martes, 8 de febrero de 2022

La Revolución Francesa y los ahogamientos de Nantes

 


La Revolución Francesa y los ahogamientos de Nantes


Nuestros cuerpos serán tirados a las olas y nuestros nombres deshonrados.

Nuestro único honor en el mundo, es el de Nuestro Señor Jesucristo

Canto vendeano

 

El drama del Loire al desnudo

Por la Hna. Marie de la Sagesse Sequeiros

Dos valientes

Generalmente relacionamos la Revolución Francesa con la guillotina, y está bien que así sea, por más que el invento jacobino no haya sido el único instrumento para “reducir la población” rebelde… aunque sí el más popular, aplicado en todo el territorio.

Sin embargo, hubo otros métodos de exterminio masivo empleados con relativo éxito, principalmente en la Vendée, como por ejemplo: los ahogamientos colectivos, los fusilamientos en masa y el envenenamiento de agua con arsénico. Claro está que, de estos horrores, nadie se quiere acordar y menos aun, conmemorar… salvo valientes excepciones como es el caso que hoy traemos a colación. 

Daphné du Barry, de quien ya hemos hablado AQUÍ, nos ha sorprendido nuevamente en Francia con su escultura original y políticamente incorrecta. Esta vez inmortalizando los “ahogamientos de Nantes” efectuados en el Loire durante el Terror Revolucionario (1793-1794).

Aunque en realidad, el autor intelectual de la insólita obra fue el investigador Reynald Secher, quien encargó a la artista holandesa la realización de una escultura  que clama al cielo: una familia de bandidos martirizada en las aguas del Loire. ¡Algo único en su especie! Jamás se habían representado en bronce los ahogamientos ordenados desde el Comité de Salud Pública por Robespierre y sus recalcitrantes jacobinos. Toda una osadía para los tiempos que corren en el arte y en la historiografía actual.

Y a decir verdad, Daphné no se privó de nada, esculpiendo con un realismo cruento tres figuras desnudas en tamaño natural que luchan por su supervivencia hasta último momento. Inspirada sin duda en los testimonios y crónicas contemporáneas, la artista no quiso apartarse de los hechos históricos, representando el drama vendeano lo más fiel y bello posible; y con una intención bien clara: “Es necesario inmortalizar en el bronce actos heroicos e históricos, pues eso queda para nuestros hijos y nietos”.

Deportación vertical

En efecto, se sabe que, durante el invierno de 1794, más de 13.000 campesinos fueron hechos prisioneros por los republicanos luego de las derrotas de Le Mans y Savenay. En consecuencia, las cárceles de Nantes y alrededores se desbordaron con una enorme cantidad de gente, sin preverse lo mínimo y necesario para tantas “bocas inútiles”. Para peor, la gran mayoría de ellos eran ancianos, mujeres y niños que poco y nada podían hacer por su sustento diario, implicando un gasto de alimentación constante para el gobierno.

Pronto, las condiciones infrahumanas transformaron los calabozos en un foco de epidemia peligrosísimo; el tifus comenzó a propagarse no solo entre los detenidos, sino también entre los mismos guardias y soldados azules. La situación urgía y hubo que desembarazarse de ellos lo más pronto posible. Pero la guillotina era demasiado lenta y los fusilamientos muy caros -no había cartuchos para finiquitar a tantos-, por lo cual Jean-Baptiste Carrier, enviado de urgencia como procurador a Nantes, propuso al Comité de París los ahogamientos colectivos como solución final a tantos problemas.

Yendo directamente al grano, “el enviado del Terror” presentó la “deportación vertical” de los prisioneros como una novedad eficaz y barata: “Metemos a todos estos bribones en botes que luego se hunden hasta el fondo” (Sic!). Así de simple, rápido y económico. Cualquier vieja embarcación bastaba para convertirse en ataúd flotante donde podían encerrarse decenas de prisioneros atados; y cuando el barco estaba lejos de la orilla, se lo desfondaba a golpe de hacha. El asunto se solucionaba en cuestión de minutos, en medio de la oscuridad nocturna y del silencio cómplice de unos pocos.

Los ahogamientos de Nantes. Grabado de Joseph Aubert (1882)

Con aprobación del gobierno central, entre noviembre de 1793 y febrero de 1794, el Loire se convirtió en la “bañera nacional”, al decir de Carrier. La perversa práctica tuvo tanto éxito que se generalizó en varias ciudades ribereñas, incluso a plena luz del día, como en Angers, Ponts-de-Cé, Ancenis, Pellerin, Mauves y Savenay.

Como si fuera poco, se decretó que los bandidos debían financiar su propia muerte por tantos gastos ocasionados a la República, por lo cual se los despojaba de todas sus pertenencias -dinero, joyas, cabellera y ropa incluida-, antes que las caudalosas aguas del Loire se los tragasen vivos, tal como lo narra un testigo ocular: “Dos barcas cargadas de individuos se detuvieron en la Prairie-aux-Ducs. Allí junto con mis compañeros, hemos visto la carnicería más horrible que pueda imaginarse. Más de 800 personas de todas las edades y de ambos sexos fueron inhumanamente ahogadas (…). Si las embarcaciones no se hundían lo suficientemente rápido, se disparaba sobre los que estaban arriba de todos. Los gritos horribles de estas desgraciadas víctimas no hacían más que animar a sus verdugos. También observé que todos los que fueron ahogados esa noche fueron previamente despojados, quedando desnudos como mi mano. Las mujeres reclamaban en vano que les dejen sus camisolas; pero les fue rehusado. Sus ropas, joyas y pertenencias fueron la presa inmediata de sus verdugos. Asimismo,  todo lo que les habían quitado, lo vendían a la mañana siguiente al mejor postor”.

En realidad fue peor el remedio que la enfermedad, pues al poco tiempo la putrefacción de los cadáveres ahogados contaminaron las aguas del Loire a tal punto que la policía local debió publicar otro decreto prohibiendo beber y cocinar con el agua del río.

Actualmente, se reconocen 4.800 víctimas, identificadas con nombre y apellido, entre ellos 148 sacerdotes, luego de arduos estudios publicados por Reynald Secher. Sin embargo, la cifra escalofriante debe ascender mucho más… hasta duplicarse inclusive, ya que la gran mayoría fue ahogada sin juicio previo, y menos aún… sentencia escrita.

Los ahogamientos de Nantes. Anónimo. S. XVIII. Museo de Historia de Nantes.

Del martirio a la gloria

Con seguridad los testimonios escalofriantes citados por Secher en su libro, Vendée du génocide au mémoricide. Ed. Cerf. Paris, 2011, inspiraron directamente a Daphné al momento de ponerse manos a la obra. Aunque, mejor dejémosla hablar a ella, pues tuvo la amabilidad de enviarnos las fotos con un párrafo escueto que lo dice todo: “La barca se hunde y la madre levanta a su hijo hacia el cielo con un movimiento de esperanza. Su marido intenta socorrerla al mismo tiempo que sostiene la Cruz salvadora”.

Una obra maestra que cualquier ignorante del arte puede “leer”, en un abrir y cerrar de ojos, derramando lágrimas de impotencia. Partiendo de abajo hacia arriba, la mirada artística se remonta en diagonal de la cruz al cielo o, mejor dicho, del martirio a la gloria.

  

En fin, no mucho más para agregar al bronce hecho martirio que, Dios mediante, será expuesto al público el 13 de mayo del corriente en La-Chapelle-Basse-Mer, al noreste de Nantes, fecha prevista para la inauguración del tan esperado “Memorial del genocidio de la Vendée”, que hemos adelantado aquí (https://www.quenotelacuenten.org/2020/10/28/el-ave-fenix-la-vendee-reynald-secher-el-despertar-de-un-indiferente/). 

Esperamos ansiosos poder contemplarla con nuestros propios ojos para derramar lágrimas de súplica hacia estos mártires vendeanos ahogados dos veces en el olvido del genocidio y del memoricidio posterior. Pero resucitados bellamente de la mano de Daphné du Barry y del bolsillo valiente de Reynald Secher. A ellos, todo nuestro reconocimiento por ir a contra-corriente del arte y de la historia oficial. 

Para que no te la cuenten,

Hna. Marie de la Sagesse Sequeiros, S.J.M.

 


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