martes, 13 de abril de 2021

LOS ILUMINADOS INNOVADORES MODERNISTAS Y LIBERALES DEL II CONCILIO VATICANO

 














Cuando esa ingénua, insensata y trágica avanzada del catolicismo visionario mundano ansioso de novedades y descontento con la Iglesia de Cristo concibe la desgraciada e infausta idea de que la modernidad no es mala; sino que los extremismos comunales de París solo son lo malo, y que purificando esa modernidad de esas manchas extrínsecas a ella, e introduciéndola, no solo mejoraría la Iglesia, sino que la llevaría a su pureza evangélica original, entonces comienza la Debacle de la iglesia actual.

El error garrafal, trágico fue pretender que la modernidad proveniente de 1789 no es mala en sí misma, sino que estaba contaminada de elementos bárbaros y violentos extrínsecos a sí misma. Y limpiando esa violencia no solo se encontraría algo muy benéfico sino que se encontraría el reflejo de los orígenes evangélicos en su prístina pureza.
Pero el problema de la modernidad no es la bestialidad de la Comuna de París; la modernidad, su nominalismo, su naturalismo, su inmanentismo, su concentración en el individuo por sobre el Bien Común, sus Derechos....su libertad mal entendida como derecho absolutizado del individuo autodeterminado de elegir cualquier cosa, mala o buena, su "espiritualización" y confinamiento de la religión a la privacidad del corazón y su expulsión de la vida sociopolítica, es maligna en sí misma. El abandono de la sociedad y la política a la "neutralidad" estatal , y la pelagiana elección de los individuos bajo un Estado laico indiferente, o levemente "favorable al fenómeno religioso", -que será en realidad confesional de la corrección política del Sistema anticristiano- es una utopía maldita.
La descristianización, secularización brutal, abandono de la sociedad y de los individuos atomizados inermes ante los poderes malignos es el resultado de esta empresa.
No es otra cosa que la devolución al Leviatán de los terrenos ganados con sangre de mártires en las épocas de virilidad e inteligencia de la Iglesia. Virilidad e inteligencia que provenían del Amor a Cristo. Cosa que se ha perdido.
Por esto vemos a la jerarquia de hoy, apóstata, cobarde, afeminada, confinada a la pura inmanencia, al amor del poder y el dinero y la comodidad; y la sujeción y sometimiento, genuflexión obscena ante el Poder del Sistema Anticristiano global y funcionalizada a él como si fuera su dios.


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