domingo, 26 de junio de 2022

AGONÍA EN LA TRINCHERA

 La guerra estaba por terminar, se había dicho. Sin embargo el combate había arreciado en el momento menos esperado. En la embarrada trinchera estaban Salvador y Egidio. Dos soldados que en su carrera militar se habían odiado siempre con tesón, por personalidades incompatibles, competencias, jefaturas y mujeres. Esas extrañas casualidades o causalidades de la vida habían determinado que estén en el mismo sector de la batalla y ambos fueran grávemente heridos logrando acercarse y caer en la embarrada trinchera. Una granada explotó cerca de Egidio y sus esquirlas le penetraron en la cabeza en varias partes. El se arrastró unos metros y se dejó caer en la trinchera. Salvador padeció la explosión de una mina cercana y perdió casi toda su pierna derecha. Atinó a rodar cuando despertó del desmayo y caer en la trinchera. Estaba mas lúcido que Egidio. Este estaba apoyado en la pared barrosa de la trinchera con la mirada algo perdida y con un temblor raro en su brazo izquierdo, con la cabeza y la cara ensagrentadas y embarradas.

Salvador era totalmente consciente que la vida los dejaría en breve a ambos. Lo había observado atentamente a Egidio y luego contempló su propio estado.

Nos quedan nada mas que unos minutos. Siempre nos hemos odiado con rabia. Recuerdo cuando nos peleamos a golpes y ambos salimos heridos. Si no nos hubieran separados quizás alguno de los dos habría muerto; o ambos. Ahora morimos los dos a pocos metros de distancia en esta guerra, peleando, por nuestra patria? No lo se..... Ya no es como antes. 

Quien es mi amigo y mi hermano? quien? Tuve amigos..... No tengo hermanos de carne. Siempre quise tener uno.....-un tremendo temblor sacudió a Salvador que hablaba pausado y reflexionando lúcidamente. El lugar donde siempre tuvo su pierna era una masacre.

Ahora él es mi hermano. Clavó la vista en Egidio que lo escuchaba perplejo. Tu eres mi hermano, Egidio. Tu eres mi amigo ahora. El rostro agónico de Egidio embarrado y ensangrentado dibujó una sonrisa grata...y logró asentir levemente con la cabeza, antes de que una cierta convulsión lo hiciera temblar de manera grave.

Somos hermanos. Somos amigos. Egidio levantó la cabeza y la apoyó nuevamente en la pared barrosa de la trinchera. Se oían silbidos y explosiones de bombas cercanas y ráfagas de metralla. El cielo estába nublado y hacía frío. Egidio respondió con otra sonrisa de gratitud y logró mirar con ternura a Salvador. Era un asentimiento; parecía no poder hablar.

Si, el es mi amigo y mi hermano. Ahora es realmente mi amigo y mi hermano. Lo quiero mucho. Egidio, perdóname. Perdóname. Tu creías en ese Dios.....y una vez dijiste que había un cielo donde iban los buenos; y yo me reí y te ridiculicé. Yo no soy bueno; pero ahora deseo con todo mi corazón que tuvieras razón.

Egidio tuvo otro fuerte temblor general y se estremeció. Su mirada se obnubiló por un momento. Pero hizo un esfuerzo y dirigió su cabeza a Salvador con una bella sonrisa indulgente y balbuceó ahora sí con claridad y de manera inteligible: Amigo, hermano, me voy. Y se quedó mirándolo presa de otro temblor. Pero mantuvo la mirada en Salvador.

Salvador lo miró también con premura. Quizás puedas pedirle a ese Dios si lo encuentras, por mí, tu, mi amigo y hermano. Quizás pueda aceptarme todavía. He cometido pecados y no quisiera haberlos cometido....

Egidio tuvo otra especie de convulsión y su respiración se hizo muy audible y errática.

Pero logró componerse. Lo haré. Logró decir Egidio mirándolo con amor y gratitud. y con esfuerzo mientras lo recorría un temblor general, pero manteniéndo la sonrisa espetó aquel último: Amigo, hermano, me voy. Levantó la mano derecha a manera de saludo y con rostro sufrido pero angelical logró deicr: Nos vemos. Y luego de un rápido temblor general su cabeza cayó a un costado con los ojos abiertos y una mirada pacífica. Una gran chorreadura de sangre salía por el costado de su boca.

Salvador quedó perplejo y contuvo un impuso de llanto. Mi hermano se ha ido. El le pedirá a Dios por mí cuando se encuentre con Él. Yo me voy también ahora. 

Su respiración empezaba a ser cada vez mas espaciada y débil. Quisiera acordarme ahora de aquellas oraciones que hacía cuando era niño...

Un tremendo silbido seguido de una explosión se sintió muy cerca y el barro de la explosión lo salpicó.

Me voy.....Padre Nuestro que estás en los cielos...santificado sea tu nombre...vénganos tu Reino....Su mirada se desorbitó, y luego de un rictus de profundo dolor también dejó caer la cabeza  hacia el costado con una expresión noble, la boca cerrada y los ojos abiertos...











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