martes, 19 de enero de 2021

SAN CANUTO, REY Y MÁRTIR

 

19 de enero
SAN CANUTO, REY Y MÁRTIR
El Año Litúrgico - Dom Próspero Gueranguer



Como hemos dicho ya, a los Reyes Magos siguieron en la cueva del Señor otros santos Reyes cristianos; es, pues justo que aparezcan en este tiempo dedicado al misterio de su Nacimiento. Entre los muchos que dio a la Iglesia y a la sociedad europea el siglo XI, tan fecundo en toda clase de maravillas de la religión católica, Canuto IV en el trono de Dinamarca se destaca sobre los demás, por la aureola del martirio [1]. Apóstol fervoroso de la religión cristiana, legislador prudente, intrépido guerrero, piadoso y caritativo, tuvo todas las virtudes que deben adornar a un príncipe cristiano. El pretexto que le ocasionó la muerte violenta, fue su celo por la Iglesia, cuyos derechos se confundían entonces con los del pueblo; murió en una revuelta, con el sublime carácter de víctima sacrificada en aras de su nación. Su tributo al nuevo Rey nacido fue el tributo de la sangre, trocando la corona pasajera por la otra con que adorna la Iglesia la frente de sus mártires, y que jamás se marchita. La historia de Dinamarca en el siglo XI no es muy conocida de la mayoría de los habitantes de la tierra, pero en cambio el honor que tuvo este país dando un Rey mártir, es conocido en toda la Iglesia, y la Iglesia abarca al mundo entero. Uno de los mayores espectáculos que se observan debajo de la capa del cielo, es sin duda este poder que tiene la Esposa de Jesucristo para honrar el nombre y los méritos de los siervos y amigos de Dios; pues los nombres que proclama llegan a hacerse inmortales entre los hombres, bien hayan sido llevados por reyes, bien servido para distinguir a los últimos de sus hijos.

El Sol de justicia había aparecido ya sobre tu tierra, oh santo Rey, y tu más completa dicha consistía en verlo brillar sobre tu pueblo. Como los Magos de Oriente, te complacías en poner tu corona a los pies del Emmanuel, y un día llegaste hasta ofrecer tu propia vida en su servicio y en aras de la Iglesia. Pero tu pueblo no era digno de ti; derramó tu sangre como el ingrato Israel derramará la sangre del Justo que nos ha nacido y cuya tierna infancia honramos estos días. Ofrece una vez más por el reino que ennobleciste, aquella muerte violenta que sufriste por tu pueblo, aplicándola por sus pecados. Hace tiempo que Dinamarca olvidó la fe verdadera; ruega para que la recobre cuanto antes. Alcanza para los príncipes que gobiernan los Estados cristianos, la fidelidad a sus deberes, el celo por la justicia, y el respeto por la libertad de la Iglesia. Pide también al divino Niño para nosotros, el celo que tuviste por su gloria; y si no podemos poner como tú una corona a sus pies, ayúdanos a dejarle nuestros corazones.

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