Besch-Zedá una delegación de “sacerdotes y levitas”
comisionados de Jerusalén, Juan los acoge con sencillez y sin descortesía;
probablemente con reverencia incluso. Su nombre corría ya de boca en boca como
de un varón extraordinario las mujeres y algunos entusiastas se dejaban decir
que era nada menos que “el Mesías”. ¿No se habían cumplido ya los Quinientos
Años de Daniel? El Cotarro de Jerusalén –que en hebreo se llama Sam-Hedrim y en
griego Synhedrio– aunque era propenso a despreciar, no podía pasarlo por alto;
y así mandó tomarle declaración: “–Tú ¿quién demonio eres?” –el diálogo entre
el Bautizador y los delegados es altamente típico–. “Juan confesó y no negó, y
confesó diciendo”... marca el Evangelista, indicando que se trataba de una
“confesión” o declaración de conciencia, incluso quizá peligrosa. –Yo no soy el
Mesías, dijo San Juan, leyéndoles las intenciones. –Entonces, declara quién
eres ¿eres por si acaso Elías? –No soy Elías. –¿Eres Profeta? –No... La última
réplica le salió seca. Sin embargo Cristo, que no miente, dirá después que Juan
era en cierto modo Elías, y que era el más grande de los Profetas. ¿Por qué
negó Juan que era profeta? “Por fastidio hacia esa gente soberbia”, dirá Teofilacto.
“Por humildad”, dirá el Crisóstomo. Pero la humildad nunca está reñida con la
veracidad, “la humildad es la verdad”, dice Santa Teresa. Juan no negó que era
profeta, Juan negó que era “el Profeta”... que estaba en la mente de los
interlocutores. Llenos de bambolla y de ideas “nacionalistas”, ellos se
figuraban un Mesías guerrero; y un Precursor Caudillo, por el estilo. Ese
profeta que ellos imaginaban, un Elías o un David, no era Juan. Era sin embargo
más que David en su humilde estación y en su aspecto áspero y salvaje. Era el
dedo que apuntaba a Cristo; y en ese sentido, metafóricamente, era también
Elías. Por mala comparación, es como si en la Argentina, pobre país que tantea
en lo oscuro sin saber de dónde le vendrán el orden y la salud, surgiese un
Manosanta capaz de ordenar, sanar y sacar adelante el país; y otro hombre capaz
de abrirle camino en esta empresa milagrosa; porque las cosas grandes las hacen
dos. Y entonces fueran los resistas y los antirrosistas y le preguntaran al
Precursor: –¿Tú eres el Libertador? –Yo no soy el Libertador. –¿Eres el segundo
Don Juan Manuel? –o Don Bernardino, ad libitum– –No soy el segundo Don Juan
Manuel. –¿Eres caudillo, por lo menos? –No soy el Caudillo. –Entonces, ¿qué
diablo eres? –Yo soy un pobre argentino que hace lo que puede, nada más y nada
menos que lo que Dios quiere de él; y eso más mal que bien... Entonces lo
despreciarían todos los politiqueros, no menos que la Curia Eclesiástica, y los
grandes diarios. En otro plano, así respondió el Bautista. “–Entonces ¿tú quién
diablo eres, y a ver qué nos dices de ti mismo, para que llevemos Respuesta a
los que nos envían...”. Era la conminación de la autoridad. Juan no se sustrae
a ella: “–Yo soy La-Voz-que-grita-en-el-Desierto” (una sola palabra en arameo, como
si dijéramos Wuesterlictruiendestimme en alemán, “ése es mi nombre”...). El
mundo en aquel tiempo, religiosamente hablando, era un desierto. Juan era una
simple voz; pobre y potente voz, una voz casi sin cuerpo, un cuerpo humano
hecho pura voz37 . “–¿Y qué grita esa voz? –Grita: Preparad los caminos al
Señor, como dijo Isaías Profeta. Nada más. “ Los fariseos lo despreciaron: era
uno de tantos gritones más. Era un fanático de la revolución mesiánica. A la
vista estaba que éste no iba a vencer a Pilato, ni a derribar a Herodes y a los
herodianos. Políticamente, cero. “–Entonces ¿cómo diablos bautizas, si no eres
ni el Cristo, ni Elías ni el Profeta?”. Gran idea tenían los judíos del
bautismo; la misma que tenemos nosotros. Perdonar los pecados puede solamente
Dios o aquel que lo representa; y ese lavacro con agua significa para ellos y
nosotros la limpieza de las lacras morales. Juan ya había bautizado a Cristo y
había tenido la gran revelación del Espíritu acerca de él. “Aquel sobre el cual
vieres descender en forma visible el Espíritu, Ese es.” Así que lanzó directa y
decididamente su Testimonio, lo que tenía que anunciar, aquello para lo cual
era nacido, a unos oídos taponados y no dignos de recibirlo: “–Yo bautizo con
agua; en medio Vuestro está Otro, que vosotros desconocéis, que bautizará con
fuego. Ese es el que ha de venir después de mí, que fue hecho antes de mí. Ése
es más grande que yo, y en tal medida, que yo no soy digno ni de atarle los
cordones del calzado.” Zás, aquí sí que la arreglamos –pensaron los fariseos–;
éste es loco. Despreciaron a 37Algunas Biblias modernas puntúan diferentemente
la frase del Bautista, en esta forma: “Yo soy la voz que grita: “En el desierto
preparad los caminos”., etcétera” (Nota del Pbro. Villaamil). Juan y no aceptaron
su bautismo precursorio, para mal de ellos, dice el Evangelio. Más tarde Cristo
los pondrá en gran aprieto, refiriéndose justamente al bautismo de Juan. Veamos
el otro episodio paralelo a éste. En el Templo, en una de sus últimas
contiendas con estos hipócritas engreídos, exigiéndole ellos, lo mismo que a
Juan, declinase “con qué autoridad haces esas cosas”, respondió discretamente
el Cristo: “–Decidme vosotros antes, por favor: el bautismo de Juan ¿era de
Dios o era [invención] de los hombres?”. Se cortaron; porque vieron que si
respondían era de Dios, reconocían que Cristo tenía veramente autoridad; y si
decían era cosa de hombres fanáticos, temían la ira del pueblo. “No sabemos”,
dijeron. “–¡Entonces tampoco puedo deciros qué autoridad tengo yo!”. Parece un
truco hábil de los usados por los “contrapuntistas” palestinos; y una
“respuesta de gallego”, que dicen los catalanes responden preguntando; y lo es
en efecto. Pero es más que eso: es responder implícitamente a la pregunta: “Si
Juan el Bautista tenía autoridad de Dios, yo tengo autoridad de Dios.” Era
responder y no responder, que es lo que cumple con los malintencionados. Con
esta autoridad, el Precursor de Cristo comenzó desde entonces a denunciar a los
fariseos, y a imprecarlos con la voz gorda; que es la única que quedaba para
salvarlos, aunque tampoco los salvó por cierto. “Hijos de víboras, raza de
serpientes, generación bastarda y adúltera ¿qué os habéis pensado? ¿Pensáis que
habéis de poder huir de la ira de Dios que se aproxima?”. Juan denunció a los
fariseos como los peores corruptores de la religiosidad; denuncia que había de
retomar más tarde Jesucristo en pleno y en gran estilo. El es la sífilis de la
religión, y el peor mal que existe en el mundo. Es el pecado contra el Espíritu
Santo”. Tanto que algún Santo Padre ha predicado que los únicos que van al
infierno (es decir, que de hecho se condenan) son los fariseos; y que eso
significaría el dicho de Cristo: ese pecado no tiene perdón en esta vida ni en
la otra”, proposición que yo no suscribiría, porque realmente no sé en absoluto
quiénes están de hecho en el Infierno, como pretendió saber Dante Alighieri Ni
nadie lo sabe. Recuerdo cuando yo estaba por hacerme cura, el párroco de mi
pueblo, un piamontés nombrado Olessio, me dijo: “Apruebo tu determinación; pero
te prevengo que el infierno está lleno de curas...” Ni él tampoco sabía nada,
por cierto. Tampoco sé si Juan el Bautista fue el santo más grande que ha
existido, mayor que San Francisco, San Pablo y San José. Esa discusión no interesa.
Los jesuitas creen que el santo mayor es San Ignacio; los dominicos que fue
Santo Domingo, los españoles que fue Santa Teresa; los franceses Juana de Arco,
y en un pueblo andaluz que se llama Recovo de la Reina, cuyo patrono es San
Pantaleón, creen que el santo mayor de la corte celestial es el Glorioso San
Pantaleón Santazo de cuerpo entero Y no como otros santitos Que ni se ven en el
suelo... El Pae Polinar creía de buena fe, como narra Pereda, que los santos
más grandes del mundo, después de Nuestra Señora, eran los Santos Mártires de
Santander, Emerencio y Torcuato. Lo que interesa no es saber cual fue el santo
más grande –todos son los más grandes cada uno en su linea, como todas las
obras maestras–, sino llegar a contarse entre ellos, aunque sea como el más
pequeño. Juan el Bautista fue el santo más grande del Antiguo Testamento, pero
el santo más chico del Nuevo Testamento es mayor que él, dijo Cristo, si
quieren saberlo. Y con eso basta.>> (Hasta acá Castellani): https://radiocristiandad.files.wordpress.com/2017/12/re-a124-el-evangelio-de-jesucristo-pe-castellani.pdf
SANTOS PADRES
Y éste es
el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron a él de Jerusalén sacerdotes
y Levitas a preguntarle: "¿Tú quién eres?" Y confesó y no negó: y
confesó: "Que yo no soy Cristo". Y le preguntaron: "¿Pues qué
cosa? ¿Eres tú Elías?" Y dijo: "No soy". "¿Eres tú el
Profeta?" Y respondió: "No". Y le dijeron: "¿Pues quién
eres, para que podamos dar respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de
ti mismo?" El dijo: "Yo soy la voz del que clama en el desierto:
enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías profeta". (vv. 19-23)
Orígenes, ut sup
Según se lee, este testimonio lo dio San Juan Bautista refiriéndose a
Jesucristo, empezando por aquellas palabras: "Este es el que yo dije: el
que ha de venir en pos de mí". Y concluye con aquélla: "El mismo lo
ha declarado".
Teofilacto
Después de haber dicho el Evangelista que San Juan hablaba de
Jesucristo, diciendo: "Ha sido engendrado antes de mí", ahora añade
que San Juan en este testimonio volvía a referirse a Jesucristo, diciendo:
"Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron a él de
Jerusalén sacerdotes y Levitas".
Orígenes, ut sup
Los judíos, en verdad, como parientes del Bautista por pertenecer a la
familia sacerdotal, destinan sacerdotes y levitas para que vengan desde
Jerusalén a preguntarle quién era San Juan. Esto es, enviaron a aquéllos que se
consideraban como diferentes de los demás, por la elección, y desde un lugar
escogido de Jerusalén. Buscan, por lo tanto, a Juan, con tanto respeto, cuanto
no leemos que en alguna época dispensasen los judíos al Salvador. Pero lo que
los judíos hacían respecto de San Juan, éste lo hacía respecto de Jesucristo,
preguntándole por medio de sus discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir, o
esperamos a otro?" ( Lc 7,19).
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
Creyeron a San Juan tan digno de ser creído que admitieron su
contestación como verdadera, a pesar de ser él mismo quien daba testimonio de
sí. Por esto se dice: "A preguntarle, ¿tú quién eres?"
San Agustín, in Ioannem,
tract.14
No hubieran enviado esta comisión si no se hubiesen extrañado de su
ilimitado poder, en virtud del cual se atrevía a bautizar.
Orígenes
Pero San Juan (según parece) observaba cierta indeterminación en la
pregunta de los sacerdotes y de los levitas, porque sin duda creían que sería
el mismo Cristo cuando bautizaba, aunque se abstenían de decirlo con claridad
para no ser tenidos por temerarios. Por eso, para destruir la opinión errada
que habían concebido desde el principio respecto de él, y así después brillase
mejor la verdad, les dice ante todo que él no es el Cristo. Por esto sigue:
"Y confesó y no negó: y confesó, que yo no soy el Cristo". Añadamos
también a esto que ya en el tiempo de la venida de Jesucristo se alegraba el pueblo
como si ya le tuviese delante, manifestando los doctores de la ley que según
las Sagradas Escrituras era llegado el tiempo en que debía aparecer el
Salvador. Por esta razón, Teodas había reunido muchos discípulos manifestándose
como si fuera el Salvador. Y después de él Judas Galileo hizo lo propio en
tiempo de los hechos de los apóstoles ( Hch 5,36-37). Esperándose, pues,
con tal vehemencia la venida del Salvador, los judíos mandaron a preguntar a
San Juan: "¿Tú quién eres?", queriendo saber si él se anunciaba como
el verdadero Cristo. Y no porque él dijo "Yo no soy el Cristo", lo
negó respecto de Jesús, sino que declaró la verdad en estas mismas palabras.
San Gregorio, in Evang. hom 7
Negó claramente lo que no era, pero no negó lo que era. Porque así, diciendo
la verdad, se hacía miembro suyo, no usurpando engañosamente ni apropiándose su
nombre.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15, sparsim
Experimentaron los judíos cierta pasión humana respecto de San Juan.
Creían indigno que él se sometiese a Jesucristo, porque las muchas cosas que
hacía San Juan demostraban su excelencia y, en realidad, que descendía de
familia ilustre (puesto que era hijo del príncipe de los sacerdotes). Y porque
demostraban, después, su educación sólida y su desprecio de las cosas humanas.
Mas en Jesucristo se veía lo contrario; era de un aspecto humilde, lo cual
menospreciaban los judíos diciendo: "¿Pues no es éste el hijo del
carpintero?" ( Mt 13,55). Su ordinario sustento era el de los demás, y su vestido no
se distinguía del de muchos. Y como San Juan mandaba continuamente a ver a
Jesucristo, y por otro lado querían más bien tener por maestro a San Juan, le
enviaron aquella legación, creyendo que por medio de halagos le obligarían a
confesar que él era el Cristo. Y por esto no envían a personas despreciables (a
la manera que a Cristo le enviaban a los ministros y los herodianos) sino
sacerdotes y levitas. Y no cualquiera de estos, sino a aquellos que estaban en
Jerusalén, que eran los más distinguidos. Y los envían para que pregunten:
"¿Tú quién eres?". No porque lo ignorasen, sino porque querían
llevarlo a contestar como queda dicho. Por esto San Juan les respondió según él
creía, y no según la mente de los que preguntaban: "Y confesó y no negó. Y
confesó, que yo no soy el Cristo". Y véase aquí la sabiduría del
Evangelista. Dice por tercera vez casi lo mismo, indicando la virtud del
Bautista, y descubriendo la malicia y la locura de los judíos. Es propio de un
siervo respetuoso no sólo no quitar la gloria a su amo, sino rechazarla cuando
otros se la ofrecen. Las muchedumbres, en realidad, habían creído por
ignorancia que San Juan era el Cristo. Y éstos, como iban de mala fe, le
preguntaban impulsados por la misma, creyendo que podrían atraerlo por medio de
halagos a lo que se proponían. Si no hubiesen pensado así, hubieran dicho a
Juan cuando les responde "yo no soy el Cristo": no hemos pensado en
esto, ni hemos venido a preguntártelo. Mas habiéndose visto descubiertos, pasan
a otra cosa. Y por esto prosigue: "Y le preguntaron: ¿pues qué cosa? ¿eres
tú Elías?
San Agustín, ut sup
Sabían, pues, que Elías vendría antes que Cristo. El nombre de Cristo no
era desconocido para ninguno de los hebreos, pero no creían que él fuese el
Cristo. Y, sin embargo, creyeron absolutamente que el Cristo había de venir. Y
al mismo tiempo que esperaban que vendría en el futuro, ya le ofendieron en el
presente.
Prosigue: Y contestó: "No soy".
San Gregorio, in evang. hom 7
De estas palabras se suscita cierta cuestión harto compleja. Porque en
otro lugar, preguntado el Señor por sus discípulos acerca de la venida de
Elías, les respondió: "Si queréis saberlo, el mismo Juan es Elías"
( Mt 11,14). Mas preguntado San Juan, contesta: "Yo no soy
Elías". ¿Cómo es el profeta de la verdad, si no está conforme con la
explicación de la misma Verdad?
Orígenes
Dirá alguno que San Juan ignoraba si él era Elías, y sin duda usarán de
esta razón los que asienten a la opinión trillada y el testimonio de la
transmigración 1, como si las almas se
revistiesen de nuevos cuerpos. Mas preguntan los judíos, por medio de los
levitas y los sacerdotes, si era Elías, dando fe a la creencia tradicional en
ellos y no extraña a la doctrina cabalística de sus padres, de que las almas
pueden de nuevo informar otros cuerpos. Y por esto dice San Juan: "yo no
soy Elías", porque en realidad desconocía su vida primitiva. ¿Pero es
lógico suponer que siendo iluminado por el Espíritu como profeta, y habiendo
referido tantas cosas de Dios y de su Unigénito, ignorara de sí mismo si alguna
vez su alma había estado en Elías?
San Gregorio, in Evang. hom. 6
Mas si se busca la verdad diligentemente, se encontrará que lo que
parece contrario entre sí no lo es. El ángel había dicho a Zacarías respecto a
San Juan: "El marchará delante del Cristo con el espíritu y la virtud de
Elías" ( Lc 1,17). Porque así como Elías precederá a la segunda venida del
Señor, así San Juan le precede en la primera. Y así como aquél vendrá como
precursor del juez, así éste viene como precursor del Salvador. San Juan, por
lo tanto, era Elías en espíritu, aun cuando no estaba en la persona de Elías. Y
lo que afirma el Señor del espíritu, San Juan lo niega respecto de la persona,
siendo muy justo que el Salvador, al dirigirse a sus discípulos para hablarles
de San Juan, adoptase el sentido espiritual y que San Juan, que respondía a las
muchedumbres carnales, hablase no del espíritu, sino del cuerpo.
Orígenes, ut sup
Responde, pues, a los levitas y a los sacerdotes: "No soy",
conociendo el fin que se proponen en esta pregunta. Pues la referida pregunta
no tendía a averiguar si ambos estaban animados de un mismo espíritu, sino si
Juan era el mismo Elías, que fue arrebatado y que ahora aparecía sin nuevo nacimiento,
como los judíos esperaban. Mas alguno dirá, creyendo en la transmigración de
los cuerpos, que es contrario a la razón admitir que el hijo de Zacarías,
nacido en la ancianidad de tan gran sacerdote, contra lo que se podía esperar
humanamente hablando, fuese desconocido por los sacerdotes y los levitas,
ignorando su nacimiento, y más cuando, especialmente San Lucas, dijo que se
había suscitado un temor grande entre los que habitaban en las cercanías
( Lc 1,65). Pero acaso les parece que deben preguntar en sentido
tropológico 2, porque esperaban que
Elías vendría antes del fin y delante de Cristo. Como si preguntasen: ¿eres tú,
acaso, el que anuncias que el Cristo habrá de venir al fin del mundo? Pero les
responde con precaución: "No soy". Pero no debe llamar la atención
que así como respecto del Salvador había muchos que sabían que había nacido de
María, y sin embargo algunos de ellos se engañaban (creyendo que El era Juan
Bautista, Elías, o alguno de los profetas), así también respecto de San Juan;
aunque no se ocultaba a muchos que era hijo de San Zacarías, dudaban algunos si
acaso sería Elías el que había aparecido en San Juan. Y como había habido
muchos profetas en Israel, se esperaba uno de quien Moisés había vaticinado,
especialmente por aquellas palabras: "El Señor os levantará un profeta de
entre vuestros hermanos, y le obedeceréis como a mí" ( Dt 18,18). Le preguntan por
tercera vez, no ya sencillamente si es un profeta, sino si es el profeta, esto
es, con la singularidad que expresa el artículo griego. Por esto sigue: "¿Eres
tú el profeta?" El pueblo de Israel había comprendido en todos los
profetas que ninguno de ellos era aquél de quien había vaticinado Moisés. El
cual (como había sucedido a Moisés) estaría entre Dios y los hombres, y
transmitiría a los discípulos el testamento recibido de Dios. Y atribuían ellos
este nombre no a Jesucristo, sino que creían que sería distinto de Cristo. San
Juan conoció que Cristo era el verdadero profeta, por esto añade: "Y
respondió no".
San Agustín, in Ioannem, tract.4
Acaso porque San Juan era más que profeta, porque los profetas habían
anunciado al Salvador desde lejos, pero San Juan demuestra que está presente.
Prosigue: "Y le dijeron: pues ¿quién eres?", etc.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
Véase aquí cómo insisten y preguntan con más fuerza. Mas éste destruye
con su mansedumbre todas las sospechas que no estaban inspiradas en la verdad,
y restablece la opinión verdadera. Por esto sigue: "El dijo: yo soy voz
del que clama en el desierto".
San Agustín, ut sup
Isaías ya lo dijo y su profecía se realizó en San Juan.
San Gregorio, in Evang. hom. 7
Ya sabéis que el Hijo Unigénito se llama el Verbo del Padre y por
nuestro mismo lenguaje sabemos que primero suena la voz para que después se
pueda oír la palabra; mas San Juan asegura que él es la voz que precede a la
palabra y que por su mediación el Verbo del Padre es oído por los hombres.
Orígenes
Heracleón, sin consideración a San Juan y a los profetas, dice que, en
efecto, el Verbo es el Salvador, y que la voz se oye por medio de San Juan, de
donde la virtud profética consiste en un mero sonido. A él le debemos contestar
que si la trompeta no deja oír su voz significativa, nadie se apercibirá a la
batalla. Pero si la voz del profeta no es otra cosa que un mero sonido, ¿cómo
el Salvador nos remite a ella, cuando dijo "examinad las Escrituras"
( Jn 5,39)? Y dice San Juan que es él la voz. No que clama en el
desierto, sino del que clama en el desierto, esto es de Aquél que estaba y
clamaba: "Si alguno tiene sed que venga a mí y beba" ( Jn 7,37). Clamaba, pues, para que
lo oyesen los que estaban distantes, y para que lo perciban los que tienen el
oído torpe, y puedan comprender la importancia de lo que se les dice.
Teofilacto
O bien porque anuncia la verdad de un modo terminante, en tanto que los
que vivían bajo el influjo de la ley hablaban oscuramente.
San Gregorio, ut sup
San Juan clamaba en el desierto, porque anunciaba el consuelo del
Redentor a Judea, que estaba como abandonada y desierta.
Orígenes, ut sup
El efecto de esta voz que clama en el desierto no debe ser otro que el
que el alma, separada de Dios, vuelva otra vez al camino recto que conduce a
Dios, no siguiendo la malicia de los pasos torcidos de la serpiente, sino
elevándose por medio de la contemplación al conocimiento de la verdad, sin
mezcla alguna de mentira, para que la vida de acción se ajuste a la norma de lo
lícito después de una conveniente meditación. Por esto sigue: "Enderezad
el camino del Señor, como dijo Isaías el profeta".
San Gregorio, ut sup
El camino del Señor es enderezado hacia el corazón cuando se oye con
humildad la palabra de la verdad. El camino del Señor es enderezado al corazón
cuando se prepara la vida al cumplimiento de su ley.
Notas
1. La reencarnación.
2. Sentido tropológico
equivale a sentido moral, es decir el mensaje del texto que ilumina la vida
cristiana del que lo lee.
Y los que
habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron y le dijeron:
"¿Pues por qué bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el
profeta?" Juan les respondió, y dijo: "Yo bautizo en agua; mas en
medio de vosotros estuvo a quien vosotros no conocéis. Este es el que ha de
venir en pos de mí, que ha sido engendrado antes de mí: del cual yo no soy
digno de desatar la correa del zapato". Esto aconteció en Betania, de la
otra parte del Jordán, en donde estaba Juan bautizando. (vv. 24-28)
Orígenes, ut sup
Habiendo respondido a los sacerdotes y a los levitas, fue preguntado por
los fariseos. "Y los que habían sido enviados, eran de los fariseos".
Digo que éste es el tercer testimonio, como puede deducirse de sus palabras.
Véase también cómo los sacerdotes y los levitas preguntan con mansedumbre:
"Tú, ¿quién eres?". No se arrogan nada digno de censura en aquella
pregunta, sino que obran cual corresponde a verdaderos ministros de Dios. Mas
los fariseos, divididos e inoportunos, según indica su nombre, dirigen al
Bautista palabras mal sonantes y ofensivas. Por esto sigue: "Y le dijeron:
¿pues por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?"
No querían averiguar la verdad, sino impedirle que bautizase. Pero después, no
sé por qué razón, se deciden a bautizarse y volvieron a San Juan. La solución
de esto, que los fariseos, a pesar de que no creían, viniesen a bautizarse con
hipocresía, parece que consiste en que temían al pueblo.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
O acaso los mismos sacerdotes y levitas eran también de los fariseos, y
como no pudieron doblegarlo con halagos, intentan arrojar sobre él una
acusación, obligándole a decir lo que no era. Por esto sigue: "Y le
preguntaron y le dijeron: ¿pues por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni
Elías ni el profeta?". Les parecía que rayaba en la audacia el bautizar
sin ser el Cristo, ni su precursor, ni su anunciador, esto es, su profeta.
San Gregorio, in Evang. hom. 7
Pero cuando un santo cualquiera es preguntado con mal fin, no sale de su
expresión de bondad. Por esto San Juan responde a las palabras de envidia con
las predicaciones de vida. Por esto sigue: "Y Juan les respondió y dijo:
yo bautizo en agua".
Orígenes, ut sup
Y a aquellas palabras: "¿Por qué bautizas?", no convenía
contestar otra cosa que indicar que su bautismo era carnal, o manifestar que
era material.
San Gregorio, ut sup
San Juan no bautizaba en espíritu sino en agua, porque no podía perdonar
los pecados. Lavaba con agua los cuerpos de los que se bautizaban, pero no
purificaba sus almas por medio del perdón. ¿Y para qué bautiza si no perdona
los pecados por medio del bautismo? Porque, cumpliendo en todo el orden y
oficio de precursor de Aquel que venía -esto es, a cuyo nacimiento se había
adelantado naciendo-, debía adelantarse también al Señor, que había de
bautizar, bautizando él. Y el que se había hecho precursor de Jesucristo por
medio de la predicación también había de ser su precursor bautizando, para
imitarle en el sacramento, puesto que con ello anunciaba que éste era uno de
los misterios de nuestra redención, y que estaba en medio de los hombres Aquél
que aún no era conocido. Por esto sigue: "Mas en medio de vosotros está
uno a quien vosotros no conocéis", porque como el Señor aparece en carne,
es visible en cuanto al cuerpo pero invisible en cuanto a la majestad.
Crisóstomo, ut sup
Dijo esto porque era conveniente que el Salvador se confundiese con el
pueblo, como uno de tantos, para dar ejemplo de humildad en todas partes. Y
cuando dice: "A quien vosotros no conocéis", habla de un conocimiento
cierto y seguro de quién es y de dónde viene.
San Agustín, in Ioannem, tract. 4
Apareció humilde y por lo mismo es antorcha encendida.
Teofilacto
El Señor estaba en medio de los fariseos, pero le desconocían. Porque
como ellos creían saber las Escrituras, por cuanto en ellas era anunciado el
Señor, se encontraba en medio de ellos (esto es en sus conciencias) pero no lo
conocían, porque no entendían las Escrituras. Además estaba en medio de ellos porque
era mediador entre Dios y los hombres, por cuya razón Cristo Jesús se
encontraba en medio de los fariseos esforzándose por unirlos con Dios, pero
ellos no le conocían.
Orígenes
Una vez contestado: "Yo bautizo en agua" a aquella pregunta:
"¿Por qué bautizas?", a las palabras: "¿Si tú no eres el
Cristo?", el precursor ofrece su contestación pregonando la excelencia de
la esencia de Jesucristo. Y dice que es tan grande el poder que tiene, que es
invisible en cuanto a su divinidad, a pesar de que está presente a todos y se
encuentra difundido por todo el orbe, lo que se da a entender por lo que dijo:
"En medio de vosotros estuvo". Pues Este se encuentra en todo el
mecanismo del universo, y lo penetra todo de tal modo que las cosas que nacen,
nacen por El, puesto que todo fue hecho por El. Y esto es lo que da a conocer
claramente a los que le preguntan: "¿Por qué bautizas?" O cuando
dice: "En medio de vosotros estuvo", debe entenderse esto respecto de
nosotros los hombres. Porque como somos racionales, existe en medio de
nosotros, por lo mismo que el asiento principal del alma, el corazón, está
situado en la parte media del cuerpo. Los que llevan al Verbo en su interior,
ignorando su naturaleza, ni de dónde viene, ni cómo se encuentra en ellos,
éstos desconocen que tienen el Verbo dentro de sí mismos, lo cual ya conoció
San Juan. Por lo que, reprendiendo a los fariseos, les dice: "A quien
vosotros no conocéis". Como los fariseos esperaban que no se tardaría la
venida del Cristo y no podían elevarse a tan alto concepto acerca de El,
creyendo sólo que sería un hombre santo, San Juan reprende su ignorancia,
porque desconocen su excelencia. Dice: "Estuvo", porque está el
Padre, que existe de una manera invariable e impermutable. Está también su
Verbo, para salvar continuamente y aun cuando ha tomado carne y se encuentra
entre los hombres de una manera invisible y no es conocido por ellos. Y para
que alguno no crea que el que es invisible, cuando viene para todos los hombres
o para todo el universo, es otro distinto del que se ha humanado y aparecido en
la tierra, añade: "Este es el que ha de venir en pos de mí". Esto es,
que habrá de aparecer después de mí. Y no tiene aquí la misma significación la
palabra en pos que cuando Jesús nos invita a que vengamos en pos de El. Allí se
nos manda que le sigamos, para que siguiendo sus pasos podamos llegar hasta el
Padre; aquí se manifiesta lo que de esto se sigue, según las enseñanzas del
Bautista. Vino con el fin de que todos crean por él, preparados para que puedan
llegar sin mayor dificultad al Verbo perfecto. Dice además: "Este es el
que ha de venir en pos de mí".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
Como si dijese (San Juan) no creáis que todo consiste en mi bautismo,
porque si mi bautismo fuese perfecto, no vendría otro después de mí a dar otro
bautismo; mas todo esto es preparación de aquél, y pasará en breve como la
sombra y la imagen; pero conviene que el que impone la verdad venga después de
mí. Y si este bautismo fuera perfecto, nunca hubiese sido necesario un segundo.
Y por esto añade: "El que ha sido engendrado antes de mí" es digno de
mayor honor y de mayor respeto.
San Gregorio, ut sup
Al decir: "Ha sido hecho antes que yo" da a entender que había
sido antepuesto a él. Viene después de mí, porque ha nacido después. Y ha sido
engendrado antes de mí, porque es superior a mí.
Crisóstomo, ut sup
Y para que no se crea que su respectiva excelencia es comparable, y para
manifestar mejor la diferencia, añade: "Del cual yo no soy digno de
desatar la correa del calzado". Como diciendo: en tanto es superior a mí
yo no soy digno de contarme ni aun entre sus servidores más humildes, porque
soltar el calzado es lo último que puede hacer el que sirve.
San Agustín, ut sup
Por lo que si se hubiera juzgado digno de soltar la correa de su calzado,
no hubiera aparecido más humilde.
San Gregorio, in Evang. hom. 7
Fue costumbre entre los antiguos que si alguno no quería casarse con
alguna de las que le correspondían, debía soltarle el calzado a aquél que le
fuese destinado en razón de verdadero parentesco. Y al aparecer Jesucristo
entre los hombres, ¿qué otra cosa es más que el esposo que se presenta a la
Iglesia santa? Por lo tanto San Juan se considera como indigno de soltar la
correa de su calzado, como diciendo terminantemente: no puedo descubrir los
vestigios del Redentor, porque el nombre de esposo no me lo merezco, y por ello
no lo usurpo. Lo cual también puede entenderse de otro modo. ¿No sabemos todos
que el calzado se hace con pieles de animales muertos? Pero habiendo venido el
Señor por medio de la Encarnación, aparece como calzado, porque tomó sobre su
divinidad la sustancia mortecina de nuestra corrupción. Y la correa de su
calzado es la ligadura del misterio. San Juan, pues, no se atreve a soltar la
correa de su calzado porque no puede penetrar el misterio de su Encarnación,
como si dijese claramente: ¿Qué de particular tiene que sea mayor que yo, si
considero que aun cuando ha nacido después que yo, no comprendo el misterio de
su nacimiento?
Orígenes, in Ioannem, tom. 6
Hay alguno que ha dicho, y no sin razón, que esto debe entenderse así:
No soy yo de tanto mérito para considerar su existencia de tan elevado origen y
creer que ha recibido la carne como un calzado sólo por causa mía.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 16
Y como San Juan predicaba a todos con oportuna libertad lo que se
refería a Jesucristo, el Evangelista dice aquí el lugar donde lo hacía,
añadiendo: "Esto aconteció en Betania, de la otra parte del Jordán, en
donde estaba Juan bautizando". Porque no predicaba a Jesucristo ni en la
casa ni en la esquina, sino al otro lado del Jordán, en medio de la multitud y
estando presentes los que había bautizado. Algunos ejemplares dicen en
Betábora 1, porque Betania no estaba al otro lado del Jordán, ni en el desierto,
sino cerca de Jerusalén.
Glosa
Pero hay dos Betanias: una al otro lado del Jordán y otra a la parte
acá, no muy distante de Jerusalén, en donde Lázaro fue resucitado.
Crisóstomo, ut sup
También se fija en esto por otra causa. Porque no refería cosas antiguas
sino las que habían ocurrido poco tiempo antes, por lo que cita como testigos a
los que estaban presentes y habían visto aquello que se refería, haciendo la
demostración hasta de los lugares.
Alcuino
Mas Betania quiere decir casa de obediencia, por medio de la que se
manifiesta que todos deben obediencia a la fe para venir al bautismo.
Orígenes
Y Betábora quiere decir "casa de preparación", y conviene con
el bautismo de San Juan, que servía para preparar al Señor un pueblo perfecto.
Jordán quiere decir "la bajada de aquéllos". ¿Y quién será este río,
sino nuestro Salvador, por medio del cual deben purificarse los que entran en
este mundo, no porque Este sea quien baje, sino el género humano? Este río separa
las gracias concedidas por Moisés de las concedidas por Jesucristo. Los
manantiales de Este alegran la ciudad de Dios. Además, así como el caimán nada
en el río de Egipto, así el Señor se oculta en este río. Mas el Padre está en
el Hijo, y los que marchan a donde El se encuentra para lavarse dejan el
oprobio de Egipto y se preparan a recibir la heredad eterna. Además se
purifican de la lepra y son capaces de merecer las dos gracias, estando
dispuestos para recibir las del Espíritu Santo. Porque este Espíritu nunca
había bajado en forma de paloma sobre el otro río. San Juan bautizaba al otro
lado del Jordán, como precursor del que había de venir a llamar no a los
inocentes sino a los pecadores (o sea el precursor de Aquél que vino a llamar a
los pecadores y no a los inocentes).
Notas
1. Betábara. Aldea transjordánica donde, según algunos manuscritos de
algunos Padres, bautizaba Juan. Es distinta de la tierra de Lázaro, Marta y
María.
LA ATERRIZACIÓN DE LA NAVIDAD
Hermanos,
no andéis solícitos por cosa alguna, dice
San Pablo, apuntando hacia lo alto. Nuestra solicitud debe apuntar hacia el
Señor y su voluntad; no hacia las cosas. Esa es la fuente de la verdadera
alegría y gozo profundos, espirituales.
Hoy
en día, donde esteticismos sociales basados en mitos paganos o folklores
legendarios o convenciones estúpidas políticamente correctas terminan
reemplazando la Fe, la Esperanza y el Amor que se deben depositar en el Mesías
que viene, como Santa Claus, Papa Noel….donde se pierde el centro y la
dirección del absoluto y la mirada del hombre occidental se vuelve hacia las
cosas….cosas y mas cosas…..arbolitos, globitos, comilonas, regalos, muchos
gastos de recursos, Cristo desaparece; su Navidad se convierte en un pretexto
para celebraciones púramente humanas y comerciales; donde los mass-media
alientan a consumir, consumir, consumir….El Niñito es el representante tierno
simbólico de la Humanidad; de los niños sencillos…….Todo es horizontal,
antropocéntrico, inmanente, bien aterrizado, como les gusta a
los progremodernistas. Y lo que resta de la iglesia de hoy hace muy poco para
corregir esta licuación de la Encarnación; mas bien busca acompañar al
mundo en sus concepciones…..para no quedarse afuera… ¿Afuera
de que temen quedar? De la consideración del Mundo, del Sistema, del César, del
Leviathán…..
De
lo que se queda fuera con esa pérdida de la Fe y el respeto a las fiestas
litúrgicas, que son las fechas mas importantes para el cristiano, es del Reino
de Cristo. Siervo malo y perezoso….arrójenlo a las tinieblas de afuera……Pero
eso no se teme; sencillamente porque se ha perdido el Temor de Dios, don del
Espíritu Santo, sin el cual se cae todo el edificio, porque no hay humildad.
LA COSIFICACIÓN DEL HOMBRE
Ya hablamos en Domingos
anteriores de la capital importancia que tiene el tener conciencia de quién es
Cristo y de que nos salva. Recordemos la vida sórdida, angustiada y sin
esperanza cierta de los antiguos pueblos paganos, con el temor permanente de
dioses caprichosos y crueles y espíritus vengativos, etc. En una palabra, la
tiranía del Demonio se hacía sentir en la antigüedad sobre muchos pueblos. Es
verdad que griegos y romanos tendían mas hacia la Verdad, la armonía de
costumbres, pero solo Cristo trajo la liberación de Satanás y su opresión; la
angustia permanente de tener contentos a dioses exigentes, imprevisibles y
vengativos, que exigían permanentes sacrificios.
También
hablamos de la tontería de los mitos del bon sauvage.
Las leyendas negras políticamente correctas que culpan a la Iglesia de irrumpir
cruelmente en la bucólica y beatífica vida de los pueblos paganos…..Una
verdadera estupidez, además de insulto a Cristo.
Recordemos que el hombre está
bajo el Pecado original y la esclavitud de Satanás; solo Cristo trae la
verdadera Paz y Alegría liberando de las cadenas del Demonio, que pesan sobre
todos los seres humanos que no están en Gracia, peor sobre los que no toman
conciencia de eso; algo que es muy actual.
Cuando
uno toma conciencia de esto, la alegría y el gozo, y la gratitud, se dirigen al
Salvador, y se cumple la exhortación de San Pablo: ¡no inquietarse
por las cosas! Esta inquietud por las cosas, rebaja
al hombre, le hace perder la calidad de Hijo de Dios que le llega por el
Bautismo y hasta lo deshumaniza; el hombre que vive inquieto y torturado por
cosas, se convierte en una cosa. Y aquí cosificación no significa
ontologización de una idea, como diría un nominalista; sino lo
contrario; cosificación como conversión en un objeto; desontologización al fin
y al cabo: el hombre pierde su ser.
Consumo, fiestas, comilonas,
regalos, etc. no son de por sí malos si se hacen con equilibrio y teniendo
clara siempre la prioridad, pero sí, son pésimos si estas cosas reemplazan al
anhelo cristiano por recibir al Señor, en ambas Venidas.
LA IMPORTANCIA DEL CONOCIMIENTO
Entre
ustedes está Uno que ustedes no conocen, reprocha el
Bautista a los enviados de los Sacerdotes.
No
conocer la teoría de la relatividad, algunos marsupiales de Nueva Zelanda, la
teoría de la Música de la Esferas de Pitágoras, no tiene importancia para la
vida del hombre. Dejando claro, que el conocimiento científico no es
malo; es malo cuando reemplaza al conocimiento de Cristo o lo veta, lo critica.
Como dice la obra cumbre de la literatura de mi patria, el Martín Fierro, mejor que
saber muchas cosas es saber cosas buenas.
El hombre debe, necesita conocer
ante todo a su Salvador, Cristo; debe conocer y saber que lo necesita para
alcanzar su destino final con Dios y no perderse en el infierno eterno.
NO
hay salvación-por-default, predeterminada a priori,
intrínseca a la naturaleza humana, tipo cristiano anónimo rhaneriano. Hace
falta creer en Cristo, aceptar la Gracia que viene desde la Eternidad, desde
Cristo mismo, gratuitamente, y luego colaborar con ella.
Siempre estamos obligados a
volver sobre los mismos temas, porque estos temas extraviaron generaciones
enteras…
El pretender que todos estamos
salvados por ser cristianos anónimos rhanerianos es una mentira, y es
sumergirse en el pecado de Presunción, y perderse.
¿Cómo lo conocerán si no hay
quien lo predique?, dice el Apóstol. Sin Fe no hay salvación, por eso la
Iglesia ha misionado siempre en tierras lejanas y hostiles para salvar todos
los hombres posibles por el conocimiento y el seguimiento de Cristo, su
Palabra, sus Sacramentos, sus Mandamientos.
Dios tendría que salvar masas,
miríadas humanas de manera extraordinaria, a fuerza de portentos infinitos todo
el tiempo, que violan su propio plan, porque su Iglesia no sirve para nada mas
que para engañar almas…….un error que fermenta desde hace algo mas de medio
siglo…….
Me vienen a la memoria las Cartas
a las iglesias de Apocalipsis… Sardes y Laodicea… y todo me trae hacia el
momento actual.
EL EXTRAORDINARIO SAN JUAN BAUTISTA: LA HUMILDAD
ES LA VERDAD, Y CONOCIMIENTO AL FIN
De
nuevo lo tenemos al gran San Juan Bautista. Es tanta la impresión que produjo
su figura austera, seria, enérgica, su tronar en el desierto; también sus
consejos humanos a las distintas gentes; su absoluto alejamiento de diplomacias
y contubernios con los poderosos de este mundo; su bautismo; su evidente
independencia de condicionamientos mundanos, su carisma…..que
algunos llegaron a pensar que el Mesías era él…
La casta religiosa de Israel
estaba impresionada con él y mandó emisarios a platicar…
Sabían que era hijo de
Sacerdotes…..de rancia alcurnia. Era un tipo muy particular, imponente y
distinto; valiente y sin inhibiciones. Y bautizaba…..¿Y si era el Mesías?
No estaría mal tratar de negociar con el…
Juan,
veraz, humilde, sin vueltas, sin meandros serpentinos, confiesa con claridad
para evacuar aquella tentadora sospecha de que él mismo era el Mesías: Yo no soy el
Cristo, ni Elías. Yo bautizo con agua, el que viene después de mí bautiza con
Espíritu Santo y Fuego, dirá en otro Evangelio.
Entre
ustedes está uno que ustedes no conocen. El estaba antes que yo, me
precede….del cual yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias….
Juan no se deja enredar, contesta
con calma y absoluta veracidad y humildad. La Humildad es la Verdad, dice la
Gran Teresa de Avila. No es empalagosa y almibarada blandura…
En
medio de ustedes está Uno que ustedes no conocen…..
No
hay que complicarse con el tema de Elías: Juan dice que no es Elías. Jesús
dice, si quieren creer, Juan es aquel Elías que debía venir… La
afirmación de Jesús toma el Benedictus, que Él mismo con su Espíritu inspiró a
Zacarías desde la eternidad: vendrá con el espíritu y el poder de Elías. No es
personalmente Elías, pero viene a ser como otro Elías, simbólicamente,
cumpliendo una misión análoga. Recordemos que Elías volverá al final de los
tiempos como Testigo del Señor, siendo precursor de su Parusía. No hay
contradicción. Juan afirma no ser Elías personalmente, humanamente, como
pensaban los judíos. Jesús dice que Juan, si queréis creerlo, es
Elías, porque cumple una misión muy similar de Precursor de su manifestación.
Ese si queréis creerlo, apunta a algo misterioso que va
más allá de la literalidad cruda.
Juan
al final, terminó defraudando a la caterva religiosa judía:
políticamente su valor era cero: nada podía contra Pilato ni Herodes. Los
fariseos en el fondo solo se movían en el plano de la inmanencia de la
política. Era cero en el campo del espíritu.
SENCILLEZ Y CONOCIMIENTO
El Padre revela los misterios del
Reino a los humildes. Dios resiste a los soberbios y a los humildes da Gracia.
El conocimiento de Dios es de los humildes, y el conocimiento de Dios no
excluye el intelecto y la erudición, sencillamente es más que eso. El puro
fideismo irracionalista y sentimental es una locura pueril que parece tener
cierta cantidad de adherentes. Y por otro lado, la erudición puramente
académica, sin Fe y sin temor de Dios, sin humildad, es paja, basura; solo
sirve para perdición. El progremodernista tiende a caer en ambos extremos.
El medio de esto no es
geométrico; es ontológico. Conocimiento de Dios por el intelecto es posible,
como dice San Pablo en Romanos, de Dios, de su Eternidad y Divinidad, de su
calidad de Creador. Pero hace falta la Revelación; la Biblia vivida por la
Tradición e interpretada por el Magisterio, para conocer el proyecto salvífico
de Dios en Cristo y la nueva economía divina que esto trae.
La lectura, la meditación de la
Palabra y la sabiduría de los Santos, lleva al Conocimiento de Dios, de Cristo,
paralelamente a la oración y los Sacramentos (la Misa sobre todo) y las buenas
obras. Todo esto se retroalimenta.
Hoy tenemos a mano por la
tecnología, en unos clics, Biblia, Magisterio, Tradición, buenos libros….junto
con cosas banales, estúpidas, y toda la basura procaz, soez, vana y satánica
que pulula en los mass media.
Hay
una tendencia en los últimos tiempos, muy ranheriana, espíritu-concilar, de
confundir la sencillez evangélica con ignorancia,
estulticia.
La sencillez no implica
ignorancia, sino en el fondo precisamente lo contrario: Te doy gracias Padre,
porque estos misterios del Reino los revelas a los sencillos y pequeños….
Los sencillos están abiertos a la
sabiduría de Dios, letrados o iletrados. La soberbia es un obstáculo para
recibir conocimiento de Dios: Él resiste a los soberbios. Ellos morirán en su
pecado.
El sencillo verdadero, nunca es
ignorante de las cosas de Dios: es el predilecto de los regalos de sabiduría de
Dios.
El
ignorante de las cosas de Dios es por tibio, por mediocre, por desamorado con
Dios; salvo que sea por ignorancia invencible, algo improbable hoy en día por
la facilidad que mencionamos antes para acceder a la Revelación de Cristo y la
presencia de la iglesia en gran parte del mundo. Aunque hoy la iglesia de
Francisco ya no alienta la misión porque esta es proselitismo….
Lo que se hace hoy es dialogar, acompañar, escuchar…Ya
no se predica, no se exhorta enérgicamente a la conversión como antes; Rhaner y
la Nouvelle Teologie han cambiado a la Iglesia…. La Iglesia hoy sigue y aprende
del mundo…
Para recibir al Mesías, entonces,
a Jesucristo, como corresponde, con Fe, Esperanza, Amor, hay que conocerlo. El
que no conoce no ama. No se puede amar lo que no se conoce. De allí la
importancia de la formación católica. El Culto es fundamental; la Liturgia es
Capital, además de la Palabra (Biblia, Tradición y Magisterio).
Sin Misa verdadera, Tradicional,
la búsqueda de conocimiento no tiene el centro del hacerse presente el
Sacrificio del Calvario. El Centro de la Sabiduría es la Cruz de Cristo, dice
San Pablo. No el sufrimiento a secas, sino la Cruz de Cristo.
La Misa Tradicional, Tridentina,
nos puede dar esto, de manera límpida y fiel.
Y a esto le debemos sumar el
conocimiento de la Escritura. DESCONOCER LA ESCRITURA ES DESCONOCER A CRISTO,
dijo San Jerónimo. E insistimos, la Escritura se debe abordar por la Tradición
vivida y el Magisterio que la interpreta, hasta 1962, año en que mas allá de
los vaivenes de la Iglesia, de sus mas y sus menos, la Doctrina se mantiene
pura.
Recordemos
que el conocimiento de Cristo no se queda en un mero asentimiento intelectual a
algunos principios morales, o clichés seudoespirituales, es una compenetración
con Cristo, la aceptación de su voluntad expresada en una vida que ora,
cumple los mandamientos y anuncia con ejemplo y Palabra. Tampoco es una
cuestión de vida con buenos sentimientos, sin racionalidad y sin
Revelación sobrenatural, o como pura bondad humana, como mera buena
persona… Buena persona podía ser un pagano en la
antigüedad, antes de Cristo. La Encarnación, maravilloso plan del Padre para
salvarnos, no es algo de balde, al pedo, como decimos en Argentina.
Si
Cristo vino, vivió, predicó, mostró el poder de Dios, sufrió, resucitó,
ascendió, mandó el Espíritu, fundó y engrandeció a la Iglesia, sigue viniendo
en la Misa y en la Palabra, y en el Espíritu, es para que nos levantemos sobre
algo mas que buenas personas…
El Sermón de la Montaña pide
mucho mas que buenas personas. Esto se puede conseguir con la Gracia. Digamos
ya que estamos, que la iglesia del nuevo paradigma -y que venía del modernismo
post conciliar- ya frecuentemente no tiene en cuenta la Gracia, y solo pide
algo como esto: hagan lo que puedan buenamente, humanamente; lo que el Sistema
les permita sin molestarlos….. Dios con eso se satisface…
El conocimiento es relación
íntima con Cristo. El término conocer en hebreo va mas allá de asimilar
información, como se lo concibe hoy. Es una compenetración profunda. Abraham
conoció a Sara…. Una compenetración análoga a la intimidad marital del hombre y
la mujer. Cristo es el Esposo de la Iglesia.
ORACIÓN FINAL
Pidámosle a Nuestra Madre la
Santísima Virgen, su sencillez y la del Bautista, su humildad y la del
Bautista, esa que por un conocimiento sobrenatural lo hizo saltar en el seno de
su madre ante la presencia del Señor en el seno de María.
María guardaba todas las cosas
del Señor en su corazón. Eso fortalecía su Fe. Feliz la que ha creído. El
conocimiento de Dios debe ser por la Fe.
Aquel que vendrá en Navidad, pero
también al fin del mundo, y al que encontraremos como Juez al final de nuestras
vidas, también está entre nosotros, en la Misa, en la Palabra. En el Espíritu,
que quiere albergarse en los corazones sencillos, humildes, rectos, veraces.
¿Lo conocemos?
Pidámosle este conocimiento al
Señor por intercesión de su Santa Madre y de San Juan Bautista, para que
podamos recibirlo como corresponde, con gozo verdadero, en Navidad, pero
también teniendo en cuenta siempre la proyección hacia su Venida final, en la
Parusía, que puede ser para nosotros el final de nuestra vida.
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