jueves, 17 de octubre de 2024

EL GUERRERO IROQUÉS CAUTIVO

 EL GUERRERO IROQUÉS CAUTIVO

Los hurones capturaron un guerrero iroqués en una correría fallida de estos contra una expedición de caza hurona.
Lo llevaron al campamento entre gran exitación. Al iroqués le faltaban tres dedos de la mano derecha y le colgaban coágulos de sangre; tenía un hachazo en la zona de las costillas que manaba también sangre, y estaba delgado y con la mirada vidriosa por la pérdida de sangre y varios días de viaje como prisionero y sin probar alimento. Solo le dieron agua para llevarlo vivo a la aldea.
Era calvo, de nobles y fieros rasgos, con un mechón de negros pelos que le salía de la mollera de la cabeza, y ataviado con algunos cueros, de buena musculatura. De piel muy cobriza y el ceño fruncido aún con el rostro en descanso. De sus órbitas algo hundidas por el desgaste miraban vivos y penetratnes dos ojos negrísimos y fieros; serios.
El talante general era imponente y feroz.
Varios mensajeros llegaron a la aldea hurona con la noticia que volvían con un prisionero de los odiados iroqueses.
Mucha gente los recibió con gran euforia, gritos y bailes de algunos que danzaban en círculos, como un derviche árabe en medio de una gran exitación.
Los brujos de la tribu salieron al paso y lo tocaban, lo acariciaban y proferían oráculos de todo tipo en trances bizarros, inquietantes.
El cacique hurón se acercó al prisionero, que estaba serio y ceñudo, noble y fuerte a pesar de todo. Le puso las manos en los dos hombros y lo felicitó calurosamente. Admiraba a los guerreros valientes y abnegados. Sería tratado como corresponde a un guerrero de su estirpe! Era un día de fiesta. Aún con las manos en los hombros del prisionero, giró su cabeza y mandó música y bailes: la fiesta empezaba.
Hubo gritos, batifondo de tambores y gran algarabía.
El guerrero, serio, noble, imponente, en medio de aquella gente tan locuaz y gesticulando, resultaba una contraposición notable.
Varias mujeres se acercaron al prisionero y le ofrecieron agua y refrescos de frutas con caldo de lobo frío; lo cual aceptó con gusto el iroqués haciendo un noble gesto con la cabeza, sus ojos brillaban mientras tomaba aquellos líquidos.
Estamos contentas de tener de visita este querido guerrero, yo soy la hermana de aquellos dos hurones que mataste hace dos meses...la guerra es así. Bebe tu caldo, guerrero!
Se hizo una fila un tanto desordenada de hurones que felicitaban con mucha gesticulación al prisionero, con profusión de verborragia, gritos y carcajadas. El cautivo se mantenía noble y entero. Parado bien enhiesto a pesar de todo.
Luego vino un chamán y le convidó una bebida espirituosa que era famosa entre los hurones; los iroqueses también la conocían. Bebió sin complejos.
Hubo fiesta, bailes, gran jarana. Algunas mujeres bellas de la tribu bailaban lascivamente alrededor del prisionero que parecía que comenzaba a disfrutar de la fiesta. Aquel aguardiente lo había animado mucho.
Los jefes de familia venían a felicitarlo todo el tiempo, estaban orgullosos de tenerlo ahí. Iba a ser tratado como lo que era: un gran guerrero iroqués.
Después de mucho aguardiente, gritos, baile y algarabía se prendió la fogata circular con madera de abeto, rodeada de piedras.
El cacique se acercó al iroqués muy locuaz varias veces, lo abrazó y lo convidó con aguardiente.
Estaba por llegar el mejor momento de la fiesta: había llegado la hora de la danza del prisionero.
Este, con la mirada brillante por el aguardiente, había cobrado bastante ánimo. Tocaron tambores, se iniciaron rítimicos cánticos, muy exaltantes e hipnóticos.
Baila y canta amigo; la fiesta es para tí!
Le hicieron lugar, un círculo cerca de la fogata y aplaudían, eufóricos. El iroqués se largó a bailar, posesionado, en trance, con gran ìmpetu y elegancia. El griterío era ensordecedor; aplausos a rabiar y danzas en círculo tipo derviche giratorio en los mas exitados.
Felicitaciones, cánticos, hurras, aplausos, gritos...en medio de un alegre paroxismo, mientras el guerrero cautivo bailaba y cantaba.
Una hora estuvo dando clases de baile y canto ante la desaforada euforia de todo el campamento hurón.
Mientras tanto, guerreros hurones calentaban hachas y machetes en la fogata….
El cacique se acercó al prisionero que ya se había cansado y lo felicitó y le dijo cosas al oído que nadie escuchó. En ese momento le entregaron un machete al rojo vivo que con una sonrisa, lo apoyó de plano en un hombro del prisionero. Aullido de dolor, caída al suelo. Tremendas patadas en todo el cuerpò por parte de los guerreros y otros personajes importantes. Se retorcía en en suelo el desdichado.
Lo apalearon con varas que sacaron del fuego con la punta al rojo vivo.
Planazos de machete al rojo por todo el cuerpo. Patadas y palazos al rojo vivo. Al desmayo del desdichado, le rociaron la cabeza y la boca con un refresco bien frío. Bebe! Bebe querido hermano! Valiente guerrero! La fiesta es para tí. El líquido frío le hacía recuperar el conocimiento y lo hacían poner de pié. Se puso de pié por última vez; sus ojos negrísimos miraban serios y firmes. Su talante aún era enérgico y noble.
Lo empujaban al fuego y lo volvían a sacar en medio de rugidos de dolor. La mirada del guerrero iroqués, salvando las distancias, parecía la del Señor en la cruz. Así lo tuvieron dos horas. Cuando caía exánime, lo reanimaban con agua fría y le daban aguardiente. Recupérate para la lucha gran guerrero! Gran oso! Gran león de la montaña! Gran lobo!
Salve gran guerrero! Y lo atravesó un chamán con un cuchillo al rojo vivo en el vientre. En un terrible aullido de dolor cayó ya para no levantarse el guerrero iroqués. Lo patearon, le tiraron agua fría y aguardiente en el cuerpo y danzaron frenéticamente alrededor de él. Solo abrió apenas sus ojos con una mirada noble y fuerte.
Lo tomaron de brazos y piernas y lo pusieron estirado sobre una gran roca circular. El brujo jefe vino y con un gran puñal le abrió solémnemente el pecho y le arrancó el corazón palpitante en medio de borbotones de oscura sangre. Y lo ofreció a los dioses. Inmediatamente vino el Cacique y con un justo hachazo separó la cabeza del cuerpo. La cabeza la pusieron sobre una piedra y bailaron alrededor de ella con respeto.
Luego lo cortaron en un montón de pedazos que comerían nada mas que los guerreros, los chamanes y el Cacique, para asimilar la fuerza, la ferocidad y la valentía de aquel noble y célebre guerrero.



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