Cuando el filósofo empieza a renegar del poder del intelecto del hombre para conocer el Ser, la Realidad en su esencia, en su externa objetividad, entonces no queda otra cosa que concentrarse en sí mismo, en su interior, en su experiencia, en su subjetividad.
Ha empezado la ruina mental del modernismo. La evasión de la Realidad profunda; la evasión y el reniego del conocimiento de Dios y su consecuencia lógica: El erigirse uno mismo el centro de todo.
La construcción de la existencia con pretensión autonóma respecto del Ser, del Logos, de la Verdad, de la Realidad, de Dios.
Por eso la mente modernista solo sirve para ciencia y tecnología: la terminación epitelial de los fenómenos, pero es ciega para el Ser. Ya no le interesa el Ser, el Logos, la Verdad Última, Dios; sino la obra de sus propias manos humanas; que ahora reemplazan a Dios.
El non serviam luciferino al fin y al cabo.
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