miércoles, 16 de septiembre de 2020

LA INDEFECTIBILIDAD DE LA IGLESIA

 La indefectibilidad de la Iglesia es una verdad de fe. Pero para precisar el contenido de esta verdad resulta de capital importancia distinguir entre lo que enseña la Iglesia y las opiniones de algunos teólogos.

Esta nota de indefectibilidad es una realidad que está como contenida entre un límite inferior, por debajo del cual la Iglesia no puede caer, y un límite superior, que no podrá sobrepasarse hasta la Parusía. Si se exagera la indefectibilidad de la Iglesia, como suelen hacer conservadores y ultramontanos, elevando demasiado el límite inferior, la confrontación con la realidad -histórica o presente- puede suscitar notables perplejidades y hasta ser peligrosa para la fe. Si se baja en exceso el límite inferior,  el resultado es una defectibilidad eclesial de cuño protestante.
La concepción teológica que hipertrofia el carácter indefectible de la Iglesia tiene un subproducto: esa apologética boba, generadora de leyendas áureas, triunfalismos selectivos, obediencias extremas, jerarcolatrías anónimas y ceguera para percibir deficiencias de las autoridades eclesiásticas. Razón por la cual es conveniente contrarrestar esta concepción con una exposición equilibrada del dogma.
Ofrecemos una breve explicación del tema que esperamos ayude a perfilar mejor los límites de una verdad que no debe enloquecerse. Los papas Honorio I y Alejandro VI debieran ilustrarnos  sobre la permisión divina respecto del Romano Pontífice como parte de la Iglesia.
Tesis IX. La Iglesia es indefectible en el cumplimiento de su misión.
Esta tesis es de fe, en el sentido que vamos a precisar ahora. Con el término «indefectibilidad» apuntan los teólogos a tres certezas relativas a la Iglesia: 1) la Iglesia no perecerá; 2) la Iglesia no desfallecerá; 3) la Iglesia subsistirá hasta el final tal como Cristo la ha querido y fundado, sin experimentar cambios sustanciales que pudieran equivaler prácticamente a su desaparición.(…)La indefectibilidad de la Iglesia se reduce, en el fondo, a la fidelidad de Dios para con ella, fidelidad que explica y funda por sí sola esa indefectibilidad: como acabamos de ver, Dios le ha dado su palabra y no se retractará.
Así, pues, para dar todo su sentido a esta indefectibilidad, no debemos separarla de otro aspecto del  misterio eclesial, a saber, el de la alianza, que traduce la voluntad de Dios de no llevar a cabo su designio de salvación sin la colaboración del hombre. La indefectibilidad, por consiguiente, no hace superfluo el trabajo del hombre, sino que, al contrario, lo supone y lo estimula.«Es preciso sostener... que Cristo quiere el concurso de sus miembros... Misterio insigne sobre el que jamás se reflexionará bastante: la salvación de muchos depende de las plegarias, de las mortificaciones... y de la colaboración que los pastores y los fieles... deben aportar a nuestro divino Salvador» (Mystici corporis, en CEDP, 1. I, p. 1038-1039).Sin embargo, hay que guardarse muy bien de confundir la indefectibilidad de la Iglesia con su triunfo o con su perfección. Cristo, en efecto, ha prometido a su Iglesia que sería victoriosa, no triunfante. Incluso le predijo positivamente lo contrario (Jn. 15, 20). Nunca le prometió que iba a ser perfecta. En su indefectibilidad (o, como acostumbraban decir los padres, en su «virginidad»), la Iglesia de este mundo estará marcada hasta el final por los límites, las imperfecciones y los pecados de sus miembros. Así, pues, se evitará siempre con sumo cuidado el doble escollo al que nos hemos referido ya en la presente obra: minimizar la realidad humana en nombre de lo divino, evacuar lo divino en nombre de lo humano. Concretamente, las dificultades humanas no nos autorizan a olvidar la promesa divina, ni esta promesa nos dispensa de ver y resolver los problemas humanos.

(…) Referida a la totalidad del misterio eclesial, la indefectibilidad no significa en modo alguno: 1) la indefectibilidad de cada iglesia particular; 2) la indefectibilidad individual de los miembros de la Iglesia, ni siquiera de los más eminentes. Así, pues, garantiza solamente la vida y la fidelidad del conjunto de la Iglesia.
Tomado de:
 Faynel, P. La Iglesia. Herder, Barcelona, 1974: pp. 41-44.



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En Apocalipsis 2 y 3, Cristo se dirige a las siete Iglesias de aquel entonces en lo que hoy es Turquía. Esto según muchos Santos Padres y comentadores prestigiosos es un typo, una figura de siete períodos históricos de la Iglesia (antitypo) o siete estados espirituales de la Iglesia y su jerarquía y sus fieles, mas allá de periodicidades temporales. O ambas cosas a la vez.
Cristo señala fortalezas, heroicidades; y por otro lado pecados y abdicaciones, y promete premios y advierte y amenaza.
Notamos que lo que entusiasma al Señor es la Fidelidad a Él, a su Palabra.
Queda claro que la faz humana de la Iglesia, en sus hombres de la jerarquía y religiosos, y el pueblo laico, es pecador e imperfecto; a veces cae en la tibieza y la apostasía mas abyecta.
<<"1.Al Angel de la Iglesia de Efeso, escribe: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que camina entre los siete candeleros de oro. 2.Conozco tu conducta: tus fatigas y paciencia; y que no puedes soportar a los malvados y que pusiste a prueba a los que se llaman apóstoles sin serlo y descubriste su engaño. 3.Tienes paciencia: y has sufrido por mi nombre sin desfallecer. 4.Pero tengo contra ti que has perdido tu amor de antes. 5.Date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera. Si no, iré donde ti y cambiaré de su lugar tu candelero, si no te arrepientes. 6.Tienes en cambio a tu favor que detestas el proceder de los nicolaítas, que yo también detesto. 7.El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios. 8.Al Angel de la Iglesia de Esmirna escribe: Esto dice el Primero y el Ultimo, el que estuvo muerto y revivió. 9.Conozco tu tribulación y tu pobreza - aunque eres rico - y las calumnias de los que se llaman judíos sin serlo y son en realidad una sinagoga de Satanás. 10.No temas por lo que vas a sufrir: el Diablo va a meter a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis tentados, y sufriréis una tribulación de diez días. Manténte fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida. 11.El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: el vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda. 12.Al Angel de la Iglesia de Pérgamo escribe: Esto dice el que tiene la espada aguda de dos filos. 13.Sé dónde vives: donde está el trono de Satanás. Eres fiel a mi nombre y no has renegado de mi fe, ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel, que fue muerto entre vosotros, ahí donde habita Satanás. 14.Pero tengo alguna cosa contra ti: mantienes ahí algunos que sostienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balaq a poner tropiezos a los hijos de Israel para que comieran carnes inmoladas a los ídolos y fornicaran. 15.Así tú también mantienes algunos que sostienen la doctrina de los nicolaítas. 16.Arrepiéntete, pues; si no, iré pronto donde ti y lucharé contra ésos con la espada de mi boca. 17.El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor le daré maná escondido; y le daré también una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe. 18.Escribe al Angel de la Iglesia de Tiatira: Esto dice el Hijo de Dios, cuyos ojos son como llama de fuego y cuyos pies parecen de metal precioso. 19.Conozco tu conducta: tu caridad, tu fe, tu espíritu de servicio, tu paciencia; tus obras últimas sobrepujan a las primeras. 20.Pero tengo contra ti que toleras a Jezabel, esa mujer que se llama profetisa y está enseñando y engañando a mis siervos para que forniquen y coman carne inmolada a los ídolos. 21.Le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. 22.Mira, a ella voy a arrojarla al lecho del dolor, y a los que adulteran con ella, a una gran tribulación, si no se arrepienten de sus obras. 23.Y a sus hijos, los voy a herir de muerte: así sabrán todas las Iglesias que yo soy el que sondea los riñones y los corazones, y yo os daré a cada uno según vuestras obras. 24.Pero a vosotros, a los demás de Tiatira, que no compartís esa doctrina, que no conocéis «las profundidades de Satanás», como ellos dicen, os digo: No os impongo ninguna otra carga; 25.sólo que mantengáis firmemente hasta mi vuelta lo que ya tenéis. 26.Al vencedor, al que se mantenga fiel a mis obras hasta el fin, le daré poder sobre las naciones: 27.las regirá con cetro de hierro, como se quebrantan las piezas de arcilla. 28.Yo también lo he recibido de mi Padre. Y le daré el Lucero del alba. 29.El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias."
Apocalipsis, 2 - Bíblia Católica Online
"Apocalipsis, 3 1.Al Angel de la Iglesia de Sardes escribe: Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas. Conozco tu conducta; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. 2.Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras llenas a los ojos de mi Dios. 3.Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi Palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. 4.Tienes no obstante en Sardes unos pocos que no han manchado sus vestidos. Ellos andarán conmigo vestidos de blanco; porque lo merecen. 5.El vencedor será así revestido de blancas vestiduras y no borraré su nombre del libro de la vida, sino que me declararé por él delante de mi Padre y de sus Angeles. 6.El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. 7.Al Angel de la Iglesia de Filadelfia escribe: Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra, nadie puede abrir. 8.Conozco tu conducta: mira que he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has guardado mi Palabra y no has renegado de mi nombre. 9.Mira que te voy a entregar algunos de la Sinagoga de Satanás, de los que se proclaman judíos y no lo son, sino que mienten; yo haré que vayan a postrarse delante de tus pies, para que sepan que yo te he amado. 10.Ya que has guardado mi recomendación de ser paciente, también yo te guardaré de la hora de la prueba que va a venir sobre el mundo entero para probar a los habitantes de la tierra. 11.Vengo pronto; mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona. 12.Al vencedor le pondré de columna en el Santuario de mi Dios, y no saldrá fuera ya más; y grabaré en él el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi nombre nuevo. 13.El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. 14.Al Angel de la Iglesia de Laodicea escribe: Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios. 15.Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16.Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. 17.Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. 18.Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. 19.Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. 20.Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. 21.Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. 22.El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias."
Apocalipsis, 3 - Bíblia Católica Online
La Iglesia entonces es SANTA, en su ontología divina; pero en su faz y contenido humano, falible e imperfecta en sus miembros.


 


 

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