jueves, 25 de noviembre de 2021

SEPPUKU, LA DECISIÓN DE HONOR

 


El seppuku, hakiwaki o hara-kiri (腹切 o 腹切り? lit. 'corte del vientre') es el ritual de suicidio japonés por desentrañamiento. El seppuku formaba parte del bushido, el código ético de los samuráis, y se realizaba de forma voluntaria para morir con honor en lugar de caer en manos del enemigo y ser torturado, o bien como una forma de pena capital para aquellos que habían cometido serias ofensas o se habían deshonrado.

La ceremonia del seppuku es parte de un ritual más elaborado que se realiza generalmente delante de espectadores clavándose un arma corta en el abdomen, tradicionalmente un tanto, y realizando un corte de izquierda a derecha.

La práctica de seguir al amo en la muerte por medio del harakiri es conocida como oibara (追い腹 o 追腹?) o tsuifuku (追腹?).


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Las palabras harakiri (腹切? 'vientre' + 'cortar') y seppuku (切腹?) se escriben con los mismos caracteres, aunque con distinto orden y distinta lectura: harakiri utiliza la lectura kun (original japonesa) y seppuku la lectura on (de origen chino). Ocurre algo similar con los términos oibara (追腹? 'seguir' + 'vientre') y tsuifuku (追腹?), aunque en este caso el orden de los caracteres es el mismo. En japonés se prefiere el término seppuku puesto que la palabra harakiri se considera vulgar.1

En español se utiliza más la forma harakiri frente a la variante haraquiri,2​ aunque es esta última la que prefiere el DRAE.

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El seppuku era una parte clave del bushidō, el código de los guerreros samurái. El acto podía ser voluntario, usado por los guerreros para evitar caer en manos del enemigo o para expiar un fallo al código del honor, u obligatorio, por mandato de un señor feudal (daimyō), shōgun o tribunal en caso de que un samurái cometiera un delito de asesinato, robo, corrupción, etc. En tal caso, lo habitual era poner al acusado bajo la custodia de un daimyō de confianza, concediéndosele un plazo para la consumación del seppuku. De no producirse, el reo era automáticamente ejecutado. Lo normal era que se efectuase el seppuku a su debido tiempo, ya que la familia de un ejecutado heredaba su deshonor y era despojada del patrimonio a su cargo, lo que significaba perder la pertenencia a la casta samurái y prácticamente morir de hambre en muchos casos.

Previamente a ejecutar el seppuku, se bebía sake y se componía un último poema de despedida llamado zeppitsu o yuigon, casi siempre sobre el dorso del tessen o abanico de guerra. En el fatídico momento, el practicante se situaba de rodillas en la posición seiza, se abría el kimono —habitualmente de color blanco, que aún hoy solo visten los cadáveres—, se metía las mangas del kimono bajo las rodillas —para impedir que su cuerpo cayera indecorosamente hacia atrás al sobrevenirle la muerte—, envolvía cuidadosamente la hoja del tantō (daga de unos 20-30 cm) en papel de arroz —puesto que morir con las manos cubiertas de sangre era considerado deshonroso—, y procedía a clavarse la daga en el abdomen.

El ritual completo consistía en clavarse el tantō por el lado izquierdo con el filo hacia la derecha, cortar hacia la derecha firmemente y volver al centro para terminar con un corte vertical hasta casi el esternón. Pero, naturalmente, esto resultaba demasiado doloroso y al mismo tiempo desagradable para el público. Fácilmente podía resultar en la salida de parte del paquete intestinal que se desparramaría por el suelo. Además, el samurái no moría al instante, sino que sufría una agonía de varias horas. Puesto que ni el practicante de seppuku quería sufrir tanto, ni al público le apetecía contemplar ese macabro espectáculo, se ponía a disposición del practicante un ayudante en el suicidio, kaishaku en japonés. Este kaishaku era a menudo seleccionado para tal fin por el propio condenado. Numerosas veces era un amigo o un familiar. Su misión era permanecer de pie al lado del practicante y decapitarlo en el momento apropiado. Ese momento solía ser establecido de antemano a voluntad del suicida. Lo más habitual era acordar una señal que tendría que dar el que se disponía a morir, tras la cual el ayudante actuaba con rapidez mortal.

En la mayoría de los casos, los ejecutantes no llegaban a clavarse el tantō y el simple ademán de empuñar la daga y acercársela constituía la señal para el kaishaku. Algunos samuráis cuantificaban el valor de los practicantes del seppuku, según lo lejos que habían llegado en la práctica del ritual antes de que el ayudante procediera a la decapitación, siendo considerados de excepcional valor los que llegaban a practicarse el corte vertical hacia el esternón.

Encontramos una actitud análoga al seppuku en el Rey Saúl, que se arrojó sobre su lanza para evitar ser capturado y escarnecido por los filisteos.

FUENTE

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