viernes, 23 de febrero de 2024

LA VERDADERA Y FALSA RESTAURACIÓN - LOS QUE PIENSAN QUE HAN VECIDO (SI, SI; NO, NO)

 12 LOS QUE PIENSAN QUE HAN VENCIDO – sí sí no no (Adelante la Fe)

II

Verdadera y falsa restauración

Los que piensan que «han vencido» son los neomodernistas fieles a la línea (si

así puede llamarse) de los padres fundadores de la «nouvelle théologie» o

«nueva teología» y, especialmente, a la línea (tortuosa y oscura) trazada por

el jesuita Henri de Lubac y por el ex-jesuita Hans Urs von Balthasar. «Se

exaltan los exponentes de la nueva teología como si fueran ellos la piedra

angular de la Iglesia» escribió con razón el pensador don Julio Meinvielle («De

la cábala al progresismo», ed. Calchaquí, Salta (Argentina), 1970).

Antes de presentar a estos «santos padres» del mundo católico postconciliar,

es, sin embargo, oportuno ilustrar aquí brevemente la esencia de la «nueva

teología».

El principio simple de una herejía compleja

El sacerdote y teólogo alemán Johannes Dörmann, en su óptimo

libro «L’étrange théologie de Jean-Paul II et l’esprit d’Assise» (Ed. Fideliter,

Eguelshardt (Francia), 1992) [Ed. en castellano: «Itinerario teológico de Juan

Pablo II hacia la jornada mundial de oración de las religiones en Asís», Fund.

San Pío X, Madrid, 1994], escribe:

«La “nouvelle théologie” se presenta bajo dos aspectos, pero es simple en su

principio, y, por esto, pueden agruparse sus múltiples formas bajo el mismo

nombre. Sus diferentes formas tienen en común el repudio de la teología

tradicional» (p. 55).

Lo que significa el repudio de la «teología tradicional» lo explica el Autor

concisa y eficazmente a propósito del último Concilio, que consideró deber

renunciar por motivos «pastorales» al lenguaje escolástico: «Los teólogos

manipuladores vieron perfectamente que en esta cuestión del lenguaje se

trataba la cuestión, toda la cuestión de la teología y de la fe. Porque el lenguaje

escolástico estaba indisolublemente vinculado a la filosofía escolástica, la

filosofía escolástica a la teología escolástica y esta última finalmente a la

tradición dogmática de la Iglesia» (p. 52). Y, por tanto, el adiós al lenguaje

escolástico se habría resuelto en último análisis en el adiós a la Tradición

divino-apostólica custodiada fielmente por la Iglesia.

«El abandono por parte de los padres del “lenguaje escolástico” – escribe aún

Dörmann – era para ellos [los teólogos manipuladores del Concilio] la

condición sine qua non de la ruptura con la antigua dogmática, para instalar

13 LOS QUE PIENSAN QUE HAN VENCIDO – sí sí no no (Adelante la Fe)

la “nueva teología” después de haber dejado de utilizar la “antigua” y haberse

despedido de ella» (p. 53).

La utopía

¿Y cómo estuvo y está motivada esta «despedida» de la teología tradicional,

es decir, de la teología católica tout court, indisolublemente vinculada a la

Tradición dogmática de la Iglesia? Con «esta simple y seductora idea: una

“nueva teología” en la perspectiva del carácter científico moderno y de la

imagen moderna del mundo y de la historia» (p. 55). En otros términos, con la

antigua y siempre renaciente utopía de la Iglesia conciliada con el «mundo

moderno», es decir, con el pensamiento filosófico moderno, con el cual Pío

IX (cfr. Syllabus, proposición octogésima) declaró que la Iglesia no puede ni

debe conciliarse, dado su carácter esencialmente anticristiano:

«Los hombres [modernos] son en general extraños a las verdades y a los bienes

sobrenaturales y creen poder satisfacerse sólo en la razón humana y en el orden

natural de las cosas y poder conseguir en ellas su propia perfección y

felicidad» (Vaticano I, esquema preparatorio de doctrina catholica).

«Para los miembros de la “nouvelle théologie” – continúa Dörmann – el lema

“aggiornamento” significaba la decidida apertura de la Iglesia al pensamiento

moderno [extraño a la verdad y a los bienes sobrenaturales] para llegar a una

teología totalmente diferente de la cual debería nacer una nueva

Iglesia [secularizada] adaptada a su época» (op. cit., p. 54). Es la idéntica

utopía del modernismo. «¿Dónde va la nouvelle théologie? Vuelve al

modernismo» escribía el padre Garrigou-Lagrange O. P.

«Por el camino del escepticismo, de la fantasía y de la herejía»

Y, en efecto, excavando más a fondo, bajo el principio simple de la nueva

teología (el adiós a la «antigua» y, por ello, envejecida teología) encontramos

la misma perversión de la noción de verdad que es el fundamento del

modernismo:

«La verdad no es más inmutable que el mismo hombre ya que ella evoluciona

en él, con él y para él» (San Pío X, decreto Lamentabili, proposición

quincuagésima octava). Por lo que el padre Garrigou-Lagrange O. P., no

profetizando, sino simplemente extrayendo las lógicas conclusiones, escribía

en 1946:

14 LOS QUE PIENSAN QUE HAN VENCIDO – sí sí no no (Adelante la Fe)

«¿Dónde irá esta nueva teología con los nuevos maestros en los que se inspira?

¿Dónde sino por el camino del escepticismo, de la fantasía y de la herejía?» (La

nouvelle théologie où va-t-elle?, en Angelicum 23, 1946, pp. 136-154).

Una utopía culpable

Lo veremos. A nosotros nos interesa aquí subrayar que el intento de conciliar

a la Iglesia con el «mundo moderno» (es decir, con la filosofía moderna

subjetivista e inmanentista y la «cultura» embebida de subjetivismo e

inmanentismo que promanó de ella) no es una utopía inculpable. A tal intento,

en efecto, cerró repetidamente el camino el Magisterio de los Romanos

Pontífices, especialmente Gregorio XVI con la Mirari Vos (1832), Pío IX con

el Syllabus (1864), San Pío X con la Pascendi (1907) y, en los umbrales del

último Concilio, Pío XII con la Humani Generis (1950). En esta última

Encíclica, desatendida y después desautorizada y sepultada por los mismos a

quienes ella había condenado, Pío XII, ilustrando el clima precedente al

Concilio, señala «con ansiedad» y claridad los peligros de la «nueva teología»,

que, buscando su fundamento fuera de la filosofía perenne, pone en peligro

todo el edificio del dogma católico. Sobre todo, Pío XII no deja de subrayar el

desprecio al Magisterio que se advierte bajo tal actitud:

«[…] la razón será debidamente cultivada: si […] ella se nutrirá de aquella sana

filosofía que es como un patrimonio heredado de las precedentes edades

cristianas y que posee una más alta autoridad porque el mismo Magisterio de

la Iglesia confrontó con la verdad revelada sus principios y sus principales

aserciones puestas a la luz y fijadas lentamente a través de los tiempos por

hombres de gran ingenio. Esta misma filosofía, confirmada y comúnmente

admitida por la Iglesia, defiende el genuino valor de la cognición humana, los

inquebrantables principios de la metafísica – esto es, de razón suficiente, de

causalidad y de finalidad – y finalmente sostiene que se puede alcanzar la

verdad cierta e inmutable.

En esta filosofía hay ciertamente muchas cosas que no se refieren a la fe y a las

costumbres, ni directa ni indirectamente, y que, por esto, la Iglesia deja a la

libre discusión de los competentes en esta materia; pero no existe en ella la

misma libertad respecto a muchas otras, especialmente respecto a los

principios y a las principales aserciones de las que ya hablamos [valor del

conocimiento humano, inquebrantables principios de la metafísica, etc.] […].

La verdad en toda su manifestación filosófica no puede estar sujeta a cotidianas

mutaciones especialmente tratándose de los principios de por sí conocidos de

la razón humana o de aquellas aserciones que se apoyan tanto en la sabiduría

15 LOS QUE PIENSAN QUE HAN VENCIDO – sí sí no no (Adelante la Fe)

de los siglos como también en el consenso y en el fundamento de la

Revelación divina […].

Por esto debe deplorarse más que nunca que hoy la filosofía confirmada y

admitida por la Iglesia sea objeto de desprecio por parte de algunos, de

modo que, con imprudencia, la declaran anticuada por la forma y racionalista

por el proceso de pensamiento. […].

Sin embargo, mientras que desprecian esta filosofía, exaltan las demás, tanto

antiguas como recientes, tanto de pueblos orientales como de los occidentales,

de manera que parecen querer insinuar que todas las filosofías u opiniones, con

el añadido – si es necesario – de alguna corrección o de algún complemento, se

pueden conciliar con el dogma católico. Pero ningún católico puede poner en

duda cuánto todo esto es falso, especialmente cuando se trata de sistemas como

el inmanentismo, el idealismo, el materialismo tanto histórico como dialéctico,

o también como el existencialismo, cuando profesa el ateísmo o cuando niega el

valor del razonamiento en el campo de la metafísica. […].

Sería verdaderamente inútil deplorar estas aberraciones si todos, también en

el campo filosófico, fueran respetuosos con la debida veneración hacia el

Magisterio de la Iglesia, que, por institución divina, tiene la misión no sólo de

custodiar e interpretar el depósito de la Revelación, sino también de velar

sobre las mismas ciencias filosóficas para que los dogmas católicos no

reciban ningún daño por opiniones no rectas».

Queda así confirmado cuanto desde hace años llevamos repitiendo y

documentando: aun siendo miembros de la jerarquía católica, los

neomodernistas son y permanecen siendo unos desobedientes al Magisterio

constante y, por esto, infalible de la Iglesia, y la «obediencia» que de facto

ellos imponen al nuevo curso eclesial se concretiza en una imposición de

desobediencia a la Iglesia.

Verdadera y falsa «restauración»

De cuanto se ha dicho más arriba se sigue que la auténtica restauración

recorrerá el camino inverso al que ha llevado a la ruptura con la Tradición

doctrinal de la Iglesia: vuelta a la filosofía perenne y por tanto a la teología

escolástica y por tanto a la tradición dogmática de la Iglesia, en obediencia a

las directivas constantes del Magisterio Pontificio.

Los neomodernistas fieles a la «línea» de de Lubac y de von Balthasar se las

dan hoy de «moderados» e incluso de «restauradores», pero no intentan

repudiar en absoluto la «nueva teología», de la cual – lo quieran o no – es hija

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la crisis que paraliza en nuestros días la vida de la Iglesia. «Nuestra línea –

decía “seguro” el padre Henrici S. J. a 30 Giorni (diciembre de 1991) – es la de

extremo centro. Ni excesiva atención [sic!] al Magisterio, ni contestación. Ni

derecha ni izquierda. Adhesión a la tradición [que, en el lenguaje de de Lubac

y de los «nuevos» teólogos, no es – lo veremos – la Tradición dogmática de la

Iglesia] en la línea de la théologie nouvelle de Lyon [sede de de Lubac y de

otros «padres fundadores»], que subrayaba la no contraposición [léase:

identificación] entre naturaleza y sobrenaturaleza, entre fe y cultura, y que se

convirtió en la teología oficial del Vaticano II».

¡«Théologie nouvelle» que Pío XII, en la Humani Generis, había condenado

como un cúmulo de «falsas opiniones que amenazan con subvertir los

fundamentos de la doctrina católica»! Es, por tanto, más que nunca, necesario

saber qué hay detrás de la «moderación» de estos neomodernistas de

«extremo centro», sí, pero, no obstante, neomodernistas.


VER INFORME COMPLETO, SOBRE LA CONSPIRACIÓN NEOMODERNISTA Y LA NOUVELLE THÉOLOGÍE ACÁ





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